AMOUR: 20 Siglos de Amor Entre Líneas

Exhibición “Amour”. 250 obras entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados, libros y artefactos. Museo del Louvre, Lens, Francia. Del 26 de Setiembre, 2018, al 21 de enero, 2019, de lunes a domingo.

Siguiendo el ejemplo del Museo Guggenheim que creó una exitosa franquicia en Bilbao, País Vasco, el laberíntico y pomposo Museo Louvre de París abrió en el 2012 su propia franquicia en la económicamente deprimida ciudad de Lens en Paso de Calais, Norte de Francia, con una visión diametralmente opuesta a la del museo matriz.

Mientras en el Louvre parisino los museógrafos organizan los espacios del antiguo palacio en salas temáticas, escuelas artísticas, contexto cultural e histórico, el nuevo espacio en Lens crea una nueva narrativa, mayormente lineal, donde prevalece una cronología en el tiempo indistintamente del origen y contexto del objeto artístico particular.

Diseñado por una firma japonesa en un estilo minimalista, Louvre Lens no cuenta con una colección en propiedad por lo que, en realidad, es una vasta área de 7000 metros dedicados a exposiciones temporales en un discreto edificio de una sola planta construido en vidrio, metal y concreto. Los cuadros no cuelgan de las paredes sino de paneles móviles.

En este nuevo marco museográfico los curadores Zeev Gourarie, director científico y de colecciones del Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo de Marsella, Dominique de Font-Reaulx del Museo Nacional Eugene Delacroix y Alexandre Estaquet-Legrand jefe de documentación del Museo Louvre en Lens han seleccionado 250 obras con base en siete maneras en que el arte a través de veinte siglos de historia ha tratado las relaciones amorosas, pero también cómo ha evolucionado la civilización desde el pecado original bíblico hasta la búsqueda de libertad sexual hasta finales del siglo pasado.

                      "Sátiro y Bacchante", 1834. Escultura en mármol. James Pradier

Los artistas han sido testigos de cambios profundos, a lo largo de la historia, en las relaciones humanas, que van desde lo espiritual hasta lo meramente físico-sexual, que los curadores han identificado con las siguientes siete etapas:  Seducción, Adoración, Pasión, Relación, Placer, Romanticismo y Libertad.

Cada uno de estos períodos, cual recorrido teleológico, es decir como un estudio de los fines y propósitos del amor a lo largo de la historia según es reflejado por el arte, fomenta una lectura problemática en el espectador, porque crea la ilusión de un progreso lineal en términos del amor y la sexualidad en las relaciones humanas.

En otras palabras, la filosofía sobre el amor en un determinado período no desaparece completamente en el siguiente, sino que subyace. Aunque la nota dominante cambia las demás manifestaciones siguen presentes.  No nos movemos linealmente a la manera newtoniana, sino bajo paradigmas relativistas y cuánticos que explican las contradicciones y asimetrías subsistentes. 

A modo de ilustración, la misoginia entendida como la aversión o falta de confianza en las mujeres ha existido desde el Edén, y no desaparece con el paso de la historia. Asimismo, el libertinaje y la lujuria sexual existen desde las primeras civilizaciones, no fueron inventadas por el Marqués de Sade y sus acólitos. De la misma manera, la adoración espiritual o mística ha existido desde Edén y hasta la fecha.  Otro tanto podemos decir de la homosexualidad y la heterosexualidad, de la monogamia y el amor fiel bajo el vínculo del matrimonio.

La linealidad histórica no es válida para estudiar las relaciones amorosas a lo largo de la historia del arte, a menos que como ocurre en algunos contenidos de la muestra lo que se desee es marcar hitos o tendencias sobre las maneras de amar.

Amour”, no obstante, es una exploración de la filosofía del amor a través de la exposición de una creciente valorización del ser humano relacional a lo largo de los siglos. Lo cual se traduce en ciertas conquistas como la prevalencia del consentimiento de hombre y mujer para unir sus vidas en lugar de la convención social que privilegiaba la conveniencia familiar y económica sobre el amor. 

Otro progreso, sin duda, es la decreciente estigmatización de lo femenino que fomenta la equidad en el amor, la relación afectiva, el placer, la elección y la convivencia como pareja.

        "Youyou yTiy: Guardianes del Tesoro”, Entre 1391-1353 A.C. Talla en cuarzital. Egipto

La muestra combina no solo la exhibición de antigüedades y obras de arte sino también de citas literarias, libros prohibidos, extractos de películas, objetos y hasta instalaciones, que van desde el Antiguo Egipto hasta autoras posmodernas como Niki de Saint-Phalle, pasando por objetos medievales, pinturas de Memling, Fragonard, Delacroix y esculturas de Rodin, y Claudel, entre otros.  

La gran protagonista de la exhibición, sin embargo, es la individualidad femenina en distintas representaciones artísticas como pecadora, seductora, santa, pura, víctima, carnal, romántica, violenta y libre.  Lo masculino en cambio, aparece como dominante, pero gravitando casi siempre hacia la mujer que lo atrae inexorablemente.

La única excepción son las representaciones masculinas de dioses y semidioses en posiciones ambiguas o claramente homosexuales como “Jacinto muriendo en los brazos de su amante Apolo”, una pieza prestada por el Museo Sainte-Croix de Poitiers.

Otro ejemplo en mármol describiendo un momento de quietud en una relación intensa entre primos es la obra “Orestes y Pílades de Pasiteles, realizada en el primer siglo después de Cristo.

La muestra abre su primera sala de “Amour” con un testimonio de 3.500 años en cuarcita sobre la pareja egipcia constituida por Youyou, quien trabajó como inspector financiero del Faraón Amenhotep (1391-1353 AC), y su esposa Tiy quien esconde sus pechos redondos entre su gruesa cabellera. Ambos tiernamente pasan sus brazos por sus respectivas espaldas. Esta escultura normalmente expuesta en el Louvre de París ha sido traída especialmente para la ocasión a Lens. 

A partir de su historia desfilan en orden cronológico otras historias de amor no siempre afortunadas con cierta secuencia temática.  Primero, Eva quien inicia la cadena de acontecimientos que terminarán con su expulsión junto a su esposo Adán del Paraíso y establecerán la marca de la caída por el pecado original. Luego redimida a través de la imagen virginal de María madre de Jesús que termina el pecado edénico.

Segundo, pasamos de caballeros nobles a los galantes que se pasean en plan de conquista por los jardines franceses. Tercero, de seres con tocados del siglo XVIII a amantes románticos del siglo XIX. Para concluir en cuarto lugar, con la llamada revolución sexual de los sesentas del siglo pasado.

                   “Adán y Eva”-Entre 1526-1550- Óleo/tela. Giuseppe della Porta Salviati

MUJER: TENTACIÓN Y PECADO

Una lectura bíblica del libro del Génesis evidenciará la responsabilidad de Eva en la caída de su esposo al tentarlo con el fruto del pecado, pero tanto ella como su esposo son culpados y por ende, expulsados del Paraíso.

Tanto cristianos como griegos culpan de la expulsión de sus respectivos paraísos al poder de seducción ejercido por la mujer. Como en el caso de Eva en la escultura neoclásica de Eugene Delplanche “Eva antes del pecado” (1891) o “Pandora” en la obra esculpida por Henri-Joseph Rutxhiel (1822).

Esto no crea una culpa equitativa, ya que la mujer es estigmatizada como tentadora.  En la iconografía occidental Eva se une a la lista de culpables junto a Pandora, Dalila y Judith. Esta última fue la que cortó la cabeza de Holofernes después de seducirlo, para vengar a su pueblo que había sido esclavizado por este.

La lista se vuelve legión en el arte clásico con mujeres que sedujeron a pesar de sí mismas como Elena, Europa, las Sabinas, algunas de las cuales fueron raptadas por guerreros y dioses por venganza o deseo. En muchos casos ambos.

La escultura en mármol en exhibición “Sátiro y la Bacchante” (1834) de James Pradier viene a colación al contradecir los clichés románticos.  A primera vista parece un asalto sexual, pero luego observamos la cara de la sacerdotisa de Baco que luce cautivada por el éxtasis. Los personajes están fuera de control y son la imagen viva de la contradicción.

La imagen de la mujer se perpetúa ignorantemente en la literatura del siglo XVIII con obras como “La imperfección de las mujeres” o “La maldad de las niñas”.  Y a los que ignoraron tal naturaleza atávica les quedan libros “Sermón para el consuelo de los cornudos”.  

La mujer en este período ya no es apedreada si cae en el adulterio, pero se le ofrecen dos opciones para experimentar el éxtasis: el carnal o el religioso.  Varias obras en la muestra como la escultura en terracota Beata Ludovica Albertoni según Bernini

Muestra la alternativa espiritual al placer de la carne.  Contrariamente a la malicia cotidiana la mujer en la obra es pura en su éxtasis que sustituye elocuentemente el orgasmo carnal.

La virgen María es responsable en la tradición de reparar el daño que Eva introdujo, como explica el catálogo de la muestra, pero su pureza trasciende en su calidad de madre de Cristo al establecer un nuevo parámetro para la virtud vía la castidad.

                                 "Ofrenda de amor", 1400-1410. Tapiz en seda.

CORTESÍA Y AMOR GALANTE

Causa disonancia cognitiva estos días sostener que un hombre caballeroso y valiente respeta a su novia y no sueña con desflorarla.

Pero ese era justamente el valor en el Siglo XII. Un hombre cultivaba la relación con una mujer a través del canto y la poesía estableciendo una relación basada en la estima mutua, el respeto y el compartir.  Por supuesto que esto corresponde mayormente a un ideal entre los miembros de la aristocracia no tanto la plebe. 

Pero en el medioevo las artes representaban el amor cortesano con un sentido de equilibrio en la relación entre hombre y mujer, como lo demuestra el tapiz de seda “La ofrenda del corazón” (1400-1410) cuyos colores y fibras se mantienen vivos aún hoy. La obra muestra a un caballero atractivo que ofrece el corazón a su amada en un jardín del Edén.

Para el siglo XVII los caballeros han sido sustituidos por seres galantes que intercambian sus retratos en pequeñas obras pintadas con delicadeza y que cada uno atesora por razones afectivas.  Las reverencias llenas de gracia en el trato son obligadas en los encuentros de las potenciales parejas en medio de jardines donde abunda la música, la poesía y los juegos.

Al siglo siguiente el lenguaje se vuelve libertino con frases cuyos significados permanecen ocultos en la letra pero que insinúan la búsqueda del amor físico y el placer. 

Las obras revelan en este periodo tanto libertad como libertinaje con crecimiento exponencial pasando de la relación entre dos, a los placeres entre tres o más, indistintamente del género.  Esto se ilustra con grabados eróticos desplegados fuera del alcance de los niños.

Emergen los corredores ocultos en las casas, así como los boudoir empleados para el libertinaje, sexo sin amor. Las mujeres muestran con desenfado sus pezones, enagua enrolladas que dejan ver sus piernas o preparándose para tener sexo como en la famosa “Cerradura” (1777) de Fragonard.

Es curioso que esta obra como la de Francois Boucher, también en exhibición, “Odalisca” (1743) se muestra una al frente de la otra en la sala.  La tela de Boucher muestra a una mujer medio desnuda que descansa su vientre sobre su cama mientras gira sus ojos hacia quien la observa mientras sus nalgas rosadas se despliegan al centro de la obra dramatizando una escena sexual donde el erotismo es obvio.

El rostro femenino se llena de rubor mientras el hombre con la pelvis posicionada está listo para enganchar el perno mágico, clave para su tiempo de voluptuosidad.

                                                              "Odalisca", 1743. Óleo/tela. Francois Boucher

TRÁGICO COMO EL ROMANCE

Para el siglo XIX el romanticismo está en boga en todas las expresiones artísticas, con su fuerte énfasis en la exaltación casi suicida de los sentimientos. El juego galante parece haber terminado para ceder espacio al santo grial del amor, el matrimonio.

Pero, debemos ir un poco más allá para aclarar que hay cierta sustancia neoclásica – el movimiento anterior al romanticismo – filtrándose en este periodo porque la aspiración es una unión alegóricamente metafísica como ocurre con la escultura de Antonio Canova “Los amores de Psique y Cupido” mito inspirado por los escritores Apuleyo y Jean de La Fontaine.

La obra versa sobre el amor joven marcado por la unión del alma humana y el amor divino. No estamos ante un comportamiento obsesivo sexual, sino más bien ante un amor en el que se siente complicidad,

Las referencias obligadas en la nueva iconografía plástica son Romeo y Julieta de Shakespeare, Pablo y Virginia de Bernardin de Saint-Pierre o Eloisa de Jean Jacques Rousseau.

Se idealiza la pareja pretendida buscando una fusión integral de cuerpo y alma, sin apego a la razón. No debe extrañar que muchos héroes y heroínas de este siglo mueran jóvenes por causa de una enfermedad del destino como la miseria, la tuberculosis o el rechazo.

                                                             "El Beso", 1868. Óleo/Tela. Carolus Durán 

Y ENTONCES LLEGA ¿LA LIBERTAD?

La exposición se mueve hacia un concepto de equidad y libertad que resulta ambiguo y elusivo al final, tanto en el siglo XIX como en el XX.
Lo evidencia la obra homoerótica “Muerte de Jacinto” (1801) de Jean Broc, la pintura de Eugene Delacroix sobre la mezcla de géneros en “George Sand vistiendo como hombre” (1834) y la escultura en bronce de Camille Claudel “Vals” de inicios de siglo XX.

La muestra culmina con una última sala dedicada a la obra de Niki de Saint Phalle donde la fallecida artista posmoderna revela mediante, textos, serigrafías y una escultura sus coloridas interrogantes sobre el amor.  
“¿Por qué no me amas? ¿Sabes que te quiero? Mi amor ¿Por qué te fuiste?

Preguntas hechas en el marco de su escultura de 1964 “Venus” tras el estallido de la revolución sexual. La artista que en la vida real fue violada por su padre a los 12 años y se casó con un seductor incorregible muestra como quien revuelve una vieja herida el desencanto, el abandono, el temor a amar y ser amado.

Amour” pese a su pretensión de mostrar un progreso lineal en las relaciones amorosas entre hombres y mujeres a lo largo de los siglos ignora que la realidad no puede ser aprisionada cronológicamente, y que cada período identificado en la historia del arte es solo un indicador de una realidad que a menudo trasciende al artista, capaz, por lo general, de captar un momento, pero casi nunca un proceso en que la humanidad sigue transitando sin respuestas fáciles.

Juan Carlos Flores Zúñiga y Orietta Oreamuno Gomez

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