FRANCISCO AMIGHETTI: Agresión

Exposición permanente de Francisco Amighetti Ruiz. (San José, 1907-1998). 19 piezas en acuarela, “gouache”, mural al fresco, xilografía y cromoxilografía. Museo de Arte Costarricense (MAC), de martes a domingo.

Con frecuencia se ha indicado falsamente que la consagración de un artista, su universalidad, es proporcional a su aceptación en las “capitales del arte”: París o Nueva York. Pero hay autores que no necesitan de ese reconocimiento para concretar una obra consistente, por ser auténtica y de calidad.

Uno de ellos, sin duda, es Francisco Amighetti, cuya indagatoria nos permite revisar parcialmente la muestra en posesión del MAC, y que va de 1934 a 1984.

Desde un principio es visible en su trabajo la búsqueda de expresión, primero con el dibujo, y luego, basándose en éste, con las demás técnicas artísticas, sin embargo, su definición expresionista se afirma definitivamente con la xilografía (grabado o tallado en madera).

Su obra se halla vinculada, por una parte, a la evocación del pasado, y por otra, a la crítica onírica del mundo que le rodea.

Desde sus primeras obras procura no seguir la línea tradicional o regionalista, si bien interpreta el paisaje, la gente y las circunstancias que vive: dibuja pese a que ser considerado “dibujante” era una ofensa para quien tenía pretensiones artísticas en el decenio del 30; hace xilografías, aunque usualmente se le consideren inferiores a la pintura al óleo, y crea una obra consistente, a pesar de las penurias, sin ser nunca “pintor de domingo”. No obstante, marca una pauta artística en el pobre medio donde se inscribe como creador.

Constante y lírico, afirma, por primera vez en nuestro medio, una conducta artística en la que destaca su honestidad creativa y el no estar subyugado por los dictados del mercado, la moda y las falsas búsquedas de universalidad.

"Autorretrato", 1951. Óleo/tela. Foto: Acervo CCACR

Amighetti, pintor

Con autoconocimiento indaga en el recuerdo de su infancia para testimoniar figurativamente aspectos de una cultura popular presente, como en la serie de “gouaches” y acuarelas de pequeño formato que realiza entre 1934 y 1944 y que vendió por unos colones.

Son escenas de beatas con velo negro frente al pórtico de la iglesia; lavanderas que trabajan al aire libre, gente que se congrega en el centro del pueblo o en torno a un árbol. Ya sea que emplee papel blanco para su acuarela o marrón para su “gouaches”, suele aprovechar elementos arquitectónicos para señalar el espacio que evoca nostalgia. Aplica el pincel con precisión, pero delata su amplia formación como dibujante lineal.

Con excepción de estas estampas un poco folcloristas de algo ya lejano, domina una acuarela paisajista nutrida por el Valle Central o interiores con vegetación como “Descanso” (1950), donde los pigmentos no son aplicados con mucha agua, lo que permite detalles más precisos en un espacio sin tiempo, donde discurre una conversación femenina.

"Familia negra", 1977. Óleo/tela. Foto: Juan C. Flores Zuñiga.

Sus óleos, en cambio, revelan una pretensión distinta: el deseo de conquistar una nueva dimensión estética más apegada a necesidades de contingencia; sus líneas casi abigarradas le sirven para crear cierta sensación matérica en donde construye escenas nutridas de recuerdo y emoción, con un carácter intimista. Son conocidas las que tienen ventanas o espejos, salidas o entradas hacia dentro de sí, como “Mujer en la ventana”, “Sin título” y “La Silla” (1938) o aquellas en las que emplea figuras por medio de marcos que aprisionan la oscuridad, el mal, como en “La Celestina” (1943).

Recurre con frecuencia a empastes gruesos y mezcla el uso del pincel con el de la espátula para crear fondos y ropas, ver especialmente “Autorretrato” (1951). También sus óleos apuntan la recurrencia a cierto esquematismo en los contornos de las figuras, contraposición entre claro y oscuro y un hieratismo o solemnidad mezclado con la evocación de la soledad. No extraña que su práctica de la xilografía sea una fuente para concretar muchas de las cualidades referidas en su pintura, como contenido formal y concepto plástico.

Cuenta el MAC asimismo con uno de los murales al fresco de Amighetti, “La agricultura” (1948), donde mezcla, respondiendo a la tradición mexicana que asimiló, el didactismo con la alegoría. Se trata de una obra épica de irregular factura, de aprendiz, con dibujos esquemáticos unas veces y volumétricos otros, en un espacio lleno de ideas sobre la germinación y la vida humana, lo que le hace más narrativa que otra cosa.


"La agricultura", 1948. mural. Foto: Acervo CCACR

Amighetti, grabador

Aunque siempre grabó o talló la madera, su dedicación exclusiva a ella data de 1968 y de esto da cuenta el MAC con obras de 1969 a 1984, lamentablemente sólo en color. Sus xilografías, en blanco y negro, son de las más fecundas, como testimonio de su sensibilidad en la figuración. Aunque a veces ilustren textos cuyo contenido es dudoso, el trabajo de Amighetti se impone como trascendente.

En sus cromoxilografías gana el frontalismo explorado ya en pinturas al óleo como “El corredor” (1952). Al ser interpretado por el autor se profundiza la expresión del contenido dramático o tragicómico.

Amighetti recupera en su quehacer el concepto unitario del grabado: conjunción en una personalidad del dibujante y el artesano-grabador, tradición interrumpida durante casi tres siglos, después del declive de la xilografía que realizaban los gremios artesanales en el siglo XII.

Nuestro autor tiene en común con esos artesanos pre-renacentistas el mantener el concepto de arte popular en sus temas profanos (carnaval, fiesta, danza, ebriedad y lujuria) y los sagrados, (misa, procesión, contemplación, Cristo) mediante imágenes elementales, fácilmente comprensibles, cuya sugestión se confía a los trazos negros y el blanco de las hojas o a las calidades tonales del amarillo, azul, rojo y verde; eso en sus cromoxilografías expuestas en el MAC.

Es patente su empleo de la gráfica, de este “escribir con madera” (según el origen griego del término xilografía) como forma expresiva autónoma, emparentada con los expresionistas alemanes del grupo “Die Brücke” (El puente) que optan de preferencia por la xilografía, por estar ligada a la superficie, a la materia misma.

Amighetti expresa su mundo a través del color, principalmente el negro y la textura, participando como “testigo de cargo” del recuerdo, al encarnarse en el niño que testimonia en muchas de sus obras, como “Oyendo misa” (1974) o “La gran ventana” (1981). Exhibe al niño, y suponemos a él mismo: al niño acusador que tratamos de negar en nosotros mismos, profundamente perceptivo, que vive enriqueciéndose por la experiencia, y es cósmico como en “El niño y la nube” (1969), y desafiante en “La niña y el viento” (1969).


La niña y el viento", 1969. Xilografía. Foto: Juan C. Flores Zúñiga

Conocedor como pocos del alma humana, trata de conservarse igual a sí mismo, recuperando como emoción su infancia, aunque a menudo con agresiva ironía que compensa con poética.

Hay una continua agresión, no hostilidad, hacia el receptor de su obra, originada en su independencia de criterio y conocimiento de la gente y su entorno socio-cultural: agrede con la verdad mediante la sencillez compositiva y conceptual evocando nostalgia, recuerdo con emoción.

He aquí el acierto en su obra, sin recurrir a complicados temas, formas, colores o conceptos; en la sencillez encuentra un mundo de posibilidades que testimoniar, superando las limitaciones del mero testimonio personal, para adquirir universalidad. 

Como indican los misterios de la noche acechando a una durmiente en “Insomnio” (1984), o como sujetos indiferentes al pasado que en contrapunto señala la silueta oscura de un niño, el autor, en “La gran ventana”.

Amighetti es el gran asesor, el definitivo provocador que resulta de una indagatoria honesta y con conocimiento, y tal vez uno de los pocos artistas sin cuyo concurso sería imposible desarrollar una plástica auténtica en Costa Rica.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 4 de Abril, 1986.
Revisado por el autor el 19 de abril, 2018.

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