ADRIÁN ARGUEDAS: Territorio de Símbolos

Los Museos del Banco Central de Costa Rica exhiben El Aprendiz, muestra de Adrián Arguedas Ruano, curada por María José Monge, y abierta entre marzo y julio de 2019, en la sala de exposiciones temporales.

Al principio, el mundo era solo piedra, y la tierra era una niña. Comenta Adrián Arguedas que él observa lo pétreo como una fuerza telúrica y potencial que iguala la niñez. Estas palabras me relacionan a esta leyenda y mitología de los pueblos originarios Bribrí, quienes habitan Baja Talamanca, y en particular al relato de Iriria,“la niña tierra. Hija de Namáitami, la danta, quien a su vez es hermana de Sibö. El padre de la niña es Sulä, el artesano, una de las deidades encargadas de hacer a los humanos”. (https://mitosyleyendascr.com/costarica/creacion-de-los-sikuas/

Ingresar a esta sala del MBCCR es como entrar a un jardín de símbolos, metáfora donde resuena una voz al interno del encadenamiento, forjado con lo que él sabe hacer: pintar, grabar, esculpir, tallar, dibujar, transmitir el contenido a las piezas, las cuales son estrados del pensamiento crítico-creativo.

 Me propongo revisarlos, leerlos, interpretarlos, preguntarle a él implicando a la teoría del arte y sus tensiones con el entorno, con la sociedad, el mercado y la cultura actual. Importa reconocer el contexto de las obras expuestas, sus potencialidades técnicas, y referencialidades, en particular, a nuestra profunda cultura originaria prehispánica. 

Aprendiz, es el niño o la niña, un sujeto quien se forma siempre, cada día, en todo momento, y lo hace durante la totalidad de su existencia. Esa criatura es él, el artista, con esa fogosa necesidad de saber, de comprobar, de cuestionar, de observar qué sucede con un determinado objeto de estudio en el laboratorio que constituye su taller. 

Este artista herediano se ha distinguido por ser un investigador de los fenómenos sociales trascendentes en el arte, que van desde nuestros perfiles de idiosincrasia y tradiciones, hasta cuestionar la influencia que determina el mercado en nosotros.

Ya en períodos anteriores lo hemos sentido sintonizado con las problemáticas de transculturización que cambian muchas matrices del comportamiento humano. Nos han cambiado las comidas, las danzas, las vestimentas, los lenguajes, y transmutan empujadas por sofisticadas tácticas de marketing, obligándonos a consumir siempre, para alcanzar una estatura social ilusoria, un espejismo que nos aterra, si no nos vemos dentro.


Vista general de la muestra "El Aprendiz" de Adrian Arguedas. Foto: Juan Carlos Flores Zuñiga

ENCUADRE SIMBÓLICO: Las tres piedras angulares de la muestra

Arguedas elabora focalizaciones asociadas a tres momentos históricos vistos bajo el cristal de lo contemporáneo: El primero es el arte y la cultura prehispánica, con el simbolismo de la piedra como material representacional, en tanto las posibilidades simbólicas brindadas por esta materia origen del planeta, como también lo es el barro y la madera, abundan a lo largo y ancho de la Tierra. 

En un segundo estado ubica lo energético o animista en el contenido de sus piezas, el discurso matizado por un lenguaje a veces precario -en tanto nos refiere al acontecer actual cargado de tensiones e impactados por la crisis-, se muestra brusco, pero ataviado de actualidad.

Relaciona este carácter al momento histórico -por ejemplo, el uso de la madera, tan asociada a la colonia, a la producción de muebles, objetos y arquitectura, que en la exposición se entremezclan con la piedra y la pintura.

Por otro, el tercer estrado, aparece el uso de los materiales sintéticos, con tratamientos planos de color o de gruesas texturas relacionados a lo contemporáneo y a los caracteres de la gráfica actual, que transmutan en el sendero de la vida emitiendo una voz, una oración o un canto en sus lenguas originarias, son signos apreciados en piezas como “Caminantes”, instalación, 2013 – 2019; o en “Mano”, cromoxilografía, S.f. (ca. 2014); y en “Casa Cósmica”, pintura.


"Casa Cósmica", 2017. Óleo/tela. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga

ANOTACIONES Y ANCLAJES

Respecto a la pintura “La piedra”, óleo sobre tela, 180 x 140 cms, S/F, (ca. 201&), potencia la materia bruta, dura, natural al planeta, y es magnificada en la representación; la niña está dispuesta sobre ella, representa el mundo y su vida. Pero esa criatura posiciona otra lectura, la distancia, difícil de alcanzar, pero también terrible de bajar, cuando debido a una distorsión óptica, desde esas alturas se percibe el mundo habitual muy abajo. La piedra asimila a dicho mundo, a la vida, con sus contingencias y vicisitudes.

Mircea Eliade, respecto a este material, acota: “en su primitivismo atávico, en su virginidad y rudimento, aún sin intervenirla ni transformarla, guarda una substancia original e integral que crece en su contacto y se reafirma en cada golpe. Su médula viva es poseedora de la entereza del ritmo, de la generosidad de los espacios de luz, del envoltorio del tiempo, del ruido y del silencio mas atronador”. (Mircea Eliade. Tratado de Historia de las Religiones).

En “La Cueva”, óleo sobre tela, 145,5 x 166,5, 2017, nos ubica dentro de la roca, argumenta el tránsito de un estado a otro, como la vida y la muerte. Para mí, comenta Adrián, es la idea entre el mundo y el inframundo, representa transición, y el niño orienta ese espacio. 

Se asocia a la caverna con el útero del mundo, en el cual guarecernos de la intemperie de la vida, como si fuese el vientre materno donde nacimos y todo nos era dado.

"La piedra", 2017. Óleo/tela. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga

En la pintura de Arguedas, el niño, da la espalda a una enorme calavera que apenas se distingue, relaciona también a nuestros temores y a la comprensión que cada uno tiene de la última instancia: cuando nuestro cuerpo fenece y el alma forcejea para subir o bajar el Axis Mundi: la Ceiba pentandra, según lo considera la cosmogonía ancestral.

En el primer estrado -o cátedra-, de la exposición, como se dijo, Adrián nos sume en la visiones del arte ancestral, pinta, graba y esculpe distintas cabezas-trofeo, representación copiosa en la muestra, el artista alude a una investigación que se hizo en el Jícaro, Bahía Culebra, Guanacaste, soporte para la muestra “Vida y Muerte en el Valle del Jícaro”, (https://www.experimenta.es/blog/luis-fernando-quiros/vida-y-muerte-en-el-valle-del-jicar/) expuesta en el Museo del Jade en 2017, y actualmente se exhibe en el Museo de Guanacaste, con sede en la ciudad de Liberia.

Arguedas cree y aprecia que los caciques portaban esas cabezas trofeo como símbolos de poder, pero también refiere a los rituales relacionados con la siembra, al ciclo de la vida, que implica no solo el nacer sino morir. Uno de sus grabados es él, se autorretrata con varios pares de ojos como determinando el discurso que todo lo ve, siente y escucha.


"Cabeza-trofeo (Autorretrato)", 2014. Xilografía. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga

Consultada, vía “messenger”, a la distinguida arqueóloga Ifigenia Quintanilla, ella destaca: “L
as cabezas trofeo siempre han estado vinculadas a la violencia, a la guerra, al poder y al sometimiento del enemigo”.Agrega que “en muchas sociedades a lo largo de la historia de la humanidad, se ha dado esta práctica. Lo que difiere de una a otra es la ritualización y la representación de la misma.En la América precolombina se representó en piedra, textiles, cerámica y otros medios”. (Entrevista por messenger)

El viaje, la barca, el atracadero, las aguas marinas motivan visiones como las de un filme ya borroso, con un atardecer o amanecer esperando la llegada del navío, o viéndolo desaparecer tras la línea hirsuta del océano de nuestro pensamiento. Somos viajeros, caminantes, migrantes, esa es la eterna misión de lo humano de buscar un sol que nos caliente mejor; el artista no hace la excepción.

Al respecto, la curadora María José Monge, escribe en uno de los textos de pared: “Las referencias a lo celestial y a lo terrenal; la cueva, la piedra, y el inframundo, afirman la idea del viaje como una travesía interior en la que el desapego y la ruptura son indispensables para la transformación y el renacimiento”. (Texto de Pared)

En el grabado con el tema de la barca, y que liga a la instalación S.t.de la entrada, incluye aquella figura tenebrosa y precaria de una mujer, a la cual Arguedas le incrustó tallas de granito con figuras de serpientes. Para nuestras culturas originarias, la serpiente era percibida como sagrada. Su figura está en el círculo, en la espiral, en el árbol o Axis Mundi.

Trasciende que la forma de pensamiento de esos pueblos originarios era no lineal, navegaba en el trazo de la espira, figura tan abundante en los petroglifos y relieves en piedra. Animales sagrados como la serpiente o el murciélago, generaron lejanos relatos que, al entremezclarse con la tradición europea, fluyeron otros mitos con la idea de espanto, miedo, terror, tanto así que asociamos a la fémina de la barca con el fetiche de la bruja, y que representa la bestia, la incertidumbre, la contaminación, la violencia, el mercado.


 "Cabezas y mazos", 2017. Tallas en piedra. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga

CONFRONTACIONES ACTUALES

En muy diversos momentos y abordajes en su pintura y grabados, este docente e investigador universitario toca los asuntos de la transculturización y hegemonías, provocados por la invasión de las grandes cadenas comerciales, como la de la comida rápida y las transnacionales de aparatos electrónicos.

La serie en blanco, los juegos, la aparición del ícono de Ronald McDonald y el coronel Sanders, están presentes en su imaginario, y se proyectan con otros matices a esta nueva muestra.

Pero analicemos algunos enunciados que he venido señalando en otros comentarios, acerca de las prácticas de los museos, y queme refieren al pensamiento de la escritora española contemporánea Remedios Zafra, cuando ella afirma: Tengo la sensación de que el capitalismo cultural anima a vivir la cultura como entretenimiento y consumo”. Es una afirmación tácita y contundente, que abre el debate y la reflexión hacia distintos frentes de la vida cultural actual. Lo declara en una entrevista titulada “La precariedad en los trabajos creativos funciona como forma de domesticación” ( https://www.elsaltodiario.com/laboral/entrevista-remedios-zafra-libro-entusiasmo-precariedad-culturadigital).

Hace algunos años, para el proyecto editorial “Bosque de Símbolos”, que aún estoy cultivando, me referí a la ciudad como instigadora a la discordia, tal y cual lo postula la sociología de los años setenta del siglo pasado con el Fetiche Urbano de Mitscherlich.

Entrevisté a Adrián en ese momento, respondió: “Quizás hasta disentir ante esa influencia tan de la hegemonía y el poder de siempre, ahora disfrazado de figuras simpáticas y bonachonas, pero que igual clavan el aguijón del colonizador. A mi siempre me han encantado los turnos (festejos populares) de los pueblos, las mascaradas, la gastronomía tradicional costarricense. Cuestionó la frecuencia con que esas transnacionales entran al país, y debido a las estrategias comerciales abandonamos una comida equilibrada cambiándola por basura”.


"La mano", 2017. Ensamble. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga

CONFLICTO

La revisión, como dije, y con esto cierro, que implica el pensamiento de Zafra, sobre el fenómeno sociológico de domesticación cultural, la “macdonalización” de los museos, podría asomar en aquellas figurillas que engatusan a los niños con “la cajita feliz”, que luego nadie sabe qué hacer con estas, y los chicos quieren llevarlas a paseos familiares, a casa de abuelos, y hasta la escuela.

Arguedas sacó para este proyecto expositivo en MBCCR, todo su arsenal simbólico, y lo planta en ese terreno. De ahí tomamos lo que nos gusta o no. Hay mucho de esta muestra que me ancla y motiva a comentar, cuando sus tratamientos simbolizan las asperezas de la vida.

Pero me cansan aquellos brillos del óleo, el colorido de algunos rostros y entornos, me retrotraen a reflexionar ¿qué es su pintura?, o ¿cuál es el signo de esa contradicción?

Expone tratamientos como el de “La Olla” óleo sobre tela, 140 x 120 cms, 2017, una pieza que nos sacude, sobre todo en esa cromática terrosa tan cercana a la arcilla, a la misma cromática que está en “La Piedra”, y “La Cueva”. Una clave del color más terrosa, natural, y significativa a lo abordado en su encuadre temático.

Me ocurre algo similar al apreciar las tallas, cuando intenta dar un acabado típico de las esculturas con brillos y aristas ilusorias, no me ancla. Pero, al contrario, cuando deja esas asperezas que asemejan la vida, la incertidumbre, y que aprendemos a sobrellevar, o asimilar, a estar dispuestos a sacar provecho en ese terreno, en tanto todos nos comportamos como eternos aprendices.

Luis Fernando Quirós Valverde, Investigador y crítico (CCACR)

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