SALÓN NACIONAL 2022: La reacción de una reacción es una reacción
Ante las argumentaciones críticas sobre el Salón de la Artes Visuales 21/22, que hace, y entrega hoy (acceder en https://bit.ly/3PARPYr), el investigador y crítico de arte, Juan Carlos Flores Zuñiga, hay varias cosas –creo que dos– con las que quiero limitarme a reaccionar.
– Empezando por lo esencial: «/el interpretante/».Independientemente de las modas sobre la interpretación ontológica del Arte, del último siglo y medio; lo que está claro, lo que resulta «/intuitivo/» para «Tirios y Troyanos», es que las obras son un campo de transferencia de conocimiento (/conceptos/), es decir, cada obra de arte es un gesto de comunicación en el que indefectiblemente se articulan signos, con el propósito explícito o tácito de construir un discurso, para ser interpretado/leído.
Uno de los enfoques fundacionales de las Ciencias para el estudio de los sistemas de signos, es el germen de donde Charles Sanders Peirce, funda la Semiótica; esa semilla está inscrita en la propuesta de un sistema lógico, formal. tripartito, llamado Semiosis. En este enfoque analítico la relación de /significado/ entre el Signo y el Objeto (referido), está mediada y articulada por un tercero llamado: «/Interpretante/». Donde este /Interpretante/ no está referido a un sujeto actuante que interpreta; sino más bien a un otro /signo/ , que interactúa coyunturalmente con el Signo y el Objeto, estableciendo un sentido –entre muchos posibles– dialéctico, y que determina la representación más o menos «apropiada» –y en diferentes capas lógicas– que hace el Signo, del Objeto. Este fenómeno de la /Semiosis/, no se cierra sobre sí, de manera que no se agota, y con cada ciclo «hermenéutico», aumenta la «riqueza/lectura» de los contenidos.
El investigador y crítico Juan Carlos Flores Zúñiga. Foto: ECC
Pues bien, lo que se denuncia en la Crítica de J.C. Flores Zúñiga sobre las Bases y procedimientos del Salón Anual, es justamente una intervención de reducción ideológica, en la que se establece un campo contextual cerrado. en el que se encierra al /Interpretante/, para crear /Semiosis/ artificialmente cerradas y estériles, desde el enfoque analítico; pero de bastante provecho político.
Este tipo de actuaciones, siempre se tratan de justificar en una forma de /eutaxia/ política y neo-positivista; dicen:
«...lo que buscamos es la /justicia/ científicamente establecida, para el bien de las mayorías (como conjuntos de minorías)...».
«...lo que buscamos es la /justicia/ científicamente establecida, para el bien de las mayorías (como conjuntos de minorías)...».
Hacen verdaderos alijos «tecnológicos» de referencias, y enfoques, tomadas de las Ciencias e Ingenierías Sociales (Economía, Antropología, Sociología, Psicología, Mercadeo, etc) para /justificar/ los «mapa mundi terraplanistas» que trazan y colorean a conveniencia; ¡Vamos! que son todos unos exponentes del Neo-burocraticismo sofístico.
– Si tienes un minotauro, necesitas a un Dédalo. y tu némesis siempre será Teseo.
Quiero reconocer la forma, para mí, admirable en que Flores Zúñiga, consigue adentrarse en ese «laberinto» doxológico que han ido construyendo como «acciones afirmativas». Pues subyace en los procesos denunciados, y en el /Público general/, la noción naif y conductas asociadas de la «kalokagathía», como una caja de espejos donde: lo bueno es bello; y lo bello es bueno; que a su vez es manipulada técnicamente para establecer a conveniencia las ventanas de Overton.
Mientras leía me parecía, estar siendo transportado en una «carretillo alexandrino» que abría la maraña gordiana de ese paisajismo unívoco, en donde se pierde, sacrificada, toda buena intención filosófica, y termina siendo presa del monstruo del reduccionismo, coronado con sus dos temibles astas: el cientificismo, y el subjetivismo relativista.
Cuando desde cualquier Ciencia Social se hacen elucubraciones sobre /Estética/, /Arte/; siempre se antepone el nombre de la ciencia y prosigue la expresión «estética» o «del arte» como un calificativo. Y es porque las Ciencia Sociales, a pesar de la creciente difuminación epistemológica entre Ciencia y Filosofía, no tienen como objeto de estudio propio lo /metafísico/, y cuando incursionan en esas categorías, se entiende que de automático surgen: la reducción, el determinismo, y la especulación taxativa. El único caso que conozco en el que las denominaciones del intrusismo intelectual, sí se refiere con propiedad al estudio de categorías metafísicas desde experiencias fenomenológicas, es en el caso de la, aún recién nacida, ciencia de la NeuroEstética.
Hace Flores Zúñiga un sobrevuelo de «dron dedálico» sobre aquel laberinto; pero pasa de inmediato al piso, a arrasar toda esa mala hierva cultivada para que se pierdan en ella las ideas claras. Así queda desarticulado todo el mito: el entorno despejado, el monstro descabezado, y un espacio abierto por donde libremente transita un sano sentido común.
– Si tienes un minotauro, necesitas a un Dédalo. y tu némesis siempre será Teseo.
Quiero reconocer la forma, para mí, admirable en que Flores Zúñiga, consigue adentrarse en ese «laberinto» doxológico que han ido construyendo como «acciones afirmativas». Pues subyace en los procesos denunciados, y en el /Público general/, la noción naif y conductas asociadas de la «kalokagathía», como una caja de espejos donde: lo bueno es bello; y lo bello es bueno; que a su vez es manipulada técnicamente para establecer a conveniencia las ventanas de Overton.
Mientras leía me parecía, estar siendo transportado en una «carretillo alexandrino» que abría la maraña gordiana de ese paisajismo unívoco, en donde se pierde, sacrificada, toda buena intención filosófica, y termina siendo presa del monstruo del reduccionismo, coronado con sus dos temibles astas: el cientificismo, y el subjetivismo relativista.
Cuando desde cualquier Ciencia Social se hacen elucubraciones sobre /Estética/, /Arte/; siempre se antepone el nombre de la ciencia y prosigue la expresión «estética» o «del arte» como un calificativo. Y es porque las Ciencia Sociales, a pesar de la creciente difuminación epistemológica entre Ciencia y Filosofía, no tienen como objeto de estudio propio lo /metafísico/, y cuando incursionan en esas categorías, se entiende que de automático surgen: la reducción, el determinismo, y la especulación taxativa. El único caso que conozco en el que las denominaciones del intrusismo intelectual, sí se refiere con propiedad al estudio de categorías metafísicas desde experiencias fenomenológicas, es en el caso de la, aún recién nacida, ciencia de la NeuroEstética.
Hace Flores Zúñiga un sobrevuelo de «dron dedálico» sobre aquel laberinto; pero pasa de inmediato al piso, a arrasar toda esa mala hierva cultivada para que se pierdan en ella las ideas claras. Así queda desarticulado todo el mito: el entorno despejado, el monstro descabezado, y un espacio abierto por donde libremente transita un sano sentido común.
Emmanuel Calvo Canossa, Semiólogo, poeta y crítico de arte (AICA)
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