GRUPO OCHO: Promesa Incumplida

Exhibición Retrospectiva “5/8” del Grupo Ocho (Costa Rica, 1961-1963) 13 pinturas al óleo, una técnica mixta, seis dibujos, y cuatro esculturas en madera y piedra. Sala Rafael “Felo” García, CFIA, Curridabat, San José. Del 10 de agosto  al 12 de octubre, de 2018, de lunes a viernes.

La exhibición pone en retrospectiva la diversidad de personalidades que coincidieron en el hervor del arte local, de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, cocinando la "sopa" de la pintura y escultura costarricense.

Además, permite observar registros que filtran acontecimientos contextuales, urdimbre de la cultura y la acción tenida por la agrupación en aquel singular lapso de espacio y tiempo.

El Grupo Ocho estuvo encabezado por Rafael Ángel “Felo García y Manuel de la Cruz González, a quienes se adhirieron los escultores Néstor Zeledón, y Hernán González, y los pintores Luis Daell, César Valverde, Guillermo Jiménez y Harold Fonseca. Más tarde fueron invitados a participar, en las muestras, Lola Fernández,  Carlos Poveda y el colombiano Carlos Combariza.

"Génesis III", S/F. Harold Fonseca. Óleo/tela. Foto: CCACR

CONTEXTO HISTÓRICO

La situación del país a finales del siglo XIX, era favorable económicamente por las oportunidades abiertas en el mercado mundial por la exportación de café; la oligarquía cafetalera fortaleció un estrato de la sociedad cuyo marco ideológico liberal incidió en lo cultural y social. 

Recuérdese la construcción del Teatro Nacional, concluido en 1897, u otras semillas depositadas en terrenos fértiles como el sistema educativo, gratuito y obligatorio. Fue construido el “edificio metálico”, hoy escuela "Buenaventura Corrales", se iluminó la capital, y edificó la infraestructura básica del país dándole un aire de ciudad del viejo continente.

Artistas migrantes, como el español Tomás Povedano, el científico pintor Alex Bierig, y nacionales formados en escuelas europeas como Enrique Echandi, influyeron en el establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes, también en 1897. Posteriormente se integró a Teodorico Quirós, formado en Estados Unidos, quien cristalizó un estilo del paisaje local moderno, tratando la luminosidad del valle central mediante el color vivo y el trazo vigoroso.

Los frutos de aquella inversión del siglo XIX maduraron a mediados del siglo XX. Otros artistas viajaron o vinieron luego de formarse en el exterior, entre ellos Felo García, quien además participó activamente en la práctica artística del grupo londinense Nueva Visión; Lola Fernández, laureada en pintura en la Academia de Florencia, se estableció en el país, haciendo su contribución al desarrollo de la pintura local; y no menos importante, Manuel de la Cruz González, quien residió en Cuba y Venezuela, trabajó en esa veta explorada por Max Jiménez una década antes. No menos importantes, fueron los aportes seminales de Luisa de Sáenz, Emilia Prieto, Francisco Amighetti, Dinorah Bolandi, y Jorge Gallardo, entre otros.

Todos estos artistas fueron necesarios para la transformación del arte local, en medio de un contexto internacional donde el auge de las vanguardias artísticas recorrían el continente, promoviendo el Arte Abstracto, la Abstracción Geométrica, el Constructivismo, y una figuración expresionista cercana al Informalismo.

La ruptura pictórica abierta por Max Jiménez, Manuel de la Cruz González y Felo García, entre los cuarentas y los cincuentas, respectivamente, fue la simiente para la emergencia del Grupo Ocho.

Este movimiento o colectividad artística trabajó irregularmente desde 1958, pero no fue sino hasta 1961, cuando un manifiesto plástico formalizó su existencia.  Con un objetivo atraso de medio siglo con respecto al expresionismo y el dadaísmo afirman que “la belleza clásica está muerta porque ella es la negación del espíritu de nuestro siglo, estática, quieta y muda”.

La ausencia de estímulos y crítica, no había galerías ni discusión estética, llevaron a Rafael “Felo” García a formar un grupo en asocio con César Valverde, recién llegado de Inglaterra. Juntos levantaron una lista de artistas que se abocaron a la nueva empresa.

El grupo de ocho autores que suscribió el manifiesto declaró:
“Ocho artistas costarricenses nos hemos agrupado. Queremos inquietar el ambiente para estimular toda forma de originalidad creadora. Queremos exaltar al artista que interprete en sus obras nuestra raíz profunda. Queremos engendrar un nuevo movimiento artístico nacional capaz de desarrollar las artes plásticas en sus más variadas manifestaciones.”

Los miembros del grupo 8, en principio, se opusieron tácitamente al movimiento nacionalista local de la primera parte del siglo XX, cuya pretensión era identificar “la esencia de la pintura costarricense”.

No que no se hubieran dado antes ejemplos en la escena artística local vinculados a las vanguardias artísticas.  De hecho, en los cincuenta, Margarita Bertheau puso una semilla al reinventar  en su estilo personal la acuarela basada en temas rurales y marítimos.  

El grupo Ocho tuvo una breve pero rica existencia, por cuanto su actividad llenó el vacío de una institución artística oficial como el Ministerio de Cultura que se funda hasta 1970 en la administración Figueres.

En solo tres años, el grupo Ocho compuesto por artistas establecidos realiza dos exposiciones colectivas (1961 y 1962), organiza dos festivales de artes plásticas, tres muestras de artistas ajenos al grupo y concurren a cuatro exposiciones internacionales.

Aunque un número significativo de autores “paisajistas” llevaron hacia los cuarentas sus obras al extranjero, este no fue su objetivo primordial como si en el grupo Ocho.

Logran romper de esta manera con su complejo de inferioridad” y la conquista del mercado externo se vuelve prioritaria, lo que tiene como efecto positivo un aumento de intercambio de información (retroalimentación) que acelera la “cosmopolitización” del arte local.

"Vivienda laminada", 1968. Felo García. Técnica mixta. Foto: CCACR

EL PESO DEL GRUPO OCHO

Desde su primera exposición, el grupo Ocho  manifestó una actitud e intencionalidad (concepto)  tanto en su práctica artística como en las ideas contenidas en su Manifiesto, prometiendo  romper con la tradición e integrar el lenguaje de las vanguardias al quehacer artístico nacional. 

Sin embargo, a pesar de su trayectoria, sus miembros no pudieron mantener esa promesa por dos razones principales: falta de compromiso conceptual con las vanguardias y cambios sociopolíticos y culturales en la región.

Manuel de la Cruz, con un trance prometedor en el Constructivismo y la Abstracción geométrica, poética y misticismo, abandonó progresivamente su tendencia hacia el Minimalismo. Terminó pintando obras figurativas expresionistas.

Por su parte, Felo García -luego de su exposición en 1977 en el Museo Nacional-, migró hacia lo urbano en degrado, mostrando tugurios y ropas tendidas desde finales de los ochentas hasta avanzados los noventas. 

Otro tanto ocurrió con la obra del escultor Néstor Zeledón Guzmán, quien adoptó la abstracción transitoriamente en su desarrollo, para abrazar definitivamente una neofiguración expresionista.

En su oportunidad, Marta Traba, jurado de la Bienal Centroamericana de 1971, organizada por el CSUCA, criticó las lacas de Manuel de la Cruz, incomprendidas en aquellos días, aunque hoy abrigan enorme interés, arguyendo imposiciones de Joaquín Torres García y el Arte Concreto de Tomás Maldonado en el Cono Sur. 

Traba abogaba  por una Nueva Figuración, de carácter beligerante y contestatario, para las manifestaciones en el Istmo y el resto del continente de esa década.

La vida en el país a mediados del siglo XX, era en apariencia tranquila solo interrumpida por la guerra civil del 48 y la invasión auspiciada por el dictador Somoza y el Expresidente Calderón Guardia de 1955. 

No obstante, la sociedad se mantuvo enfocada  más en las transformaciones políticas, educativas, económicas, y sociales locales a pesar de la inestabilidad del mundo circundante como ilustran la guerra en Vietnam; las tensiones en el eje Este-Oeste que originaron la Guerra Fría; la rebelión estudiantil de 1968 en Francia, y la masacre de Tlatelolco en México, entre otros. 

Aunque en el exterior estos eventos incidieron en el desarrollo de un espíritu de reivindicación hacia la paz y el amor y gestaron movimientos socioculturales como el hipismo,  y otros más radicales e incluso violentos, la respuesta fue tímida y extemporánea en Costa Rica. 

No hubo, localmente, la correlación entre los eventos políticos y los culturales que eran reflejados en el arte por medio de la pintura sígnico-gestual, el Arte Povera, lo Matérico, el Pop, el Informalismo, y el Neoexpresionismo. Nuestro terruño, en cambio, estaba sumido en el silencio y la pasividad.

"Potencia Germinal", S/F. Hernan Gonzalez. Talla en piedra. Foto: CCACR

LECTURA DEL 5/8 EN EL CFIA

Primero que todo, la muestra retrospectiva en el CFIA titulada 5/8, dado que solo sobreviven dos miembros del grupo original, debe analizarse en dos niveles: curaduría y contenido.

Es evidente que la sala “Felo García” es un espacio inadecuado para una muestra cuasi retrospectiva consistente de veintitrés obras entre pinturas, dibujos y esculturas.  Por otro lado, el montaje revela la ausencia de un profesional responsable que se asegure de que cada obra pueda ser experimentada en el espacio y con la luz adecuada.  Es imperdonable que los títulos de las obras hayan sido colocados sobre varias de las pinturas a falta de espacio adecuado.  

Un curador medianamente experto pudo haber hecho una gran diferencia en el montaje de la muestra y facilitado la lectura histórica y estética de las obras expuestas.

A pesar de los altibajos ya señalados, la muestra a nivel de contenido resulta novedosa por permitir apreciar obras de los miembros del grupo que no se había expuesto antes por ser parte de colecciones privadas. 

Rafael Ángel García expuso dos piezas: el óleo “Ruralización Urbana”, 2002, parte de su búsqueda de una pintura confrontativa ante la conmoción de la ciudad y que denominó “tugurios”. 

Además, expuso una de las obras de mayor fortaleza dentro de su investigación matérica: “Vivienda laminada”, 1968, con lámina de hierro galvanizado, tan cercano a las construcciones populares en zonas en degrado, pero que logra elevar como poética al escenario del arte.

El escultor Néstor Zeledón Guzmán expuso dos abstracciones: "Figura Espacial", 1966, talla directa en madera de cedro, y "Figura femenina", talla directa en cocobolo, propias del género que abrió las puertas a lo moderno. Ambas obras evocan referencias al inglés Henry Moore, con un juego de vacíos y llenos por donde atraviesa la luz, la emocionalidad, la sensualidad, el temperamento cálido del material, y el depurado tratamiento que lo caracteriza.

De Hernán González se expone un granito de inconmensurable pureza, Potencia germinal, idea de la semilla henchida por lo pulsional del acto artístico, con su propia marca de escultor de la piedra viva. Además, el yeso Agonía, S/f, en el cual desborda el dominio sensorial: enmarca y anuncia un algo más, lo espiritual, lo cual ronda el altar de la memoria e intenta descifrar el enigma de lo creativo.

De Harold Fonseca, se exhibe una abstracción en óleo titulada Génesis III, característica de gran parte de su producción. El otro es un óleo -reminiscente de Ferdinand Leger-, titulado Ninfas, S/f. Dispone en la composición una de esas “aguilitas” de oro precolombino, lo que tienta a especular que sus abstracciones alcanzaron una síntesis del arte originario ancestral, tan válido hoy en día como discursos de descolonización.

De Luis Daell Ávila se exhiben dos piezas muy disímiles entre sí, aunque siempre paisaje: Iglesia, S/f, óleo -de su producción inicial-, y una acuarela entre poéticas transparencias y pastosa tectónica, propia de sus últimas producciones. El óleo pastoso y de trazo grueso con espátula y pincel, además de ser contundente en cuanto a tema y técnica, evoca a los expresionistas alemanes, Nolde, Kirchner, y en particular Karl Schmidt-Rottluff, fundador del grupo Die Brücke a inicios del siglo XX.

Las obras exhibidas de Manuel de la Cruz son obras menores, que se apreciarían más en alguna retrospectiva de su trabajo más no en una colectiva de los Ocho. Una de sus obras se compone de tres retratos de una joven de la época; el segundo presenta el gesto caricaturesco de un gorila-militar, cercano a la nueva figuración latinoamericana de los setenta. 

Son obras claramente menores en comparación con sus lacas o estudios de deconstrucciones formales y encaje geométrico, espiritualmente evocadores, con lo cual produjo frutos de suma consideración para la historia del arte local. 

Por cierto, hoy podemos apreciarlo en las reinterpretaciones con fragmentos de mosaicos, que se exhiben en una de las vías importantes de la capital, la cual inicia frente a las instalaciones del ferrocarril “Atlántico” y concluye en el Parque Morazán.

La muestra incluye una acuarela de Guillermo Jiménez, Paisaje Urbano, S/f, anterior a su pintura de inclinación cubista; que fluye la influencia de aquellos estudios sobre el paisaje vallemontano, que tanta fama dieron a la pintura local. 

Sin embargo, en décadas recientes, ese género se convirtió en pintura complaciente, acomodadiza, de pintores que no investigan, no experimentan, y exhiben siempre lo mismo.

Una de las piezas que no acaba de convencernos dentro de la cuadratura exhibida -por ello hablamos de inexistente curaduría - es la serigrafía de César Valverde, Retorno, 1993. Coincidimos en que Valverde demostró mayores posibilidades de la pintura con la temática femenina, y su trazado de verticales que fragmentaba el cuadro enmarcando tensión y violencia, que hoy es un tratamiento persistente como discurso de punta en la sociedad actual.

Acompañan a las obras el Manifiesto del Grupo Ocho, sus logotipos y la actividad de García como futbolista. También exponen fotografías de Las Arcadas, donde “los ocho” tuvieron su improvisada galería, realizaron conversatorios y lecturas; pero también donde creció la discordia que les llevó a disuadir lo postulado.

"Iglesia", S/F. Luis Daell. Óleo/tela. Foto: CCACR

INCORDIO

A modo de conclusión, tras el apogeo de la generación nacionalista costarricense, en la primera mitad del siglo XX, la seducción por ser aceptado y vender, la negación del pasado por desconocimiento o desinterés, la adopción y la repetición, con poca disciplina, de fórmulas plásticas postmodernas perjudicaron el desarrollo de una obra propia y significativa en la escena artística local.

Muchas “promesas” con pretensiones artísticas claras se dejaron ganar por la búsqueda de aceptación y ”prestigio”, lo que produjo obras de acento complaciente, débiles en profundidad ideativa. Se satisfacía, como ocurre hasta hoy, una demanda comercial defendiendo una obra, que debería hacerlo sola, con un currículo donde no podía faltar el premio nacional en su especialidad o las pertinentes tres exposiciones individuales.

Se trata en el mejor de los casos, de producciones que cumplen con el requisito del oficio, tienden al preciosismo y tratan de compensar carencias conceptuales con la “cocina” o acabado final: empastes fuertes, brillos, mucho colorido, monumentalidad, texturas, etc. No expresan, no comunican, no aportan al medio local, ya no digamos a Centroamérica.

La intencionalidad (concepto) es la mitad del acto creativo. La obra puede sufrir cambios y hasta mutaciones o incluso, puede ser traicionada por su autor, pero el aporte del Grupo Ocho no se debe medir en términos de la  continuidad de su manifiesto o la integridad estética de cada uno de sus miembros, sino en su capacidad como colectivo para provocar una disrupción visible por espacio de tres años  que inició, en el contexto nacional, una reflexión y una discusión permanentes que influyen hasta hoy  en la producción artística nacional.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA y
Luis Fernando Quirós Valverde, Autor, Investigador y Docente

Comentarios

Carla Hernandez dijo…
Muchas gracias por este texto tan valioso, me ha aportado mucho!
Manuel Emilio Montilla dijo…
Saludos, Juan Carlos.
Interesante artículo crítico.
Pura vida.
Lilileth Clemens dijo…
Un artista sobresaliente en la pintura costarricense. Gracias por la crítica que contribuye a conocerlo a profundidad y reconocer su mérito.
Alfonso Chase Brenes dijo…
Un grupo que rompió paradigmas en la historia del arte. Se le criticaba en el silencio, mientras pocos nos ocupábamos de su análisis en los medios. Gracias por este análisis critico que permite contextualizar sus aportes.
Luis Fernando Quiros Valverde dijo…
Una semblanza oportuna que permite mirar y evaluar en retrospectiva a este disruptivo grupo modernista
Adriana Gonzalez dijo…
Fuerte pero acertada crítica. Mi abuelo paterno es Hernán González, gracias.
Juan Carlos Flores Zuniga dijo…
Muchas gracias Adriana. Conocí a Don Hernan y Evangelina, estuve en su casa varias veces y encontramos muchos puntos de acuerdo. Su brutismo en la escultura es único en el país.
María Vargas Alvarado dijo…
Hay mucho de pose en los integrantes del grupo 8, pero ciertamente obligaron a repensar el arte de vanguardia que llegaba tardíamente a nuestro entorno. La crítica es válida pero hay muchas cosas que aun ignoramos sobre los sesenta.

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