FERNANDO CALVO: El "Muñeco"

Exposición permanente del escultor Fernando Calvo Sánchez (Heredia, 1940-2009). Monumento a los trabajadores y homenaje a los “mártires de Chicago”. Parque Central de San José. Inaugurada el 5 de diciembre de 1986 por la Confederación de Trabajadores Democráticos (CCTD) en su primera ubicación la Rotonda de la Y Griega.

La contratación de un escultor para que realice un monumento público constituye uno de los momentos más importantes de su carrera; es un paso determinante hacia la comunicación directa con el pueblo.

Este es el caso del escultor herediano Fernando Calvo, quien se inició en 1973 en el dibujo y la pintura. Su práctica escultórica es reciente, su primera muestra individual data de 1981.

Aunque trabaja en un monumento a Juan Santamaría, su propuesta más reciente es el monumento a los trabajadores costarricenses. Una estatua que representa la figura de un hombre caminando, de 3,5 metros de altura, 750 kilogramos de peso, fundida en bronce y rodeada de varios niveles que deberían representar las luchas del movimiento sindical y las regiones del país, mediante piedras de origen.

Esa obra pública, objeto de nuestra atención puede ser analizada según tres tipos primordiales de lectura visual: estética, histórico-social y técnica.


Seudoalegoría

Tanto la escultura como la arquitectura están estrechamente ligadas al espacio a la luz reales, condiciones, por lo demás, cambiantes. En el caso del monumento público reubicado en el Parque Central de San José ambos conceptos debieron haberse considerado, pero el autor y la firma CONSTRUCOOP ignoraron el espacio y la escala.

Lo primero se advierte en la no correspondencia de las formas, su acercamiento y alejamiento no transforman el espacio perceptible y no crean tensiones.

Lo segundo se comprueba con el desequilibrio entre proporción y forma. La masa requiere de tamaño para lograr impacto. No en vano las esculturas, a escala natural, quedan mejor en zonas reducidas. Todo lo contrario de las monumentales, que exigen zonas despejadas.

Cualquier transeúnte o conductor de vehículo que intente apreciar la obra, deberá hacerlo a corta distancia, puesto que el monumento no se distingue claramente a más de 50 metros, cuando debería verse desde 500 metros.

Otros valores, como las texturas, son opacados debido a problemas de proporción entre el proyectado en una maqueta y lo realizado en su escala definitiva.  Añadir textura a una escultura al final del proceso de fundición equivale a aceptar que la obra carece de valor escultórico, lo cual obliga a reconsiderar el trabajo o los materiales utilizados.

Por otra parte, pueden mencionarse curiosos aspectos anatómicos, como el cuello y el tórax y la parte inferior de la figura que, por desproporcionados, contribuyen a quitarle vigor y fuerza y semejar un ente feminoide, entrenado en algún centro de fisiculturismo.

Este “muñecón”, poco o nada tiene que ver con la alegoría del pueblo trabajador que los patrocinadores buscan. Carece de monumentalidad y su desproporcionada figura, su pelo crespo, sus manos cuidadas, su cintura feminoide, y el martillo que sostiene en la mano derecha, no pueden identificarse con la masa trabajadora nacional. Esta es predominante agrícola y, como si fuera poco, el origen del obrerismo nativo no está en la metalurgia, sino en oficios tales como la zapatería, panadería y, contemporáneamente, en el montaje en serie y la zafra frutera.

Sin estilo

No pasa desapercibido para el espectador el hecho de que Calvo trata de emular al escultor francés Auguste Rodin. Comparativamente, ese eco se puede encontrar en el modelo en terracota para el “Balzac” del autor galo. Rodin pretendía una nueva forma que poseyera un número infinito de perfiles, que irradiaran desde su propio interior.

Calvo está no sólo lejos del vigor de un Rodin, sino de los aciertos en la escala de monumentos públicos, del muralismo mexicano y del realismo socialista asiático. Su trabajo es más propio de un aprendiz de modelaje, sin estilo propio, que de un escultor realizado. Deficiencias obvias en su labor son la falta de investigación en materia de concepto y diseño arquitectónico.

Es muy probable que su proyecto del “erizo Juan”, herede muchos de los problemas intrínsecos de su débil quehacer, así como la nueva fundición de su vieja serie de nueve campesinos que le ha solicitado el Banco Central.

Ya es hora de reconsiderar, en nuestro entorno, la política de adquisición de obras para entidades públicas, porque seguimos confundiendo la escultura de “salón” con el monumento escultórico-arquitectónico.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 13 de febrero, 1987. Revisado por el autor el 14 de mayo, 2018.

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