Confrontación Necesaria

Colectiva de 13 artistas estadounidenses: “La huella del artista”. 24 piezas en grabado y mixografía. Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC). Del 3 al 27 de abril de 1986, de martes a domingo.
       
Algunas obras de arte contemporáneas son seleccionadas con rigor y oportunidad informativa y además, con criterio plástico, como ocurre en la muestra itinerante, de origen estadounidense, expuesta en al GANAC.
       
Los medios del grabado y la impresión sirven la exposición colectiva para dos fines: la divulgación del quehacer pictórico o escultórico extendido a otro medio plástico y concreción plástica de pintores en la gráfica actual.
       
Asimismo se pueden establecer, en general, tres vertientes en la obra confrontada: 1) el arte nutrido del mito y la conmemoración; 2) el arte como objeto evasivo en lo que respecta a lo emocional y 3) el arte como poética de lo cotidiano y con visos psicológicos.

Arte como mito
       
La transformación de composiciones formales en enigmas provocativos es una tradición estadounidense iniciada en la década del 40, por Mark Rothko y Adolphe Gottlieb, para quienes “el arte debe participar de lo antiguo (el mito) antes de poder contribuir a lo nuevo”.
       
Esta dimensión mítica, en una era material, encuentra enfoques distintos en lo formal, pero en esencia cercanos, en la obra de Pat Steri, Jenifer Bartlet, Shea Gordon y Frank  Stella. Estos dos últimos son los que mejor concretan su pretensión conceptual: Gordon con “Estanque traspasado por el lirio” (1984), denuncia en sus formas angulosas y expresivas la influencia del fetiche, que sumado a su gusto por lo abigarrado ahonda en la herencia del pintor cubano surrealista Wilfredo Lam.
       
Stella, por su parte, es un veterano pintor (n. 1936) que a fines del decenio del 60 empezó a indagar en problemas formales específicos cuya solución, hasta hoy, se materializa tanto en un conjunto de variaciones, ordenadas en series, como en sus pinturas otrora geométricas y minimalistas.

      

Sus tres “Grabados del cisen” (1984), en forma de medallones, revelan su atracción por fenómenos eclipsados con el medallón mismo y el cisne. La correspondencia entre título obra se vuelve esencial en este autor, que testimonia conmemorativamente, como ya lo hizo antes con un  piloto de carrera fallecido, culturas primitivas y naciones.
       
Sus grabados, a diferencia de sus pinturas, sugieren obras inacabadas, pues se vinculan al mundo de los estudios preliminares, con esas especulaciones, revisiones y preparativos previos a la ejecución definitiva de la pintura. Tal sucede con los presentes de la serie del cisne. No obstante, ocurre una intrincada dependencia de contenidos formales entre sus grabados y sus pinturas.

Arte como objeto
       
A diferencia del objeto de arte moderno (producido hasta la década del 40), el objeto de arte posmoderno (tras la Segunda Guerra Mundial) corresponde a ideas, condiciones y experiencias no contenidas, pero a las cuales hace referencia por medio de la analogía, la metáfora, el símbolo o la alegoría.
       
Autores como los escultores Mark Di Suvero y Michael Heizer, y las pintoras Joan Mitchell, Dorothea Rockburne y Helen Frankenthaler, intentan expresar la realidad material de las obras de arte como objetos y no con ilusiones, recurriendo, en el caso de los escultores-grabadores, a exaltar la textura y a crear volúmenes con el papel y el soporte de sus obras.

Rockburne y Frankenthaler representan, como veteranas, las posibilidades de esta concepción, aunque tomen el grabado como mera extensión de su pintura.  Las formas equilibradas y transparentes, creadas por capas de pintura distribuidas en el espacio bajo el dictado de la “improvisación”, en la litografía “El mar rojo” (1982), de Frankenthaler, son reflejo literal de su obra anterior.

La intranquilidad de Rockburne hacia el arte expresivo, que evoca emotividad, se refleja en sus rígidas y contenidas litografías dobladas a modo de diamantes, cuadrados, y triángulos, donde alterna capas traslúcidas de color con un soporte de tela; se titulan “Brillo” y “Uriel” (1982).

El “facilismo”, es decir, la abusiva repetición y búsqueda de efectos colóricos y de forma mediante la mancha o la estructura geométrica, según la autora, debilita la obra de ambas pintoras que con el tiempo han dejado de aportar, excepto por las evocaciones que pueda causar su trabajo. El espectador podría sacar conclusiones a la pieza concebida como objeto, más que la pieza darlas al espectador.

Poética cotidiana     
       
Participo de la tesis de que deberían dedicarse a la ilustración o al periodismo quienes deseen brindar testimonios políticos y sociales circunstanciales por medios artísticos. Digo esto para distinguir entre los testimonios gratuitos y aquellos que, siendo sociales, vienen acompañados de la poética de lo cotidiano, como es el caso, en parte, de las obras de Jonathan Borosfky y Roberto Longo.
       
Ellos creen que la obra de arte no es ideológicamente neutral sino que, por el hecho de existir, implica tanto una posición como un “mensaje”, no un panfleto. Sin embargo, su pretensión artística sería vana sino fuera porque se aventuran al abismo con gratuidad, que es lo que distingue al arte de cualquier otra actividad y expresión humana. En otras palabras, aunque su trabajo puede ser a veces superficial y fácil, la conducta artística de Borosky y de Longo los lleva a no conformarse con posiciones cómodas y seguras social y económicamente, e indagan continuamente en su entorno sociocultural, a la vez que profundizan en su yo.
       
De Borosky interesa más su obra “Soñé que me estaban sacando una foto...”, donde semeja la caligrafía anónima, nutrida de las experiencias del inconsciente colectivo, que podemos hallar en las paredes de los sanitarios nativos o en los subterráneos de las grandes urbes. Este autor recupera una “belleza” ante la que solemos discurrir indiferentes, al tiempo que hace revelaciones personales de la experiencia psicológica individual, sin caer en el mero testimonio personal que no interesa al arte, ni al universo.

Por su parte, Longo examina el sentido de la ansiedad y la llamada alienación en el ámbito urbano actual, a menudo con un ambiguo concepto gráfico, como  las litografías “Joanna, Larry” de la serie “Hombres en las ciudades” (1983). A menudo crea verdaderas experiencias artísticas, que no necesariamente son arte; crea estímulos en el espectador que le hacen participar, como en los “happenings”.  Ello, sin embargo, no desmerece su conducta como artista.
         
A modo de colofón, debe advertirse que muchos de los expositores han intentado, a veces fallidamente, transferir conceptos de su propio medio (pintura o escultura) al del grabado y la impresión. Subestiman así las posibilidades expresivas y formales propias de éstos.
       
Existen también casos en que lo primordial es la experimentación por la experimentación, técnica y formal, como los trabajos fotorrealistas de Chuck Close, las alas fotograbadas de Vinto Acconci y las velas sobre papel hecho a mano de Joe Zucker, esfuerzos debilitados por la no profundización.
       
En resumen, estamos ante una definitiva y necesaria confrontación que esperamos induzca a los autores plásticos nativos a una mayor indagación individual.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 18 de abril de 1986.
Revisado por el autor el 27 de marzo, 2018.

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