EDGAR DEGAS: Memoria de una Obsesión
Exhibición itinerante “Degas at the Opéra” (1834-1917). 96 obras entre pinturas al óleo, pasteles, dibujos, grabados, y esculturas desarrolladas entre 1860 y 1907. National Gallery of Art, Washington D.C. Del 1 de marzo al 12 de octubre, de 2020, de lunes a domingo.
La distancia que separa a un fanático de un obsesivo es relativa pero importante. Mientras el fanático es una persona que se interesa en algo de manera extrema al punto de que mucha gente lo considera irracional, la obsesión es el control de nuestros pensamientos y emociones por una idea o sentimiento poderoso de manera continua.
El filósofo
Jorge Santayana define el fanatismo como “redoblar los esfuerzos en algo
cuando ya hemos perdido los objetivos que nos habíamos marcado en su momento”.
El fanático se cierra a toda disonancia que afecte sus creencias,
mientras el obsesivo deja que sus ideas o emociones condicionen su
comportamiento. En otras palabras, se
enfoca en su objetivo compulsivamente.
La vida y obra del pintor, dibujante y
escultor francés, Edgar Degas (1834-1917), osciló entre el fanatismo y la
obsesión casi compulsiva en su vida personal y artística. Considerado como el más parisino de los
impresionistas, fue tanto el principal promotor como detractor del
impresionismo.
No obstante, Degas quien lideró el
grupo y organizó las ocho muestras impresionistas entre 1874 y 1886 tenía
continuos enfrentamientos con los paisajistas del movimiento, incluyendo Claude
Monet, porque detestaba el escándalo que originaban las muestras, la búsqueda
de notoriedad por partes de sus colegas, la práctica de la pintura al aire
libre, las posturas políticas y sociales liberales y hasta el mismo término que
los identificaba.
Degas nunca adoptó la técnica de la
mancha y el color y siempre pintó en un estudio, pero sus escenas parisinas, su
composición dinámica y experimentación permanente con la forma, el color, el
formato y los materiales lo posicionaron como un revolucionario y precursor del
modernismo.
Solterón, casi misántropo, sostenía que el arte
debe ser una actividad separada de la vida personal. Su vida que eligió vivir
sin mucho drama, fue crecientemente reclusiva, alterada por su cruel humor en
sus limitadas interacciones sociales, de acuerdo con sus amigos y colegas,
donde la tónica existencial era solo interrumpida por sus obsesiones artísticas
más conocidas.
La más notoria de todas, fue su obsesión con las artes escénicas de la Ópera de París, particularmente el ballet. Por décadas, Degas observó a bailarines, cantantes y músicos principales bajo la iluminación a gas tanto en la Ópera Peletier que se incendió en 1873 como en la Ópera Garnier que fue inaugurada en 1875. Cerca de la mitad de sus obras describen escenas inspiradas en la Ópera de París que llegó a conocer tan bien como su colega Monet conocía los jardines que creó en Giverny.
Con el propósito de contextualizar esta rica porción de su legado, la National Gallery of Art en Washington D.C, el Musée d´Orsay, y el Musée L´Orangerie, estas últimas basadas en París, es anfitrión de la exhibición itinerante “Degas en la Ópera” para honrar los 350 años de fundación de la Ópera de París.
La exhibición conjunta ha sido desplegada temáticamente en ocho galerías, comenzando con las obras del período más conocidas y seguidas secuencialmente por los componentes de su proceso creativo.
Se trata de una muestra retrospectiva profunda que permite una nueva lectura de las imágenes atribuidas a Degas sobre las artes escénicas, despojada del sentimentalismo con que tradicionalmente se ha dado el acercamiento a su obra y quehacer, para revelar el obsesivo enfoque de un artista innovador para quien el proceso mental de la obra de arte fue siempre más importante que el resultado o el favor del público especializado o no.
INMERSIÓN EN EL DESENCANTO
Desde su primera pintura vinculada a la
temática del ballet, el óleo sobre tela “Retrato de Eugénie Fiocre a
propos del Ballet “La Source,” realizado entre 1867–1868, el
acercamiento de Edgar Degas al ballet en la ópera fue poco convencional. No
obstante, estaba más interesado en transmitir la experiencia del proceso mental
creativo que en reflejar una realidad particular de manera verista.
La ópera parisina tendió desde sus
inicios a mantener un limitado repertorio por lo que las mismas obras se
representaban muchísimas veces. Cuando se convirtió en suscriptor en 1885,
Degas dejó registros que evidencian que visitó el Palacio Garnier, inaugurado
tan solo una década antes, al menos 55 veces, y fue espectador 37 veces de una
ópera en particular, “Sigurd” de Ernest Reyer.
Una de las cantantes que más admiraba
era la soprano Rose Caron quien en 1885 hizo su debut en la Ópera de París en
el papel de Brunilda, reina de Islandia, justamente en la obra citada. No
obstante, se convirtió en un gran admirador de la cantante a quien llamaba “Divina
Madame Caron”. Incluso le dedicó un soneto, en homenaje a su interpretación
en la obra citada.
Su fanática admiración por la cantante
y algunas mujeres pintoras como su amiga Mary Cassatt no resolvieron nunca su
misoginia y su dificultad para representar en sus obras hombres y mujeres en intimidad.
De hecho, en una ocasión confesó que “Probablemente he considerado, a
menudo, a la mujer como un animal”.
En un tono más ácido, el pintor Vincent
Van Gogh escribió sobre Degas que, “observa animales humanos más fuertes que
él mismo teniendo erecciones y sexo, y los pinta bien, precisamente porque no
hace ostentación sobre tener una erección”. Para el pintor de los
girasoles, Degas compensa su rechazo a las relaciones con las mujeres traduciendo
a una forma más pura la arena del deseo y la depredación que encontró en la
Ópera de París.
Una forma de sublimación fue mediante
la teatralidad de la escena en la composición pictórica como ocurre en su óleo “Interior”,
llamada también la violación, pintada entre 1868 y 1869. La obra ha sido vinculada narrativamente al
personaje de la joven huérfana que es obligada a casarse con un hombre enfermo
al que termina asesinando con su amante en la novela trágica “Therese Raquin”
de Emile Zola.
En una tónica de desconexión emocional había
pintado su primer óleo “La Familia Bellelli” entre 1858 y 1867 en que la
aparece su tía Laura con su esposo, el barón Gennaro Bellelli y sus hijas en
Italia, exhibiendo la tensión y rigidez que percibía en las relaciones entre
sexos opuestos, particularmente la infelicidad matrimonial de su pariente.
Dos tipos de espectadores acudían a la Ópera; los que eran fanáticos de las bailarines y cantantes y, los que deseaban
ser vistos, porque asistir era sobre todo un acto social, como revela el óleo
de Degas realizado entre 1871 y 72, sobre el ballet “Robert le diable”.
La conexión de Degas con el espectáculo
operático se explica entre otros factores por su temprana educación y afición
musical estimulada por su padre, con quien compartía la preferencia por
compositores del siglo XVIII como Gluck, Bach, y Mozart.
No era aficionado a la música de sus
contemporáneos y el lugar de preferencia para escuchar música era en las veladas
que tenían lugar en los hogares. Su
padre que tenía una posición financiera acomodada organizaba eventos musicales
vespertinos los lunes. La asistencia de
Degas no se limitaba solo a estas actividades sino también a las
organizadas por la madre del pintor Eugene Manet de quien era muy cercano.
Esta experiencia vital fue transmitida
por el artista en la única pintura que retrata a su padre, Augusto, junto al
guitarrista Lorenzo Pagans realizada al óleo entre 1871 y 1872. La memoria de
su padre disfrutando profundamente de la música marcó a Degas, quien conservó este óleo por muchos años en su dormitorio.
Esta afición lo siguió a Nueva Orleans
de donde era originaria su madre, quien era creole. Inspirado en su estancia de
varios meses visitando familiares pintó “El ensayo de la canción”, en
1872. Fue el único pintor impresionista que viajó al continente americano. Se
cree que la cantante de la derecha en vestido amarillo es la hermana de Degas,
Margarita, de la que algunos reportes históricos indican que tenía una bella
voz.
El siguiente retrato en la muestra fue
encargado a Degas por el fagotista principal de la orquesta de la ópera de
París, Désiré Dihau, quien fue pintado también por Toulouse Lautrec, a la sazón
su primo. Para lograr esta composición tuvo que cambiar la perspectiva y
destacar a su amigo en una postura caprichosa para mostrarlo trabajando en su instrumento. Todos
los demás músicos que le acompañan en el lienzo eran también conocidos y se ha
documentado cada uno por su nombre y función en la orquesta.
A pesar de su carácter reclusivo, sus
posiciones políticas y sociales conservadoras y su a veces agrio sentido del
humor, Degas mantenía un círculo íntimo de amistades que incluía artistas, músicos,
compositores, bailarinas, cantantes y actores, tanto aficionados como
profesionales.
Esta conexión permeó los sujetos de
muchos de sus retratos como ocurre con el de Madame Blanche Camus,
quien era una pianista aficionada que interpretaba las fugas de Bach que tanto
gustaban a los Degas en veladas musicales familiares.
En la misma vena, la exhibición incluye
el retrato de la bailarina Mademoiselle Therese Malot cuya hermana Augustine
también era parte de la Ópera de París. Therese tuvo un amorío con el
hermano menor de Degas, René. Años mas tarde tras casarse con un banquero, René
disparó casi a quemarropa contra el esposo de Therese frente a la bolsa de
valores. A pesar de fallar paso en la cárcel los siguientes seis meses por
tentativa de homicidio.
La vida de Degas nunca estuvo exenta de
drama a pesar de haber nacido en un hogar acomodado y buscar intencionalmente una vida tranquila
que le permitiera separar su vida personal de su quehacer y obra artística. Tras
la muerte de su padre tuvo que hacer frente a las deudas de su hermano René.
Tras liquidar todos sus bienes se vio obligado a vivir, por primera vez, de su producción artística.
En el proceso, empezó a desarrollar un
creciente antisemitismo que culminó con beligerancia cortando toda relación
con judíos tras el affaire Dreyfuss. Algunos historiadores y críticos estiman
que esto empezó a ser patente en su obra “La Bolsa” un óleo de 1879
donde el primer hombre a la izquierda evoca una caricatura antisemita de la
época.
REALIDAD TRUCULENTA
En el París de la segunda mitad del
siglo XIX, coexistían distintas salas de ópera que se especializaban en
distintos géneros. El teatro italiano solo representaba óperas italianas, la
ópera de la comedia representaba operetas y obras ligeras, pero la Opera de París, que era muy conservadora en su repertorio, como indicamos antes, tenía
algo que la diferenciaba de las demás: su ballet.
En la Europa del siglo XIX no se podía
hablar de “Grand opera” si esta no incluía el ballet. Tanto era así que cuando
Richard Wagner fue a París en 1861 a presentar su ópera Tannhauser, le
dijeron que incluyera un ballet entre los actos. Aunque estaba muy confundido
por la solicitud incluyó un ballet pero al inicio de la ópera, lo cual resultó
en un desastre porque una parte importante de la audiencia estaba acostumbraba
a ver el ballet avanzada la ópera y solía llegar tarde al inicio del
espectáculo.
El ballet era esencial y Degas
claramente lo comprendió al sentirse desafiado por la representación de este en
su más obsesiva producción visual. Una
de sus primeras series gira en torno a los ensayos de las bailarinas a quienes
veía más como artistas que intérpretes. No solo se transformaban en atletas
mediante el afinamiento de sus habilidades y capacidades físicas bajo una ardua
disciplina. Las bailarinas estaban en control de su capacidad creativa.
No obstante, Degas veía un reflejo de
sí mismo en su práctica continua. Más que representarlas ejecutando su
disciplina o dando frutos artísticos en el escenario, su producción enfatiza, a
menudo, el proceso de transformación de las aprendices en profesionales, el
proceso, más que el resultado final en el escenario.
Es un hecho documentado el disgusto que
Degas sentía por la fastuosa nueva Ópera Garnier que se había construido tras
el incendio de la antigua Ópera Peletier que era más de su preferencia. Tanto
es así que a pesar de que produce sus obras sobre los ensayos de danza, principalmente
a partir de 1873, cuando ya existía la nueva ópera, las mismas están
ambientadas en los salones de la vieja casa de ópera siniestrada. Esto se evidencia en el uso de una
perspectiva que mira hacia el pasado y hacia el interior.
De hecho, si se observa atentamente, se
notará que los arcos en la arquitectura de la sala de ensayos de sus pinturas y
pasteles corresponden estructuralmente al diseño de la vieja ópera. Pero, está
no es la única licencia que se toma el artista ya que, tampoco, existía una escalera en espiral en las salas de ensayo, solo en el estudio del artista, ni columnas que aparecen y desaparecen de una obra a la siguiente, aunque se representan
en el mismo espacio.
Y aquí viene otro descubrimiento
interesante. Degas no tenía acceso a esos espacios en la ópera, dado que no fue
suscriptor hasta 1885. Aunque tenía amigos en su círculo que le pudieron haber
ayudado a infiltrarse y observar los ensayos, lo más probable es que contratara
bailarinas para que modelaran en su estudio, recreando los fondos con detalles
de su propio entorno y de la ópera incendiada.
Por ello, se puede señalar sin ambages
que las obras son truculentamente “realistas”. En realidad, son el resultado de la amalgama
de estudios sobre la realidad de las bailarinas, que posaban para Degas en su
estudio, y la recreación combinada con la memoria y la imaginación. Lo que el
artista hace es crear paisajes interiores imaginarios que nos embargan con su
ilusión de autenticidad y realismo. Esta es una de las características de su
obra que sobresalen.
“El artista no está interesado en la
precisión fáctica naturalista, sino en la experiencia casi visceral de la
verdad del artista”, como ha explicado la curadora de arte
del museo anfitrión, Kimberly Jones en una reciente conferencia alusiva
Si pudiéramos colocar pinturas como “La
clase de danza”, iniciada en 1875 y concluida al año siguiente, al lado de
fotografías u otras imágenes de un ensayo de danza, Degas probablemente sería
percibido como más auténtico debido a la suma de pequeños detalles que agregan
verosimilitud a la escena: la bailarina a la izquierda rascándose la espalda,
una pareja chismorreando al fondo, otras flexionando sus cuerpos, pero la mayor
ilusión de realidad está representada en el centro por el instructor Jules
Perrot, uno de los gigantes de la era del ballet romántico francés.
Gracias a maestros como él, el ballet
de la Ópera de París se transformó en el más reconocido internacionalmente. De hecho,
como bailarín y coreógrafo alcanzó renombre internacional en las décadas del
treinta y cuarenta del siglo XIX. Tras ser director del ballet de la opera de
San Petersburgo, intentó regresar como director de ballet a la Ópera de París,
pero sin éxito, por lo que tuvo que retirarse en 1850.
Cuando Degas pintó este óleo en 1873,
Perrot había estado fuera de circulación por casi un cuarto de siglo. La
intención del artista es obviamente vincular la representación con la época de
oro del ballet francés. Perrot posó para Degas varias veces y la muestra exhibe
dibujos, monotipias y pasteles producto de esa relación. Al incluirlo
asincrónicamente en la pintura articula su influencia y fortaleza.
En cada obra inspirada temáticamente
por el ballet, Degas procede contraintuitivamente innovando creativamente a
cada paso. Para él no es un tema, sino un desafío como artista que lo lleva a
experimentar con nuevos medios de expresión, nuevos formatos y composiciones, y
por supuesto materiales. La ópera se convierte en su punto de partida para una
intensa experimentación que inicia en 1870.
PENTIMENTOS
Una de las evidencias de su
experimentación es su primera monotipia “El maestro de danza”, realizada
en 1876, en la que aparece nuevamente Perrot. Como indica el nombre de la técnica se trata
de una única impresión que resulta de pintar con colores al óleo directamente
sobre una plancha. Se estampa sin ningún tipo de incisión y solo se obtiene una
estampa.
Pero Degas no se limitaba a realizar
una sola copia, sino que continuaba con una segunda impresión mas ligera sobre
la que aplicaba tizas pastel y la técnica del gouache.
El artista amante del proceso más que
del resultado deja intrigante evidencia a los espectadores atentos de su obra
sobre sus experimentaciones. Así, por ejemplo, en el óleo monocromo, “Ensayo
de ballet”, pintado en 1874, se pueden observar el rastro de piernas
fantasmas de una versión previa de la pintura, lo que se llama un pentimento. Y
a la derecha se pueden ver los rasgos de la imagen de un segundo espectador o
suscriptor de la ópera.
Hoy podemos apreciar estos detalles, o
pentimentos, dado que con los años los pigmentos del óleo en la obra se han
venido adelgazando al avejentarse volviéndose traslúcidos. Otra explicación con
la que especulan algunos historiadores y curadores es que Degas dejó esos
rastros deliberadamente para puntualizar su interés por el proceso de experimentación
más que el resultado final.
Otra obra en la que esto es evidente es
su pastel sobre papel, montado luego sobre lienzo, de 1878, titulado “La
bailarina con el bouquet”. La obra representa a una bailarina agradeciendo
el aplauso del público con un ramo de flores en su brazo. El fondo de la composición con bailarines y
parasoles no corresponde a ningún ballet conocido y debe su origen a la
extensión de una obra anterior en la técnica de la monotipia sobre bailarinas
de ballet con vestuario similar.
Lo que hizo Degas fue extender la
superficie de la obra anterior con nuevos elementos mediante la adición de hojas
de papel hasta transformarla en un cuadrado de gran formato compuesto por cinco
hojas de papel.
El artista agregó a la superficie
piezas o tiras de papel conforme integraba nuevos elementos con espontaneidad.
Aunque a primera vista su obra parece pensada, construida intencional y
conscientemente, de principios a fin, la realidad es que su plan original es
reacomodado constantemente conforme a una necesidad casi emocional que provoca
giros. Solo el artista vislumbra la versión final conforme cambia gradualmente
su dirección creativa.
La monotipia le permitió crear efectos lumínicos similares a los de la iluminación a gas que se proyectaba desde el piso del escenario teatral creando sombras casi fantasmagóricas en el rostro, el cuello y el pecho de la bailarina que domina la escena. Nuevamente una pierna fantasma puede ser apreciada en la bailarina evidenciando el juego con las posiciones con las que jugaba el artista.
PROCESO E INTENCIONALIDAD
Degas se deja decir en esta época “Ningún
arte fue nunca menos espontáneo que el mío. Lo que hago es el resultado del
estudio de grandes maestros; de inspiración, espontaneidad o temperamento yo no
sé nada”.
Lo cual no es completamente cierto como
demuestra su proceso a través de la composición ya citada y su formación en
general. A pesar de que se había
graduado en literatura y más tarde se vio obligado a estudiar derecho por
recomendación de su padre, instaló su primer estudio de arte en su hogar y se
registró como copista en el Museo del Louvre a los 18 años.
Era gran admirador de Jean Auguste
Dominique Ingres a quien conoció en 1855 y quien le aconsejó “Dibuje línea y
más líneas, joven, tomadas de la realidad y de la memoria, así se convertirá en
un buen artista”. Ese mismo año ingresó a la Escuela de Bellas Artes en París y cuatro años después abrió su propio estudio.
Su primera etapa se caracteriza por
obras históricas y míticas como Alejandro y Bucéfalo, Semiramis construyendo
Babilonia y Jóvenes espartanos. A diferencia de sus colegas y predecesores, los
estudios previos para sus obras se centran en los detalles y figuras
secundarias que servirán en la composición final.
Uno de los aspectos relevantes de la
muestra en Washington D.C., es el esfuerzo por mostrar el proceso artístico de
Degas y su intencionalidad creativa. Una
de las formas en que este proceso se ilustra es mediante la selección de obras
desarrolladas por el pintor cuando ambicionaba convertirse en un pintor de la
historia. Aunque esta etapa no redimió los resultados que esperaba, al punto que diversos estudios suyos quedaron abandonados por varias décadas.
Viene al caso su estudio al óleo “Muchachas
espartanas desafiando a los jóvenes” que realizó entre 1860 y 1862 y que
retomó en 1880 con miras a exhibirlo en la exposición impresionista, lo que al
final no hizo. Ya sea en el estudio como
en la obra final, es claro el consistente interés de Degas por el cuerpo humano,
pero también la asociación de este con el culto a lo físico por parte de la
cultura espartana sustentado en sus lecturas de Plutarco.
De acuerdo con el filósofo y moralista
romano, Plutarco, los jóvenes de ambos sexos se ejercitaban físicamente juntos.
No se consideraba el ejercicio o la danza como actividades para los tiempos de
ocio o mero entretenimiento. El objetivo era afinar las habilidades físicas
hasta convertir el cuerpo en un instrumento perfecto.
Al observar la obra se infiere que es
una metáfora del ensayo de danza o más bien la disciplina a la que se sometían
voluntariamente las bailarinas para refinar su desempeño físico. La obra final
citada es también un ejemplo puntual de como Degas llegó a definir el balance
en la composición al desplegar las figuras armónicamente en la representación pictórica.
PERVERSIÓN EN LA ÓPERA
Como he señalado el ballet es central a
la ópera y su dominante audiencia masculina, como revelan las litografías de
1854 de Gustave Doré y de 1864 de Honoré Daumier. En ambas es claramente visible la edad
promedio de estos suscriptores, y su foco en las jóvenes bailarinas. En la primera la esposa advierte a su marido
que deje sus binoculares o se irán del teatro más temprano. Y en la otra los
hombres entrados en años se deleitan con el alegre baile de las jóvenes de la
compañía de la ópera. No están claramente interesados en sus dotes artísticas
sino en su juventud y atractivo físico.
Las piernas bien formadas de las
bailarinas eran una obsesión en la sociedad parisina donde prevalecía una
rampante doble moral. El fotógrafo francés
André Adolphe Eugene Disderi reunió un conjunto de imágenes de piernas de
bailarinas de la ópera para crear un mosaico fotográfico que fue muy popular en ventas en
1862.
Degas era consciente de este juego a
menudo perverso entre los suscriptores y las bailarinas. Los suscriptores de la ópera era hombres
acaudalados que pagaban una anualidad por acceso a los espectáculos. Pero esto
se convirtió en un acceso total.
Podían como tales recorrer cualquier
lugar de la Ópera de París, tanto alrededor del escenario principal como tras
bambalinas. Podían pasar el rato en el foyer de la danza, así como en las salas
de ensayo. Estas figuras aparecen
ubicuamente en la obra de Degas en sus trajes oscuros y sombreros de copa. Sin
exagerar, eran como tiburones buscando presa.
La administración de la época condonaba
este comportamiento al punto de que muchos de estos hombres mayores se
convertían en protectores de muchas bailarinas cuyo trasfondo era de clase baja
y desposeída. Muchas de las jóvenes que
modelaron para Degas provenían de áreas pobres de París, por lo que se las
conocía como “Pequeñas roedoras”. Lo vemos en su conocido pastel sobre monotipia de 1880, “La
cortina”.
A mediados del siglo XIX, más de la
mitad de las niñas matriculadas en la Ópera eran huérfanas. Sus madres eran lavanderas
o porteras, y muchas atendían sus exigentes clases mal nutridas. Prácticas
comunes en la enseñanza era estirar sus pequeños cuerpos mediante bastidores y
reformar sus pies en cajas especialmente talladas.
Las niñas que lucen “angelicales”
a primera vista en obras al pastel como “Ballet” también de 1880, tenían
bajos salarios y eran susceptibles de explotación sexual. La distancia entre la
ópera y el burdel se fue volviendo borrosa a lo largo del siglo XIX como
denunció entonces el poeta y crítico Teófilo Gautier, para quien las bailarinas
eran “frágiles criaturas ofrecidas en sacrificio al minotauro parisino que
cada año devora centenares de vírgenes, con ningún Teseo que venga a
salvarlas.”
Degas no pretendió nunca hacer una crítica social como Gautier al incluir estos siniestros personajes en sus obras, sino sencillamente evidenciar el estado de las cosas. Aunque en el presente hay una fascinación superficial por sus soleados pasteles con que se decoran miles de hogares y oficinas, lo que hace Degas es revelador ya que a menudo las jóvenes bailarinas parecen más objetos que seres humanos. Son niñas que trabajan duro, se sacrifican física y emocionalmente para sobrevivir junto a sus familias.
Lo que ocurría tras bambalinas era conocido. Degas no fue el único en mostrarlo, pero sí de los primeros en evidenciar esta realidad que se aceptaba como normal. El pintor francés, Jean Beraud en un óleo de 1889 titulada “En los flancos de la Ópera” muestra también la odiosa práctica que tenía décadas de existir entre hombres mayores pudientes y menores de edad de escasos recursos.
AFUERA Y ADENTRO
Si bien esta fue una primerísima razón
para ir a la ópera, la otra no es menos vana y popular, “ver y ser visto”. Ir al teatro era un desafío para las mujeres
ya que no se les permitía ocupar las butacas del primer piso frente al
escenario. La razón no era discriminatoria, sino un asunto de lo que era
apropiado ya que los asientos allí eran muy estrechos para el vestuario
acostumbrado en el segundo imperio napoleónico, incluso para los hombres.
Por lo anterior, debían ver las
presentaciones desde los palcos. Era por supuesto mas cómodo, pero exponía más
a la mujer al constante escrutinio de los curiosos. Al ser conscientes de estos
las mujeres se veían obligadas a vestir elegantemente y adornarse con joyas
para soportar el examen público. Justo lo que expone en su xilografía de 1844,
Jean Ignace Isadore Gerard Grandville, “Venus en la ópera”.
Los artistas franceses tomaron nota de
este fenómeno, y lo representaron como en el óleo pintado por la pintora
impresionista Eva González, en 1874, donde representa a una mujer elegantemente
vestida en un palco del teatro de los italianos de la capital francesa. O el
conocido óleo pintado por Auguste Renoir el mismo año, con un tema similar titulado
“El palco del teatro”.
Es interesante observar en ambas
pinturas que los hombres que acompañan a las damas no observan a sus
acompañantes. Miran a alguien más fuera
de la escena. Las mujeres no se quedan atrás al observar envueltas en su vestuario
y joyas, a alguien más, probablemente su próximo romance.
Una artista que tomó la participación
de las mujeres en los espectáculos escénicos de una manera diametralmente
opuesta fue la estadounidense Mary Cassatt quien se unió al impresionismo
francés y fue amiga cercana de Degas.
Tal vez por ser mujer y estadounidense, evitó mirar desde afuera a la
mujer en el palco como hicieron González y Renoir e invirtió la perspectiva de
adentro hacia fuera.
Esto es notable en su óleo de 1878
titulado “En el palco”, donde una mujer observa la presentación sin
prestar la atención al hombre que la mira fijamente desde otro palco. Otro
tanto ocurre con su pintura “En la esquina del palco” del año siguiente,
donde dos jóvenes observan también el espectáculo sin dejarse distraer por los
hombres. La artista muestra la experiencia de observar desde adentro, en lugar
de ser objeto de observación desde fuera.
Cassat es probablemente la que inspira
a Degas a ocuparse del tema de las mujeres en los palcos. El fue quien la
introdujo al círculo de los impresionistas en 1879. Un año después, tenemos la
primera obra de Degas inspirada en esa temática: su estudio en pastel y aceite
en cartón sobre tela y su pastel sobre papel “El palco del teatro” donde
toma ventaja de la perspectiva explorada ya por Cassatt y que es coincidente con
su concepto de plasmar la experiencia interna en su obra.
En la misma tónica compone en 1885 un
pastel sobre papel donde se colapsan dos planos que son imposibles en la
realidad. No es posible, por ejemplo, ver el escenario con las bailarinas desde
la posición en el palco donde se origina la composición. Degas colapsa dos
perspectivas para crear esta imagen.
Además, es importante hacer notar que,
a diferencia de sus contemporáneos Degas al representar desde afuera a la mujer
en el palco de su estudio, no se ocupa del vestuario, las joyas, la belleza
física, o el escote, pero si logra evidenciar la diferencia de estatus social
entre la mujer vista en el palco y dentro del palco, con la audiencia alrededor
y las que bailan en el escenario afectadas cromáticamente por los efectos
fantasmagóricos de la iluminación a gas.
INNOVACIÓN DE FORMATOS
La exhibición en la National Gallery of
Art también repasa la investigación de Degas sobre los formatos. Una de las
salas ha sido dedicada a los que se ha denominado “pintura alargada” y “pintura
en abanico”. Las primeras son literalmente el doble de ancho de su altura y
es un formato inusual para representar escenas de interiores.
Uno habría esperado que Degas explorará este formato en escenas exteriores como hizo con sus temas ecuestres porque mostraban
la naturaleza panoramicamente. Pero en cambio, usa este formato no convencional
para escenas interiores, no panorámicas, que hace habitar en un espacio
comprimido.
La forma en que crea o aprovecha el
espacio es desplegando figuras en el primer plano que las hace lucir más
grandes como se nota en su obra de 1879, “La lección de danza”. Pero,
luego realiza un tratamiento de una escena de ballet con base en un alejamiento
en el plano de las figuras que ahora se ven más pequeñas en el primer plano
como ocurre en su obra “Bailarinas en el salón de ensayos con un doble bajo”
realizada entre 1882 y 1885.
Degas hace uso del espacio en estas
pinturas de manera contraintuitiva. En ambas, el ojo recorre la escena de
izquierda a derecha, completando un escaneo horizontal. Pero, entonces, juega nuevamente
con nuestra percepción visual como espectadores al hacernos mover nuestra
mirada en diagonal al mismo tiempo. Para lograrlo el pintor balancea las
posiciones de las figuras.
No se trata de obras únicas, sino de
variaciones sobre una misma temática. Vemos, por ejemplo, el uso de elementos similares
en ambas composiciones como el doble bajo colocado sobre el piso sobre que se
sienta irrespetuosamente una bailarina en la primera variación y ninguna en la
segunda al tiempo que la misma pareja de bailarinas en la mitad de la
representación se repite como un “leit motiv”.
Este tipo de recursos son revisados por
Degas varias veces a lo largo del tiempo. No son producto de un solo estudio o
exploración, sino recursos visuales recurrentes que reposiciona en el espacio
para lograr diferentes efectos.
Otro ejemplo de esta recurrencia se
puede apreciar en dos obras similares temáticamente:” La clase de danza”,
un óleo de 1880, y el óleo “Antes del Ballet” realizado entre 1890 y 92.
La habitación en ambas pinturas es similar, aunque no idéntica, pero si hay una
diferencia de una década entre ambas.
Claramente, Degas vuelve sobre estas
ideas, tras reflexionar mucho sobre ellas, tratando aparentemente de determinar
que funciona y que no. Degas realizó una docena de estas obras, seis de las
cuales se exhiben en Washington D.C.
DANZA DE ABANICOS
El siguiente formato está constituido
por los abanicos que fueron explotados con propósitos artísticos y comerciales
a raíz de la exposición universal de 1867 en París a la que concurrió por
primera vez una delegación japonesa mostrando el arte de ilustración sobre
abanicos.
El formato que dominó el ámbito
artístico fue el denominado “eventails tableau” o pintura en abanico.
Muchos artistas se sintieron intrigados por este medio. Camille Pisarro pintó los “recolectores de
repollo” entre 1878 y 79, mientras Paul Gauguin hizo lo propio con su “Niño
pastor bretón” de 1888 y el amigo de Degas, Eduard Manet pintó las flores
de Crisantemos en un abanico en 1881. A pesar de la popularidad de este formato
que alcanzó su auge hacia fines en 1870 y de que muchos artistas contemporáneos
de Degas pintaron abanicos, este formato era considerado una expresión
artística femenina.
Degas pintó 27 abanicos según los
expertos empezando por dos entre 1868 y 1869, y dos más en 1892. El resto fue completado
mediante un fuerte impulso entre 1878 y 1879 cuando estaba planeando la cuarta
exposición impresionista.
De hecho, escribió sobre haber concebido
una sala llena de abanicos en 1879, pero al final solo exhibió cinco junto a
Pisarro y Rafaelli que también pintaron en ese formato. Las cosas no resultaron
como esperaba Degas, pero dejó un impresionante legado de abanicos ahora en
exhibición.
El primer abanico en la sala
corresponde a “Bailarines y músicos españoles” realizado en 1869 en
acuarela, bolígrafo y tinta negra sobre papel tejido. Esta obra fue un regalo
de Degas a la pintora Berthe Morisot a quien le gusto tanto que lo incluyó en su
pintura “Las hermanas”, un óleo de 1869. Como se infiere de la obra, los
abanicos creados por artistas como Degas no se hacían con la intención de
plegarlos con palillos para abanicarse.
Se creaban para ser enmarcados como una
pintura para colgar de la pared, en espacios como el mostrado donde vivían
mujeres. Por ello, no debe extrañar que la mayor parte de los abanicos pintados
de Degas terminarán en posesión de mujeres. En términos de mercadeo esa era su
audiencia meta.
Aunque no tuvo un retorno por inversión
satisfactorio al trabajar este formato - regaló muchos de ellos-, el abanico
por su forma curva y vacío central lo desafío nuevamente a experimentar con
composiciones dinámicas que aprovechan el formato.
Es evidente en obras como “Abanico
con escenografía teatral” de 1879 desarrollado en acuarela y pastel sobre
papel que muestra literalmente dos dimensiones; a la derecha en un acabado
monocromo el mundo tras bambalinas y a la izquierda el escenario colorido con
bailarinas danzando. Esto es notable
también en “Bailarinas con bajos dobles” realizada entre 1878 y 1880 con
pastel, tiza y tinta negras sobre papel, donde tenemos nuevamente dos áreas coloridas
distintivas que se enlazan en la curva.
Pero, Degas no solo trabajo sobre papel
sino también sobre tela de algodón y seda como se aprecia respectivamente en
sus abanicos de 1879 sobre bailarinas: el primero fue realizado en
la técnica del gouache, con carboncillo y pigmentos con aleación que simula el oro
mientras el segundo es una acuarela y gouache sobre seda. Los pigmentos metálicos en su momento daban
brillos relucientes a los abanicos, pero con los años la oxidación ha opacado
el efecto original.
Como hemos venido señalando, la
fascinación por la forma humana fue la característica dominante en la práctica
artística de Degas. Por ello, invertía tanto tiempo en sus estudios gráficos de
las formas humanas en distintas poses y tensiones.
Lo vemos en dibujos a lápiz sobre papel
de 1874 como su “estudio de una bailarina” o su serie de estudios con
tiza negra sobre bailarinas de espaldas mostrando medio cuerpo y sus manos
arreglando su cabello por detrás.
El dibujo le permitió ganar fluidez
conforme dominaba el naturalismo de las formas del cuerpo humano,
particularmente el femenino. Tanto los medios gráficos empleados como los
soportes en papel eran parte del cuerpo de su expresión plástica. Esta especie
de banco de imágenes era una de las fuentes de insumos a los que recurriría
para sus composiciones en medios pictóricos a lo largo de su carrera.
Muchos de sus dibujos tenían la
finalidad última de mostrar cómo funcionaba una parte del cuerpo humano,
mientras otras eran estudios preliminares para una pintura o un proyecto
específico en mano.
De hecho, muchos de estos se
convirtieron por bastante tiempo en recursos recurrentes para la realización de
obras posteriores. Uno de esos casos fue el estudio realizado para la pintura
al óleo “El ensayo de danza sobre el escenario” concluido en 1874. Por ende, no debe extrañar que, entre sus
cerca de mil quinientas obras completadas con base en la temática del ballet, se
pueda trazar semejanza de algunas figuras en muy distintas piezas.
Si bien es cierto, que Degas se volvió
aficionado a la fotografía en 1895 cuando se trasladaba a toda reunión cargando
su cámara y trípode, su entusiasmo por el medio era más documental y como
insumo de su proceso. Hay suficiente evidencia de que experimentó mediante
escenificaciones en las que jugaba durante largas exposiciones con modelos
reales con los efectos de la luz provista por electricidad, lámparas y hasta
velas para crear atmósferas monocromas que sirvieran su propósito experimental
y en algunos casos enriquecieran una idea para otro medio.
CONTROL CREATIVO
En sus últimos años, Degas, hizo un
giro en su abordaje del dibujo. Empezó a usar como superficie el llamado “papel
para calcar” sobre el que dibujaba con carboncillo. Esta fue una elección
bastante inusual debido a que es un papel muy liso, y resbaladizo cuando se
aplica las tizas pastel o el carboncillo. Tampoco retiene la cualidad
polvorienta del pastor o el carboncillo. Pero, lo que sí tiene es su
transparencia.
Degas dibujaba una figura sobre este
papel y luego lo superponía sobre otro para calcar y crear series como “Tres
bailarinas desnudas en arabesco”, creado entre 1892 y 1895. Algunos eran
meros ejercicios para probar sus resultados y otros sirvieron el propósito de
insumos para obras en pastel y otras técnicas ya en una obra más formal.
Otro cambio registrado en sus últimos
años se debió a su progresivo deterioro visual que había sido detectado en 1870
cuando se enlistaba para el ejército francés. Uno de los grandes temores de
Degas era quedarse ciego lo que ocurrió, pero no totalmente, aunque dejó de
producir arte la última década de su vida.
Su lucha por mantener el control a
pesar de su creciente discapacidad no impidió que produjera importantes obras
hacia fines de siglo, como se puede ver en su “Grupo de bailarinas”, un
óleo sobre papel luego fijado en lienzo realizado en 1898. Para compensar,
empezó a componer sus obras en gran formato.
Esto puede ser apreciado en una de las
salas de la muestra bautizada provocativamente “Orgías de color”, frase
originalmente declarada por Juliet Manet, hija de la pintora Berthe Morisot,
quien lo visitó en su estudio en los últimos años y vió esta obras enormes y
ricas colóricamente. Justamente es el color, el componente más destacado de la
obra final de Degas. Se trata de colores vibrantes, intensos y firmes.
Con frecuencia parecen también extraños
y hasta poco atractivos. No obstante, yuxtapone naranjas y verdes que lucen
eléctricas. También se caracterizan en
esta etapa por uso de línea gruesas oscuras para delinear objetos y figuras.
Esto se ve claramente en sus “Bailarinas en azul”, un óleo muy popular de 1895 que ha sido ampliamente reproducido con fines decorativos.
En estas últimas obras deja por fuera
los recursos de la luz, la sombra y las manchas en favor de color planos,
pinceladas fuertes y las gruesas líneas negras para indicar donde va un brazo,
donde están las piernas. Sus indicaciones no son sutiles, sino obvias en la
composición donde los objetos son firmemente representados.
Degas gradualmente va dejando el óleo
en favor del pastel el cual ha demostrado a lo largo de su carrera ser un medio
óptimo porque funde color con gráfica. Es además claramente expresivo e
inmediato. No hay que espera a que se seque la pintura como en el óleo. Dos de
estos pasteles se exhiben en la muestra.
Uno es “escena de ballet” de
1907 que fue desarrollado por Degas sobre papel de calco. Y su pastel sobre
cartulina de 1903 “Tres bailarinas”. Por haber sido desarrollados sobre
papel de calco, el artista creó empastes a base de capas de pastel sobre las
que delinea y raspa la superficie lo que da un acabado muy textural y casi
tridimensional.
Podemos comparar la notoria distancia técnica
entre estos pasteles y los producidos casi dos décadas antes por Degas mediante
“El examen de danza”, 1880.
Degas ya había dejado claro en uno de
sus escritos, que “Es bueno copiar lo que se ve, pero es mucho mejor pintar
lo que queda en nuestra memoria después de ver algo. Se trata de una
transformación en donde la imaginación y la memoria trabajar juntas. Sólo se
puede reproducir algo que nos golpeó, es decir, sólo lo esencial.”
Uno de los puntos fuertes de la muestra
realizada con el apoyo de los tres museos, es la pintura al óleo “las cuatro
bailarinas” realizado en 1899, que es prácticamente la última obra de Degas
sobre la temática del ballet.
Es una obra imponente, en gran formato.
Sus colores estridentes, especialmente los verdes evocan cierta palidez por los
efectos de la iluminación a gas que explota Degas nuevamente. Esta es una obra
ambientada en un escenario fantástico, irreal. Los almiares de heno seco al
fondo parecen más un homenaje a Claude Monet y están separados como artificio
de la escena de las bailarinas por líneas borrosas.
LA ÚLTIMA DANZA
La última sala de la exhibición titulada
“La vida de la bailarina” está dedicada al abordaje de la realidad de la
vida de las bailarinas que representó Degas.
Las niñas de siete años en adelante podían ser parte de la compañía de
danza entrenando diariamente por años hasta convertirse en bailarinas
profesionales. Era un proceso largo y agotador sin ninguna garantía para las
aprendices. Si una de ellas se enfermaba o sufría una lesión y no se presentaba
a la siguiente lección era echada.
Era un sendero difícil, pero uno de los
pocos abiertos para las mujeres de la clase baja, en particular las menores de
edad. La mayoría de las bailarinas provenían de hogares sin recursos y a menudo
escapaban de la pobreza, la delincuencia y la prostitución bajo la dura
disciplina de la Ópera de París. No faltaban quienes sustentaban a su entera
familia con los ingresos del ballet. Eran examinadas dos veces al año, una para
evaluar sus habilidades y otra para otorgar promociones que representaban un
mejor salario.
Pero además estaban las presiones
sociales y hasta inmorales de los suscriptores a quienes se había otorgado
acceso a un foyer donde las bailarinas subían y departían durante los
intermedios de los actos de las representaciones, así como donde descansaban o
calentaban antes del siguiente acto. En una litografía a color de Eugene Lami
realizada en 1841 se registra una especie de celebración en el foyer de la
danza, en torno a la famosa bailarina austriaca Fanny Elssler a cuyo lado aparece el poeta
Alfred de Musset.
Este tipo de espacio brindó el contexto
para una serie de monotipias desarrolladas por Degas inspiradas por los
escritos de su amigo Ludovic Halévy quien era un libretista muy respetado en la Ópera de París. Era hijo de un conocido compositor de óperas y se consagró como
el libretista de la ópera “Carmen” de Georges Bizet. También se le
conoce por el libreto de la ópera de “Orfeo en el Inframundo” de Jacques
Offenbach.
Halevy también escribía breves
historias una de las cuales versaba sobre las desventuras de dos estudiantes de
ballet, Pauline y Virginie. Esta obra que fue publicada como parte de un libro
de relatos llamado la “Familia Cardinal” inspiró a Degas en su serie de
ochenta linotipias.
La sala cierra con la única escultura
que Degas exhibió en vida; la pequeña bailarina de catorce años, realizada
entre 1878 y 1881 de manera innovativa tanto técnica, en sus materiales como
concepto.
Es su escultura más ambiciosa y ha sido
ampliamente documentada, así como a la adolescente que representa Marie Van
Goethen quien era de origen belga. Sus padres se movieron de Bélgica a Francia
por necesidad económica. El papá era sastre, y murió al poco tiempo, y la madre lavandera. Marie tenía
dos hermanas quienes como ella fue estudiantes en la academia de danza de la Ópera de París.
Cuando la obra se exhibió en 1881 suscitó
un escándalo y causó perplejidad porque alteraba radicalmente los cánones de la
escultura aceptada hasta entonces. Además, la obra fue criticada por su
aparente fealdad y representar a alguien de la clase baja, por lo que también se
la consideró una obra inmoral. Los espectadores en general no notaron el
naturalismo de la obra como el hecho de que su cabello es real, el corpiño es
de seda, el tutu es auténtico y las zapatillas de ballet también.
La fealdad aparente fue explicada por
un crítico del medio parisino “Le Temps” en los siguientes términos:”
El Señor Degas es sin duda un moralista; Tal vez sabe algo sobre el futuro de
las bailarinas que nosotros desconocemos”. Un comentario a tono con la
doble moral de la época, porque todos sabían que esas jóvenes vivían a un paso
de la prostitución y su próxima comida dependía de la generosidad de sus
fanáticos de clase alta.
No se sabe nada de la joven que modeló
para Degas porque al año de posar para la escultura fue echada de la Ópera de
París porque faltó a varios ensayos. Varios testigos brindaron información más
tarde de que la joven se prostituía por presión de su madre, como ya le había
pasado a su hermana mayor. Solo su
hermana menor prosperó en el ballet y fue una exitosa bailarina. Aunque se
desconoce el destino final de Marie, la escultura de Degas la ha inmortalizado. La
versión que se expone en Washington es el original a base de cera. Existen 27
versiones de está resultado de distintas fundiciones en bronce.
Degas afirmó que "dibujar era una manera de pensar, y esculpir otra". Aunque las esculturas le ayudaron a estudiar las poses de las bailarinas para obras bidimensionales, muchas de ellas confirman su obsesión con el control de cada movimiento en el espacio reiteradamente, y a un perfeccionismo en el proceso, no necesariamente en el acabado final que impidió conocer muchos de sus logros e innovaciones hasta después de su fallecimiento.
Degas murió ciego, solo, aparentemente
virgen, tras más de una década de inactividad rodeado de 150 esculturas en cera
nunca fundidas ni exhibidas y su colección de arte.
Antes de su deceso el 27 de setiembre
de 1917 se le veía a menudo deambular a tientas por las calles parisinas. Su vida y obra resumen su sueño final
cumplido, “Me gustaría ser famoso y desconocido.”
Comentarios
Todo excepcional y muy bien explicado.
Enhorabuena
Muchas Gracias.
Me ha parecido una descripción precisa y hecha desde el respeto y cariño al pintor.
No conocía su página y me acabo de inscribir.
Hay muy pocas paginas culturales de calidad en YouTube (en general) y particularmente sobre la pintura.
Gracias por su trabajo. Un saludo 👋🏻 🎨 🖼