QUICO QUIRÓS: Mito y Regionalismo

Exposición permanente del pintor Teodorico (Quico) Quirós (1897-1977). 13 piezas en óleo sobre tela, madera y cartón, y una acuarela. Museo de Arte Costarricense, La Sabana. De martes a domingo.

Durante una época socialmente marcada por la separación entre ricos y pobres, propietarios y mano de obra, mayormente agrícola, como la que caracterizó el surgimiento y afirmación de la escuela pictórica regionalista en Costa Rica, a partir de 1928 y la realización de los primeros salones anuales de artes plásticas, organizados por Quico Quirós,  la mayoría de la población compartía un gusto estético bastante homogéneo.

Esto coincidió con la obra figurativa, mayormente sobre paisajes nativos, que estimuló a pintar a Quico Quirós y la llamada “generación nacionalista” o regionalista.

Cuando Quirós retorna a Costa Rica, tras realizar estudios de arquitectura en Boston, EE.UU., a fines de 1920, no viene a contribuir al desarrollo plástico con aportes conceptuales, estilísticos o formales nuevos en el mundo del arte; sino que más bien viene a extender una actitud artística conservadora, un regionalismo que “impone” a través de la reiterativa representación del paisaje regional.

A su paso provoca interés en los pocos artistas no profesionales de entonces para que concurran a las exposiciones que organiza de 1928 a 1937 en el Teatro Nacional, y en algunas oportunidades llega incluso a “inventar” artistas a falta de éstos. He aquí su real y significativo aporte al medio costarricense;  su conducta de promoción del arte en un medio bastante pobre.

Antes de Quico, la información limitada que llegaba al país sobre la vanguardia artística europea (Impresionismo, Fauvismo, Cubismo, etcétera), empezaba a enriquecer la indagatoria plástica de algunas individualidades en pintura y escultura, pero al llegar Quico casi se aborta por completo ese incipiente modernismo. Niega en su obra y en la de sus seguidores el aporte del arte moderno.


"Pueblito en las afueras de México", 1945. Oleo/tela.

ANTES Y DESPUÉS DE QUICO

No será sino hasta después de la década del 40, ya en parte independizados de la influencia de Quirós, que autores como Francisco Amighetti, Francisco Zúñiga, Manuel de la Cruz González, y  Max Jiménez, entre otros, empiecen a concretar su indagatoria plástica, aunque la mayoría no vendan su obra hasta bien entrada la década siguiente.

La obra de Quico, en cambio, se mantiene casi sin variaciones, a la vez que las clases adineradas, desde principios del decenio del 30, aceptan y adquieren rápidamente su obra, que no creó ningún conflicto al público nativo pues hallaron en ella, por regla general, un fiel reflejo de sus limitadas pretensiones, en materia de gustos o preferencias.

Quico, según recuerdan sus conocidos y amigos, era un hombre inteligente, prolífico y mimado de su sociedad a la que daba acuarelas, pinturas y diseños arquitectónicos, a pesar de su bohemia.

La obra en poder del Museo de Arte Costarricense permite conocer su trayectoria desde 1931 hasta 1973, desde el retrato al óleo llamado “Niño”, hasta sus fuertes azules en “La Carpintera” (inspirada en el cerro del mismo nombre).  Como reflejo típico de su quehacer citamos “Paisaje de Escazú” (1934), “El portón rojo” (1945) y “Broadway” (1952).

El primero es característico de su trabajo paisajista, si bien hay figuras humanas y animales en la calle central que conduce al cerro de Escazú, pero que están incorporados como parte del paisaje mismo. En esa localidad empezó Quirós a realizar sus primeras obras, más atento a ilustrar un entorno con nostalgia, que a traducirlo en valores plásticos.

Su regionalismo, como demuestra la obra expuesta, tiene poco que ver con la influencia que atribuyen a Quirós algunos comentaristas locales, de  los pintores estadounidenses Edward Hooper (1882-1967),y Charles Burchfield (1893-1967). A diferencia de Quico esos autores al optar por un entorno y motivos regionales, afirmaron valores psicológicos y metafísicos: en el caso particular de Hooper, con evocaciones de desasosiego, la soledad y la enajenación; en el de Burchfield, con intensidad poética e imágenes simbólicas.

El testimonio pictórico de Quico Quirós no es psicológico o poético, sino temático y casi impersonal.


En “El portón rojo”, por ejemplo, donde abandona el empaste grueso y hay poco dibujo, el uso de la luz plana y matutina, implacable, tiene poco o nada que ver con las fluctuaciones de luz que caracterizan al Impresionismo, y que se ha querido sugerir posee la pintura de Quirós. Si tiene, en cambio, que ver con el empleo de la luz plena y cierta sensiblería que llena las telas del pintor español, Joaquín Sorolla (1863-1923).

El pintor Fausto Pacheco y otros paisajistas, antes de Quico, habían empleado ya ese tipo de luz para componer sus representaciones de casas de abobe,  árboles o montañas.

"Portón Rojo", 1945. Óleo/tela pegada sobre madera

ESTRUCTURACIÓN ARQUITECTÓNICA

Por otra parte, entre las constantes de la obra de Quirós prevalece la estructuración de los elementos en el cuadro con base en el detalle arquitectónico.  Su conocimiento del diseño arquitectónico posiblemente suplantó los valores meramente pictóricos en las  obras que realizó  en Europa, México y Estados Unidos, como confirman “Catedral de México” (1945) y “Broadway” (1952), entre otras.

El empaste casi matérico, muy grueso, de sus paisajes urbanos, tiene más que ver con cierta búsqueda de drama, que por falta de convicción nos profundizó, y que el público consideró inferior a sus paisajes.

Quico no descubre el paisaje costarricense, antes bien, pretende y logra su incorporación como temática dominante en la pintura local. 

Al tiempo creó, tal vez sin quererlo, fijaciones peligrosas que han llevado a perpetuar mitos cuyo absurdo parece no afectar a quienes los proclaman ni a quienes los escuchan y que obtienen su “validez” de haber sido repetidos y ritualizados por algunas personalidades de la cultura oficial.

Primer mito: tomar el paisaje como fin de la pintura, cuando sólo puede y debe ser punto de partida para crear, y segundo mito: suponer que toda representación plástica que no evoque algo del terruño y sus aspectos positivos es menor, frívola o hasta no artística.

Aunque es posible que Quico Quirós se beneficiara de esas fijaciones, lo cierto es que hacia el final de su vida evidenció la verdadera naturaleza de su pintura, en una frase divulgada sólo dos años después de su muerte: “Mi pintura no es creación, es anécdota narrada a mi manera, conversación con el que ve el cuadro, anécdota con tema referente a lo que me rodea y, por lo tanto, tranquiliza” (Semanario Universidad, 9-6-79).

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2018), p,2b. Publicado el viernes 7 de marzo, 1986.
Revisado por el autor el 23-3-18.

Comentarios

Ricardo JIMENEZ Salazar dijo…
Gran maestro impresionista y arquitecto. Tuve el gusto de ser discípulo suyo y de Fausto Pacheco

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