FABIO HERRERA: Comercio o búsqueda

Exposición de Fabio Herrera (Costa Rica, n. 1954). 15 piezas en acuarela. Espacio de exhibición del Banco Nacional. Del 4 al 22 de noviembre, de 1985, de lunes a viernes.

Pocas técnicas pictóricas gozan de tanta popularidad y son tan practicadas en Costa Rica como la acuarela. Escuetamente se define como la práctica artística en la que se utilizan colores traslúcidos disueltos en agua – sobre papel o cartón -, sin utilizar el color blanco, reservando para éste la superficie del soporte.

La cantidad de acuarelistas y entidades, privadas y públicas, que la patrocinan mediante concurso y adquisiciones, sobrepasa en mucho el número de los pintores al óleo o de los escultores.

Sin embargo, los estímulos externos por el éxito comercial que obtienen quienes practica ese medio de expresión, poco o nada contribuyen a una obra de calidad.  Las excepciones, muy esporádicas, las constituyen autores que, por falta de carácter, trocaron su quehacer y con ello sus pretensiones artísticas por el mero comercio.

Muchos de ellos aún creen que es indispensable una estabilidad socioeconómica que sacrifica la calidad, para en el futuro acceder a una búsqueda plástica propia. No sólo sobreviven, lo que es en sí respetable, sino que defiende una obra superficial, de la que a veces se arrepienten – me han confesado algunos – pero carecen del valor y la honestidad para crecer cualitativamente asumiendo el riesgo de no vender ni ganar aplausos.

En este contexto, se sitúa la obra de Fabio Herrera, quien, como acuarelista, ha postergado en detrimento de sus posibilidades, la concreción de una obra propia de calidad.

Desde sus tímidos comienzos en la secundaria imitando paisajes en acuarela de Francisco Amighetti, hasta el presente, con obras que pretenden lo intimista, en medio de situaciones estáticas o rincones que evocan la meditación, ha tenido como puntos de referencia culturales, Costa Rica, Oriente e Inglaterra.

A los esteros de Quico Quirós, las marinas de Margarita Bertheau, los rincones de Fausto Pacheco debe Herrera la captura de la luz, la búsqueda del color que evoca la calidad del verano.

A la escuela oriental, la meditación indispensable para profundizar en la idea que luego rápidamente trasladará al papel. Y a la escuela inglesa, mediante J.MW. Turner (1775-1851) debe cierto oficio que permite dominar la atmósfera, la niebla y la luz con recursos plásticos como la textura sobre papel.

"Remanso en Machuca", 1985. Acuarela

CONCESIONES Y CAMBIO

Concediendo demasiado al mercado, Herrera intenta ahora, como sugiere en parte su muestra en el Banco Nacional, romper con los compromisos que lo atan a un entorno complaciente: producción en serie, reiteración sin profundización, excesiva importancia asignada al tema, etcétera.

No es una ruptura abierta y radical, es tan sólo un intento por dejar su etapa que él llama “formativa” (1972-1985), para empezar a definir su propia obra.

Producto de dos meses de exploración de la costa del Atlántico durante el verano, la colección de acuarelas mostrada tiene poco vigor, con excepción de “Punta Uva”, y en menor grado “Rancho y barca”, y “Letrina en el estero”.

No hubo una selección rigurosa del material expuesto, lo que revela cierto intento comercial, mal endémico en las muestras de acuarelistas locales.

En “Punta uva”, representación de una ensenada, ha logrado limitar su paleta (gama de colores) y evitar el abuso del color verde, obteniendo una mayor unidad del color.  Los contornos se diluyen por la técnica del lavado, es decir, la aplicación de una capa fina de color traslúcido sobre el papel húmedo.

La anécdota que debilita las obras restantes se diluye un poco en “Rancho y Barca”, donde los elementos figurativos están como suspendidos en una atmósfera blanquiceleste, lo que le agrega una nota de lirismo.

Mientras, en el cuadro titulado “Letrina en el estero” percibimos cierto humor y trascendencia en la casucha suspendida sobre el mar y a la que conduce un delgado puente de tablas.

La aceptable composición en las piezas citadas se debilita en acuarelas como “Estañón para el agua” y similares sobre casas y botes costeños, en los que Herrera incorpora elementos innecesarios de forma y color ajustando más el producto al efecto que busca el cliente, que a una necesidad expresiva.

Esta muestra recuerda experiencias anteriores donde Herrera no se atrevió a crear, preocupándose más por la descripción de la anécdota, o en su defecto, cuando confrontó experimentaciones de técnicas y materiales modernos valiéndose de cierto truco y efectividad visual.

"Luces", 1985. Acuarela

EL FUTURO DE HERRERA

Debe distinguirse entre la disciplina del artista auténtico que concretar una obra dentro de un proceso continuo, del trabajo caracterizado por saltos abruptos o aventuras estilísticas y conceptuales de un autor como Fabio Herrera.

No es un secreto su práctica de pintar paisajes urbanos, tugurios, que luego adornaban casas burguesas y que afortunadamente abandonó, al comprender que no se debe lucrar con el dolor de la gente, o su aventura tachista y de caligrafía oriental en el óleo y los textiles colgantes que obedecían más a una experimentación por la novedad que aun paso dentro de un proceso artístico.

Le ha llegado, sin embargo, la hora más para que bien que para mal, de concretar su obra personal, ajena a las demandas del mercado y del gusto caprichoso de sus patrocinadores. 

Fabio Herrera inicia que el proceso que no será nada fácil y que parte de una autocrítica a su pasado reciente de tipo complaciente.

Como me dijo unas semanas atrás, “hasta este año, me estuve formando, a partir del próximo haré mi propia e importante obra”.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 22 de Noviembre, 1985. Revisado por el autor el 21 de enero, 2019.

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