COLECTIVO X BIENAL SIART: Entraña de lo Efímero

Exhibición “Entraña” del colectivo integrado por Florencia Seleme, Mónica Dávalos, María Fernanda Sandoval y Serena Vargas (Bolivia); Adriana Bravo y Giorgina Santos (México), Cristina Flores y Mayra Flores Pescoran (Perú); José Luis Macas (Ecuador); y Lucía Pittaluga (Uruguay). Seis piezas consistentes de instalaciones, videoarte, y performance con tecnología digital. Sala Taypi Qhatu del Museo Nacional de Arte, La Paz, Bolivia. Del 8 de marzo al 7 de abril, de 2019, de martes a domingo.

Debemos principalmente a Marcel Duchamp (1887-1968) que el experimento artístico se haya convertido en la norma del arte moderno, posmoderno y las secuelas conceptualistas actuales.  El arte moderno se quedó en un estado experimental sugiriendo la insatisfacción general de sus acólitos con los resultados, inseguros de su significación.

También le podemos acreditar la práctica de intelectualizar la producción artística al punto de “castrar” deliberadamente las emociones en la interacción con el espectador y practicar la misoginia sexual en sus objetos descartables y efímeros.

Hay una violencia intrínseca modelada por parte de modernistas como Duchamp que fomenta una creatividad indiferente y homogénea para responder a un mundo que vive constantemente en los límites del caos.

Los seguidores contemporáneos de las enseñanzas de Duchamp y, el modernismo en general, comienzan como detractores de lo “establecido” que cada vez queda más distante ante una cultura globalizante soportada por anti-valores que abrazan la muerte y el caos como su norte.

No obstante, tratan de innovar en sus obras efímeras incorporando tecnologías y practicando el “revisionismo” histórico, con intervenciones pseudocientíficas bajo ideologías contradictorias y retóricas, a veces de acento místico, que intentan asignar nuevos significados a la historia con porciones limitadas de evidencia, especulación místico-filosófica y métodos sin rigor. De ahí la popularidad de métodos de estudio más ideológicos que científicos como la “arqueología de género” o el “revisionismo histórico”.

El problema central se encuentra en una postura alimentada por egos inseguros que solo buscan la afirmación a través de la fama instantánea a lo Warhol, sin acreditar ningún talento, destreza o competencia en su desempeño artístico.  Y, sin embargo, las acciones de acólitos, marchantes y docentes universitarios que comparten la agenda los convierten en poco tiempo en miembros premiados de las mismísimas instituciones culturales que tratan de desacreditar.

¿Qué puede hacer el espectador ante este tipo de productos culturales que tratan de pasar por arte y que los especialistas que tiene la responsabilidad de examinar endosan con irresponsable liberalidad?

Se resigna a las continuas rupturas promovidas por estos autores y autoras con una sensación de “cosa ya vista” o dejá-vú.  Al fin y al cabo, porque debería el espectador en general esforzarse con expresiones sin vigor crítico, intelectuales, contradictorias y efímeras como si el arte se tratará de un espectáculo de artificios narcisistas.

De hecho, venimos experimentando desde varias décadas, en el mundo occidental principalmente, un fenómeno que caracteriza al posmodernismo pero que domina ahora la escena de las expresiones contemporáneas del Siglo XXI: “arte sobre arte”.  Con deficiente investigación, casi nulo oficio artístico y talento, pero eso sí con el bagaje de los pseudocientíficos estudios de género, los jóvenes autores que se llaman “artistas” reproducen - intervienen como prefieren decirlo – el arte antiguo con un enfoque descontextualizado, histórica y estéticamente, ironizando sus valores intrínsecos y ofreciendo interpretaciones que se promocionan como la última revelación. 

Estamos ante un “arte entrópico” cuyo carácter efímero no garantiza su desaparición, ya que como sabemos a estas alturas, el ego de sus promotores buscará garantizar su permanencia en la memoria colectiva, para garantizar su ascenso a la notoriedad y el estatus que compensara supuestamente sus inseguridades y carencias. 

Los “ready-mades” de Duchamp creados para ironizar y reconstruir la experiencia estética como un acto mental no dependiente del objeto físico hoy han sido consagrados en los museos más importantes y cotizados en el mercado a precios obscenos.

"Mama Huaco", textil interactivo sonora.  Adriana Bravo y Giorgina Santos. Foto: CCACR

AGOTAMIENTO CONCEPTUAL

Si bien el modernismo ganó vigor a partir de su rompimiento y experimentación con el arte precedente y las culturas antiguas convirtiendo el estudio del artista en un laboratorio, el posmodernismo y sus secuelas actuales evidencian el agotamiento de ideas y la entropía del arte sobre el arte.

Una de esas secuelas está justamente representada por el Laboratorio Textiles de la X Bienal Internacional de Arte Siar, que se desarrolló en La Paz, Bolivia, del 10 de noviembre del año anterior hasta el presente mes de abril.

La iniciativa patrocinada por las autoridades culturales bolivianas y el sector privado convocó a autores de habla hispana a contribuir en tres laboratorios (fotografía, textiles y cerámica) bajo el tema “Los orígenes de la noche”.  Según los organizadores esta temática manifiesta “la posibilidad de trazar los contornos de una realidad cultural diversa y delinea sus formas sobre la base de una memoria obstinada”.

Un colectivo multinacional de nueve autores, la mayoría mujeres, obtuvo el premio único de adquisición por la muestra “Entraña” que se exhibe hasta esta semana en el Museo Nacional de Arte de La Paz, Bolivia.

"La naturaleza teje", instalación. Mónica Dávalos. Foto: CCACR

SIN LIBRETO NO HAY OBJETO

El colectivo expositor sostiene que “ha encarado el textil no solo como técnica, sino también como metáfora del entramado intracultural”.  En otras palabras, el textil como insumo y/o producto es un punto de partida para hacer lecturas metafóricas de la cultura de origen para una audiencia contemporánea.

La muestra se vale de distintos medios de expresión y estilos usados preferentemente por conceptualistas desde fines de los cincuentas como la instalación, el videoarte, la tecnología interactiva y/o performance, y el llamado “arte ambiental” (environmental art).

Con una propuesta filosófica de moda, el colectivo intenta establecer vínculos entre género, tierra, sangre y vida, pero un claro sesgo feminista donde se puede dar la gestación o nacimiento, animal o geológica, invisibilizando al hombre.  Tomando partido por algunas culturas aborígenes andinas de cuya heroicidad hace apología como la Mama Huaco, el colectivo propone un nuevo Pachacuti a partir de lo femenino.  Pacha en aymara significa Tierra, Mundo; Cuti es re-torno. 

Según la definición del investigador Víctor Hugo Sepúlveda, el Pachacuti “representa un cambio profundo en el ser humano. Una especie de renacer de las personas que se produce a partir de un fenómeno climático o un gran movimiento social que deriva en una transformación total de las conciencias, y por ende afecta a toda la sociedad establecida”.  En el contexto boliviano actual, el Pachacuti se asocia místicamente con el advenimiento de un gobierno plurinacional presidido por un indígena, Evo Morales.

La ambiciosa propuesta del colectivo a partir del textil y las prácticas artísticas y artesanales asociadas a este hacen de “Entraña” un producto conceptual y pos-estético.  Esta no es una muestra donde usted debe sentir ya que se ha construido para apelar a la mente.  La interactividad fomentada mediante algunos artificios tecnológicos busca asegurar una participación mediatizada a la lectura social y política que proponen para que opere su “pachacuti”. 

 "Humus Humano Humilde", colchón de tierra. María Fernanda Sandoval. Foto: CCACR

INTERVENCIONISMO

Mediante sus construcciones semánticas el colectivo “interviene” la historia para producir lecturas parcializadas y sanitizadas. Un ejemplo de ello es el “textil interactivo sonoro” desarrollado por las mexicanas Adriana Bravo y Giorgina Santos con el apoyo de músicos invitados sobre la guerrera inca Mama Huaco, quien lideró la toma del Cuzco, y que ha sido descrita por los cronistas como “lasciva y brutal” capaz de encerrar y abandonar a su hermano Ayarauca en una cueva y de engendrar con su hijo Manco Capac, según otros.

Las autoras en su afán por reposicionar a Mama Huaco como el personaje más importante de todos en la historia incaica, descartan sin mayor explicación las crónicas precolombinas para articular la cuestionada metodología de la “arqueología de género” que sostiene que la arqueología tradicional está sesgada en contra del sexo femenino cuando identifica sus hallazgos y que si bien el sexo es determinado biológicamente el género es una construcción social.

Las mexicanas consecuentes con este enfoque redefinen a la Mama Huaco como “una mujer varonil” que quizás era bisexual y/o homosexual y critican la “edición” de la historia por parte del colonialismo español y las creencias judeocristianas.   Al final, la obra no comunica ni la memoria ni el revisionismo del mito indígena porque sin la explicación intelectual nadie puede enterarse de lo que la misma conviene semánticamente.

Otro ejemplo en la muestra es el video e instalación titulado “universo” desarrollado por la boliviana Serena Vargas sobre el uso del “aguayo” el tejido cuadricular, multicolor, característico de la región andina boliviana, que se utiliza para cargar bebés y niños “las wawas” en la espalda, para sentarse, para servir alimentos, exponer productos, etc. 

Como documentación la propuesta tiene valor sociológico al reconocer como el aguayo se ha convertido en un lazo que une distintas generaciones a lo largo de la historia, pero su objetivo son los hombres proponiendo que los hombres carguen en el aguayo a sus hijos. 

                               "Trans-acción/ayni"", instalación mixta. José Luis Macas. Foto: CCACR

ARQUEOLOGÍA Y ECOLOGÍA

Una tercera vena de expresión en la muestra la constituye el uso de las fibras vegetales en los nidos de aves.  La analogía en la instalación desarrollada por Mónica Dávalos consiste en tomar los nidos colgantes típicos de la zona de los Yungas y la Amazonía boliviana como modelo natural de comunidad.  

Como se sabe estos nidos son reutilizados por otras aves cuando son abandonados por sus constructores. La relación dialéctica entre naturaleza y humanidad que pretende Dávalos es romántica, pero fútil, ya que no hay trazabilidad alguna entre las construcciones de los nidos por parte de las aves y de los hogares que construimos los humanos.

En la misma vena ecológica, la autora boliviana, María Fernanda Sandoval, exhibe un colchón de tierras titulado “Humus Humano Humilde” que se inspira en lo que revelan los cortes geológicos de la corteza terrestre.  Sobre este colchón construido con materiales degradables y no degradables se teje una metáfora poética sobre la noche y los sueños que queda solo a nivel de evocación.

Una instalación que resume emblematicamente la muestra es “la noche roja” realizada por la uruguaya, Lucía Pittaluga, la boliviana Florencia Seleme, y la peruana Cristina Flores con base en hilos, lanas y tierra. 

El objeto representado es la entraña cuasi volcánica que como un fuego vital evoca la vagina femenina indispensable para la gestación humana.  En la misma tónica ritualista de las demás piezas, las autoras proponen que el tiempo conecta en un ciclo continuo la relación entre el cosmos y la tierra.  Por eso, emerge de la estructura una trenza infinita que a modo de cordón umbilical teje la conexión de todas las cosas. 

El único varón en la muestra, el ecuatoriano, José Luis Macas, recrea la antigua práctica del “ayni” o trueque valiéndose de tejidos, textos, imágenes y tierra sobre una estructura de madera.  A modo de ilustración y justificación conceptual inserta la fotografía de un documento que consigna el trueque de tintura textil rojo carmín obtenido de la grana cochinilla ecuatoriana por cuatro kilogramos de tierra de la residencia del artista en Bolivia.  La misma composición de tramado de madera busca simbolizar el trueque. Al final de la lectura la obra es lo que es, un testimonio visual de una transacción.   

En el mundo post-estético en que vivimos la belleza – verdad - ha desaparecido prácticamente del lenguaje artístico y el arte como se conocía ha muerto. No obstante, las propuestas contemporáneas como “Entraña” se basan fundamentalmente en declaraciones de contenido que no se diferencian demasiado, al menos en su redacción, de disciplinas intelectuales como la ciencia o la filosofía. 

El concepto mismo de ruptura que ha caracterizado la producción artística en el último siglo se ha vuelto entrópica, porque se construye “arte sobre arte” con un manifiesto irrespeto por el contexto histórico de las obras y artefactos que hace imposible discernir la nueva simbología sin que medie el artista para explicar lo que nadie puede inferir a través del objeto por sí mismo.  Sin literatura que lo acompañe la obra plástica actual está vaciada de significado estético.

Un arte que se copia a sí mismo no puede generar nuevos contenidos, aunque las explicaciones ajustadas al momento cultural y socio-político pretendan hacerlo comprensible y aceptable pese a su efímera existencia.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA

Comentarios

Alvaro Bracci dijo…
Bravissimo
Alfonso Chase Brenes dijo…
Es lamentable, pero mucho de lo que se llama arte contemporáneo corresponde a una visión no artística, no estética, de la realidad. Son meros panfletos politiqueros, sin mayor ambición de transformación integral de la vida.
Lilileth Clemens dijo…
Magnífica crítica que toma en cuenta el absurdo de mucha de la producción contemporánea que pone los medios de expresión al servicio de agendas ideológicas de intelectuales sin oficio ni beneficio

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