REMBRANDT: Infatuación y Legado Rebelde

Exhibición retrospectiva “Todos los Rembrandt” de Rembrandt Van Rijn (1606-1669). 22 obras en pintura al óleo sobre tela, 60 dibujos y más de 300 grabados. Rijksmuseum, Ámsterdam, Países Bajos. Del 15 de febrero al 10 de junio, de 2019, de lunes a domingo.

El nombre de Rembrandt es inmediatamente reconocido en cualquier contexto cultural y social del planeta, a pesar de que hay mucho desconocimiento sobre su vida y quehacer como artista: no dejó un diario, escritos o cartas – excepto por esporádicas solicitudes de patrocinio económico - que permitan estudiar y conocer su vida a fondo. No obstante, aun sus más conocidas biografías revelan muy poco sobre él.

No existe certidumbre histórica sobre sus pensamientos, conceptos y su arte en general.  El nunca teorizó y si lo hizo, sus ideas se han perdido con excepción de las seis palabras contenidas en una carta al Stadtholder, que empleaba a su mecenas Constantijn Huygens, que resumen hacia donde apuntaba su filosofía artística: “producir el movimiento más grande y natural” (die meeste ende die natureelste bewweechlickheyt).

Nadie está seguro sobre a dónde apuntaba el artista con la frase y la discusión al respecto continúa.  No obstante, 350 años después de su muerte la ambigüedad de esa frase y el desconocimiento sobre su historia ha llevado a crear muchas narrativas sobre el pintor de obras tan conocidas como los óleos sobre tela “La Guardia Nocturna”, (1642) y “Los síndicos” (1662).

Sepultado como pobre en 1669, a los 63 años, en una tumba rentada y sin identificación que más tarde fue destruida, y sin ningún amigo, familiar o discípulo a su lado, Rembrandt empezó a ser parte de un mito romántico.  Para la mitad del siglo XVIII “El principal marginado se estaba convirtiendo en un genio malentendido”, como escribe la crítica de arte, Sylvia Hochfield.

En el marco del romanticismo del siglo XIX, Rembrandt es calificado de agitador en el sentido de democratizador de las artes y de la sociedad. Pero, para inicios del siglo XX con la emergencia de las vanguardias su fama se evapora por la creciente imposibilidad de distinguir el cuerpo de su obra de la de sus numerosos discípulos.

Es en este contexto que se crea un rango de características contradictorias para definir al artista y su obra: sabio, patán, populista y esnob.

A la luz de su producción, en una carrera de casi cincuenta años, consistente de aproximadamente 350 pinturas, más de 300 grabados y casi 100 dibujos, es posible encontrar eco de esas definiciones al analizar la obra de Rembrandt, pero más como resultado de la aceptación del artista como un ser multiforme, difícil de encasillar.  


"Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp", 1632. Oleo/lienzo. Foto: Cortesía Rijksmuseum

"TODOS LOS REMBRANDT"

Este año se cumplen 350 años de la muerte de Rembrandt, acaecida en 1669, por lo que museos alrededor del mundo, desde Ámsterdam hasta el Golfo Arábigo, han desplegado exhibiciones para conmemorar su legado artístico y una vida que estuvo lejos de considerarse una obra de arte.

Es evidente el renovado interés por este prolífico e innovador pintor, grabador, dibujante, mujeriego, luchador, deudor y genio nativo de los Países Bajos, por lo que la pregunta que con justicia se hace es ¿Quién es Rembrandt hoy?

Esto es justamente lo que trata de responder el Museo Rijks de Amsterdam, con la principal muestra actual titulada “Todos los Rembrandts” que estará abierta hasta el 10 de junio.

Toda la colección del museo integrada por 22 pinturas, 60 dibujos y 300 grabados están en exhibición.  La muestra ha sido acompañada por el lanzamiento de la nueva biografía de Jonathan Bicker titulada “Rembrandt: Vida de un rebelde”.

La obra redefine a Rembrandt más como un rebelde, es decir alguien que se reinventó en distintos periodos de su vida, que siempre cambió su manera de hacer las cosas. No obstante, tuvo luchas internas y contra los estándares de su tiempo.

Sin embargo, “Todos los Rembrandt” no es una exhibición biográfica, pero intencionalmente traza el progreso del artista desde su temprana carrera en Leiden, su tierra natal, hasta sus últimas pinturas, realizadas días antes de morir. 

"Autorretrato", 1628. Óleo/tela. Foto cortesía: Rijksmuseum

PINTOR EXPRESIONISTA

La exhibición en el Museo Rijks explora distintos aspectos de la vida y obra de Rembrandt a través de distintos temas.  La muestra comienza con una sala entera destinada a treinta de sus autorretratos que registran la transición de sus ojos y rostro desde que tenía el pelo crespo a los 22 años hasta que los grises empiezan a poblar su cabellera a los 55 años.  

El examen detallado del artista a través del espejo de sí mismo en cada autorretrato evidencia su crecimiento y talento, pero también una progresiva infatuación.

La segunda sección de la muestra se centra en el entorno cultural, geográfico y humano que le rodeó a lo largo de su vida.  En su juventud afinó sus habilidades pintando retratos de su madre, sus parientes y conocidos.  Una obra que destaca en el conjunto es el retrato de su esposa Saskia en tiza roja. Ella reposa enferma sobre una cama.

Rembrandt estuvo fascinado toda su vida por el mundo que le rodeaba. Tempranamente en su carrera registró en sus bosquejos y grabados a los mendigos, los músicos callejeros tocando sus gaitas, a mujeres medio desnudas, a los vagabundos y a los actores. 

Basta observar sus grabados en metal, particular los realizados con punta seca, para identificar esos pequeños retratos de la gente ordinaria que luego trasladará al gran formato de sus pinturas al óleo conviviendo a los mercaderes y burgueses de los cuales obtenía su sustento.

La última sección de la muestra se enfoca en el don de Rembrandt para contar historias.  Estamos lejos del período gótico medieval en que toda representación en las edificaciones y vitrales era tanto alegórica como didáctica, para contar historias bíblicas a una masa creyente pero analfabeta.  

En el entorno calvinista de la pujante economía de los nacientes Países Bajos, Rembrandt, en cambio, se vale del medio pictórico para comunicar con gestos y emociones que nos son familiares - tangibles e íntimos- las historias.

Historias inspiradas en el Viejo Testamento como la de Isaac y Rebeca que emergen en su conocida pintura “La novia judía” (1665-1669).  Esta pintura considerada, por algunos críticos, como la mayor historia de amor en la historia fue realizada por Rembrandt hacia el final de su vida. La pintura muestra un momento de ternura entre Isaac y Rebeca, como lo relata del libro de Génesis.  

Cuando Isaac se traslada a la foránea tierra de los Filisteos, teme que su rey Abimelec o sus hombres, lo asesinen para tener oportunidad de dormir con sus bella y joven esposa.  Así que miente y pretende que Rebeca es su hermana. Tras un buen tiempo sin que nadie detecte su mentira, el rey lo sorprende en una caricia, actuando muy diferente a como debería hacerlo un hermano hacia una hermana.  

Rembrandt opta por describir este tenso momento de descubrimiento, cuando la pareja parece estar condenada. Isaac viste en reluciente oro, la gruesa pintura de su manga perfectamente rasgada con el golpe final del pincel, mirando amorosamente a su esposa adornada con perlas mientras su mano cariñosamente toca su pecho. Ella corresponde rozando los suyos sobre su vestido rojo hasta alcanzar los dedos de su esposo que la acaricia. 

Los dos están ajenos a la mirada intrusa del rey y el inminente peligro.  Pero el rey Abimelec no aparece en la pintura, ya que nosotros hemos sido elegidos por el pintor como espectadores para juzgar y ser testyigos de su profundo amor. 

Es una obra rica en pinceladas expresionistas con gran sentido del color.  Es imposible ignorar la resonancia de la historia bíblica relatada por Rembrandt con la suya propia y su esposa Saskia.


"La novia judía", 1669. Óleo/tela. Foto: cortesía Rijksmuseum

La misma técnica y capacidad para contar una historia de manera delicada y refinada se evidencia en su autorretrato como el Apóstol Pablo (1661) donde usa nuevamente una técnica experimental que produce un engrosamiento de la pincelada que le permite aplicar con ingenio color y efectos de luz para enfatizar la narrativa y extraer su esencia.

Rembrandt usa la composición convencional para subvertirla mediante una inteligencia emocional inusual para su tiempo.  Él fue un expresionista 250 años antes de que el término fuera acuñado como movimiento artístico.  Sin importar el medio – pintura, grabado o dibujo – o el formato – grande o tan pequeño como grabado impreso en una hoja de papel, Rembrandt nunca dejó de ver el dolor a su alrededor. 

Esto se revela particularmente en sus dibujos y grabados que muestran la incómoda realidad que sus ricos clientes ignoraban.  El retrató a la gente más humilde de su ciudad, por lo que no es fácil moverse en la exhibición de sus chocantes retratos proletarios a su gran pintura “Los síndicos de los pañeros” realizada en 1662.  

Se trata de un retrato en gran formato sobre las autoridades adineradas que eran pilares de la sociedad neerlandesa.  Cada personaje nos mira de vuelta con austeridad y probidad.  No deja de resultar paradójico que el artista pintara esta obra cuando ya era un paria en bancarrota que sobrevivía en un barrio bajo de Ámsterdam.


"Los síndicos de los pañeros", 1662. Óleo/tela. Foto: Juan C. Flores

GENIO REBELDE Y MARGINAL

El octavo de nueve hijos, Rembrandt nació en 1606 en los albores de la llamada “Edad Dorada Neerlandesa” que inició con la independencia de los Países Bajos del yugo español. En poco tiempo esta nación protestante, mayormente calvinista, se encaminó a la opulencia como centro marítimo y comercial.   De hecho, la primera bolsa de valores conocida fue fundada en Ámsterdam estableciendo a la nueva nación como una economía mercantilista a nivel mundial.

En palabras del filósofo francés René Descartes, que se reubicó en Ámsterdam, “Esta es una gran ciudad, donde todos, excepto yo, están en negocios”.

El contexto era propicio para que la riqueza fuera acompañada del arte.
Y en este, Rembrandt vivió, aprendió y forjó su reputación.  Se sabe que estudió por poco tiempo en la Universidad de Leiden en 1620 y que a sus veinte años estuvo de aprendiz en varios estudios establecidos que se dedicaban a la pintura paisajista e histórica. Esta experiencia le permitió moverse en 1624 a Ámsterdam y ganarse el favor de Constantijn Huygens, secretario privado del príncipe Frederick Hendrik, el mejor patrocinador que pudo encontrar. 

Huygens declaró que Rembrandt era capaz de realizar obras maestras comparables a las de “toda Italia, definitivamente, con todas las asombrosas bellezas que han sobrevivido desde los más antiguos días”.

Hasta el siglo XVII la mayoría de los artistas europeos, seguían la tradición renacentista italiana, es decir que creían que la labor del artista no era solo imitar la naturaleza, sino también, extraer de ella los aspectos más bellos de cualquier tema y mejorarlo.

A pesar de su temprano reconocimiento, Rembrandt se apartó de esa tradición y fue acusado de romper las reglas del arte al rehusarse a idealizar.  Como afirma su biógrafo Jonathan Bikker “en lugar de pintar o hacer grabados de una bella joven mujer, el usaba una mujer ordinaria, o mostraba una mujer anciana con muchas arrugas o abundante celulitis”.

Andries Pels (1631-1681), poeta y dramaturgo del siglo XVII menosprecia a Rembrandt por considerarlo un hereje en arte “al elegir no una venus griega como su modelo, sino una lavandera o una pisoteadora de turba de un granero”.

Pels escribió en 1681: Senos caídos, manos descuidadas, incluso dejaba las marcas de los lazos del corsé sobre el estómago y las medias sobre las piernas.  El deber del artista tiene que cumplirse o la naturaleza no estará satisfecha”.

Las críticas no afectaron su reconocimiento lo que produjo un flujo enorme de encargos para el joven pintor, colocándose en poco tiempo a la altura de maestros como Leonardo, Tiziano, Miguel Ángel y Rafael.

Es entonces cuando agrega una “d” a su nombre transformándolo de Rembrant en Rembrandt, en un intento por jugar con las palabras neerlandesas utilizadas para “obstruir” (rem) y “luz” (Brandt), pretendiendo asociar su nombre con su estilo claroscuro. 

Su éxito no limita su apetito por la realidad. Sus empatéticas escenas urbanas de vendedores de comida, niños que corretean, pordioseros, viajeros extranjeros y judíos – no comisionadas – entrenan su ojo continuamente sin restricciones.

Con el tiempo desarrolló un particular sentido del humor que se nota más en sus dibujos y grabados como “La mujer de los panqueques” (1635) donde con unos cuantos trazos de tinta y tiza describe a un niño buscando desesperadamente en su bolsillo el pago para una impaciente anciana vendedora de panqueques que lo mira sospechosamente. La misma escena es retomada por el autor en un grabado donde la escena final muestra su profunda humanidad.


"La mujer de los panqueques", 1635. Tinta y lapiz. Foto: Cortesía Rijsmuseum

Para 1639 empezó a vivir como un burgués, pero su fortuna tuvo un giro dramático cuando muere su primera esposa Saskia van Uylenburgh en 1642.

Saskia era una acaudalada mujer que era prima de su marchante de arte.  Tuvieron cuatro hijos de los que solo sobrevivió uno, Tito. Tras su nacimiento, Saskia enfermó y murió meses después de que Rembrandt diera a conocer su mayor y mas conocida obra, “La guardia Nocturna”.

Es una obra imponente.  Delante de ella, uno se siente extraño porque no evoca el mismo silencio al que se siente obligado delante de otras obras y artistas.  De hecho, los visitantes conversan, otros se acuclillan, caminan y hasta bromean mientras la observan.  Se trata de una obra que entraña comedia. 

La milicia ciudadana del segundo distrito de Ámsterdam se reunió para su retrato grupal oficial en 1642, apretujándose en la composición, poniendo sus manos frente a las caras de otros, e incluso disparando un mosquete por accidente.  Otros personajes en la pintura miran en todas direcciones, mientras agitan las banderas con torpeza y sostienen sus picas en posiciones opuestas.

El desorden en esta obra es glorioso y en todo sentido es una pintura antihistórica como mucha de la obra de Rembrandt exhibida en el Museo Rijks. El desorden se debe en parte a los rostros que parecen estúpidos y yde extracción proletaria que dominan la estructura del cuadro. 

Tras las brillantes e iluminadas figuras del Capitán Cocq y el teniente Ruytenburch, sus hombres están distribuidos en una especie de gran pirámide que los artistas formales de la escuela clásica preferían. Pero, la manera en que Rembrandt la usa es subversiva.  En cualquier punto del cuadro que usted observe la armonía está convirtiéndose en caos.

Desde un punto meramente técnico es uno de los primeros ejemplos artísticos del uso del cuchillo de paleta para moldear la pintura sobre la superficie de la tela. 


"La guardia nocturna", 1642. Óleo/tela. Foto: Juan Carlos Flores

DOLOR Y PÉRDIDA

Tanto por el dolor de la pérdida como por otras presiones, la productividad de Rembrandt decae sustancialmente tras la muerte de su esposa y, aunque, aún tiene comisiones empieza a cubrir sus deudas adquiriendo deudas usando como colateral los encargos. El ciclo ruinoso se repite hasta que se declara en quiebra en 1655.  Es importante anotar, que a pesar del amor que se profesaban el uno por el otro, Saskia dejó una provisión para que cuando muriera su fortuna no la heredera su cónyuge si este seguía siendo mujeriego.

Rembrandt no abandona sus costumbres a pesar del dolor de la pérdida, a la que se sumará más tarde la de su único hijo, Tito.  

Por ello, la muestra cuenta con una sala titulada “Intimidad” donde se evidencia el amor del artista por lo tosco, lo no terminado, y algunos de su hábitos. A modo de antecedente esta preferencia se evidencia en su pasión por los paisajes excéntricos y bucólicos a los que dedicó mucho tiempo mientras deambulaba reflexivamente en campiña alrededor de Ámsterdam.  Algunos de estos óleos en exhibición comparten la misma fuerza de sus dibujos de desnudos de gente real. 

Uno de ellos es “Mujer desnuda sentada junto al fuego” (1658). La modelo en el dibujo se percibe un tanto incómoda al ser dibujada y distante a pesar del fuego. El artista no oculta nada de esto.  


"Mujer desnuda sentada frente al fuego", 1658. Grabado. Foto: Cortesía Rijksmuseum

Contrariamente a lo que algunos piensan, el dinero y la posición no eran la ambición de Rembrandt.  Siempre tomó riesgos sin importar a quien ofendiera o si afectaba su economía. 

No se ajustó a las leyes imperantes en la estética del período que le tocó vivir.  No estaba interesado en impresionar, sino en hacer sentir.  Por eso incorporaba personajes ordinarios de la vida real acortando la distancia entre el espectador y su obra.  Esta es una de las razones por las cuales su obra ha soportado el peso de los siglos. 

Si uno observa las escenas bíblicas en los distintos medios que utilizó se le ve describiendo lo mismo: Jesucristo y sus discípulos son gente normal del vecindario. Por ello, el espectador siente que el artista le habla personalmente.

La humanidad es inherente a la expresión de Rembrandt como revela su grabado “Cristo sanando a los enfermos” (1648) también conocida como la serie “Impresión de los 100 florines” donde explora con gran habilidad los dramáticos efectos de la luz y la sombra.  En esta obra, Jesús irradia desde el centro de la composición conforme abre sus brazos a la apretujada masa de gente que lo rodea.  A sus pies se ve una mujer frágil que levanta su mano para suplicar un milagro a Jesús.

Rembrandt hizo varios estudios del mismo tema y en cada uno de ellos la mujer se ve progresivamente más débil. Su postura y delicada mano se inclinan más y más con cada repetición hasta que el artista describe el gesto clamando atención por parte de la mujer dramáticamente debilitada en la impresión final. 

Es imposible sustraerse a la idea de cómo los cambios en el personaje en los sucesivos grabados evocan la debilitante enfermedad que trágicamente se llevó a su esposa Saskia. Esta obra fue realizada solo unos pocos años después de su muerte.


"Cristo sanando a los enfermos", 1650. Grabado. Foto: Cortesía Rijksmuseum

INFATUACIÓN y LEGADO

Rembrandt claramente asumió un llamado único como artista, subvertir lo sagrado en favor de lo personal y profano.  Esto no debe entenderse como irrespeto espiritual, sino rechazo a la narrativa miope de los artistas europeos de temática cristiana sobre la vida Jesús y otros personajes bíblicos. 

A pesar de la preeminencia en su pintura de los temas bíblicos, especialmente del antiguo testamento, su inclinación por tales historias no fue litúrgica, ni religiosa, sino enfocada en las pasiones del alma que contrastaban con las virtudes de las estiradas autoridades de cuello blanco y trajes de seda negra que comisionaban sus retratos. 

No obstante, ningún artista, aparte de Rembrandt, ha comprendido mejor que en la Biblia, “toda la fortaleza y brillo del mundo es aplicado sobre unas pocas figuras humanas”, como escribió uno de sus admiradores, el escritor Saul Bellow.

Rembrandt no sólo creó alimentado por la realidad dolorosa de la que fue testigo y que le impactó íntimamente, sino que convirtió en virtuosismo pictórico la subversión de la herencia renacentista con sus ricas superficies y dramática luminosidad. 

Pero, también, Rembrandt hizo de la individualidad el tema central de su arte: sus retratos son a menudo sentimentales, y dan la impresión de que las almas de sus modelos, no simplemente sus características, han sido capturadas en su obra.

Más aún, el modelo primario del artista fue él mismo, como confirma su decisión de colocarse al centro de su propia obra, creando, con sus autorretratos, un ícono de genio artístico mucho antes de que los románticos adoptaran esa noción.

Es cierto que esto creó un culto alrededor de este artista obsesivo y su obra subversiva al llamar tanto la atención sobre sí mismo y el fruto de sus descubrimientos. Pero, esta clase de infatuación que ha permeado su legado ha alcanzado también a quienes 350 años después se relacionan de forma personal e íntima con su obra en un grado que no encuentra paralelo en la historia del arte.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA

Comentarios

Ines Trejos dijo…
Juan Carlos: ¡Qué extraordinaria crítica sobre Rembrandt nos ofrece usted! No sé cuál será la reacción de los otros lectores, pero a mí se me estruja el corazón al pensar en aquel talento sujeto a las necesidades humanas. Magnífica la recreación de una época gloriosa para el arte mundial! Gracias por su labor de rescate. Saludos
Carlos Barboza dijo…
Sin duda el maestro Rembrandt, es uno de los más grandes artistas de la plástica. Como grabador es el que llevo la técnica del aguafuerte a un dominio insuperable. Tan grande es que otro genio mundial Goya, años después confesara: Solo tengo tres maestros, Velazquez, Rembrandt y la naturaleza. Veo en el análisis de la obra tu saber sobre los textos bíblicos que el maestro interpretó de una forma muy personal. La Ronda de noche, no fue aceptada y tuvo dificultades de cobro, los protagonistas no se reconocían, más tarde fue recortada y pierde algo la composición. Para defender la ciudad salían de una taberna. Todo un mundo de luz y movimiento se encuentra en esta obra maestra......., buen trabajo Juan Carlos, saludos.
Alfonso Chase Brenes dijo…
Un artista perenne en la memoria colectiva. Intenso, romántico y con un oficio inconfundible. Gracias por tu tributo con esta critica sobre su mayor retrospectiva.
Leticia Leon dijo…
Un artista perenne en la memoria colectiva. Intenso, romántico y con un oficio inconfundible. Gracias por tu tributo con esta critica sobre su mayor retrospectiva.
Lilileth Clemens dijo…
Una presentación acertada y seria sobre un maestro que rompió paradigmas. Gracias por la crítica.
Orietta Oreamuno Gomez dijo…
Una de las mejores críticas que he leído y visto. Gracias.

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