ARÓSTEGUI: Descubrimiento y Formula
Exposición individual del pintor Alejandro Aróstegui (Nicaragua, n.
1935). 23 obras sobre tela en técnica mixta y “collage”. Galería Nacional de
Arte Contemporáneo (GANA). Del 14 al 31 de agosto, 1986, de lunes a sábado.
FÓRMULA
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 5 de septiembre, 1986. Revisado por el autor el 13 de abril, 2018.
El artista nicaragüense, Alejandro Aróstegui,
que radicó por varios años en Costa Rica, realizó un primer aporte a la plástica nativa, al confrontar su testimonio, ubicable
dentro de la figuración en 1986.
He dicho anteriormente que su proceso
artístico, dentro de una trayectoria de un cuarto de siglo, señala una
evolución estilística, coherente con su indagatoria plástica. Prueba de esa gradual
transición es el cambio verificado entre su pintura del decenio de los 60,
monocroma y patética en su expresión, y la del decenio de los 70, donde es
evidente un colorido sobrio, sostenido en la gradación tonal y concepto que
busca lo simple por medio de ciertos elementos geométricos y del entorno
social, como lata y tierra arenosa.
El elemento lata, redescubierto por el pintor
a mediados de los años 70 ha sido primordial y le ha permitido consolidar su
obra.
Su presente muestra contiene, en buena parte,
conversión de ese descubrimiento plástico es una fórmula de aceptación.
DESCUBRIMIENTO
Durante su periodo de formación en Europa y
Norteamérica, el autor tuvo acceso a los recursos formales de las principales
tendencias al Informalismo, “Art Brut” (arte feo) del pintor y teórico francés,
Jean Dubuffet; y del “expresionismo abstracto”, de pintores como Jackson
Pollock y Willem de Kooning.
Ya en 1964 había realizado una serie de obras
de paisaje casi urbano, en torno al lago de Managua, donde empleaba materiales
propios de los métodos informales europeos y norteamericanos, que exaltaba la
textura desdibujando los límites entre pintura y escultura.
Por entonces era un autor sensible que se inscribía
en la figuración, empleando recursos formales de las vanguardias contemporáneas
del período; pero situaba su obra en una tendencia descriptiva de lo social, muy
en boga en Centroamérica. No obstante, testimoniaba lo misérrimo a partir de
elementos propios de los barrios marginales de su patria.
En esas barriadas y en la basura que las
rodea, encontró el pintor la lata de desecho, verdadero protagonista de su
ulterior evolución.
Hacia el final de la década de los 70,
empiezan a privar los materiales plásticos sobre lo anecdótico y el objeto: la
lata, la cual por pertenecer a la cultura del desperdicio, sigue siendo
reconocible para el espectador. Pero además se mantiene como punto de partida
en la creación del autor, de lectura para el espectador y de encuentro entre
éste y el pintor.
FÓRMULA
La lata ha sufrido tanto una evolución como una involución, ya que cuando el pintor la
dejó emplear como ”collage”, pasó a figurar como elemento plástico, en cuadros
de grandes dimensiones, siempre como punto de inicio para otros testimonios.
Ocurre, sin embargo, que tras conseguir
independizar a la lata de su anécdota consumista, el común de los espectadores
y coleccionistas comenzaron a gustar de esa anécdota y su vinculación social
con lo misero de nuestras sociedades subdesarrolladas, lo que les permitía
explicarse lo inexplicable, la esencia por el tema anecdótico.
Aróstegui, que se empezó a reiterar hace unos
años, ahondaba con nuevas propuestas y variantes; sin embargo, pareciera que
hoy su proceso se circunscribe a la lata desechada, sin la cual sus cuadros no
se sostienen en términos de profundización e indagatoria plásticas.
Esto último explica, en parte, por qué ha
vuelto a las complacencias gratuitas, dejando parte de los colores originales
correspondientes a los desechos metálicos, así como sus membretes de
lubricantes, lo cual ocurre principalmente, en un contexto aséptico hacia lo
misérrimo de su origen.
Corolario de su trabajo es algo “muy
atractivo” con fines decorativos; los valores plásticos han sido debilitados
por la reiteración de su descubrimiento, con carácter de fórmula.
En su presente exhibición es notable cómo
sólo dos obras tituladas, respectivamente, “Mesa
flotante con cinco objetos grises” (1985) y “Mesa con tres latas” (1984), de las 23 presentes, explicitan la
primacía del valor plástico sobre el anecdótico. Mientras las restantes son,
por lo general, extensiones y repeticiones, a veces imbuidas de nostalgia, de
la obra de los 60, como su paisajístico “Nocturno”
(1985), de la pintura metafísica en “Dos mesas
sobre paisaje” (1986) o de Magritte, en la estructura de “Mesa flotante con tres objetos y paisaje”
(1983).
Los ejemplos citados podrían ser resabios de
indagatorias postergadas o no concretadas. Algo así como estudios sin principio
ni final o “golpes contra la pared”,
para escapar a un estilo que, como el suyo, al comercializarse, podría incidir
en su creatividad e imponer, en cuanto artista, las futuras condiciones de su
labor, si no se interpone una rebeldía.
Estoy convencido de que Aróstegui es un pintor
con oficio y talento suficientes para
superar su actual posición plástica. Ello demanda una gran cantidad de
autocrítica y un distanciamiento de aquello que lo ha hecho famoso más allá de
Centroamérica y que, sin embargo, amenaza con perderlo.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 5 de septiembre, 1986. Revisado por el autor el 13 de abril, 2018.
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