GRAFICA LATINOAMERICANA: Del Atisbo al Abismo II
Colectiva de 22 artistas foráneos: “Conceptos gráficos de Latinoamérica”. 32 obras en litografía,
serigrafía y aguatinta impresas por el Taller Praxis de Buenos Aires y la
Corporación Prográfica de Colombia. Galería Kandinsky, Sabana Sur. Del 16 de
diciembre al 30 de enero, 1987, de martes a sábado. Segunda de dos entregas.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 23 de enero, 1987. Revisado por el autor el 12 de mayo, 2018.
La exhibición de autores latinoamericanos por parte de la
galería Kandinsky, implica una oportunidad para que el espectador nativo pueda
atisbar las experiencias más relevantes de las artes visuales que, pese a su
cercanía geográfica, se desconocen más que las originadas en Europa o
Norteamérica.
En el análisis del viernes anterior dejamos pendiente una
alternativa plástica originada en la tradición, pero que por su tratamiento no
es convencional.
Algunos autores han preferido un camino que los conduzca
a la captura de motivos prehispánicos para testimoniar una cierta calidad
telúrica. Son los casos de Eduardo Kingman (1913-1997); Enrique Tabara (1930),
ambos de Ecuador, y Fernando de Sziszlo (1925-2017).
El primero trabaja en una tónica anecdótica rayana en el
panfleto folclorista del que nutrió su formación como muralista. El segundo,
con la herencia de la pintura informalista que empezó a abandonar en la década
del 70, sugiere en sus obras más recientes la retoma de motivos naturales de su
tierra con los colores suaves que evocan una atmósfera laxativa.
Un lugar especial merecen las dos obras de Sziszlo, quien
evidencia la descomposición de la realidad en valores plásticos, texturas que
sugieren lo pétreo, luces que transmiten un calor críptico, colores planos
afirmadores de atmósferas evocadoras de la soledad y lo ancestral. Sziszlo
logra equivalencias plásticas entre las realidades de su tierra peruana y el
hecho creativo, verdaderas metáforas visuales de lo precolombino, que no por
antiguo carece de vigencia.
Entre los autores colombianos nutridos de un activismo
político consuetudinario encontramos a Enrique Grau, quien hace de cada obra el
producto más de una obsesión que del placer, pero que, en este caso, convierte
en mera ilustración como homenaje a las víctimas del terremoto de Popayán.
Por otra parte, Pedro Alcántara presenta tres obras que
van de 1983 a 1985, las que exteriorizan sus imágenes desoladas, “denunciadoras de injusticia”, propuestas
ahora como desmitificadoras del héroe o el personaje ilustre. A la par de su
pericia técnica debemos advertir un talento para evocar el desgarramiento por
el dolor y la miseria humanos.
Por la naturaleza de sus pretensiones no figurativas he
separado a Omar Rayo (Colombia) y a E. McEntyre (Argentina), quienes confrontan
una obra que abandona las referencias de la naturaleza para testimoniar un
conocimiento físico y matemático. Mientras Rayo se concentra en representar
cintas de colores o en blanco y negro, que al doblarse o entrelazarse causando
efectos ópticos, McEntyre indaga en una concepción del orden matemático, sin
truculencias de tercera dimensión.
De alguna manera, Rayo concibe el geometrismo como un
instrumento expresivo, mediante los efectos físicos que provoca en el espectador,
el cual percibe sensorialmente su obra. En cambio, McEntyre intenta, válidamente,
que prevalezcan las razones seminales sobre las miméticas. Es decir, aquellas
sintetizadoras de lo racional.
En este sentido el autor argentino parece más un geómetra
en su actitud interna que su colega colombiano mucho más afecto a evocar
sutilmente aspectos de la realidad perceptible.
Dos innovadores
La colectiva, como interés adicional, muestra a dos
autores neofigurativos, cuyos métodos de trabajo los convirtieron en pioneros
de esta tendencia en la Argentina: Ernesto Deira (1925-1986) y Rómulo Macció
(1931-2016).
Ambos trabajaron juntos durante varios años. Sus obras
fueron realizadas de cara a otros autores que participaban de su dinámica
creativa, en un taller bonaerense. Deira rompe con el dogmatismo y el realismo
para confrontar los valores matéricos de sus pinturas, en detrimento del tema
con el concepto empleados. Por su parte, Macció toma como punto de partida la
figura humana y rinde un satírico homenaje, mediante sus borrosas imágenes, a
todos los recursos del artista; forma, disposición de los elementos, color y
textura. Sus resultados, antes torpes pero vitales como propuestas, según
revelan sus dos grabados en la muestra, al refinarse han perdido el impacto de
la década anterior.
Un lugar especial merecen Antonio Seguí (1934) y Nemesio
Antúnez (1918-1993), tal vez los artistas cuya visión y concreción plástica
enriquecen más la exhibición. El primero, radicado en París trabaja la mirada en un contexto satírico, donde
por más que busque el espectador no logra acceder. No obstante, trátase de
entornos enigmáticos en los que pueden aflorar signos como la bandera francesa
o un catedral parisina, pero que no por familiares sirven de llave a la lectura
de cada cuadro.
Sus personajes de sombrero y anteojos, solos o
acompañados, marcan una demanda afectiva, a través del recorrido visual que
ofrecen las obras compuestas tanto por presencias como ausencias de razones y
emociones. Seguí logra así una armonía de los contrastes en sus cuadros,
dominados casi siempre por tonalidades azules y celestes en los cielos y pisos
de la superficie pintada grabada y por elementos violetas y naranjas.
El chileno Antúnez, sin recurrir al sentido del humor de
Seguí, practica también la transgresión de la realidad como verdad pictórica
evidente en todas su obras, incluidas las serigrafías “Playa Negra” y “Estadio”
(de la serie del mismo título).
Este autor contemporáneo no inventa a partir de
nada, el entorno es su alimento formal. Y cada hecho creativo suyo simula la
alineación al ser percibida por el espectador atento, quien puede reconocer
objetos familiares en sus planos. Pero al mismo tiempo, estos le son ajenos y
nada solitarios de lo que representan.
Hay quienes afirman que Antúnez practica un “irrealismo”, según el cual el artista es
guiado principalmente por su visión interna, es una especie de ordenamiento
metafísico del caos.
Junto a la de Seguí, la suya es la obra más sugerente de
toda la colectiva cuyos promotores, esperamos no desistan de seguir
confrontando la obra reciente de maestros y artistas latinoamericanos a los que
paradójicamente desconocemos, pese a ser vecinos y hermanos en un mismo idioma.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 23 de enero, 1987. Revisado por el autor el 12 de mayo, 2018.
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