MAX JIMÉNEZ: Obra trunca
Pinturas en exposición
permanente de Max Jiménez Huete. Cuatro óleos sobre tela. Museo de Arte
Costarricense (MAC), de martes a domingo.
De 10 a.m. a 6 p.m.
Pocos artistas nacionales han
tenido la oportunidad de Max Jiménez Huete (1900-1947) de concretar una obra
artística de calidad: fortuna, portadora de una estabilidad socioeconómica que
le permitió hacer lo que quería, y exponerlo donde quería, sin estar limitado,
en su creatividad, por un entorno complaciente; conocimiento, obtenido, por un
lado, de su amplia pero desordenada lectura y, por otro, de contactos
personales y amistad con Miguel Ángel Asturias, David Alfaro Sequeiros, César
Vallejo y José de Creeft, entre otros; carácter revelado en una sinceridad
agresiva que lo llevaba a contrastar los opuestos y su propia indagatoria
plástica y literaria.
Sin embargo su obra, aún hoy, es
poco conocida y en muchos casos, no logró trascender el “cerco” intelectual
tejido entre él y su entorno socio-cultural nativo, para crear escuela o al
menos servir de amplia referencia cultural, como fue el caso posterior del
escultor, Francisco Zúñiga.
Entre las exiguas muestras públicas de su obra
figuran cuatro óleos en el Museo de Arte Costarricense (MAC), que datan en su
mayoría de 1939, cuando su obra aborda, tipos humanos y atmósferas con base en una temática antillana que coincide con su larga estadía en la ciudad portuaria de La Habana, Cuba.
En ella encuentra incesantemente el “motif” figurativo que le permite “diferenciarse” de otros autores y el color ocre que evoca lo telúrico, pero que probablemente viene más de su estudio de culturas precolombinas mesoamericanas.
En ella encuentra incesantemente el “motif” figurativo que le permite “diferenciarse” de otros autores y el color ocre que evoca lo telúrico, pero que probablemente viene más de su estudio de culturas precolombinas mesoamericanas.
"Ventana a La Habana" 1942. Óleo/tela.
INVENCION DEL COLOR
El mar es una presencia en la poesía de Jiménez como, también, lo es en su obra pictórica; en varias oportunidades manifestó que el mar le era tan indispensable como la muerte que representaba, nunca pudo avenirse con los campesinos del Valle Central, prefería cuando estaba en Costa Rica ir de inmediato a la costa de Puntarenas.
El óleo titulado “negra posando”
refleja la revalorización del motivo mencionado y muestra claramente el tipo
femenino dominante en su pintura; cuerpos enormemente desproporcionados con
cabezas diminutas, representados a través de colores contrastados y casi
violentos.
Predomina en sus telas algo de
la visión atávica del papel femenino por la actitud expectante, resignada, en
pose de espera o con la mirada perdida, que contrasta con su fuerza física,
creada por líneas abigarradas y volumétricas destacadas que la reducción de la
cabeza contrasta, o limita.
Esto lo ilustra “Mujer en la ventana” y “Mujer
emerge de las aguas”, así como “Cabezas de mujer”. Esta última permite
relacionarlo con Modigliani (1884-1920) por el fondo apresuradamente esbozado
que acentúa el contraste del color, el cuello hipertrofiado, la composición con
una perspectiva no lineal, y la mirada perdida.
La semejanza es de índole
formal como ocurre con la cercanía del autor costarricense a Chaim Soutine
(1894-1943) con quien coincide al cargar el color de sustancias vegetales que
le permiten amalgamar emociones y pasiones, propias del testimonio personal.
Jiménez pareciera tener
dificultad con el color, por eso lo “inventa” como ocurre ilustrativamente en
los verdes de “cabezas de mujer”.
Max Jiménez deforma la figura
expresivamente con la forma y el color que se contrasta con fuerza, si bien
busca la corrección de un clásico al cuidar al acabado y la formación una sola
textura, con base en varias capas de pintura, resultando así expresionista en
el concepto plástico empleado, pero clásico en el aspecto de acabado formal.
El mundo que recrea tiene como
punto de partida el trópico, donde los seres discurren en un tiempo estático;
los convierte en “titanes” de su entorno por la vía romántica de la nostalgia
del pasado y lo telúrico.
ROTUNDAS INFLUENCIAS
"Anita", 1939. Óleo/tela.
ROTUNDAS INFLUENCIAS
Dos influencias son definitivas
en su obra: lo indígena mesoamericano y lo afro-cubano; coincide en su búsqueda
con autores europeos que actualizan, por su modernidad, la escultura
precolombina y africana. De ahí que en esa línea procura trasladar lo
monolítico de su escultura al campo pictórico.
Sus cuatro telas en el MAC,
antes que simbolismo en las diversas lecturas que puedan ofrecer, quizá sólo
muevan a la emoción por medio del color.
El tema desarrollado en su
pintura tiene, a veces, referencias en su propia literatura; sus pinturas se
convierten en vehículos para testimoniarse enfatizando su mundo personal: las
negras, su confirmación de una figuración distinta de acento antillano; su
deformación de la figura, la posibilidad de experimentar dentro de una pintura
modernista pero en contradicción con la vanguardia artística de las décadas del
30 y el 40.
A la hora de juzgar la modernidad de este autor debe recordarse que
no sólo rechaza la no figuración que postula la vanguardia de su tiempo, en su
práctica artística, sino que también la niega con actitud radical y pública no
congruente con la visión vanguardista que se tiene hoy de su quehacer.
En otras palabras, Jiménez hace
pintura moderna en el espíritu independiente de Modigliani y Soutine quienes
transponen “motif” de África y del folclor eslavo, mientras él lo hace del
Caribe y de lo aborigen precolombino. Sólo que la actitud de Max es más rígida:
quiere diferenciarse por el tema o “motif” dentro de una composición acorde a
los moldes figurativos clásicos, recordemos Botticelli, y con una manipulación
del color muy personal, cosa que conduce a veces, pese a su novedad en la Costa
Rica de su tiempo, a una cierta incongruencia conceptual.
Tal vez, en el fondo, su
concreción plástica se debilitó en profundidad y calidad por dispersarse dentro
de varias actividades (fotografía, escultura y narrativa); defendía esto
diciendo que “Las artes cada vez se me presentan más encadenadas ya que su
actitud le permitía buscar el acierto en al menos una de ellas”. Buscaba el
reconocimiento de su proceso plástico, lo ha convertido el mito.
Con la distancia que el tiempo
da podemos agregar que Jiménez con su novedad en el tratamiento del “motif”
figurativo provocó perturbaciones, no cambios profundos, ya que no tuvo tiempo.
Causó más perturbación en el medio artístico local con su pintura y literatura
que con la escultura, nunca expuesta con amplitud, aunque es en este ámbito
donde sus concreciones reflejan mejor sus pretensiones.
Tenemos en Max Jiménez, sin
embargo, interesantes atisbos de un mundo misérrimo y discriminado como el de
los negros y los puertos, que no fueron desgraciadamente retomados después,
sino como estampa folclorista.
Particularmente, en la pintura
su aporte se trunca, porque cuando empieza a dedicarse por entero a ella -en
1939-ya le restan pocos años de vida, por lo que este aporte, en sus
posibilidades mayores, apenas se intuye en estos óleos que en calidad de
préstamo exhibe el MAC, permanentemente.
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 7 de febrero de 1986.
Revisado por el autor 10-3-18
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