JOAN MARTHA DINERMAN: El Color de la Fría Emoción

Pinturas de Joan Martha Dinerman (Holtzman)(EUA, n, 1946). 14 piezas al acrílico sobre tela. Galería Enrique Echandi, del 3 al 28 de Julio, 1985, de martes a domingo.

“El arte debe partir de lo antiguo antes de poder contribuir a lo nuevo” sostuvieron en 1941 los pintores estadounidenses Adolfo Gottlieb y Mark Rothko, cuya obra evocó primero imágenes totémicas sobre paisajes vagos, que recuperaban un mundo mítico y espiritual.

Palabras y obra vienen a la mente cuando se recorre la muestra de Joan Martha Dinerman, una estadounidense que vivió en Costa Rica desde 1973, exalumna de la liga de estudiantes de arte de Nueva York, donde también estuvieron Gottlieb y Rothko.

No es, sin embargo, la coincidencia lo que atrae, sino el testimonio de conceptos e ideas de esos pintores reflejados en la formación y aprendizaje de la señora Dinerman.  No le es ajena, tampoco, la sugerencia de pictografías de origen desconocido que transforman sus telas en enigmas provocativos, pero fríos, en alusión a paisajes cada vez menos claros.

Joan Martha, como sus “maestros”, ilumina el color de los grandes formatos de sus telas con el uso de manchas de colores; rosado, celeste y verde, que distribuye encerrando en tres y hasta cuatro segmentos rectangulares de otras manchas que parecen luz coloreada suspendida en el espacio sin dimensiones.

En ella, el uso de pigmentos con base en poliéster (acrílico) favorece los efectos de color producidos por sus gamas y luces frías (cromatismo).  El acrílico le ha permitido, como a otros contemporáneos, conseguir superficies más lisas, brillantes y luminosas que los colores del respetado óleo.

Se conoce poco de su obra anterior. Pero, se la sabe cercana al post-impresionismo por su acento en las fluctuaciones de luz, y ligada al tema paisajista más por los tonos de color verde claros y oscuros que emplea que por sus formas.

Continúa explorando con su exhibición de acrílicos las posibilidades de la luz, pero esta vez como objetivo final de la mancha que reparte en verdaderos chorros de colores pálidos, que evocan más un sentimiento contenido, que una emoción genuinamente latina o nacional.

Carece de nostalgia o de contemplación que la emparente, como pretenden algunos comentaristas, con el paisaje nacional o el ambiente laxativo del terruño.  Su emoción, no obstante, no termina nunca de estallar ante el espectador interesado.

                      Joan Martha Dinerman con uno de sus acrílicos de fondo

Esto, tal vez, se desprende de su manera de pintar sobre el suelo, al estilo de la “pintura de acción” (Action Painting), en la que el pintor se deja llevar por un automatismo – dictado mental espontáneo – para crear.  En esta misma tónica hay conflicto visible en su quehacer entre su forma de pintar, casi sin control, y sus conceptos emparentados más con trascendentalistas como Gottlieb y Rothko.

Su búsqueda encaminada a crear imágenes intensas, pero de tranquila contemplación, de valores trascendentales choca con su práctica pictórica imbuida de valores existenciales, de momento, a lo Jackson Pollock.

Así la obra de Joan Martha equivale a un recorrido por un “mar de la tranquilidad terrestre” carente de nostalgia o emoción, y por ello, no deja un recuerdo duradero.

Por otra parte, esta pintora estadounidense explota la ambigüedad óptica en su trabajo, lo que lleva a algunos a confundirla con una creadora inspirada en el paisaje nativo.

Cuadros como los titulados “Big Pink”, “Air, water, sky” y “Tierra del fuego” sólo confirman su unión espiritual con el mundo de Rothko y Gottlieb.

Pero, compartir un mundo espiritual o un concepto no significa ipso facto que uno se constituye en creador de nuevos horizontes para éste. 

Porque le puede servir, valdría la pena que explore colores más intensos y menos fríos.  El control del rumbo de la brocha o el pincel, la participación reflexiva del artista en la factura de su obra aumenta su claridad conceptual y le permiten modular el color, la luz y la forma, si la tiene.

Es una pena que muchas de las piezas expuestas en esta oportunidad parezcan más producto de una imaginación desbordada, sin modulación – en el sentido que Cézanne la entendía, cómo ajustar la pintura a una intensidad de color o tono esencial -, que de una conciencia que crea, reflexiona y vuelve a crear.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., CPLC, ACC, (Miembro de AICA)

Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 12 de julio, 1985. Revisado por el autor el 1 de enero, 2019.


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