ALEX BIERIG: Aporte Fundacional

Exposición retrospectiva de Alexander Bierig Mayer (Alemania, 1884-1963). 50 óleos y dos pasteles. Sala de exposiciones temporales del Museo de Arte Costarricense. Del 12 de octubre al 18 de noviembre de 1985, de martes a domingo.

La contribución artística de un autor se puede dar en términos de conducta y/o hecho artístico, así como en dos dimensiones: cultura y civilización.

El aporte cultural se entiende como la suma de conocimientos atrasados, en cualquier ámbito, mientras el aporte civilizador introduce cambios, a menudo revolucionarios, en nuestra forma de ser y hacer.

Ambos aportes se pueden comparar con los estados de imaginación primitivo y helénico: el primero surge del miedo y las tinieblas, el segundo de la confianza y de la luz.

Antes y después de residir en Costa Rica (1939), Alex Bierig, había desarrollado un estilo académico y naturalista, asimilado en las academias de Arte de Baden, Berlín y París, el cual se caracterizaba por una práctica pictórica rígida, reglamentada y acotada, donde todo estaba prefijado y todo se explicaba con base en unos maestros del pasado: Rafael, Leonardo y Miguel Angel.

Su observación rigurosa de la vida animal y vegetal, por su vocación de entomólogo – en calidad de tal fue invitado a Costa Rica – contribuyó a definir un estilo “novedoso” para el terreno propicio de la plástica costarricense, en las décadas del treinta y del cuarenta.

Los bodegones, desnudos y retratos fueron sus géneros preferidos, y en sus obras dominaba el dibujo pulcro y fino, la frialdad compositiva y su afecto por el esteticismo, que ya el pintor francés Ingres (1780-1867), había llevado a sus últimas consecuencias en el siglo XIX.

"Robles y seminola", 1936. Oleo/tela.

ESTETICISMO

Como el autor galo, Bierig, participaba de ese planteamiento ideológico, que situaba la estética y la búsqueda de la belleza absoluta como meta principal del hecho artístico (obra de arte), al que de este modo aleja de cualquier tipo de compromiso social, político o accidental.

Su posición puede ser considerada hoy “reaccionaria”, desde un punto de vista sociopolítico y artístico, porque limita el trabajo plástico a lo meramente decorativo y en su caso a encargado de retratos, lo que le permitió sobrevivir económicamente al tiempo que impartía lecciones en Agronomía, Microbiología y Bellas Artes.

En la década del treinta, el mundo cambió radicalmente sus concepciones estéticas con la revolución surrealista y neoplasticista, igual que décadas antes con el futurismo y el dadaísmo. Pero este alemán no se dio por aludido y siguió dibujando y pintando a la manera “académica” de mediados del siglo XIX, sin importarle los ataques de que era objeto, en la propia academia de Bellas Artes local donde laboraba.

Algunos de sus colegas, recuerdan alumnos (as) y conocidos suyos, sostenían que el dibujo de Bierig era “deficiente” y que su paleta constaba sólo de “colores sucios”; a lo que este “respondía” con una vida más solitaria, mustia y misantrópica.

Con desconfianza eludía el aporte de las nuevas tendencias artísticas, como revela su “Mujer sentada en la casa” (1948), optando por su desconocimiento.  

A la vez, evitaba las “poses” de autores locales que viajaban. Con frecuencia, al campo a pintar paisajes, influidos por la tradición abierta por Quico Quirós.

Por entonces, son muy frecuentes sus representaciones de lo cotidiano, sin tintes religiosos o políticos, que pretenden crear una veracidad expresiva, como su “Desnudo” (1953), y antes, en Cuba, sus paisajes de bambúes titulados respectivamente “Remanso” y “Charca” (1935).

Aún paisajes posteriores poco evocan del terruño que representan autores como Fausto Pacheco, o personajes contemplativos en ambientes laxativos.

"Desnudo", 1945. Oleo/tela.

CONDUCTA CULTURAL

El aporte de Bierig en el contexto que le tocó conocer y vivir, sin integrarse plenamente, sigue siendo de conducta cultural: su contribución reside en su disciplina para dibujar y pintar, el tener un criterio plástico propio, aunque desgastado, y su profesionalismo como pintor.

Por otra parte, individualmente destacan muy pocas de sus obras, debido a que no concretó, siempre, la búsqueda de expresividad en su trabajo figurativo, antes bien, la “cocina académica”, posiblemente por miedo y oscuridad, le impidieron ver más allá.

Su propia vida solitaria y trágica, perdió a un hijo en un campo de concentración, explican en parte lo mustio de algunos de los pocos cuadros, donde la corrección formal de su dibujo cedió a la expresión, como “Autorretrato” y “Los girasoles” ambos de 1937.

         "Autorretrato", 1947. Oleo/tela
Aunque respetable, su resistencia a la evolución y a los cambios incidió en su legado de obras “de encargo”, frívolas unas veces y meramente decorativas otras, con raras excepciones.

La pintura era, para Bierig, más un medio para vivir que un destino manifiesto, como demuestran sus numerosos y últimos retratos para la Junta de Protección Social, en exhibición.

En cambio, el dibujo con fines de estudio entomológico era su verdadera fuerza y motivo.  Ello explica la absoluta dedicación, en sus últimos años académicos, al dibujo con carboncillo, de gran soltura y limpieza, que recuerdan sus alumnos y alumnas.
                                                                  La pintura de Alex Bierig tiene hoy, para el espectador, un valor documental e histórico incuestionable, pero también es prueba de la resistencia a la especulación plástica, resistencia que termina, a menudo, anulado al artista.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC

Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el 25 de octubre, 1985. Revisado por el autor el 19 de enero, 2019.

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