SANDRO CHIA: El grabado como extensión

Grabados de Sandro Chía (Italia, n. 1946). 13 piezas en aguafuerte, aguatinta, litografía, punta seca y “collé”. Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC), del 11 al 25 de julio de 1985, de martes a domingo.

Toda obra gráfica está destinada a la reproducción, a una comunicación mayor que la pintura, porque cada copia es un original, y su precio menor la hace más asequible como posesión cultural individual.

No debe extrañar entonces que muchos pintores, entre ellos el que nos ocupa hoy, extiendan su obra pictórica a las técnicas del grabado para explorar y representar conceptos ya tratados en la tela.

Sandro Chía, artista italiano de 39 años, radicado en Nueva York, presenta un conjunto de trabajos emparentados, temática y conceptualmente, con sus óleos, la mayoría de los cuales se desconocen aquí, si bien algunos han llegado a nuestras manos gracias a recientes impresiones y catálogos estadounidenses.

Uno de estos óleos se titula “El ocio de Sísifo”, que data de 1981 y mide dos por cuatro metros –la mayoría de sus trabajos son de gran formato- y puede darnos una pauta para valorar la reposición parcial que, de sus grabados, expuestos el año pasado en el entrepiso del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, hace ahora la GANAC, en nuestra capital.

Sísifo pertenece a la mitología griega y representa al más astuto mortal quien por desafiar a Zeus, fue condenado a subir una roca hasta la cima de una colina, de donde volvía caer sin cesar.


Chía trabaja el mito sobre una montaña de “desechos” de fuertes colores “a lo Chagall”, con un fondo azul intenso que permite advertir a un Sísifo sonriente, ataviado con ropa de posguerra, a mitad de camino empujando su enorme mole.

En ésta como en otras de sus pinturas predomina el gran formato, con un decadentismo sentimental, un claro juego de luces y sombras, a veces fosforescentes, en una composición movida e inquietante.

Tanto en la pintura como en el grabado Chía se emparenta con pioneros del surrealismo tales como Marc Chagall, Odilón Redón y Giorgio de Chirico.
Las influencias se traslucen en sus presentes grabados en blanco y negro, sepia y colores cálidos. Lo “chagalliano” vibra en su litografía de fuertes colores, azul, rojo, verde y rosa, titulada “Il trovatore”, donde una aparente diva, de gran volumen, como casi todas las figuras de Chía, se dispone a cantar mientras lleva su mano izquierda al pecho y deja caer lánguidamente la otra.



PREOCUPACIÓN FIGURATIVA

Con excepción de ésta, las restantes piezas son una mezcla de aguafuerte, aguatinta y punta seca (ver explicación al final) que tienen en común una gran preocupación por la figura y el fondo que la contiene.

Con esas técnicas Chía crea una línea discontinua, de curvas y rectas, que primero forma la trama lineal y/o cruzada que es el fondo, espacio que no está en la mente del artista sino en la de todos, a la manera del inconsciente colectivo, que crece hasta la confusión y la enajenación, en la rutina de los diarios, revistas y televisoras de los que este italiano dice tomar su inspiración.

En esa maraña cotidiana se mueven sus figuras largas, pesadas, vestidas anacrónicamente, de músculos hinchados que despiertan interpretaciones psicológicas en el espectador; crueldad, represión, conformismo, etcétera. 

En las obras tituladas “Recuerdo” y “Niño con su doble”, ambas de 1983, alimenta el conflicto entre padre – hijo, maestro – alumno, pasado-presente, en una dinámica que se da por la representación de un hombre que ocupa el mayor espacio – recuerda lejanamente una estatua griega -, que posa su mano sobre el pecho, mientras otro en miniatura, en un caso, y como sombra liberada, en otro, reposa sobre su hombro. Ambos miran ensimismados hacia rumbos distintos.

En otros apunta a la ansiedad que despierta la madurez físico-sexual, como un “Niño valiente”, que muestra a un chico voluminoso reposando con la mirada perdida, mientras su pene es sostenido por su mano izquierda.  El mismo concepto se explota en “Marino valiente”, con cierta metáfora en “El hombre y la serpiente” y con laxitud en “Encandilado”.

No obstante, sorprende su casi gráfica respuesta, sin llegar al panfleto, de “El cargador de pescado”, donde en tonos sepia se desprende otro ser, que puede ser el mismo trabajador, del fardo que lleva, como denunciando al hombre preso de sí mismo o, si se prefiere, del sistema económico.



CONTEMPLACIÓN

El resto de la exhibición corresponde a obras de contemplación, en las que parece no haber escape posible a la maraña que nos rodea, que sirve de fondo, y que va desde la vana lucha hasta la indolencia.

Demuestra tener oficio y una estrecha correspondencia entre la pintura y el grabado, que retroalimenta, así como una fascinación por el espacio vacío y estático, aun cuando ese vacío sea una trama de líneas, y la figura rey y siervo a la vez.

Su obra está abierta a la interpretación, aunque buena parte parece ser solo experiencias en las que el pintor se ha dejado seducir por la técnica y el lenguaje de la gráfica, antes que por el concepto original que trasplanta.

Estamos ante un grabador que podría hacer una obra mayor y trascendente, como ya ocurre en sus óleos.  Porque le sirve, quisiera apuntar el loable trabajo de la GANAC, que incluso paga pasajes a los artistas extranjeros que invita, para mostrar obra de arte contemporáneo relevante.

Pero, en el futuro, convendría buscar algo más representativo para promover lo contemporáneo, y no como ocurre con Sandro Chía, de quien se expone solo grabado, pero no su obra vital: la pintura.

Falta ese contrapunto para que el espectador comprenda el mérito o demérito de su obra, de la que su grabado es aún una mera extensión ecléctica de su pintura figurativa y posmoderna.

NOTA:
El aguafuerte es una técnica de grabado según la cual se cubre una plancha metálica con un barniz graso sobre el cual se hacen incisiones con una aguja. A través de la acción corrosiva del ácido sobre las zonas que no se han protegido previamente, se origina una matriz para imprimir. La aguatinta es lo mismo, sólo que se trabaja con base en grandes masas y gradaciones sobre el barniz, no de líneas por incisión.
La punta seca, finalmente, es una especie de buril o instrumento de incisión que se utiliza directamente sobre la plancha metálica, produciendo líneas delgadas y finas.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 19 de julio, 1985. Revisado por el autor el 5 de setiembre, 2018.

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