JOAN MARTHA DINERMAN: El Color de la Fría Emoción
Pinturas de Joan Martha Dinerman (Holtzman)(EUA, n, 1946). 14
piezas al acrílico sobre tela. Galería Enrique Echandi, del 3 al 28 de Julio,
1985, de martes a domingo.
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 12 de julio, 1985. Revisado por el autor el 1 de enero, 2019.
“El arte debe partir de lo antiguo antes de poder
contribuir a lo nuevo” sostuvieron en 1941 los pintores estadounidenses Adolfo
Gottlieb y Mark Rothko, cuya obra evocó primero imágenes totémicas sobre
paisajes vagos, que recuperaban un mundo mítico y espiritual.
Palabras y obra vienen a la mente cuando se recorre
la muestra de Joan Martha Dinerman, una estadounidense que vivió en Costa Rica
desde 1973, exalumna de la liga de estudiantes de arte de Nueva York, donde
también estuvieron Gottlieb y Rothko.
No es, sin embargo, la coincidencia lo que atrae,
sino el testimonio de conceptos e ideas de esos pintores reflejados en la
formación y aprendizaje de la señora Dinerman.
No le es ajena, tampoco, la sugerencia de pictografías de origen
desconocido que transforman sus telas en enigmas provocativos, pero fríos, en
alusión a paisajes cada vez menos claros.
Joan Martha, como sus “maestros”, ilumina el color
de los grandes formatos de sus telas con el uso de manchas de colores; rosado,
celeste y verde, que distribuye encerrando en tres y hasta cuatro segmentos rectangulares
de otras manchas que parecen luz coloreada suspendida en el espacio sin
dimensiones.
En ella, el uso de pigmentos con base en poliéster
(acrílico) favorece los efectos de color producidos por sus gamas y luces frías
(cromatismo). El acrílico le ha
permitido, como a otros contemporáneos, conseguir superficies más lisas,
brillantes y luminosas que los colores del respetado óleo.
Se conoce poco de su obra anterior. Pero, se la
sabe cercana al post-impresionismo por su acento en las fluctuaciones de luz, y
ligada al tema paisajista más por los tonos de color verde claros y oscuros que
emplea que por sus formas.
Continúa explorando con su exhibición de acrílicos
las posibilidades de la luz, pero esta vez como objetivo final de la mancha que
reparte en verdaderos chorros de colores pálidos, que evocan más un sentimiento
contenido, que una emoción genuinamente latina o nacional.
Carece de nostalgia o de contemplación que la
emparente, como pretenden algunos comentaristas, con el paisaje nacional o el
ambiente laxativo del terruño. Su
emoción, no obstante, no termina nunca de estallar ante el espectador
interesado.
Joan Martha Dinerman con uno de sus acrílicos de fondo
Esto, tal vez, se desprende de su manera de pintar
sobre el suelo, al estilo de la “pintura de acción” (Action Painting), en la
que el pintor se deja llevar por un automatismo – dictado mental espontáneo –
para crear. En esta misma tónica hay
conflicto visible en su quehacer entre su forma de pintar, casi sin control, y
sus conceptos emparentados más con trascendentalistas como Gottlieb y Rothko.
Su búsqueda encaminada a crear imágenes intensas,
pero de tranquila contemplación, de valores trascendentales choca con su práctica
pictórica imbuida de valores existenciales, de momento, a lo Jackson Pollock.
Así la obra de Joan Martha equivale a un recorrido
por un “mar de la tranquilidad terrestre” carente de nostalgia o emoción, y por
ello, no deja un recuerdo duradero.
Por otra parte, esta pintora estadounidense explota
la ambigüedad óptica en su trabajo, lo que lleva a algunos a confundirla con
una creadora inspirada en el paisaje nativo.
Cuadros como los titulados “Big Pink”, “Air, water,
sky” y “Tierra del fuego” sólo confirman su unión espiritual con el mundo de
Rothko y Gottlieb.
Pero, compartir un mundo espiritual o un concepto
no significa ipso facto que uno se constituye en creador de nuevos horizontes
para éste.
Porque le puede servir, valdría la pena que explore
colores más intensos y menos fríos. El
control del rumbo de la brocha o el pincel, la participación reflexiva del
artista en la factura de su obra aumenta su claridad conceptual y le permiten
modular el color, la luz y la forma, si la tiene.
Es una pena que muchas de las piezas expuestas en
esta oportunidad parezcan más producto de una imaginación desbordada, sin
modulación – en el sentido que Cézanne la entendía, cómo ajustar la pintura a
una intensidad de color o tono esencial -, que de una conciencia que crea,
reflexiona y vuelve a crear.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., CPLC, ACC,
(Miembro de AICA)
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 12 de julio, 1985. Revisado por el autor el 1 de enero, 2019.
Comentarios