SUSANA JONES: Inconsistencia

Exposición individual de Susana Jones (EE.UU., n.1943). 25 piezas en acuarela. Galería Enrique Echandi. Del 5 al 30 de marzo de 1986, de martes a domingo.

La acuarela, como otras técnicas empleadas principalmente hasta el siglo XIX en la ilustración de libros y decoración de interiores, ha logrado en siglo XX el reconocimiento de un conjunto de características que le son propias e indispensables: claridad previa en el concepto por representar, seguridad en el toque del pincel y agilidad en la ejecución, debido a la fluidez y rapidez del secado de los colores diluidos en agua.

De aparente sencillez en su preparación, la acuarela requiere de quien la emplee, una gran habilidad para lograr un resultado satisfactorio.

Además, cuenta con algunas “limitaciones” que facilitan su adquisición, entre ellas el no prestarse a ser portadora de significados y funciones de amplio interés social, lo cual acentúa el momento individual, tanto en su génesis con en su contemplación. No en vano fue por mucho tiempo un arte burgués y componente de la formación  y ocupación de la jovencitas, hasta la segunda guerra mundial, aunque esa práctica se estilo un poco todavía en nuestro medio.
       
Óptima para la representación del paisaje, por sus posibilidades para crear atmósferas lumínicas y algunos detalles específicos, ha hecho mella en un número significativo de autores locales, principalmente mujeres.

Una de ella es la estadounidense, Susana Jones, afinada en el país desde principios de los años setenta y expositora regular en nuestra capital desde 1973, primero como paisajista, luego como “no figurativa”, y ahora en ambos tipos de representación visual.

Trocó, sin explicación conceptual o teórica alguna, revelada en su trayectoria, el paisaje por una no figuración nutrida en aspectos formales de la obra del pintor estadounidense Mark Rothko (1903-1970); principalmente manchas sobre el plano, las cuales crean segmentos de color contrastados que no llegan a fundirse.

Jones, sin embargo, está muy lejos de “la expresión simple del pensamiento complejo” que orientó la práctica artística de Rothko y que lo hizo alejarse de las alusiones al paisaje en su pintura inicial.

Por otra parte, la autora en sus paisajes es descriptiva y no sugiere, en la mayoría de los casos, espiritualidad o lirismo; antes bien describe cierta oscuridad húmeda de jungla montañosa.

Esto se percibe en paisajes suyos de factura reciente adquiridos y expuestos en 1985 por la Corporación Lachner y Sáenz.

Gratuidad
       
La presente fase, expuesta en la Galería Echandi, surge a contrapelo de su acuarela paisajista y como ruptura casi gratuita, no como producto de un proceso plástico consistente.
       
En su inconsistencia intenta asimilar a Rothko en obras expuestas antes,y abre dos nuevas líneas en su trabajo: una, estructurando los elementos colóricos con formas triangulares de contornos oscuros y gruesos, particularmente en sus diagonales; y otra, componiendo la superficie a partir de cortes sucesivos como “mordidas” de papeles pintados con acuarela que superpone para crear una textura tangible, matérica.
       
A veces parece que busca acabados propios de otros pigmentos y técnicas como la pintura con acrílico, en vez de aprovechar las posibilidades propias de la acuarela.
       
Sus tratamientos tienen en común el empleo de varios lavados planos; es decir de gradaciones en el mismo tono de cada segmento de color para así conseguir cierta sensación colórica que evoca humedad opaca, como en el acrílico.
       
A menudo contrasta los colores, pero sin lograr que domine la expresión de algo íntimo: es como si buscara cierta ingenuidad en el impulso inicial al pintar con mancha, pero con la deformación propia de quienes han recibido una instrucción académica y han debido perpetuarla dando clases por muchos años; no ha aprendido a olvidarse de las reglas que producen contención.
       
No hay búsqueda de la armonía o el orden, como se desprende del uso que hace continuamente de la diagonal que corta cualquier armonía natural, o sensación de reposo. Y sin embargo parece perseguir una paz con los tonos. Henos aquí ante un conflicto entre la paz torial y el contraste con la mancha en diagonal y oscura, de gruesa línea; tal vez, busca crear un conflicto, pero éste no ha sido explicitado y por tanto hay nuevamente inconsistencia.
       
Puede ocurrir que algún espectador despistado intuya lo que no hay en sus cuadros, paisaje o misterio en el vacío conceptual de sus acuarelas o por el “conflicto” entre tono y diagonal que padece; pero eso podría ser más bien producto de su imaginación o testimonio personal agregado a la realidad de la obra expuesta.
       
La inconsistencia de la acuarela de Susana Jones puede atribuirse a un espacio conocimiento teórico o fundamentación de su concepto no figurativo, que coexiste aparentemente con una práctica, el paisaje; no se puede estar entre dos aguas sin debilitarse.
       
Otra cosa de la que podemos estar seguros en su obra es que no ha logrado trasladar al papel misticismo, o estado de contemplación alguno. Antes bien, cierto vacío o evocación de lo impersonal.
       
Tampoco hay audacia formal o conceptual; esto ya se ha hecho antes y con mayor fuerza: nos encontramos ante una autora que “toca puertas” sin atreverse a entrar, primero con el paisaje y luego sin consistencia en cierta “no figuración”.
       
Ojalá pueda encontrar en la acuarela su camino, si bien todo paso adelante exige renuncias y una definición clara previa al hecho creativo.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 21 de marzo de 1986.
Revisado por el autor el 27 de marzo del 2018.

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