COLECCIÓN STANLEY: Encuentro de lenguajes

Colección de Diane Stanley. 27 obras en óleo sobre tela y papel, “collage”, grabado en metal mixografía, acrilografía, acrílico, serigrafía, litografía y técnica mixta. Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC). Del 3 de mayo al 29 de junio, 1986, de martes a domingo.

No son pocas la obras de arte en colecciones privadas que escapan a la posibilidad de enriquecer con sus lenguajes plásticos y propuestas la experiencia visual del espectador local.
Entendemos lenguajes como el conjunto de signos que, articulados por el artista mediante una técnica, sirven para crear un testimonio sensible o racional.
La selección de la colección de la estadounidense Diane Stanley permite confrontar tres tipos de lenguajes: 
1) “Naif” o ingenuo, donde el autor desconoce la teoría y técnicas artísticas y actúa intuitivamente, casi por impulso y con naturalidad e imaginación de las que deriva su atractivo; 
2) No figuración, donde la propuesta plástica demanda de su autor profundización en el conocimiento adquirido mediante un proceso y
3) Deformación figurativa, que practican quienes se inspiran en una tradición aborigen, pero son enriquecidos por una formación europea y norteamericana.

Al primero pertenecen, principalmente, Castalia, Adelson y Raymundo, de Brasil e Hilda Vogel García, de Nicaragua. Al segundo, los estadounidenses Alexander Calder, Amira Green, Jody McGrath, el mexicano Feliciano Beijar y el español Rafael Guinovart. En cuanto al tercer tipo, interesan Carlos Mérida, de Guatemala; Joan Miró, de España, y los mexicanos Teódulo Rómulo y Rufino Tamayo. Son justamente estos últimos autores quienes, por la definición de un lenguaje propio, concretan un testimonio plástico de importancia en esta muestra, aunque no siempre con obras fundamentales.
Encuentro
Tanto el autor ingenuo como el profesional que deforma figurativamente revalorizar una tradición o cultura nativa, coinciden en un aspecto medular: el encuentro de una esencia vital en su entorno espacio-temporal, sin una búsqueda gratuita.
Así, por ejemplo, el “naif” brasileño Adelson, en un óleo de 1969, expone sencilla y cálidamente una escena callejera típica: el vendedor de globos y un mulato que espera recostado en un muro blanco. No hay preciosismo ni pretensión conceptual importante, pero mantiene una fuerza interna, producto de la entrega a un oficio y no a una teoría plástica depurada.
Otro tanto ocurre, aunque hay mejores ejemplos en Nicaragua, con “La Purísima” (1985), acrílico de Hilda Vogel que describe, en un escenario humilde y caótico, la celebración religiosa católica más importante. El desorden descriptivo y la imperfección técnica no limitan la evocación de fervor que originó la obra.

También en desorden aparente, pero con el conocimiento de un pintor profesional, están las creaciones de Teódulo Rómulo (México, n. 1943).
Indígena de origen pero cosmopolita en su formación, se sirve de ésta para modular la urgencia de comunicar, con elementos imaginativos, una poética de índole silvestre, que a veces podría acercarlo al “naif”. Sus cuadros, no obstante, evocan lo onírico con la presencia de “bichos” o seres mutantes con algo de aves y mamíferos.
La obra “Mujer con vaquita y muchos bichos” (1977) textural y por su esquematismo algo primitiva, muestra una gran coherencia con el paso posterior al “collage” y la incrustación de piedras de “Vaca en el desierto” (1980). Se mueve entre la fuerza del toro y la timidez de la gallina, creando ambientes donde hace trascender lo muy temporal.
Tenemos, por otra parte, a dos figuras: el guatemalteco Carlos Mérida (1891-1984) y el mexicano Rufino Tamayo  (1899-1991). Ambos reaccionan ante el muralismo mexicano con respuestas diferentes. Mérida actúa contra lo gregario y populista de esa escuela narrativa, con una dominante línea geométrica en su obra figurativa, a base de formas naturales y cierto surrealismo, aunque a menudo no profundiza, como revela aquí “El prestidigitador” (1980). 

Tamayo, por su parte, es el más enriquecido de los dos al crear un mundo en el que resume su tímida deformación inicial de elementos tradicionales mexicanos, y el paso siguiente al digerir aspectos de la vanguardia norteamericana, sin dejar la figuración. Logra llegar a las entrañas de las cosas, a veces de manera críptica, como en sus obras de 1983, “Sin título” y “Hombre con pipa”.
La “no figuración” estadounidense descuella en la muestra por medio de Amira Green con su “Hetzibah series” (1981). Este óleo sobre papel, con base en manchas de colores naranja pálidos, sin contornos, es una prueba de libertad poética y un poco de azar.
Resulta oportuna la confrontación informativa de obras e interpretativa de lenguajes, merced a los coleccionistas privados, ya que permiten, entre otras cosas, concluir que la realidad visible, aún como punto de partida, subyace en todas las obras presentes, aún en las espectaculares y “no figurativas”
Ojalá la experiencia visual se nutra pronto de otras colecciones.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 6 de Junio, 1986.
Revisado por el autor el 4 de abril, 2018.

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