ZULAY SOTO Y LELIO ANDRADE: "Chispazos" en el metal

Exposición de Zulay Soto y Lelio Andrade: “Rescate en el hierro”. 13 “collages” y seis esculturas en metal. Alianza Francesa, del 18 de Julio al 7 de Agosto de 1985, de martes a domingo.

Desde que en 1910 Picasso y Braque descubrieron el “collage”, una técnica basada en la combinación de diversos elementos – desechos en general – cuya expresión se origina en una dialéctica de los materiales empleados, mucha obra ha sido creada con mayor o menor fortuna.

Debemos al ruso Archipenko el uso de los materiales que la sociedad desperdicia como el metal, la madera y el vidrio, pero que guardan una esencia sobre el principio y fin de nuestro mundo civilizado. Y a la costarricense Zulay Soto (n. 1941) el mantener vivo localmente este lenguaje artístico autónomo, equivalente a la pintura.  No obstante, hace más de quince años trabaja con énfasis, a menudo irregular, este ámbito que cuando estuvo de moda llevó a muchos coterráneos a considerarla una “promesa artística”, sin que haya dejado de serlo, desgraciadamente.

A su edad profesional ya no podemos considerarla promesa, antes bien se le debe exigir la prueba de su tránsito a una realidad fecunda, pero que sabemos solo deriva de una entrega física y espiritual que está ausente en su presente exhibición junto a obras de su esposo, el novel escultor chileno, Lelio Andrade García.

De las trece piezas o collages que muestra Soto, la mayoría están imbuidas de cierto hieratismo o solemnidad patente en las estructuras artificiales (ciudades, embarcaciones) que tratan de alcanzar otras naturales (mar, cielo, astros). 

No pasa desapercibida cierta poética en su obra “Entelequia”, cuyo título alude a una entidad fantástica, ficticia, un vuelo hacia el sol sobre un magma rojo ardiente que sirve de telón de fondo, sobre el soporte de madera.

Es la misma expresión que mueve en el espectador una sonrisa ante la obra titulada “La esquina de los corazones locos” o induce a lo onírico, al viaje espacial en su “Galeón macondiano” y en su tríptico marino – dividido así, tal vez por comodidad-.

"El pájaro vuela hacia Dios", 1985. Collage en metal sobre madera. Zulay Soto

La conquista de la emoción fácil no basta, sin embargo, para que una obra brille con luz propia, ya que es necesario un concepto plástico que aquí queda en una simple interpretación ingenua del espacio y el tiempo, frente al mar y el cielo.  Emotivo, pero simple.

Además, se requiere de un control sobre el material, lo que implica un conocimiento sobre lo que se va a hacer con los desechos en la superficie del cuadro.  No olvidemos que en el “collage” en metal, el componente material establece su propia comunicación, pugna y diálogo a la vez con sus vecinos en la obra.

Es allí donde se produce un fracaso, especialmente porque los ingredientes distribuidos por Soto son rebuscados.  Su lugar en el espacio depende de una finalidad temática y no plástica.

Los colores fuertes que emplea – azul, blanco-caliza-rojo y óxidos – sólo disfrazan un conjunto que, por efectista, pierde vigor y apaga la voz de cada material.  Esto es evidente en la obviedad de obras como “La hora del cobre”, “El pájaro vuela hacia Dios”, y “La ciudad del futuro”.


POÉTICA TRUNCADA

La poética, entre el metal y el soporte de madera pintado, se desluce por artificial, porque pese a que la sociedad que produce los desechos tiende a lo maquinal y a la deshumanización, los “collages” no refieren a su origen, antes bien lo velan, al ser subordinados a una anécdota intrascendente.

Por ello, algunos trabajos que insinúan un vuelo poético, un deseo de trascender con su propia belleza sufre el peso gravitacional de las restantes obras expuestas que logran neutralizarlas.

Es muy posible que la consagración de la artista a menesteres ajenos a sus “collages”, no por ello carentes de importancia, fomente la irregularidad y pobreza conceptual de su presente muestra, la cual no está exento de algunos “chispazos”, o aciertos, que por razones obvias no podemos ligar más a un potencial (promesa) pero tampoco  a una madurez artística que no vemos.
"Entelequia", 1985. Collage en metal sobre madera. Zulay Soto

Por otro lado, en el caso de Lelio Andrade se trata de piezas escultóricas de expresión angustiada y espectral, dispuestas en bulto y exentas de monumentalidad.

Demuestran ser parte de un proceso reciente, algo ambiguo, y claramente influenciado por el primitivismo y la figuración a lo Giacometti.

Parte de su breve muestra revela un conocimiento técnico, producto del estudio de la escultura funeraria precolombina como revelan algunas de sus piezas fundidas en metal.  Pero, lo que tiene, por ejemplo, el culto a la muerte de los Mayas de ritual y macabro resulta caricatura grotesca en Andrade.

La influencia del escultor suizo, Alberto Giacometti, es obvia en sus esculturas “Pandora” y “Desesperación” y nutre conceptual y formalmente las restantes.

Este autor chileno toma de su colega europeo el concepto que lo entronca con lo primitivo – en el caso de Giacometti con la estatuaria etrusca e ibérica, en Andrade con la mesoamericana – pero, también, reproduce ciertas características como el trabajo duro y rugoso en las superficies, el trasfondo simbólico en la composición, el uso expresivo de las desproporciones y el lenguaje figurativo sintetizado.

A diferencia de la Zulay Soto de quince años atrás, cuesta aun hablar de “promesa” en el caso de Andrade, pero en ambos, por juventud o falta de ella según el artista -, subyace la ausencia del vigor plástico que produce la disciplina, el conocimiento y la creación continua.

A menudo es necesario equivocarse cuando se pretende ser artista para poder crecer con identidad propia, sin quemar etapas usando influencias ajenas sin digerir.  Solo así se puede respaldar una creación artística cuya valía trascienda el entorno complaciente de la inmediata geografía nacional.


Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 2 de Agosto, 1985. Revisado por el autor el 11 de enero, 2019.

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