MIGUEL HERNÁNDEZ: Cuando la Velocidad se llama Búsqueda
Exposición de dibujos de Miguel Hernández Bastos “Transitoriedad del
hombre” (Costa Rica, n. 1961): 28 obras a lápiz, carboncillo y tinta
litográfica. Plaza de la Cultura. Del 7 de mayo al 9 de junio, 1985, de martes a
domingo
“La línea es el camino más corto entre la
voluntad de crear y lo creado”, escribió años atrás, el crítico Pierre
Volboudt, a propósito del dibujo.
Ese
conocimiento y su aceleración definen la vocación del artista herediano, Miguel
Hernández Bastos, cuyos dibujos representan la anatomía humana en un rítmico
movimiento, con musculaturas que salen al paso tratando de romper metas
imaginarias.
Ordenadas
en secuencias de espacio y tiempo indeterminados, las figuras se funden “rompiendo la oscuridad”, desde una
existencia “tan frágil como el papel”,
revelando en su aceleración “lo que no se
ve”, en su búsqueda de “nuevas
sensaciones” confusas y gratuitas, (los entrecomillados corresponden a
títulos de algunas de las obras expuestas).
Poco
importa que sus dibujos parezcan secuencias fáciles de seguir a lo largo y
ancho del salón donde se exhiben, en cuanto que revelan un proceso de búsqueda
de lo esencial en la existencia del artista.
Lo que se
ve no es siempre lo que es, por ello el “efecto”
sorprendente de sus hombres en tres o cuatro fases de un desplazamiento “mecánico”
no obedece tanto a un interés por sorprender al espectador, como sí de ofrecer
una lectura visual en “voz baja”, en
tono confidencial, que confirma la tesis de que la línea es materia y tema a la
vez.
Todo lo que
representa parte de una premisa clara, no necesariamente propia u original,
expone la fuerza interior del hombre que lo mueve y lo delimita en el espacio
contemporáneo.
En su
grafismo mezcla la angustia, el dolor, la confusión, pero también, la resolución,
el progreso.
Hernández
Bastos se formó en la academia – egresó de Artes Plásticas de la Universidad
Nacional de Heredia – y participa hoy de la “deformación ecléctica” que elaboraron algunos de los principales
maestros del siglo XX, y según la cual el creador recoge lo mejor del
conocimiento acumulado, principalmente a partir del Renacimiento, pero también
de lo primitivo, para formular una “nueva
creación”, deformando lo aprendido por la vía del estudio y la imitación.
EXALTACIÓN DE LO FÍSICO
No debe
extrañar entonces que algunos conocedores encuentren similitud en su exaltación
de la cultura física con los postulados del futurismo italiano, de principios
de siglo, que se convirtió en uno de los últimos reductos del naturalismo
decimonónico, con sus deseos de atrapar las formas en movimiento.
El
dinamismo formal (de las formas) de Hernández Bastos lo acerca, sin definirlo,
a las tesis del llamado “arte fascista”,
por su acento en la virilidad, el ascetismo, la fuerza en movimiento y la
ligera misoginia.
Contemporáneamente
hablaríamos, como influencia real en la obra de este dibujante, del “comic”, su grafismo de violentos
contrastes y ritmo vertiginoso en lo argumental, y de la televisión que “deforma” la mentalidad de la mayoría
ciudadana, incluidos los artistas, guiándola hacia la “acción irreflexiva”, el discurso reiterativo y el héroe mítico de
forma humana que las más de las veces es una caricatura, por la acentuación de
sus bíceps, músculos y torsos.
Hernández
Bastos ha tomado y toma de estas tendencias lo más útil para su comunicación,
aunque con ello su honestidad y claridad pierdan.
Sabemos que
su intención al adoptar, con un oficio nato, el dibujo al carboncillo, lápiz o tinta
no es falsa, como tampoco su búsqueda, pero resulta preocupante que acelere su
proceso-desarrollo de un concepto plástico propio a partir de obra ajena y no errores
propios.
PROMESA Y CONCRECIÓN
Promesa del
arte local ha sido calificado Miguel Hernández Bastos, y le vino bien el premio
nacional de dibujo 1983 “Aquileo J.
Echeverría”, pero parece olvidar la frase del poeta alemán Hölderlin de que
“basta recibir un premio para darlo por
vano”.
Un verdadero
artista no es la medida de un premio, sino su constancia, autenticidad (léase
honestidad), en la afirmación de su propia concepción del arte y su papel como
artista.
Frente a
una obra “Liberación”, o “Estados de la vida”, uno es atraído por la solución
que Hernández Bastos halló para decir cosas mundanas, revelar experiencias
íntimas, o simplemente aportar placer visual, mientras que más adelante en la
sala encontramos la pobreza conceptual de “Nuevas
sensaciones” donde no hay armonía alguna de contenidos, y el error en el
escorzo de los brazos y hombres del “Estudio
No 5”, o el conflicto manierista – renacentista escribió un espectador en
la lista de asistencia – del dibujo o conjunto de estudio del movimiento de la
mano titulado “Mis condiciones”.
Esta
irregularidad, se explica por su proceso, aunque no se justifica por cuanto el
artista profesional está obligado por respeto (rigor) hacia sí mismo y al público
a seleccionar lo mejor de su obra para muestra y confrontación públicas.
Por otra
parte, la identificación el movimiento humano de una fuerza interior que fija
la dirección, el rumbo existencial, recompensa algunos errores visibles, y
permite reconocer “una promesa” en este dibujante.
Aun no
explota su veta, y ojalá no se deje corromper por lo fácil de recorrer el
camino ya hecho por otros creadores de valía. Para ello, resulta necesario que
renuncie al cobro de un vano beneficio, la aceptación pública, que nunca debe
ser la meta del verdadero artista.
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 7 de junio, 1985.
Revisado por el autor el 6 de setiembre, 2018.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 7 de junio, 1985.
Comentarios