DOMINGO RAMOS: Confusión
Exposición
individual de Domingo Ramos (Alajuela, n. 1949). 14 esculturas en talla directa
sobre madera (cocobolo) y piedra (roja, tobita y mármol). Instituto
Costarricense de Cultura Hispánica. Del 2 al 28 de junio, de lunes a viernes.
Sala Joaquín García Monge. Del 3 al 24 de junio, 1986, de lunes a viernes.
La talla directa sobre madera y piedra
que retomaron artistas modernos en las primeras décadas del siglo XX, a modo de
acto de purificación con respecto a los conceptos manidos del modelado
académico, ha degenerado en nuestro medio en superficialidad y amaneramiento.
El concepto de los escultores que
adoptaron la talla directa era sacar a la piedra su esencia, la forma que
escondía en sus entrañas, y que solamente era posible salvar mediante esta
técnica, en la que no cabe el arrepentimiento, como sí cabe en el modelado,
sujeto a un concepto de belleza, agotado en la repetición de cánones acotados y
rígidos, sin profundización.
En nuestro medio, el empleo de la
talla marcó un primer progreso artístico a través de la escultura del decenio
del 30, con Francisco Zúñiga, y Juan Manuel Sánchez, y Max Jiménez
especialmente.
El medio y los materiales devinieron
en tradición nativa hasta la fecha en que, en lo formal, se ha logrado aunar,
independientemente de la calidad, formas clásicas y modernas, talla directa en
madera, piedra y mármol.
Algunos, como José Sancho, Carlomagno
Venegas y Domingo Ramos, son prueba de cierta “escuela” escultórica local
caracterizada por un amplio mimetismo cultural (adopción sin profundización de
lo que les parece mejor de la escultura del siglo XX, particularmente
Constantin Brancusi, Henry Moore y Hans Arp); amaneramiento en la forma, a la sazón
relamida e insípida, con algunas excepciones; estilización de la figura en
formas más sintéticas pero evocadoras de la realidad visible que representan, y
un concepto plástico debilitado por su confusa mezcla de elementos figurativos
y no figurativos, sin apoyo teórico y de crecimiento interno.
Confusión
El breve marco anterior nos permite
entrar en la obra de Domingo Ramos, quien desde 1982, cuando conocí en detalle
su obra por primera vez, viene exhibiendo con una ambigüedad conceptual
creciente.
Para él solo parece existir una
diferencia formal entre la figuración y la no figuración o la abstracción pura.
Entre otras, tres esculturas en mármol (“Escultura abstracta” I, II, III),
aparentemente no ligadas al mundo de lo real visible, son mostradas junto a
otros trabajos de pretensiones evocativas y canon figurativo, como las series
de los “Torsos” y “Figuras reclinadas”; conceptos opuestos en el arte.
Mientras la figuración, por su
concesión al mundo visual conocido, aspira a una poética o metáfora visual que
la haga trascender de la temporalidad de los objetos y figuras que representa o
deforma, la no figuración demanda un sustento teorético, una fundamentación
conceptual profunda con una clara directriz racional, más que sensible, y
riqueza interior. No en vano implica su concreción una íntima confrontación
espiritual y racional en el hecho creativo.
No es posible, por otra parte, indagar
simultáneamente en dos terrenos amplios y disímiles, sin debilitar el
testimonio plástico resultante, en este caso el de Ramos, quien además no
sugiere gran cosa con su obra, ya sea que apele al mundo figurativo como
pretenda acercarse a conceptos más modernos (como la no figuración, por
ejemplo).
-¿Por qué se mueve entre dos aguas?
Posiblemente para demostrar que está a
la moda. No se trata, sin embargo, de demostrar nada, sino de vivir lo que se
absorbe, para no caer en lo que hoy es moda común aquí, a saber, exponer al
mismo tiempo tendencias encontradas de un mismo autor. Así se trata de afirmar,
falsamente, que el autor es moderno o contemporáneo.
La única coherencia en el recorrido de
la muestra de Ramos deriva de haber logrado con el conjunto una atmósfera de
frialdad, es decir, de cosa bien hecha pero sin emoción o pensamiento.
Ramos refleja el resultado de la
adopción, sin asimilar, de conocimientos plásticos, principalmente europeos, a
modo de fórmulas o recetas.
Su única defensa es refugiarse en un
espejismo que nace de la búsqueda gratuita de soluciones a problemas
superficiales que lo exhiben concierto preciosismo (superficies bien
pulimentadas, regodeo en el detalle, etcétera). Es representante, como otros
escultores citados, de escuelas y modelos ajenos, sin aporte o definición
propia. Sigue en la mayoría de los casos
la “Idea” en su acepción de tema, más que el “Concepto” en su real significado
de profundización e indagatoria propia.
Es posible que aunque lo hayamos dicho
otras veces, debamos reiterar que el tema es solo una excusa para crear, un
punto de partida; que a menudo debe olvidarse lo acotado y rígido de lo que se
aprende en las academias para empezar a crear con autenticidad y que sin
concepto plástico definido el quehacer se convierte en un acto ambiguo,
mimético y, en la mayoría de los casos, en un hecho epidérmico o superficial.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 30 de Mayo, 1986. Revisado por el autor el 30 de marzo, 2018.
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