MARIO PARRA: Espacio Existencial

Exposición de Mario Parra Brenes (Costa Rica, n.1950). 58 esculturas en relieve, talla directa en madera y tiza, modelado y fundido en bronce. Galería Imprenta Nacional, del 16 de Julio al 23 de agosto de 1985, de lunes a viernes.

Las relaciones entre el espectador y el objeto artístico son indudablemente más reales cuando asume la primacía el sentido del tacto sobre el óptico, como ocurre en la escultura.

No escapa al observador atento el hecho de que conceptos como la impresión y expresión – ligados íntimamente al sentido táctil – sean producto del espacio creado por la escultura, en forma de tensiones.

Pero, la existencia de la realidad confirmada por esta rama del arte conlleva riesgos, a veces insuperables, por la recurrencia común de algunos artistas a la representación de lo visible y anecdótico.

Mario Parra Brenes, quien confronta la obra última de cuatro años, pese a ser eminentemente figurativo escapa, por lo general, a la trampa de lo fácil y lo gratuito.

Para ello, ha debido investigar con disciplina el lenguaje de los materiales – tiza, madera, plastilina y bronce – para expresar su intencionalidad (concepto) con claridad y vigor.

Lo figurativo interesa en él por su alegoría de la sociedad y el ser humano contemporáneo que resulta de su indagatoria del entorno y, suponemos, de sí mismo, que a su vez se revela en una obra de expresión angustiada, existencial, ligada a un presente donde el ser humano ve fragmentarse su mundo por falta de unidad espiritual. 

Esto último se patentiza en cuerpos y conjuntas alegóricos sobre escenas cotidianas como la titulada “Tanda”, y más aún en sus torsos donde la ausencia de extremidades y cabeza elude la aparición del carácter individual.

En otras palabras, expone la mutilación del ser humano debido a su integración a la técnica moderna con su lógica comunión con aparatos y máquinas. Aunque su mérito deriva, también, de no practicar “la estética del deterioro”, tan común entre las sociedades postindustriales con la artificialidad que es frecuente en nuestra Latinoamérica.

Sus torsos, “verdaderos escenarios de la vida” como dijo el escultor francés Auguste Rodin refiriéndose a la fragmentación del cuerpo en la escultura, además de reflejo inconsciente de la enajenación humana que toca aún a nuestro agrario, pero progresivo consumista país, están referidos a una geografía local que vibra en las maderas empleadas, principalmente.

Lo primero que atrae en la obra de Parra es el ennoblecimiento de los materiales no convencionales como la tiza y la plastilina al dotarlos de valores plásticos a través de texturas rugosas unas veces, y nerviosas otras, que respiran emociones al contacto con superficies lisas y el espacio de exhibición que crean con su existencia propia.

Rodin influye en el concepto de Parra, igual que Barlach con su esquematismo y proporciones humanas recias, mientras Moore hace lo propio con su dinamismo y sentido trágico.

Lo esencial es que, aunque influyen, no determina al escultor costarricense quien universaliza su obra independizándola, por la vía del conocimiento y la disciplina, con su propia solución.

La expresión en sus piezas no se encuentra en el gesto o el rostro, ya que no existen, por lo general, rasgos definidos en la cara, sino en el movimiento de sus personajes. Es frecuente ver leves cavidades que evocan por asociación anatómica: ojos, boca y nariz, lo que a veces crea espectralidad, como en la obra “Agonía”.

El escultor Mario Parra Brenes juntos a sus esculturas en pequeña escala.

MADURACIÓN

El artista está lejos de suplir carencias con mero oficio o “cocina virtuosística”, si bien no está exento de algunos errores en lo que toca a su actual muestra y obra exhibida.

Unos son de naturaleza museográfica: mala iluminación de las piezas y la sala, excesiva obra en un espacio mínimo. En el cual se circula con dificultad y las piezas, por ende, no respira su idea con el espectador, montaje mal organizado llegándose incluso a lo “pobre” al colocar libros y revistas como soporte de esculturas sedentes y yacentes, amontonadas sobre un mostrador.

Por otra parte, hay una significativa cantidad de piezas que exponen una investigación muy específica en volúmenes, texturas y expresión, pero que, por inacabadas, sirven para apuntar al conocedor un proceso artístico, pero que desmerecen la obra bien terminada en contraste con sus estudios.

El artista olvida que el espectador no está obligado a valorar meras exploraciones como obra concluida.

Es lamentable, asimismo, que parte de estos estudios escultóricos apunten a conceptos ambiguos que se mueven en la “arena movediza” de lo político panfletario, por su obviedad como el titulado “Ametralladora”.

"Sin título". Escultura en Bronce. Mario Parra Brenes

EXCEPCIÓN A LA REGLA

Una excepción al grupo expuesto está constituida por el relieve que le encargó la Imprenta Nacional, de doce por dos metros, y que en realidad es un conjunto de instalaciones individuales armadas y no solo una pieza en madera de Cristóbal.

El conjunto, que se supone resumen un siglo de trabajo de los impresos anónimos en favor de la cultura, era para Parra, según declaró, “un homenaje a los anónimos…que han llevado en su sangre el plomo y la tinta que enseña la cultura al país” (La Nación, 4 de agosto, 1985, P.1B).

La anécdota es obviamente lo más importante, pero el logro escapa al artista, porque contrasta con sus esculturas mejor logradas, debido a que el relieve tiene una expresión corpórea gris y maquinal.  La madera cuyas vetas se aprovechan con acierto para crear un claroscuro en la obra, evocan con frialdad un ambiente de trabajo donde los operarios son casi indolentes.

El relieve, como resultado figurativo, de elementos reales cognoscibles, no aporta nada nueva a la dimensión del sacrificio humano por la cultura que el autor dice, le impulsó a desarrollar la obra.

Exceptuando este capítulo fallido, la obra escultórica de Mario Parra Brenes va encontrando, poco a poco, la recompensa más importante al esfuerzo y el tanto depositados; la autenticidad y, por ende, la madurez artística.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 16 de Agosto, 1985. Revisado por el autor el 12 de enero, 2019.

Comentarios

Más leídos