ROSEMARY REYNOLDS: Lo Pueril en la Vanguardia
Exposición de
Rosemary Reynolds. (EUA, n.1952). 33 piezas en óleo, acrílico, pastel y
acuarela. Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC). Del 11 de setiembre
al 13 de octubre de 1985, de martes a domingo.
Desde que Tristán Tzara
acuño el término “dada”, en 1917, éste reflejo la actitud del artista que se
opone a las convenciones burguesas; estéticas, sociales y políticas.
Los posmodernistas, en las
décadas del sesenta y setenta, lo agotaron “actuando
y provocando a sus anchas”, y acogiendo el lema “¡La vanguardia ha muerto!, ¡Viva la posvanguardia!”.
Más recientemente, algunos
autores contemporáneos en el espacio-tiempo, no en el concepto plástico, los
llamados “nuevos salvajes” o
neoexpresionistas, lo acuñaron para la trasvanguardia, cuyo declive se inició
en la Muestra Internacional Documenta de Kassel. Alemania Federal, en 1983.
Estos jóvenes se niegan a la
verdadera innovación plástica, huyen de su responsabilidad social y política
refugiándose en un culto, sin sentido, a la puerilidad.
Su renuncia se evidencia en
el retorno a las tradiciones plásticas que los historiadores de arte designan
como fauvismo y expresionismo, pero que, a menudo, malentienden haciéndose eco
de aspectos meramente formales en el hecho creativo.
NUEVOS SALVAJES
La crítica germana, Monika
Jühlen, lo preciso así: “los nuevos
salvajes (en el sentido de los “nuevos fauves”) no son, en el fondo, nada
nuevos; son más bien, algo sintomático de un anacronismo nostálgicamente
desentendido de compromisos y que apenas abre alguna perspectiva en medio de la
patente crisis de identidad por la cual atraviesa el arte contemporáneo”.
Crisis de la que no estamos
eximidos, al contar el movimiento citado con exiguos, pero leales adeptos y
directores de galerías, dispuestos a tenderle la mano a los no-artistas. Más
aún, con fondos públicos, se montan exposiciones, como la que comentamos hoy,
para alimentar a esos no-artistas y aumentar la confusión del público, sin tal
vez pretenderlo, por mera falta de criterio plástico propio.
La autora estadounidense,
afincada aquí, Rosemary Reynolds, es un vivo ejemplo de lo dicho merced a su
obra de corte neoexpresionista, que exhibe en la Galería Nacional de Arte
Contemporáneo (GANAC).
Se trata de cuadros de gran
formato y de llamativo chafarrinón, colorista en unos casos, y de tonos mates
en otros, que representan rostros, supuestamente de tipos urbanos, paisajes
desérticos, especulaciones seudo-geométricas y signos. símbolos primitivos.
En las caras citadinas
vierte su desprecio por el arte de atender a la práctica de pintar según “el
espíritu de la época” (Zeitgeist) – término acuñado por el neoexpresionista
berlinés Salomé – que implica un estrecho nexo con el mercado y la moda y se
manifiestan en sus telas como anacronismo, silencio ante la verdadera creación
y gratuita violencia; míseros signos de una época que parece agotarse en
grotescos espectáculos multicolores.
Con una paleta abigarrada de
pigmentos – contaminadas por colores “sucios”-, Reynolds descarga sobre la superficie,
con un pretendido sentido terapéutico, deformaciones alejadas de la
inteligencia y la sensibilidad.
No la podemos emparentar con
el “feísmo” de Goya, pues carece de su expresión dramática y social, ni con el
fauvismo de Matisse o Derain ya que la violencia formal y cromática, derivada
de un conocimiento plástico, está ausente en ella.
NUEVA "ACADEMIA"
En cierta forma es como si
estuviéramos ante una pintora que hace academia con el fauvismo y el
expresionismo, sin aportar una solución personal, antes bien, la pincelada suelta,
la ausencia de ilusiones ópticas como la perspectiva, el dinamismo compositivo,
son recursos que emplea, pero casi siempre con magros resultados.
Sus paisajes, ocho de la
serie titulada “Poza Maat”, son
verdaderos juegos caligráficos que con oportunidad y poseía empleo en los treinta
del siglo XX Paul Klee, y con atavismo mágico, centurias atrás, los aborígenes
de Zaire y Nueva Guinea.
Sus fondos dominantes y sus
signos, vaciados de significado por el efectismo de la repetición, juegan
colóricamente con las combinaciones de azul-naranja, azul-verde, lila-rojo,
amarillo-verde, y rojo-azul. Se trata aquí de un cromatismo manido y empleado
ya con éxito comercial en fiestas, política y, hasta en los juegos de sala y
comedor “de moda” que se venden en
las tiendas capitalinas.
También la obra de Reynolds
tiene en común con los “nuevos salvajes”,
el empleo de tonos pastel en algunos cuadros para poner en tela de duda los
modos tradicionales de contemplar el arte, en particular, el
neoexpresionismo.
Pero, resulta un
intento fallido, desde el momento en que realiza sus trabajos de pincel con
colores dulzones y cursis como helados y confites.
Si existe arte en Costa
Rica, como en el resto del mundo, no depende de los “nuevos (viejos) salvajes”, sino de los artistas auténticos que no
truncan su proceso y concepto por una moda del mercado de la falsa
contemporaneidad.
Nota: Chafarrinón se aplica
cuando se desluce una cosa con manchas y borrones. El cromatismo es, por otra
parte, el efecto del color producido por el tipo gama, luz, pincelada, etc,
empleados en una pintura.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 20 de Agosto, 1985. Revisado por el autor el 15 de enero, 2019.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 20 de Agosto, 1985. Revisado por el autor el 15 de enero, 2019.
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