ESCULTURA PÚBLICA EN PANAMÁ: Sincretismo y Espectáculo
Paseo
de las Esculturas: Obras tridimensionales de Guillermo Trujillo,
Isabel de Obaldía, Carlos Arboleda, Armando Granja (Panamá), Carlos Cruz-Diez y
Sydia Reyes (Venezuela). Mirador del Pacífico, Cinta Costera, Ciudad de Panamá,
Panamá. Inaugurada
8 de abril, 2014. Abierta de lunes a domingo.
Los ambientes surreales, colores apasionados y personajes misteriosos caracterizaban los dibujos y pinturas de la artista panameña en los ochentas y noventas. Pero su estudio del color la llevó gradualmente a explotar la transparencia del óleo. Esto vino acompañado de una transición temática, técnica y conceptual que le permitió abandonar sus representaciones pletóricas de violencia, rabia y frustración influidas por el entorno político y moverse a obras tridimensionales donde busca encontrar la luz y transparencia en medios como el vidrio tallado y pintado, y en el modelado que luego se funde en bronce.
Sus preocupaciones actuales en la figuración tanto cuando pinta como cuando talla en vidrio o modela para el bronce se centran en las relaciones, el amor y la luz con claros matices metafísicos a través de representaciones de torsos humanos, animales con componentes propios de la naturaleza tropical, tanto en color como forma.
Su “Pantera” es también un claro ejemplo del sincretismo artístico, al acomodar sus experiencias formativas en Estados Unidos, particularmente en el diseño y la talla en vidrio, y la vivencia cultural en su tierra nativa.
No estamos ante una mera representación monumental de un felino propio de nuestro entorno. Es común que se llame “pantera” al “jaguar” en Sudamérica y “puma” en Centroamérica, mientras en África se llama “pantera” al “leopardo”. Estos felinos pertenecen al mismo género taxonómico “Panthera”.
Hasta avanzado el último cuarto del siglo XX,
críticos e historiadores de arte por igual ignoraban las artes visuales
originadas en el Istmo centroamericano, saltando de Colombia y Venezuela a
México con deliberada negligencia.
La producción artística regional con raras
excepciones estaba subordinada a los acontecimientos políticos y sociales que
caracterizaban a nuestros países como inestables, inseguros y subdesarrollados. Tampoco existía unidad cultural y política
que permitiera a la región posicionarse internacionalmente como una zona
culturalmente rica, excepto por el legado precolombino y la imaginería
religiosa, colonial y pos-colonial.
Panamá era tácitamente excluida del mapa de
naciones centroamericanas por su distintivo origen como república y su canal interoceánico,
mientras Costa Rica practicaba el aislacionismo como la única democracia con
continuidad histórica, sus contrastantes indicadores de desarrollo y su renuncia
a la institución militar.
Panamá se sumó tardíamente, con respecto al
resto del Istmo centroamericano, a la formación de artistas y al desarrollo de
una propuesta artística que trascendiera su geografía y cultura. Se debe al pintor y escultor Roberto Lewis (1874-1949)
el establecimiento en 1913 de la primera casa de estudios en artes plásticas y
a Humberto Ivaldi (1909-1947) la introducción en la década del treinta del
siglo pasado del pos-impresionismo en Panamá.
Pero no es hasta la emergencia en la década del
cincuenta de los pintores Alfredo Sinclair y Guillermo Trujillo que se empieza
a afianzar la búsqueda de lo propio con base en el entorno y la cultura
nativas.
El boom bancario de las décadas siguientes
posicionó a Panamá como una meca económica en lo financiero, pero también la convirtieron
paralelamente en el principal mercado de bienes de consumo de alta gama, en
particular el arte. Artistas de toda la
región exhibieron regularmente en la capital panameña por varias décadas hasta
los noventas, inclusive.
El rompimiento de paradigmas estéticos, sin
embargo, fue la nota dominante entre 1981 y 1991, época marcada por convulsiones
que desgarraron la vida política, económica y social y que culminaron con la invasión militar
estadounidense.
"Toro", 2014. Escultura en Bronce. Carlos Arboleda
SINCRETISMO
INNOVADOR
Frente a este drama, los artistas
respondieron distanciándose del “localismo”
y explorando las tendencias contemporáneas sin abandonar del todo sus
particularidades culturales.
La exposición a influencias técnicas y estilísticas de data reciente no se tradujo en una copia literal o trasnochada de las vanguardias como ocurrió en algunos países vecinos, sino que más bien los artistas, tanto veteranos como emergentes, abrazaron el sincretismo en sus propuestas.
La exposición a influencias técnicas y estilísticas de data reciente no se tradujo en una copia literal o trasnochada de las vanguardias como ocurrió en algunos países vecinos, sino que más bien los artistas, tanto veteranos como emergentes, abrazaron el sincretismo en sus propuestas.
Contrariamente al revisionismo histórico impulsado
por ciertas escuelas de pensamiento latinoamericano, el sincretismo desde que
el filósofo e historiador romano Plutarco lo introdujó en el siglo I después de
Cristo, en su obra “Amor fraternal”, no
tiene lugar solo por un trauma o como herramienta ideológica colonialista.
El termino más bien tiende histórica y conceptualmente
a facilitar la coexistencia y la unidad entre diferentes culturas y visiones
del mundo
(lo que hoy se conoce como competencia
intercultural), un factor que sigue siendo recomendado a los gobernantes de
comunidades multiétnicas.
A modo de ejemplo, en el contexto
artístico panameño, el abstraccionismo geométrico foráneo era asimilado sincréticamente
en un abstraccionismo cromático de gran vigor expresivo, o en diversas formas
de figuración alegóricas de lo mítico precolombino.
Guillermo Trujillo (1927-2018) y
Alfredo Sinclair (1915-2014) sin perder su colorismo característico construyen
un lenguaje plástico mítico y místico respectivamente, mientras Teresa Icaza (1940-2010)
y Antonio Alvarado (n. 1950) se expresan en un lenguaje abstracto dominando por
las zonas de color y las texturas.
Es en este contexto experimental
que se introduce el neoexpresionismo con perspectiva local, de la mano de Isabel
de Obaldía(n.1957) representa paisajes exuberantes de intenso colorido, y búsqueda
de transparencia, mientras artistas, como Brooke Alfaro (n. 1949), optan por la
representación de dramas de apariencia renacentista, pero evocando el mundo onírico
del surrealismo latinoamericano
Raúl Vásquez (1954-2008), por su parte,
traduce la influencia de la plástica mexicana con base en colores agresivos
para reinventar mitos que exhibe en bestiarios en tropeles que recuerdan los
mundos fantásticos de Rufino Tamayo (1899-1991) y Francisco Toledo (n.1940).
Los juegos eróticos, el animismo
espiritual, en propuestas de gran formato serán los aportes temáticos de
Estanislao Arias (1952-2003) y Carlos Palomino (1941-2013), mientras la última
generación de vanguardia integrada por artistas como Emilio Torres (n. 1944) y
Luis Aguilar Ponce (1943-2015) retoma el informalismo mediante la gráfica de
influencia italiana en intrincadas composiciones abstractas de colorido tropical.
Indistintamente del proponente,
la solución artística resultante en Panamá es mayormente sincrética. Pero, es necesario hacer aquí una precisión necesaria, a diferencia del eclecticismo
con que a menudo se confunde semánticamente el sincretismo, la expresión de los
artistas citados hasta ahora es innovadora porque resuelve creativamente el
dilema de la “internacionalización”
del arte que críticos como Damián Bayón consideraban irreversible por su escala
global y que le hacían concluir que “No
hay más arte regional, todo desemboca en todo; todo lleva a todo, incluso hasta
lo inútil y lo gratuito”.
También abre una ruta alternativa
a la tesis del historiador y filosofo Jorge Alberto Manrique quien al definir
la transición entre la modernidad y la identidad del arte en Latinoamérica señaló que
“el segundo gran viraje del siglo en el
arte latinoamericano…consiste en el casi abandono de la búsqueda de lo propio”.
Conjunto: "Paloma de la paz", "La Juana", y "Martín pescador", 2014. Bronce. Guillermo Trujillo.
REVALORIZACIÓN
Por todo lo expuesto
anteriormente, es oportuno examinar críticamente las obras de artistas principalmente
panameños, incluidos en el “Paseo de las
Esculturas”, ubicado en el Mirador Pacífico de la Cinta Costera panameña (Fase
III) que desarrolló la firma brasileña Odebrecht Infraestructura a un costo de
782 millones de dólares.
Desde su inauguración en abril
del 2014, los responsables del diseño urbano habían dejado claro que la obra no
solo resolvería un problema de vialidad para la sobresaturada red capitalina,
sino que debía contribuir a valorizar la cultura, el deporte y la recreación.
El proyecto, incorpora espacios
urbanos que impactan directamente a los residentes del área (San Felipe, Santa
Ana y El Chorrillo), como canchas de baloncesto, voleibol, parques infantiles,
gimnasios, un área de fritódromo, canchas de fulbito, multijuegos, 500
estacionamientos públicos y dos puentes peatonales.
En este espacio público se
desarrolla el “Paseo de las Esculturas”
con cinco propuestas iniciales, a las cuales se adicionó una sexta en el 2015
por la vía de la donación.
Iniciando la etapa III, se ubica
la escultura en bronce de Carlos Arboleda (n. 1929) titulada “Toro”.
Esta pieza se distancia claramente de su obra precedente, que transitó
entre el estudio de la cultura precolombina y el academicismo italiano, realizada
por el panameño principalmente en piedra y mármol.
A diferencia de sus grabados y
pinturas, este monumental “Toro” de dos
metros de altura y cuatro metros de largo, marca un hito en su carrera por su
sincretismo al transicionar del academicismo que dominó la mayor parte de su carrera
y sublimar su pasión por el simbolismo de la estética místico-religiosa
precolombina.
El más ambicioso conjunto
escultórico es exhibido en el siguiente espacio público de la cinta
costera. Se trata de la trilogía
monumental del veterano Guillermo Trujillo, titulados respectivamente “Paloma de la Paz”, “La Juana” y “Martín pescador”.
Las tres esculturas de cuatro
metros de altura cada una son en realidad componentes de un mismo conjunto pese
a su diversidad temática. Trujillo fue
fundamentalmente pintor hasta su muerte acaecida en el 2018. Por lo que este conjunto en el espacio
público comunica más su estilo y conceptos pictóricos que su vocación en el
medio tridimensional.
Como en sus pinturas, lo
existencial y lo cultural impregnan con dramatismo las tres piezas del conjunto
escultórico. Sin profundos cambios desde
que regresó de España a Panamá en 1959, la obra de Trujillo se caracteriza por
su simplificación de elementos imbuidos en una atmósfera que combina la
búsqueda de lo “real maravilloso” por sus evocaciones chamánicas, atávicas y
voluntariosas, combinando temáticamente lo étnico con una naturaleza que el
mismo crea, ya que no existe en la realidad.
Una preocupación permanente en su
pintura y que ha sido trasladada consistentemente al conjunto son las relaciones
entre el ser humano y la naturaleza y entre el ser humano en la naturaleza y
sus relaciones con el mundo. La tensión
entre cada una de las piezas del conjunto deriva del drama entre lo íntimo-existencial
y lo objetivo que norma nuestra realidad.
Los elementos en cada escultura
son al mismo tiempo exóticos y mágicos, reales e irreales. No obstante, sus representaciones
tridimensionales guardan en común con su obra pictórica figurativa su evocación
de lo absurdo, y lo irónico expresados con cierto humor.
TRANSPARENCIA DE OBALDÍA
El tercer componente del Paseo de las Esculturas corresponde a la
obra “Pantera”, una obra fundida en bronce de dos metros de altura, de la
artista Isabel de Obaldía.
Los ambientes surreales, colores apasionados y personajes misteriosos caracterizaban los dibujos y pinturas de la artista panameña en los ochentas y noventas. Pero su estudio del color la llevó gradualmente a explotar la transparencia del óleo. Esto vino acompañado de una transición temática, técnica y conceptual que le permitió abandonar sus representaciones pletóricas de violencia, rabia y frustración influidas por el entorno político y moverse a obras tridimensionales donde busca encontrar la luz y transparencia en medios como el vidrio tallado y pintado, y en el modelado que luego se funde en bronce.
Sus preocupaciones actuales en la figuración tanto cuando pinta como cuando talla en vidrio o modela para el bronce se centran en las relaciones, el amor y la luz con claros matices metafísicos a través de representaciones de torsos humanos, animales con componentes propios de la naturaleza tropical, tanto en color como forma.
Su “Pantera” es también un claro ejemplo del sincretismo artístico, al acomodar sus experiencias formativas en Estados Unidos, particularmente en el diseño y la talla en vidrio, y la vivencia cultural en su tierra nativa.
No estamos ante una mera representación monumental de un felino propio de nuestro entorno. Es común que se llame “pantera” al “jaguar” en Sudamérica y “puma” en Centroamérica, mientras en África se llama “pantera” al “leopardo”. Estos felinos pertenecen al mismo género taxonómico “Panthera”.
Esto es relevante en términos de sincretismo, porque en realidad
Obaldía está representando el ubicuo y simbólico “jaguar” precolombino, y la pátina del bronce verde cobrizo la
conecta telúricamente con el jade que se intercambiada entre Colombia y México
en el periodo prehispánico.
DEBILIDAD CONCEPTUAL
Por la Avenida Balboa podemos
apreciar seguidamente la “Rana Dorada”,
una escultura que a modo de tributo a la diversidad creo el escultor colombiano
radicado en Panamá, Armando Granja.
La obra de seis metros de altura resume
el quehacer de Granja quien ha explorado mediante el Taller de Arte Quimera que
fundó con su esposa, la artista Gladys Sevillano, las técnicas tridimensionales
de la cerámica, la fundación en bronce y el vidrio.
“La rana dorada de Panamá” (Atelopus zeteki) es una especie pequeña
de anfibio de la familia Bufonidae (los sapos típicos), la cual es endémica de
Panamá, específicamente del Valle de Antón y del Parque Nacional Campana, en las provincias de Coclé y Panamá Oeste, que se considera extinta en estado silvestre. Aunque no oficialmente, se
la considera símbolo nacional.
No se trata de una escultura en
el sentido de expresión artística pura, ya que lo que Granja ha desarrollado es
una alegoría con base en su vasto conocimiento técnico que se comunica con un
carácter didáctico a modo de tributo. No obstante, la obra no se puede ubicar
dentro de un proceso conceptual y de investigación plástica, consistentes.
A diferencia de otros artistas incluidos
en la muestra la obra de este colombiano se aparta del sincretismo que ha caracterizado
las artes visuales panameñas en las ultimas décadas. Su propuesta apunta más a lo decorativo y al
encargo. Una lectura de su obra más conocida
evidencia su oficio, pero también su debilidad ideativa y limitado concepto.
Como hemos señalado en otras
oportunidades, la habilidad para desarrollar una obra en un medio o técnica
artística no convierte en arte el resultado.
"Cromovela", 2014. Acero. Carlos Cruz-Diez.
EFECTISMO PERCEPTUAL
Las dos participaciones
internacionales en el Paseo de las Esculturas corresponden a los venezolanos
Carlos Cruz-Diez (Venezuela, n. 1923), y Sydia Reyes (Venezuela, n. 1957).
Cruz-Diez ha mantenido una
relación de muchos años con Panamá, especialmente por sus emprendimientos arquitectónicos
que se aprecian en varios edificios y vías de la capital y que aplican el concepto
y técnica cinética con base en sus investigaciones sobre el color que ha
dominado su expresión por más de seis décadas y que ha dado a conocer internacionalmente
desde que estableció su residencia permanente en París en 1960.
Su escultura de acero de 11
metros de altura, 1.90 metros de ancho y 25 milímetros de espesor titulada “Cromovela” sintetiza su ampliamente
difundida propuesta estética basada en la concepción del color como una realidad
autónoma que se desarrolla en el tiempo y en el espacio real sin ayuda de la
forma o necesidad de soporte.
La obra monumental que juega con
la percepción óptica de los espectadores, según se acerquen o alejen de su “cromovela”, no agrega nada a lo ya descubierto décadas atrás por el ahora naturalizado ciudadano francés.
Como hemos apuntado desde que entramos
en contacto con su obra y la de otros autores cinéticos en los setentas, se parte de una posición extrema: en la no figuración proponen la creación de “objetos”
y “máquinas” como instrumentos
dedicados a la expresión del movimiento real perceptivo (como cinetismo lo
expresaba, de acuerdo con su raíz griega).
Cruz-Diez, cuya investigación lo
llevó, décadas atrás, a inventar las “fisiocromías”;
término bastante explícito puesto que se trata del color cambiante, gracias a
un efecto meramente físico, ha llegado a un “callejón sin salida” que lo obliga a reiterar conceptos sin
preocuparse por profundizar en ellos.
La prueba de principios ópticos
sobre planos bidimensionales y tridimensionales
no es motivación suficiente para ver su monumental obra de amarillos y azules curvilíneos, en exhibición, que se niega a ser mirada, en el sentido de profundizada: porque oculta, bajo sus trucos de luz y color, un testimonio de la inteligencia agotado en la repetición del descubrimiento técnico, no obstante, vacío.
no es motivación suficiente para ver su monumental obra de amarillos y azules curvilíneos, en exhibición, que se niega a ser mirada, en el sentido de profundizada: porque oculta, bajo sus trucos de luz y color, un testimonio de la inteligencia agotado en la repetición del descubrimiento técnico, no obstante, vacío.
"Boceto para un bosque", 2015. Acero inoxidable. Sydia Reyes
S.O.S.
El último componente de la
colección de esculturas pública, lo constituye la obra “Boceto para un bosque”. Se trata
de una obra donada por la escultora Sydia Reyes, en el 2015, que se nutre de los
recuerdos de infancia sobre sus primeras manifestaciones gráficas acerca de la
naturaleza y sus significados.
La artista venezolana usa en su
obra un soporte seleccionado de acero inoxidable que permite dibujar la imagen
ausente del árbol, aludiendo a las devastaciones de los bosques y selvas por la
tala indiscriminada.
Aunque la artista ha declarado reiteradamente
que sus esculturas revelan su compromiso con el medio ambiente y un “S.O.S.” a
los espectadores para tomar acción, no hay nada en su propuesta tridimensional
que sostenga su argumento. La literatura
que ha creado para explicar/justificar su obra provee una explicación extrínseca
que sus esculturas no puede comunicar intrínsecamente.
La obra en exhibición, así como
su obra reciente expresa un “temor
latente” a la “corrupción” que el
medio ambiente y miembros de la sociedad pueden infligir a sus esculturas y
propuestas. Desde un punto de vista
ideal, nadie que ame la naturaleza y proteja el ambiente vislumbra un futuro de
árboles hueco en soportes de acero inoxidable.
Estéticamente, es una escultura
posmoderna, limpia, impoluta, brillante en su monocromía, de buen oficio, pero
al final decorativa en su balance final. Su impacto en el espacio de
interacción con el espectador que visita la cinta costera para hacer deporte,
descansar o comer es similar a la experimentada ante la constelación de
rascacielos en acero y cristal que saturan el entorno urbano inmediato.
Es una obra sin alma, que no
comunica emoción alguna. Están vaciadas
de humanidad, como si “vinieran cortadas” por la misma máquina.
Merced a las contribuciones sincréticas
de Trujillo, Obaldía y en menor grado de Arboleda, el paseo de las esculturas
es una experiencia estética meritoria. Las
restantes obras corresponden más a una visión efectista de “espectáculo” donde se juega con valores mercadotécnicos
como la notoriedad de los artistas e impacto decorativo en el espacio público
urbano que se ha desarrollado a un altísimo costo para estimular el entretenimiento de los espectadores.
Esto no demerita el esfuerzo del
gobierno panameño y la firma Odebrecht Infraestructura por valorizar la cultura
al vincular estrechamente el deporte, la recreación con el arte en un espacio
público. Solo evidencia el débil criterio de selección de la curaduría.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
Comentarios