GRAFICA LATINOAMERICANA: Del Atisbo al Abismo I

Colectiva de 22 artistas foráneos: “Conceptos gráficos de Latinoamérica”. 32 obras en litografía, serigrafía y aguatinta impresas por el Taller Praxis de Buenos Aires y la Corporación Prográfica de Colombia. Galería Kandinsky, Sabana Sur. Del 16 de diciembre al 30 de enero, 1987, de martes a sábado. Primera de dos entregas.

La relevancia del grabado en el subcontinente latinoamericano es reciente, si bien algunas investigaciones indican que desde el siglo XVI se imprimieron, en México, los primeros grabados en matrices de madera.  A principios del siglo XIX se hicieron las primeras ediciones de dibujo y grabado con fines artísticos, en Brasil.

Su apogeo comenzó hace dos décadas, particularmente con autores cuya obra es no figurativa y de pretensiones geométricas, lo cual es referido, especialmente, a la serigrafía, técnica que domina la muestra de la Galería Kandinsky y que facilita la representación del movimiento rectilíneo con precisión.

En años recientes, la valoración de estas obras en el mercado del arte se ha incrementado, así como su oferta al público correspondiente. Ello debido a la facilidad con que se adquieren y a los artistas que las producen y que son conocidos expresamente en esa técnica de grabado.

La serigrafía y la litografía (no industrial), además, son parte de una abierta crisis en el arte contemporáneo, que hoy es una tendencia objetiva.

Es pertinente recordar, en cuanto a la primera técnica, de origen chino, que su sencillez formal como medio no permite el claroscuro, ni luces ni sombras, sino solamente colores planos. Aun cuando ello limita su capacidad expresiva, no anula la posibilidad de resultados cualitativamente elevados.

Raíces

La colectiva en cuestión expresa un refinamiento de nuestras artes visuales a partir de una indagatoria, técnica y conceptual, propia de cada autor, los cuales parecen haber superado en parte la timidez y el mimetismo cultural.

Se evidencia una mayor aventura plástica en la muestra, búsqueda de abismo, en la que figuran maestros del modernismo surrealista, como Wilfredo Lam (Cuba, 1902-1982). Roberto Matta (Chile, 1912-2002); artistas posmodernos prestigiados por un proceso artístico consistente como Antonio Seguí (1934), Rómulo Macció (1932) y Ernesto Deira (1928), de Argentina; así como los cubanos René Portocarrero (1912) y Mariano Rodríguez (1912), el chileno Nemesio Antúnez (1918), y los colombianos Omar Rayo (1928-2010), Enrique Grau (1920) y Pedro Alcántara (1942).



En obras relativamente recientes de Lam y Matta, afloran un estilo y un concepto que, reiterados en la madurez, significaron históricamente una veta para el arte moderno. Lam incorpora a su creación elementos del arte afrocubano, revalorizando la estética original de su tierra, sin la aberración teórica del muralismo que intentó un proyecto prefabricado de “búsqueda de identidad cultural”, por medio de la repetición como fórmula, de signos, símbolos y elementos coyunturales, pasados y presentes, que muy pocos entienden y disfrutan hoy. El extinto pintor cubano nos sumerge, mediante el grabado, en la vaguedad verdosa, azulada, de los árboles y en la selva oscura, donde prevalecen la confusión y el espanto en los hombres que la habitan.

Matta, con el obsesivo magma de colores agridulces, nos acerca a un universo poblado de reflejos, zonas de colores transparentes sobre las que se agitan diversos signos evocadores de lo sexual, la técnica y hasta lo político, lo cual se intrinca para provocar referencias contradictorias.

Al surreal planteamiento de estos maestros sucede una generación que se inclina decisivamente por una figuración; tropicalista en los casos de Portocarrero y Rodríguez, quienes desarrollan lo principal de su obra antes de la revolución cubana de 1959. El primero con un tremendo terror al vacío (no confundir con barroco) que lo lleva a envolver sus representaciones femeninas en una atmósfera asfixiante, por medio de colores densos y pastosos.

El segundo opta, en cambio, por la búsqueda de equivalencias cromáticas, entre un tema familiar (como la serie de los gallos) y cierto espíritu rebelde, en el plano pictórico, que lo colocan a medio camino de la no figuración.

Ambos se estancaron con los años, cediendo lugar en su quehacer plástico a su papel de promotores oficiales de la cultura socialista.
Sus serigrafías en exhibición reflejan, con justicia, esa situación precaria.

En la segunda entrega ahondaremos en el camino seguido por otros artistas latinoamericanos que, nutriéndose de cierta tradición, realizan propuestas renovadoras en el arte.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 16 de enero de 1987. Revisado por el autor el 12 de mayo, 2018.

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