GRUPO CUARZO: Refinando la Tradición

Exposición colectiva del grupo Cuarzo (Luis Arias, Esteban Coto, Aquiles Jiménez, Manuel v Argas y Herbert Zamora). 26 obras en talla directa sobre piedra y madera. Sala de exposiciones temporales del Museo Nacional de Costa Rica. Del 20 de agosto al 21 de setiembre,1986, de martes a domingo.

La confrontación de cinco escultores integrados en el grupo Cuarzo, plantea una indispensable revisión de los conceptos escultóricos más importantes manejados en Costa Rica, desde la década del 20. Esta época marca la división esencial entre la escultura tradicional y la moderna.

Es a partir de entonces, cuando los escultores, en el viejo continente y luego en el nuevo, se interesan por la relación que existe entre el espacio y la masa, y por el significado del espacio. Como resultado, se inicia la sustitución de un principio estático por uno dinámico en la escultura, a través de movimientos como el futurista y el constructivista.

Tradicionalmente se reía y algunos lo creen aún, localmente, que la escultura empieza allí donde la materia toca el espacio. El espacio era un marco que rodeaba la masa y el volumen escultórico se convertía así en expresión de ese concepto.

Artistas como Archipenko, Lipchitz, Brancusi, Calder, Smith y muchos otros, estiman al contrario, que la escultura en un sentido moderno, se inicia cuando el espacio se halla rodeado por la materia.

La colectiva del grupo Cuarzo como veremos, es un acto de refinamiento de una escultura que, conceptualmente, sigue siendo tradicional, aunque en su factura formal adopte algunos recursos modernos.


Tradición

La colectiva se compone de autores que tienen varios aspectos en común: juventud, formación académica, origen provincial y preferencia por la talla directa sobre madera y piedra, que actúa a modo de acto de purificación con respecto a los conceptos manidos del modelado académico.

La talla directa, herencia que adoptan en general, testimonia sus respectivos intereses por la realidad y la figuración: Aquiles Jiménez y Luis Arias por medio del zoomorfismo; Zamora, mediante la fuerza germinal de lo orgánico; Coto y Vargas con una figuración que busca en el primero la sensualidad y en el segundo un estado anímico.

La compatibilidad estilística permite al espectador el encuentro de una armonía en la exposición, favorecida por un montaje hábil que tiende a ocultar las diferencias entre cada autor e incluso en el conjunto de las obras, algunas de las cuales, por haber sido realizadas hace dos o más años, se encuentran desconectadas de la presente indagatoria de algunos de los expositores.

Cuada uno, a su manera, pretende la existencia de un trasfondo que el espectador debe suponer. Así, Jiménez admite el agua de sus sedientas figuras de origen animal; Zamora aprovecha cierta casualidad para construir sus “semillas” de germinación; Arias intenta parangonar la estructura y “espíritu” del caracol con las del hombre; Vargas asienta lo humano existencial que, en realidad, debe aportar el receptor, y Coto, al suprimir ciertas extremidades y la cabeza, elude la aparición de un carácter individual.

Es visible en casi todos ellos, un respeto por el material empleado y la destreza manual con que lo tallan, lo que ya es un avance en el microambiente artístico nativo.

En lo que atañe al concepto, todos, con la posible excepción de Zamora y, en menor grado, de Jiménez, constriñen su producción a una estilización de lo que encuentran en su entorno físico, sin mayor reflexión.

Aunque sostengan verbalmente lo contrario, despojan a sus piezas de emoción y conocimiento. Arias, sujeto a la forma marina del caracol, inventa un espíritu que le permite relacionarlo con el hombre.
Pero esto, en cuanto a explicación de la obra por su autor, es extraartístico.

Vargas, por parte, pretende hacer una obra “existencial” en la cual el drama está ausente. La silueta sencilla, el carácter de relieve y la forma amplia y unificadora de un Barlach, que parece retomar, son reflejados sin vigor, creando una evanescencia poco convincente.

Por otro lado, los torsos de Coto, donde lo masculino ocupa una posición vertical, y lo femenino, una posición horizontal, responden a configuraciones en el acto de contener la respiración, más que a propuestas críticas de lo que podría ser interpretada como automutilación de la humanidad ante los cambios devenidos con el progreso tecnológico y científico.

Espacio

Ninguno se aviene con la transformación del espacio en que se inserta su trabajo, para crear verdaderas tensiones entre el espectador y el objetivo tridimensional.

La única excepción es el más joven de los cinco, Herbert Zamora (Heredia, n.1956) quien inscribe, desde el punto de vista formal, sus creaciones en una tendencia “polimatérica”, mediante el “collage” donde participan la piedra, la madera y la cola.

Dos piezas ilustran la posesión de un conocimiento, de interés para la escultura realizada en el país; sus “collages” en guachipelín y piedra de su serie titulada “Germinación” (1985), así como su talla en piedra con madera de Guanacaste, realizada en un sentido inverso a la anterior.

Esta última es la obra de la exhibición, al posibilitar una auténtica germinación a partir de la piedra, de una forma orgánica en madera.
No es sólo la alegoría, que podría ser gratuita, sino el concepto que se alimenta de valores plásticos en perfecto equilibrio, y que implican aún despojados de su anécdota contingente.

La propuesta del grupo Cuarzo constituye un refinamiento del oficio, y una afirmación dentro de una escuela tradicional de hacer escultura que niega, según la obra de sus autores, no por desconocimiento, sino como acto deliberado, las conquistas que del espacio han hecho, durante los últimos sesenta años, los escultores modernos en todo el mundo.

Se evidencia, en términos generales, cierto temor al riesgo que ha inducido a muchos de estos autores a limitar su sentido de aventura en el arte, quedándose en la comodidad de lo probado, a pesar del talento que parecen poseer, como lo demuestra la exhibición comentada.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 12 de septiembre, 1986.
Revisado por el autor el 14 de Abril, 2018.

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