CARLOS POVEDA: Panorama Sin Vigor
Exposición Carlos
Poveda Quiroz: “Panoramas”. 30 piezas en pintura, dibujo y grabado intaglio.
Centro de Arte y Decoración 2000. Del 19 de setiembre al 4 de octubre de 1985,
de lunes a viernes.
Hoy se simplifica la tarea
de ubicación estilística de un artista merced a adjetivos como figurativo y no
figurativo, mucho menos ambiguos que realismo y abstracción.
El autor figurativo no elude
la particularidad de lo material visible, reconocible, mientras el que no es
señala lo inmaterial, lo no reconocible en el entorno visual.
En tanto, en esta última
tendencia las formas parten de la interioridad para buscar el alma del ser
humano y, por si mismas, no son lenguaje si el autor no tiene nada que
comunicar, en la obra figurativa la situación es harto diferente.
El autor, no obstante, busca
un significado previo para el espectador en las cosas que representa, y su
obligada recurrencia a lo real visible lo lleva, a menudo, a que lo aparente
tome el sitio de lo profundo, invirtiendo así lo que es sustancial en el arte.
En este tipo de problemas se
halla envuelto el costarricense Carlos Poveda Quiroz (Costa Rica, n. 1940),
quien radicó en Venezuela desde la década del 70.
Tras su primera muestra
individual local, en 1964, su obra sufrió cambios al pasar de un dibujo-caligrafía
de corte “feísta”, reivindicativo del monstruo como reflejo de la conciencia
interior, mediante trazos fuertes entre patéticos y desgarradores, a una obra
más etérea, unas veces, y casi metafísica, otras, siempre en el nivel de la
intención.
De un período de mimetismo
cultural (ver nota al final) en que una generación de autores nacionales encaró
lo grotesco, pasó “al cielo”, a mediados de la siguiente década, con su muestra
de “aves en vuelo” y, más tarde a las
“nubes”, para culminar en el 80 con
sus “panoramas” paisajísticos, de intención contemplativa oriental.
Bebe en las “mismas aguas” del Oriente que los
italianos Lucio Fontana, Giuseppe Capogrossi y, en menor medida, el venezolano
Alejandro Otero, y su obra sufre el impacto de la pintura de la época de los 50
de estos pintores.
De Fontana es visible la
expresividad confiada a un espacio formado por líneas y superficies que dejan
vacíos interiores, la opacidad de los fondos desgarrados y una gesticularidad
sin tiempo. A Capogrossi debe, tal vez sin saberlo, el cálido tonalismo a
partir de planos coloreados y la signografía de línea inconclusas de su dibujo.
De Otero asume la conducta
de buscar muchas tendencias artísticas, que resultan al final en un
debilitamiento de su personalidad como creador.
"Nubes", 1985. Técnica Mixta. Archivo: La Nación.
DILUCIÓN
El drama de las primeras
composiciones de Poveda se ha diluido en las actuales; obra “bonita”, de eficiente diseño, de calma y
notorio acento complaciente.
Conviene centrarse en sus
dibujos y pinturas, separados por pocas diferencias y el empleo de los mismos
materiales mixtos y, además, porque los grabados intaglio expuestos recurren
demasiado a lo obvio de las cosas, a lo que contribuye no sólo la forma sino,
también, las cédulas identificativas: “Nube”,
“Torrente”, “Bosque”, “Estero”,
etcétera.
Excepto por la pintura
titula “Cenital”, las restantes están
construidas con un cálido tonalismo a partir de tres planos coloreados, en el
espacio prospectivo (interior).
“Las nubes” pasan por ese espacio interno, casi vacío, envolviéndolo
en una atmósfera cromática al que se suma un acabado mate.
La obra se enmarca en un
paisaje limitado por la tierra y el cielo como ilustran “Almantas” y “Albar”: en
la primera título y representación no dejan duda alguna sobre los surcos
abiertos para la siembra, y, en el segundo, aluden a la tierra blanquecina de
los altos y lomas.
La búsqueda de cierto estado
meditativo oriental es evocada por los títulos, más resulta insuficiente en la
obra final, como revela, por ejemplo, su dibujo “Aleph”: primera letra del
alfabeto de la lengua sagrada que, además, significa uno de los puntos del
espacio que contiene todos los puntos, que está en el centro de todo, pero cuya
circunferencia se ignora.
Esta pura e
ilimitada divinidad que para la cábala significa “En soph” es tratada por Poveda como un juego bipolar en seis
cuadros. Una mancha negativa con su
positivo (nube), una masa que semeja humanos en positivo y su negativo y,
finalmente, el contorno de la montaña con papel rasgado dividido en dos.
PRETENSIÓN CONCEPTUAL
La pretensión conceptual
supera mucho la interpretación visual.
El problema de Poveda no es en realidad formal o cromático, pues se le
reconoce en la muestra como autor cuidadoso, fino y preciosista que comulga muy
bien con el espíritu artesanal del antiguo pueblo Arameo, que le sirve de
inspiración para su dibujo a base de papel quemado y, su pintura con texturas
derivadas de un pergamino, llamadas a la sazón “Arameicos”.
Poveda conoce sus recursos y
los explora decorativamente, pendiente más de la aceptación que del concepto.
El desgarre del papel, su
quemado, el pigmento diluido y otros efectos no ayudan a darle vigor a la obra
que resulta, por comedida en su factura, insípida, útil parala decoración
interior o para “tranquilizar”
conciencias no artísticas.
Ni el conocimiento, ni el
dominio técnico son obstáculos para él, antes bien son parte del “camino hecho”. Esperamos ver una identidad propia y
definida, pero no es así, ya que carece de fuerza propia para decir con drama,
con vida, lo que su sensibilidad quiere realmente testimoniar.
La reiteración de efectos
resta carácter recio a su expresión, si bien le permiten, como parte de una
formula plástica, que explora, caminar de la mano con el mercado y las
necesidades de la moda.
Otro tanto ocurre con su
paisaje “mental” que no contribuye a enriquecer la visión figurativa que sobre
él mismo tiene el espectador nacional.
En fin, se trata de
variaciones técnicas sobre un mismo panorama, trabajo con óptima destreza
manual, repetición de los logros del diseño y arte italiano y venezolano,
contemporáneos, pero que oculta, desgraciadamente, el verdadero potencial de
Poveda – tras más de dos décadas de labor – que creemos existe bajo su
figuración.
Nota:
El mimetismo cultural
entendido como imitación de pautas artísticas foráneas se refiere, en esta
crítica, a la retoma del feísmo como concepto plástico de verdad y belleza,
creado por Goya y utilizado con acento existencial por el mexicano José Luis
Cuevas. En el país dejó sus secuelas en la década del sesenta en la obra de
Carlos Barboza, Rafa Fernández, Otto Apuy y el propio Poveda que agregaban
visos mágico-latinoamericanistas. Por
otra parte, la obra de Lucio Fontana y Giuseppe Capogrossi fue conocida por
artistas locales en 1967, al traerla al país el Gobierno de Italia en una gira
centroamericana.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC
Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el 27 de setiembre, 1985. Revisado por el autor el 17 de enero, 2019.
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