ROLANDO FABA: En el país de las maravillas
Exhibición “Salto al Vacío” de Rolando Faba (Costa Rica, n. 1954). 39 obras en acrílico sobre tela, correspondientes a las series blanca, negra y “Brahmanda”, una pieza en bronce y acrílico sobre madera titulada “Alicia” y nueve piezas en lámina de oro sobre madera que conforman la instalación "Alicia y Ananda o La farmacia celestial”. Museos del Banco Central de Costa Rica, Plaza de la Cultura, San José. Del 6 de octubre del 2023 al 23 de marzo de 2025.
Uno de los pasajes que siempre me han atraído en la obra de Lewis Carroll “Alicia
en el País de las Maravillas”, publicada en 1865, es el encuentro entre el
gato de Cheshire y Alicia, una niña preadolescente, que trata de encontrar una
salida en su periplo por un mundo subterráneo insanamente fantástico.
-“Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir
para salir de aquí?
- Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar - dijo el
Gato.
- No me importa mucho el sitio... – dijo Alicia.
- Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes - dijo el Gato.
- ... siempre que llegue a alguna parte - añadió Alicia como explicación.
- ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte - aseguró el Gato-, si caminas lo
suficiente!”
Alicia pese a su limitada experiencia de vida, tiene solo 10 años en la
historia, es audaz en un medio donde cada personaje que encuentra, por el
contrario, vive temerariamente por la falta de cordura. El conejo blanco,
el gusano, el sombrerero loco y hasta el gato, entre otros, muestran
comportamientos que con distancia se podrían clasificar como enfermedades
mentales.
Pero, todo que ver más con la indagatoria matemática original del autor
quien crea un mundo subterráneo disruptivo e inconformista con respecto a los
patrones de causa y efecto del pensamiento lógico, mecanicista y lineal de la
época victoriana que le tocó vivir.
Carroll, no obstante, propone un modelo de realidad alternativo, casi cuántico, donde no hay más causa y efecto, donde no dependemos más del mundo externo para experimentar cambios. De hecho, conceptos aparentemente contradictorios son integrados como si fueran caras de una misma moneda como la audacia y la temeridad que con frecuencia operan en el medio artístico.
Como conceptos que orientan los comportamientos, reflejan la actitud del artista de tomar riesgos en su indagatoria sin depender de lo que diga el entorno, resultando en malentendidos que algunos confunden con genialidades, aunque, algunas veces, solo sean maneras alternas de mirar y crear.
La primera cara de la moneda – audacia - comunica disrupción con respecto a las convenciones establecidas asumiendo riesgos meditados que pueden controlarse mientras la segunda cara – temeridad -refleja una completa imprudencia en que no se mide ni se consideran los posibles resultados por la incertidumbre y el descontrol que la caracterizan.
En el último medio siglo, el artista costarricense
Rolando Faba ha navegado entre ambas, enfatizando la segunda, desde sus
comienzos en la gráfica contestaria local hasta su fase pictográfica
posconceptual y metafísica del presente, pasando por una amplia fase de
formación de 23 años en España donde eclécticamente asimiló diversas escuelas y
movimientos y se afirmó como creativo en las artes visuales.
Si bien su muestra “Salto al vacío” en la Plaza de la Cultura no es estrictamente retrospectiva, por reunir solo la obra de los últimos cinco años en una carrera de medio siglo, resulta ilustrativa de una indagatoria temeraria y cuántica que trasciende ese marco temporal.
MUNDO MONOCROMO
Rolando
Faba nació en Costa Rica en 1954 y se formó como artista gráfico durante la
década de setenta. Un elemento seminal en su formación inicial fue su labor en
la imprenta de su padre donde no solo aprendió sobre técnicas de impresión,
sino que tuvo, también, una profunda inmersión en la fotografía analógica,
particularmente en la fase de revelado en el cuarto oscuro, lo que empezó a
alimentar la idea de combinar el negocio familiar con una vocación artística.
Por ello, ingresó a la Facultad Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica en
1974, en un período marcado por la polarización política y profundos cambios
regionales y globales.
Como ya he escrito al respecto en relación con la muestra “Artes visuales de los 70” organizada como la presente por los Museos del Banco Central de Costa Rica en el 2019 “nuestra sociedad se mantuvo enfocada más en las transformaciones políticas, educativas, económicas, y sociales locales a pesar de la inestabilidad del mundo circundante como ilustran la guerra en Vietnam; las tensiones en el eje Este-Oeste que originaron la Guerra Fría; la rebelión estudiantil y obrera de mayo de 1968 en Francia, y la masacre de estudiante en octubre de 1968 en la plaza de las tres culturas conocida como Tlatelolco en México, entre otros. La década inició con un significativo movimiento estudiantil en las calles contra el proyecto para concesionar la explotación de aluminio a la transnacional estadounidense ALCOA en abril de 1970 y cierra con la revolución sandinista en 1979 que cambia el balance geopolítico regional. Aunque en el exterior estos eventos incidieron en el desarrollo de un espíritu de reivindicación hacia la paz y el amor y gestaron movimientos socioculturales como el hipismo, y otros más radicales e incluso violentos, la respuesta fue tímida y extemporánea en Costa Rica. No hubo, localmente, una fuerte correlación entre los eventos políticos y los culturales que eran reflejados en el arte por medio de la pintura sígnico-gestual, el Arte Povera, lo Matérico, el Pop, el Informalismo, y el Neoexpresionismo.” (Fuente: Flores Zúñiga, J.C. 2019, 1 noviembre. “Violenta nostalgia”, Ars Kriterion E-Zine, URL: https://arskriterion.blogspot.com/2019/11/artes-visuales-de-los-70s-violenta.html)
Es en ese período que Rolando Faba afianza su militancia política y expresión contestaria junto a conocidos dibujantes de la misma vena como Fernando Carballo y Fernando Castro. Con ellos emprende una colaboración que formalmente se materializa con la muestra “Clima Natal” que inicia en la capital costarricense en 1985 y se vuelve itinerante al año siguiente. En 1986 se presentó en el Carpenter Center for the Visual Arts, Universidad de Harvard en Cambridge y en 1989 se exhibió en California, E.U.A.: San Francisco, San Jose, Santa Cruz, Santa Ana y Los Angeles con el subtítulo “Trazos y voces desde Centroamérica”.
Escribí entonces a raíz de su participación en dicha muestra que “Faba pertenece, por derecho propio, al terreno del cartel, pues deliberadamente y no por los recursos que emplea--siluetas de tiro al blanco--, busca la idea global, propia de mensaje publicitario. No intenta liberar sus componentes constructivos para que ellos nos participen de una dialéctica, con sus múltiples mensajes, sino que más bien los mediatiza limitando la lectura libre por parte del espectador. Cuando presenta el díptico en grafito, “Cazadores”, el mensaje es claro y único: soldados (guerra) armas (muerte), personas (víctimas). Sus “especies en peligro” I y II, en tinta china y “collage” son, en cambio, pequeños divertimentos visuales sin mayor trascendencia en cuanto a imaginación, interpretación y profundidad. Juegos ópticos que se pueden aprovechar mejor en la publicidad o para colgarse en un muro público, no para una galería de arte.” (Fuente: Flores Zúñiga, J.C. 17 de enero, 1986. “Carballo, Castro y Faba: Indolencia”, La Nación, p.2B.)
En
el 2009 a raíz de su muestra “Puntos suspensivos” reconoció en
retrospectiva su distanciamiento con respecto a la contingencia y la protesta
política por medio de la gráfica que le caracterizó al declarar que en sus
inicios “mi trabajo giraba en torno a la violencia, tanto humana como
de la naturaleza. Pero, ahora me inquietan la vida y los cambios”. (Fuente: Sin
autor. 1 de mayo, 2009. “Rolando Faba usa el arte para crear un caos
controlado”, La Nación)
La
grafía (palabra griega que designa la actividad gráfica, tanto en su modalidad
de escritura como de dibujo) sigue siendo en el presente un término apropiado
para comprender su colección “Nimium temeraria lapsus” (traducida
libremente como pequeño desliz temerario) consistente de tres series, a saber,
Blanca, Negra y Brahmanda, que analizaremos más adelante. En estas series
se ocupa consistentemente de ilustrar y narrar visualmente los resultados de su
continua experimentación técnica y conceptual, rotundamente ecléctica, de lo
circunstancial, y aleatorio en la existencia humana y la naturaleza.
Independientemente de la óptica con que se aprecien no estamos ante composiciones intencionalmente realistas o abstractas, sino ante un aparente caos ordenado cuyos componentes gráficos adquieren cualidades artísticas, a pesar de su temporalidad como ocurre en el diseño, el cartel y la ilustración que dominó tempranamente.
No
obstante, existe algo en común entre las manifestaciones gráficas de Faba, a lo
largo de su carrera, se trate de un dibujo, un collage, o un cartel o “afiche”:
su principal característica es la línea que designa, señala, a diferencia de la
escritura que, cada día, se define más como un sistema simbólico racional,
conectado con el lenguaje.
Para fraseando al pintor y dibujante suizo Paul Klee, cuando Faba dibuja "lleva a pasear una línea" (deriva) y se distancia del cartelista, no así de su identidad como artista gráfico, en que la línea es, a la vez, el tema de su expresión, mientras que para el diseñador gráfico la línea no es el tema, sino un medio para comunicar una idea global que desea se comprenda de un solo vistazo, como en la publicidad o la propaganda.
CAMBIO DE PARADIGMA: Del cartel realista a la
pintura abstracta
Por más de una década Faba priorizó
en su producción figurativa el objeto de la comunicación subordinando su
indagatoria técnica y conceptual a la idea o tema del que partía conforme a su
formación gráfica. Un accidente en su mano derecha lo obliga a usar la izquierda
– lo cual no deja de ser una paradoja ideológica – erosionando el control
racional permeado por la política para encontrarse con la abstracción, la otra
cara del realismo desde su perspectiva.
Sin
embargo, no es el único punto de inflexión, ya que desde 1984 venía trabajando
en paralelo en dibujos monocromos que ven la luz en su primera individual en la
desaparecida Galería del “Teatro Carpa” e incluso ese mismo año empieza
a pintar con acrílicos retratos grotescos sobre noticias de los medios de
comunicación como finalistas en certámenes de belleza y accidentes de tránsito
que siguen siendo disonantes por su marcado tratamiento expresionista. La
mayor parte de esta obra no ha sido documentada y mucha se ha perdido.
Este rompimiento con el mensaje contestario y la ilustración se vuelve definitivo en 1988 con la muestra de corte conceptual titulada “Islas y otros accidentes” que realizó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica en la que, sin dejar de depender de la gráfica sobre papel, recurrió a un sencillo método aleatorio para reducir la “interferencia física” en el proceso compositivo. En una bolsa plástica introdujo recortes fragmentados de afiches y otras obras suyas publicadas que tras agitar dispersaba sobre un proyector de opacos para inferir diseños o bocetos que una vez filtrados se convirtieron en vibrantes collages con colores y diseños geométricos aleatorios. El resultado fue gratificante comercialmente, ya que fue la primera vez que pudo vender toda la obra de una exhibición.
El acto de descontextualizar las imágenes mediante la mutilación y su posterior reorganización obligaba al receptor final a hacer una lectura muy personal de cada obra. Esto a finales de los ochenta no era ninguna novedad por supuesto, ya que las técnicas de collage y los recortes se remontan al dadaísmo de los veinte con artistas como Hannah Höch y Kurt Schwitters, surrealistas en los treinta como Man Ray y Eileen Agar, y fauvistas como Henry Matisse con sus “cut-outs” en los cuarenta. El objetivo tampoco era muy diferente, ya que Faba como sus predecesores descubre que la pérdida del control permite componer obras que tienen como fin último alterar la percepción criticando tácitamente el consumo pasivo de la obra expuesta públicamente.
CURIOSIDAD A “LA DERIVA”
Empieza entonces intencionalmente una jornada de investigación que mantiene hasta el presente, impidiendo que se afirme en un estilo o escuela artística y/o técnica en particular. Lo único permanente en su indagatoria tanto en Costa Rica como en su residencia de 23 años en España, es su vocación como artista gráfico, su insaciable curiosidad y su adopción de “la deriva” como herramienta primordial de concepción y realización técnica de su obra.
Esto es patente por poco más de una década en su serie "Rizoma" o “Serie verde” que desarrolló a partir de 1999 en Barcelona, España, y que expuso por primera vez en la capital costarricense en la Galería Memorándum en julio de 2000 con el nombre de “El Jardín de Osiris” y que finalizó como serie en el 2010 con el políptico “In-A-Gadda-Da-Vida”, presentado en la XXXI Bienal de Pontevedra ese año en la exposición “Ida y Vuelta”. La obra que forma parte actualmente de la colección del MBCCR es junto con el acrílico sobre tela “Biomáquina”, son buenos ejemplos de esta etapa.
Mientras la curiosidad por la
técnica y las posibilidades de los materiales compensa la falta de
intencionalidad en su obra, evadiendo las etiquetas y las definiciones
estilísticas, la deriva es una práctica estética que ha terminado
caracterizándolo como artista conceptual.
Originada en las experiencias de
desorientación experimentadas por los dadaístas y los surrealistas, en sus
excursiones al aire libre, haciendo lecturas de las posibilidades expresivas de
anti-arte en la ciudad, la deriva es tanto un modo de concepción como estilo de
vida para el artista.
Basándose en el concepto de la psicogeografía,
la deriva quería ser el “reconocimiento de los efectos psíquicos del
contexto urbano en el individuo y su comportamiento”, según el filósofo,
cineasta y activista francés Guy Debord (1931-1994) quien a finales de los
cincuenta retoma la deriva modernista y lidera el movimiento “Situacionista”
de corte neomarxista, cuyo principal objetivo era liquidar la sociedad de
clases en tanto que sistema opresivo y el de combatir el sistema ideológico
contemporáneo de la civilización occidental: la llamada dominación capitalista
y la dictadura de la mercancía.
Debord era ante todo un estratega
político, pero su influencia en las artes ha alcanzado a creadores como Faba
que han incorporado paso a paso la metodología de “la deriva” en su práctica
artística.
El filósofo francés sugería que “Para hacer una deriva, debes ir andando sin meta y horario. Elegir el camino sin basarse en lo que sabes, pero con base a lo que ven a su alrededor. Tienen que ser enajenados y mirar todo como si fuera la primera vez. Una forma de facilitar esto es andar con paso medido y mira hacia arriba ligeramente inclinados, así como para llevar el centro de la arquitectura del campo visual y dejar la superficie de la carretera al margen inferior de la vista. Tienes que percibir el espacio como un todo y dejarse atraer por los particulares.” (Fuente: Guy Debord, Théorie de la dérive, in Les Lèvres nues, n. 9, novembre 1956, Bruxelles)
Faba entiende la deriva como un reflejo consistente con su forma de ser dejándose llevar por un flujo continuo aparentemente sin control en el proceso creativo. De hecho, esta técnica lo ha llevado a extremos obsesivos en la factura formal de su obra, pero preservando su tendencia histórica a la monocromía – indistintamente de si incluye el verde, amarillo o el rojo – producto de su deformación como artista primariamente gráfico.
En términos creativos es un artista posconceptual que se deja llevar por las ideas obtenidas mediante la deriva, subyacente en cada obra, las cuales suelen tener más gravidez que las obras en sí mismas. Esto no quiere decir que no le importe el resultado formal final, sino que la técnica, la forma, las dimensiones y los materiales están al servicio de la idea derivada.
FORMA Y FONDO
En su obra del último quinquenio expande
el sentido lúdico de “la deriva” reviviendo la parodia mediática de Yves
Klein con su teatral “Salto al vacío” de 1960 que da nombre a la
muestra, para lanzar importantes interrogantes con base en tres ejes
conceptuales que han sido cruciales en la búsqueda del propósito de la
existencia humana.
Primero, la posibilidad con
los conceptos largamente discutidos en la historia humana del vacío (físico y
metafísico), la saturación (psico-social, cultural y medial) y el origen de la
vida (científico y espiritual). Segundo, la ambigüedad con su
intrincada polisemia que obliga a reducir la incertidumbre, y tercero, el error,
causado directa o indirectamente por el deterioro (entropía), lo accidental y
lo transitorio (lo efímero).
Hay ciertamente una correspondencia
formal y conceptual entre las series y los tres ejes temáticos ya citados: en
la “serie blanca” se explora el concepto del vacío a partir de los fondos
blancos donde dialogan tácitamente con manchas y texturas monocromáticas con
algunos acentos de color como ilustra “Volúptas” un acrílico sobre tela
del 2022.
El enfoque de Faba en ésta como en obras similares de la “Serie blanca” es capturar la esencia y la energía del elemento principal en lugar de enfocarse en los detalles precisos. A través de trazos rápidos y fluidos, representa el movimiento de una manera expresiva y dinámica al aplicar los pigmentos de color en el centro de la composición colocándolos deliberadamente en relieve. Me gustaría compartir la noción de que hay descontrol y emoción en las obras, pero eso parece ajeno aquí como en la mayoría de las piezas expuestas por tener lugar en la fase oculta del proceso, no en el resultado final que se hace público.
Mientras tanto, en la “Serie
negra”, se explora exponencialmente el tema de la saturación barroca de
estímulos que ahogan la atención como un vórtice que atrae a sus profundidades.
Su perturbador paisaje en acrílico sobre tela “Insomnio” del 2022
ilustra el consumo gradual del vacío por medio de la saturación del movimiento
en tonos oscuros sinuosos y desproporcionados.
No debe confundirse el vacío con la
nada, ya que la física cuántica ha demostrado que hay energía donde parece no
haber nada. En otras palabras, el vacío no está realmente vacío, sino que
se encuentra lleno de distintos elementos, aunque no sean propiamente
materia. Por eso resulta paradójico saltar a algo que realmente no está
vacío. El impacto en las artes visuales de este descubrimiento ha sido enorme,
por eso es posible reconocer ondas electromagnéticas, partículas y los famosos
campos no nulos como el de Higgs. En el caso concreto de Faba, estamos ante una
obra que pasa de llena a saturada, aunque visualmente la superficie nos parezca
vacía o inmaterial.
Que quede claro, sin embargo, que estamos ante una exhibición cuya concepción está fundada en la filosofía del arte más que en la ciencia.
Por ello, el tema del origen de la
vida es importante como evidencia la "Serie Brahmanda", aunque
no permita un análisis o discusión a fondo. Consistente en cinco pinturas al
acrílico sobre tela producidos entre el 2022 y 2023, este conjunto se ha
inspirado en una de las leyendas sagradas hinduistas (puranas) principales que
afirma que en el comienzo había un huevo (o testículo) de oro que era de origen
divino (Brahma) y el universo (parpancha) se formó a partir de él.
Es probable que a los hinduistas y budistas aficionados o no, les interese esta serie que formalmente ha sido resuelta con limpieza técnica y concepto minimalista, pero que conceptualmente no agrega mucho a la pregunta mundana de ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Tal vez, tengamos una prueba de su esterilidad cuando el autor en otro ardid lúdico viste de patrones de camuflaje uno de los huevos representados.
La ambigüedad constituye un paradójico segundo pilar en la muestra, a
partir de su instalación “Ananda o la farmacia celestial” consistente de
nueve triángulos dorados en grupos de tres y la pieza “Alicia”, otro
triángulo, realizada en bronce y acrílico sobre madera, todas concebidas en el
2023.
La pretensión del artista es envolvernos en un ritual posmoderno recurriendo al triángulo, el azul y el oro que en el pasado se han asociado simbólicamente con la divinidad, para compartir símbolos y fórmulas químicas de nueve sustancias de efectos alucinógenos de uso común en los rituales chamánicos y ciertas prácticas de psicoterapia.
Aunque su investigación
preparatoria se haya fundado en la figura de Ananda, principal discípulo de
Buda y de quien era primo, las láminas precolombinas de figuras de oro del
Pacífico sur costarricense asociadas a los rituales mencionados y la
experiencia de la Alicia de Carroll, consumiendo un supuesto hongo alucinógeno
(posiblemente Amanita muscaria) que cambiaba la percepción visual del personaje
permitiéndole ver objetos más grandes o más chicos como una realidad alterada,
la verdad es que Faba nos participa de juegos mentales en los que no pasamos de
curiosos espectadores.
No estamos de hecho ante una ruta viable de iluminación sensorial o metafísica inducido por láminas que sugieren la química de drogas alucinógenas, sino ante una instalación que evoca desorientación por su carácter enigmático.
Es, ciertamente, una temeridad
reducir la búsqueda de respuestas en la dimensión espiritual al atajo que
provee el uso de las drogas rituales, pero ciertamente confirma la cosmovisión
atea de que la religión es una invención humana, no sobrenatural, que se puede
encontrar en cualquier “farmacia celestial”.
LA BELLEZA DEL ERROR
Especialmente afecto a la “belleza”
de la imperfección humana y natural, Faba como un humanista nos adentra luego
en el tercer eje, el error, mediante representaciones que transgreden los
límites entre lo humano artificial y el mundo natural valiéndose de un
biomorfismo que explota lo orgánico y lo transforma unas veces en máquinas como
en los cuatro componentes de su “Maquinaria Sutil” - serie
negra del 2022-, y otras en umbrales de lo desconocido e incierto como “El
llanto de las bestias I”, acrílico sobre tela del 2021.
El error no tiene que ver aquí con
equivocación deliberada o accidental, sino más bien con imperfección natural
que puede transformarse en belleza según la perspectiva estética que adoptemos.
No pretende Faba que las obras
asociadas a cada eje brinden respuestas profundas, sino más bien que generen
nuevas preguntas en el mejor sentido heurístico al que nos ha acostumbrado la
ciencia humana.
Lo que observamos en cada obra de
las series presentadas, a saber, Blanca, Negra y Brahmanda, son una suerte de
documentos visuales resultado de factores artísticos y extra artísticos que
buscan desafiar nuestra percepción y si es posible provocar nuevos comienzos o
interrogantes.
“Esta muestra como otras que he hecho anteriormente es
una documentación, …es decir una serie de documentos que no hacen referencia a
las situaciones (de la vida) pero que son fruto de las situaciones. No solo son
documentos sobre situaciones reales, humanas, y reflexiones sobre esas
situaciones y sobre la vida, sino un punto de partida para otras cosas” (Rolando Faba. 2023, Entrevista. Museos BCCR. URL:
https://www.youtube.com/watch?v=4entBfmWXqU&t=11s)
La curaduría a cargo de María José Monge Picado y su equipo en los Museos del Banco Central ha ordenado el recorrido “documental” para facilitar al espectador la lectura de múltiples referentes y detonantes propios de la experimentación e inmersión de Faba en diferentes culturas visuales durante diferentes estadios históricos, desde el arte precolombino que estudió para afirmar su identidad cultural antes de residir en España, pasando por las mitologías y estéticas orientales para su exploración metafísica, particularmente el budismo, y llegando hasta las influencias de artistas de mediados del siglo pasado como el monocromático neorrealista francés Yves Klein (1928-1962) y el pintor, poeta y cartógrafo sueco-brasileño Öyvind Fahlström (1928-1976).
LA COMUNIDAD DEL SALTO
En el ámbito de las influencias, ni
Klein ni Fahlström no son muy trazables compositivamente en la obra de Faba, si
bien sus posturas filósofo-políticas de izquierda y técnico-artísticas en favor
de la liberación de los medios, formas y materiales redefiniendo el espacio y
el tiempo encuentran eco en los paisajes mentales que representa el autor
costarricense.
La influencia de Klein es más bien
técnica y conceptual ya que produjo principalmente obras monocromáticas en la
aplicación del color, transgrediendo con despreocupación los bordes del
formato, mediante diferentes rodillos y esponjas, aunque, muchas veces,
simplemente depositaba la pintura y dejaba que esta se colara por sí misma para
que el azul encontrara su propia forma.
Otro aspecto relevante en la obra
de Klein fue su exploración y uso del pan de oro en sus series buscando
representar la unión entre material y lo espiritual. Además, daba un gran valor
al uso del pan de oro porque daba una textura determinada y usaba el mismo
material para representar el color. Encontramos un reflejo de esta práctica en
su instalación "Ananda o la farmacia celestial".
Por otro lado, el interés del
francés en el budismo zen es otro punto de encuentro con respecto a
Faba. Pero, recordemos que esto no tiene que ver con una idea de Dios, ya que
el centro de esa doctrina sigue siendo el ser humano, no la divinidad.
En cuanto a Fahlström la distancia aumenta un tanto por cuanto el artista sueco-brasileño practicó un dibujo automatista, y creó mapas con base en imágenes y textos conectados poéticamente. Lo único que los acerca definitivamente es el desafío en su cartografía de los conceptos de espacio y tiempo mediante juegos en los que invita a participar activamente al espectador.
La incidencia de artistas como Klein y Fahlström en el artista costarricense, tiene que ver más con estética que práctica artística. Su objetivo no es halagar copiando en su producción a quienes admira, sino más bien sumarse a ellos en términos de modo de vida con base en una misma cosmovisión, una especie de zona neutral donde como artista puede poner atención completamente a su sensibilidad y realidad. De ahí la infatigable experimentación que realiza Faba y que poco tiene que ver con el objeto terminado.
No obstante, su preocupación primordial, como otrora la de Klein y Fahlström no es hacer representaciones de la realidad que se consuman como arte, sino despojar sus construcciones del subjetivismo y las restricciones del raciocinio. Repito, el énfasis está en el proceso, no en el objeto final. Una evidencia adicional de esto es que ninguna de sus etapas o series surgen como resultado de una evolución en secuencia cronológica lineal o a partir de puntos de inflexión o ruptura, sino más bien que se traslapan a veces por años hasta emerger por completo.
A finales de los años cincuenta, diez años antes del famoso “Salto al vacío” de Klein, se creó una dinámica educativa en museos europeos con base en técnicas circenses dirigido a niños y adultos, con el fin de ayudarles a recorrer el camino disruptivo de distintos creadores modernos y darle así la espalda a su rol tradicional de espectadores abrazando el nuevo rol de protagonistas en el objeto/proceso artístico.
Puede que Faba no haya llegado aún a su destino o completado su "salto" - puede que tal vez nunca llegue-, igual que puede que su compulsiva curiosidad y obsesiva experimentación en el mundo cuántico de Alicia lo emparente con el espectáculo circense, pero al final el "salto al vacío" supone un riesgo que no por ser calculado y lúdico reduce el grado de incertidumbre y fracaso que asume individualmente el creador. Por ello, respeto la declaración del innovador cineasta francés, Jean Luc Godard quien ha dejado claro que “Aquel que salta al vacío no debe ninguna explicación a quienes de pie se quedan observando”.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Comentarios
Viví en Barcelona de 1991 a 2013 y coincido con Don Carlos, es muy diferente de Madrid y quizá por mi ancestro catalán me quedo con Barcelona. Otra coincidencia con Don Carlos es que yo tampoco tuve ninguna noticia sobre su actividad profesional en publicaciones culturales o a través de conocidos, lástima, hubiese sido interesante tener alguna comunicación e intercambio de ideas.
Don Carlos debe saber lo difícil que es para un artista latinoamericano sin contactos mostrar su obra y captar la atención en un entorno saturado y competitivo como cualquier gran ciudad española. A pesar de eso y con gran esfuerzo logré integrarme paso a paso en el ambiente artístico de Barcelona, exponiendo con regularidad en espacios alternativos y galerías gestionadas por artistas, así como galerías oficiales como La Casa Elizalde y el Palau Robert hasta acceder al nivel de participación y visibilidad que logré alcanzar en la primera década del presente siglo con participación en la I Bienal de Pintura de la Fundación Agrupación Mutua, Barcelona 2000. Pintura Iberoamericana Contemporánea de la Fundación Artecovi, Madrid y el VII Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Barcelona en 2007 así como la XXXI Bienal de Pontevedra en 2010. Amen de mi actividad como gestor cultural para la asociación de galerías Art Barcelona durante el lanzamiento de la feria de Video Arte LOOP en 2003 como encargado de publicaciones y mi labor de investigación para el portal DIGIARTS de UNESCO durante 2003 y en 2004 para el instituto MECAD de la Escuela Superior de Diseño de Barcelona.
Espero que este breve resumen aclare las dudas de Don Carlos y le reitero mi agradecimiento por su interés en mi trabajo. Quedo a su disposición.