RAFA FERNANDEZ: Pretensión
Exposición
individual de Rafael Angel Fernández Piedra (San José, n.1935). 30 obras en pintura al óleo,
pastel, técnica mixta y dibujo. Galería Matiz. Del 29 de abril al 14 de mayo, 1986,
de lunes a sábado. Dos pinturas al óleo. Salón de honor de la Bienal Lachner y
Sáenz. Plaza de la Cultura. Del 6 de mayo en adelante, de martes a domingo.
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 23 de mayo, 1986. Revisado por el autor el 30 de marzo, 2018.
Rafa Fernández, cuya obra pictórica ha
tenido amplia publicidad en las dos últimas décadas, en los ámbitos
nacional y centroamericano, ha inscrito
ahora su producción en uno de los circuitos artísticos de España.
En términos de proyección mercantil,
su obra atiende a una necesidad o demanda de un producto llamado “realismo mágico”, que en medios muy
especializados cuenta con sus propios críticos, a veces pagados por las propias
galerías, y con su particular clientela que exige, por lo general, una buena
factura formal y técnica (cocina), una temática agradable, de preferencia onírica
o nostálgica y un canon figurativo.
Rafa satisface estos requerimientos
externos asignando en sus declaraciones públicas mayor importancia al aspecto
económico, en la venta, y a la búsqueda de un nivel social determinado, que a
los aspectos intrínsecos de su pintura: falta de profundización en su concepto
plástico, en la indagatoria y en la realización.
Este esforzado pintor es, sin
embargo, un productor de incesantes
imágenes alimentadas por la nostalgia de algo viejo, pero presente: sus recuerdos
de infancia en una casona alrededor de la plaza González Víquez, sus pleitos
escolares, así como las mujeres que modelaron parte de su percepción del mundo
y el entorno sociocultural de la década del 50.
Aunque su trayectoria abarca más de 30
años, es en los últimos diez cuando logra reafirmar temáticamente ese
testimonio personal, refina su dominio del color, la relación tonal, que es su
principal cualidad como pintor.
Desde mediados del decenio del 60
empieza a testimoniar sus tipos ideales de mujer, arquetipos femeninos,
presentados a menudo frontalidad, a la manera egipcia, en una composición donde
nunca faltan, aparte del modelo, tres elementos: objetos sobre las cabezas
(cascos, pájaros, frutas o instrumentos musicales), ropajes a base de veladuras
y una atmósfera de espera calma, a veces sensual. No son creaciones, sino
detonaciones (indicaciones) con base en referencias relamidas de pintores como
Chagall, Remedios Varo, Goya y especialmente, Picasso (períodos azul y rosa).
POETA O PINTOR
A raíz de su más reciente muestra en
la capital, constituida mayormente por trabajos hechos aquí, el autor nacional
se enfrenta a dos opciones en términos de percepción del hecho creativo: que se
le vea como poeta, y así se excusen sus contradicciones, y no como pintor, para
que no se pueda juzgar plásticamente su obra.
Evidentemente la pintura figurativa
sólo se salva de la mera descripción a través de la sugestión al espectador,
quien evoca sus recuerdos con emoción o mediante el sueño, que referido por
medio de elementos visuales trasciende en una poética, no poesía consistente,
por lo general, en un acento en la disolución de algunas formas, como
“liberando” a las figuras de un contexto espacio-temporal determinado.
En el caso de Fernández, que no es
poeta, sino que intenta ser pintor, la poética se da al estimular evocaciones oníricas,
pero con el uso del color y no de la forma literaria. He ahí una veta que
utiliza pero en la que no profundiza, por temor tal vez a independizarse de la
figuración, de fácil comprensión para el espectador como potencial cliente.
Por otra parte, en su muestra, los
óleos de pequeño formato marcan un contrapunto con los medianos y grandes, al
resumir mejor cierta conducta intimista. La limitación física del espacio
pictórico le permite concentrar cierta intensidad que se traduce en un mayor
vigor expresivo, del cual carecen sus cuadros de mayores formatos donde el
pintor, tal vez consciente, cubre esas deficiencias con recursos técnicos y
formales debilitados por falta de profundidad y de tiempo.
En los medianos y grandes formatos,
con una sola excepción, se pretende y se logra crear un panorama hedonista de
juego de color; con los amarillos, azules y morados. Consciente, tal vez, de
los riesgos de los efectos visuales de algunos de sus recursos, ha refinado el
empleo de la veladura haciéndola menos fina o preciosista; por otra parte, su
dibujo ha sufrido una notable mejoría formal, no expresiva. Sus pasteles siguen
siendo, en cambio, tan solo una extensión de más fácil adquisición que sus
pinturas al óleo.
EXCEPCIÓN A LA REGLA
"El sueño", 1985. Óleo/tela. Detalle
EXCEPCIÓN A LA REGLA
La única excepción en términos de
propuesta nueva, y aparentemente desconectada de su proceso, es la obra gran
formato titulada “El sueño”, presente ya en la capital española, donde una
figura recostada en escorzo es prueba de refinamiento, o cocina, involucrando
cierto grafismo a través del uso de un instrumento de punta, y que conforma una
pintura sensible.
Sigue aquí Fernández el color, en
tanto que directriz sensible, como símbolo visible de una pasión alimentada por
un ideal de belleza o arquetipo, opuesto a la forma plástica abstracta
considerada como directriz racional.
Podemos afirmar, sin temor a errar,
que Rafa Fernández se ha constituido en un pintor de oficio, sin llegar a ser
un extraordinario “cocinero”, que reafirma un concepto de muchos años atrás,
sin mayor profundización.
Rafa a secas, ha llegado a un nivel
profesional no por la vía de la indagatoria y el desarrollo intelectual, sino a
través de mucho trabajo y de no permitirse el aventurarse con gratuidad, que es
el destino del arte en el siglo XX.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 23 de mayo, 1986. Revisado por el autor el 30 de marzo, 2018.
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