Respuesta a Luis Ferrero: MITO Y REALIDAD EN FRANCISCO ZUÑIGA

Estoy persuadido de que los afectos íntimos en la formulación de un juicio estético, sobre todo cuando responden a uno anterior, sólo contribuyen a velarlo al entendimiento común y a falsear la realidad.  Por ello, sólo me referiré a los aspectos “recuperables” del artículo de Luis Ferrero sobre una crítica que publique, el 28 de junio de 1985, en este medio escrito, sobre la obra de juventud del artista Francisco Zúñiga, exhibida en el mes de junio en el Museo de Arte Costarricense.

Estoy de acuerdo con Ferrero en que “Zúñiga ha sido y es un artista probo, disciplinado, incapaz del autoengaño y, por ende, de engañar a los demás”.

Por eso quiero citarlo como intérprete fiel y objetivo de la realidad de su obra, cuya evaluación crítica me reprocha Ferrero por supuestas carencias.

En cuanto a la pintura del período representado 1927-1935, entre los 15 y 23 años de Zúñiga, éste refiere que “hubiera preferido tener los mejores trabajos en esta exposición, especialmente los dibujos, verdadero balbuceo y contacto con las cosas. No la pintura, que es sólo un resultado del dibujo”.

Luego crítica la mayoría de las obras “de encargo” cuyos temas y formas le sugerían los clientes, “son florecitas, santos o copias de santos, lo que es peor, que se exhiben a pesar de que pedí que las quitaran”.

Más adelante, precisa el propio artista, Francisco Zúñiga, en la entrevista que le hizo en el programa “Atisbos” el profesor Guido Saénz, en mayo pasado, por Canal 7, “no están las obras enlazadas con la Maternidad (talla directa en granito de 1935), con mi ruptura y verdadero aporte a Costa Rica.”

Se queja del criterio empleado al agregar; “se han recuperado las obras “apantallantes” por el tamaño, los retratos de medalla de oro” y se duele de la selección hecha porque “me voy (de Costa Rica a México) con los halagos, pero no dejo nada”.


EL MITO DE ZÚÑIGA

Este artista, de cuya honestidad Ferrero no tiene ninguna duda, ni yo tampoco, reconoce que se le transformó en un mito.

Cuando Saénz le pregunta que piensa de serlo, Zúñiga le responde: “El haberme alejado (del país) es lo que ha creado el mito. Si yo hubiera continuado aquí, no se hubiera creado tal mito.” MITO que explica se creó “por ignorancia de mi trabajo, por desinterés en lo que estaba haciendo”.

Me reprocha Ferrero el uso de esta palabra y me remite “al mataburro”, que de todos es sabido “es un cementerio del lenguaje”, como Jorge Luis Borges ha escrito.

El erudito inglés, H.J. Rose, dijo que “el mito es el resultado de la operación de la imaginación ingenua sobre los hechos de la experiencia”, en otras palabras, la puesta en movimiento de la imaginación del hombre primitivo o no, ante un objeto que aparece como maravillo o intrigante, el arte, por ejemplo.

Usted, como promotor de la cultura, desliza continuamente criterios emotivos sobre Zúñiga.  Se basa en el gusto como criterio, por ser voluble y seguir los dictados del mercado, que ha convertido, por ejemplo, la firma de Zúñiga en algo más importante que su creación individual.

En el caso local, por ser de Zúñiga una pintura de juventud, aunque imitativa, quieren levantarla a mito, y tornarla intocable.  Se equivoca, señor Ferrero, la obra de arte, como escribí días atrás, no se apadrina, ni se defiende, sí es arte, porque se vale por sí misma, sin muletas.


INFLUENCIAS Y REFERENCIAS

Por otra parte, dice usted que, pese a su juventud, Zúñiga marcaba pautas en las exposiciones del Diario de Costa Rica en los años treinta.  Pero, no dice cuáles pautas, ni por qué. Lo que sí impone la lógica y resulta de mi indagatoria en ese pasado a través de periódicos y testimonios directos de los sobrevivientes como Juan Manuel Sánchez, Francisco Amighetti o el propio Zúñiga en sus declaraciones públicas, es que cuando los expositores buscaban conocimiento artístico no lo hacían en al aprendiz Zúñiga, menor que ellos, sino en otras fuentes revolucionarias como Cézanne, Van Gogh, Gauguin, el dibujo japonés o el muralismo mexicano.

No es lo más acertado suponer la influencia del escultor Juan Manuel Sánchez, en el dibujo de Zúñiga.  De todos es sabido que el dibujo de Sánchez es líneas curvas continuas, con ligera influencia del “art Nouveau”, y que el de Zúñiga toma de Amighetti el dibujo sin claroscuro de línea puras en atmosferas contemplativas, a la manera del ser costarricense.

Tal vez se olvidan los dibujos y óleos de Amighetti, del 31, con conceptos similares a los tomados luego por Zúñiga; ¡es una lástima! La anécdota, al contrario de lo que supone, en el caso de la ventana, nunca motivó mi comparación crítica. Pero por si acaso existen dudas sobre la paternidad del tema de la ventana, recordemos pinturas renacentistas donde la ventana provee la luz, igual que en Van Eyck, especialmente en el retrato de los Arnolfini.

En fin, es un tema eterno.  Por eso digo que la anécdota carece de interés, lo importante es la solución, la intencionalidad del artista, que no suele ser original en el período discutido de Zúñiga, pero que le permitió aprender y crecer.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC

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