CANTILLO, APUY Y SANTOS: Vanguardia de la Identidad
Ha pasado el período de las expectativas y el
tributo basado en el esfuerzo. La obra plástica de tres veteranos y
disciplinados artistas costarricenses presentes en el Centro de Arte Clásico de
Escazú debe ser juzgada ahora principalmente a través de su confrontación
visual pública y la conducta profesional de sus autores nutrida en la
honestidad, la disciplina y la valentía.
GEOMETRÍA MUSICAL
Edwin Cantillo es un pintor abstracto-geométrico, un indagador en el camino de las intenciones geométricas hermanadas con las relaciones colóricas. Su trabajo deviene de la interiorización de la vida, es la búsqueda de Dios en el sentido del orden y la armonía implícita en la naturaleza.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2017), sección: D. Publicado el domingo 23 de setiembre, 1990.
Edwin Cantillo (Limón, 1939-2009), Otto Apuy
(Guanacaste, 1949) y Carmen Santos (San José, 1920-2002) confirman en esta
exhibición que es posible ser vanguardia de los conceptos mediante una obra profunda
ideativamente, orientada por la indagación estética y no meramente por las
tendencias de la moda y el mercado.
Estos tres pintores tienen en común el haber confrontado su obra internacional y localmente, trabajar silenciosamente en sus estudios y asumir una actitud honesta hacia su producción y entorno sociocultural.
Estos tres pintores tienen en común el haber confrontado su obra internacional y localmente, trabajar silenciosamente en sus estudios y asumir una actitud honesta hacia su producción y entorno sociocultural.
GEOMETRÍA MUSICAL
Edwin Cantillo es un pintor abstracto-geométrico, un indagador en el camino de las intenciones geométricas hermanadas con las relaciones colóricas. Su trabajo deviene de la interiorización de la vida, es la búsqueda de Dios en el sentido del orden y la armonía implícita en la naturaleza.
Nacido en Limón, este pintor escogió las
montañas de San Ramón de Tres Ríos para indagar en la geometría sin abandonar
sus estudios por casi doce años. Su obra pictórica ha sido conocida merced a
marchantes y coleccionistas que han visitado su espacio.
El mismo grupo Cofradía que aglutinará durante su existencia artistas como Gerardo González, Otto Apuy, Rafa Hernández, Alvaro Bracci y Mariano Prado, tuvieron en Cantillo a su mayor polemista y catalizador. En su estudio se dió la génesis y ocaso de Cofradía.
El mismo grupo Cofradía que aglutinará durante su existencia artistas como Gerardo González, Otto Apuy, Rafa Hernández, Alvaro Bracci y Mariano Prado, tuvieron en Cantillo a su mayor polemista y catalizador. En su estudio se dió la génesis y ocaso de Cofradía.
La pintura de Cantillo busca la simplicidad
lo que lo convierte en cómplice del artista-músico Messiaen quien evoca con su
música las estructuras planetarias, como bien apuntara el extinto pintor
construccionista, Alberto Berrocal.
Su obra más reciente en exhibición sintetiza diez años ininterrumpidos de concreción plástica que le han llevado a evolucionar por proceso de la figuración de acento tropical y contemplativo a una geometría analítica que sublima su entorno figurativo y en un balance de formas geométricas donde la horizontal indica armonía y la vertical orden. Su obra es razón y emoción en un perfecto balance de línea-forma y color.
Su obra más reciente en exhibición sintetiza diez años ininterrumpidos de concreción plástica que le han llevado a evolucionar por proceso de la figuración de acento tropical y contemplativo a una geometría analítica que sublima su entorno figurativo y en un balance de formas geométricas donde la horizontal indica armonía y la vertical orden. Su obra es razón y emoción en un perfecto balance de línea-forma y color.
CONCRECIÓN EXPRESIONISTA
Otto Apuy es ante todo un eterno
buscador-encontrador de motivos, técnicas y conceptos que rompen continuamente
cualquier esquema ligado con el tan sobredimensionado “estilo personal”.
No es, debe advertirse, una búsqueda gratuita de la moda, identidad o mercado, no podría serio en la medida en que, cada vez más, su obra se inscribe en una trayectoria propia a la que es fiel con un continuo enriquecimiento teórico-plástico, que testimonia en cada nueva confrontación.
No es, debe advertirse, una búsqueda gratuita de la moda, identidad o mercado, no podría serio en la medida en que, cada vez más, su obra se inscribe en una trayectoria propia a la que es fiel con un continuo enriquecimiento teórico-plástico, que testimonia en cada nueva confrontación.
Su trabajo más conocido es en el dibujo puro,
sobrio (1969-1972) que representa los seres humanos imbuidos de comicidad o
incógnita. Parecen seres que sufren y evocan horror.
Apuy expuso por primera vez en 1973, pintura al óleo que, por no haber concretado adecuadamente, debió retomar casi una década después, mientras el dibujo en blanco y negro, aunque también en color, se apoderaba de su expresión tragicómica.
Apuy expuso por primera vez en 1973, pintura al óleo que, por no haber concretado adecuadamente, debió retomar casi una década después, mientras el dibujo en blanco y negro, aunque también en color, se apoderaba de su expresión tragicómica.
Pasa fugazmente, a comienzos de la década del
ochenta, por un periodo conceptual que, como experiencia, reafirma una búsqueda
teórica. El arte conceptual retoma, en el decenio del setenta ideas defendidas
desde 1913, para crear un arte exclusivamente intelectual, un arte que pudiera
imaginarse y percibirse sin necesidad de pasar por el “trámite” de la creación material y, si se debía producir un objeto,
se haría con materiales corrientes y sin valor.
Apuy regresó al país en 1980, e inició tres
años de intensa experimentación en la pintura al óleo con el grupo Cofradía,
del que era integrante, aunque también fabricó artefactos para su “performances”
conceptuales locales: “Trompico” (1980), “Figuración candente” (1981) y “Mesas”
(1982).
En estas pinturas se advierte como el dibujo
sigue ocupando un sitio de privilegio en la estructura del cuadro, si bien la
composición se vuelve indispensable en la práctica de la pintura: empleo de
elementos geométricos (mesas, sillas), que revelan una indagatoria plástica y
elementos paisajísticos, que afirman una identidad obsesivamente y evocan el
recuerdo de la infancia o la viceversa en el entorno nativo.
Con algunos de esos elementos aún presentes
regresa al país, a fines de 1985, con gran parte de la obra que expone en 1986.
Esta se hallaba nutrida de tendencias actuales como el neoexpresionismo y, en
menor medida, la neofiguración con visos posrenacentistas en algunas
composiciones. Pinta también en nuestro país pero continúa la obra ya iniciada
durante su residencia en Barcelona.
Este período se extiende hasta su muestra
actual en la cual el “monstruo”, motivo dominante en la mayor parte de su obra,
ha sido modulado en su dolor a una especie de juego amistoso. Se trata de
monstruos “reeducados” por una relación no conflictiva entre autor y elementos
plásticos, Apuy se ha hecho ciertamente amigo del monstruo de sus fantasías
gráficas y así lo testimonia.
Otto Apuy denota en su obra de madurez
acentos neoexpresionistas y neoplásticos: del primero toma, entre otros
valores, sus colores no puros y la composición libre, del otro, la preeminencia
del objeto en el espacio pictórico; un rostro cuidadosamente realizado en el
centro del cuadro. Hay un conflicto, tal
vez deliberado, en esta pintura que contrasta el espacio de la mancha
expresionista con una solución espacial, que puede evocar el sueño.
No hay más sorpresas, ni accidentes, hay un
autor cuidadoso detrás de la espátula y el pincel, pero también un conflicto
entre dos formas de hacer y ver: neoexpresionismo y neoplasticismo sumado con
influencia en un quehacer personal sufrido.
"Conexiones", 1988. Técnica mixta. OTTO APUY SIRIAS
LO MATÉRICO EN SANTOS
Carmen Santos Fernández, conocida como
artista mexicana durante los decenios del sesenta y setenta, se ha reinsertado
en la escena plástica costarricense por derecho propio.
Pese a su amplia carrera, iniciada en la
década del cincuenta, tras haber sido discípula del realista social
estadounidense Reginald Marsh, de los muralistas mexicanos Diego Rivera e Ignacio
Aguirre y del escultor Alberto de la Vega, en nuestro país es aún poco
conocida.
Después de practicar una pintura de corte figurativo y acento expresionista, evolucionó hacia la no figuración. Se constituyó así en la primera autora costarricense que confrontó obra abstracta en el exterior (México y Estados Unidos) antes de 1958.
Después de practicar una pintura de corte figurativo y acento expresionista, evolucionó hacia la no figuración. Se constituyó así en la primera autora costarricense que confrontó obra abstracta en el exterior (México y Estados Unidos) antes de 1958.
De un intenso colorido evoluciona a una
monocromía, principalmente a partir de 1959, cuando indaga en el blanco y el
negro y las enormes y difíciles posibilidades de la gama de los grises, afines
a su peculiar sentido de la sobriedad.
No obstante, la obra cotejada ahora, acorde
con su proceso de más de treinta años en la práctica pictórica no figurativa,
se caracteriza por la propuesta de una tercera dimensión mediante la textura,
insinuada con las sombras de sus óleos, y su más significativa apelación a lo
táctil con sus pinturas al óleo, nutridas de elementos materiales como los
polvos de mármol y la fibra de vidrio.
Corresponde la muestra actual a su trabajo
del último bienio, acuciada por la necesidad de recuperar su oficio debilitado
por otras tareas y concretar sus aspiraciones estéticas.
La reducción drástica de su quehacer en la pintura, durante más de una década, se debió a su investigación en el vidrio y la forja del hierro, que revelan su influencia en la conformación de las obras exhibidas, especialmente por la incorporación de texturas evocadoras de la tercera dimensión de la escultura en hierro y el vidrio, así como los bronces, y “oros” atomizados en sus tintas reminiscentes de lo orgánico biológico.
La reducción drástica de su quehacer en la pintura, durante más de una década, se debió a su investigación en el vidrio y la forja del hierro, que revelan su influencia en la conformación de las obras exhibidas, especialmente por la incorporación de texturas evocadoras de la tercera dimensión de la escultura en hierro y el vidrio, así como los bronces, y “oros” atomizados en sus tintas reminiscentes de lo orgánico biológico.
En su apelación a las cualidades táctiles y
sobrias de los materiales utilizados en sus soportes de tela y cartulina, hay
una evidente búsqueda de efectos plásticos escultóricos. Sin embargo, en
algunos, el efecto sensorial reproducido en la retina del espectador sustituye
al concepto plástico total explorado.
Esto podría atribuirse, no obstante a su
consistente proceso artístico, a que su obra carece de una teoría o concepto
pictórico propio que, sin limitarla en su indagatoria, no la convierta en mero
efectismo, en gratuita búsqueda de impactos efímeros en detrimento de un valor
conceptual duradero.
Su fuerza parece dimanar de una actitud
valiente, sumada a un conocimiento artístico empírico, asimilado más por praxis
que por teoría, más por hacer que por pensar.
Cantillo, Apuy y Santos se confrontan ahora
dentro de un espíritu de vanguardia que los hermana con integridad y permite
que se les juzgue únicamente por lo que son.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2017), sección: D. Publicado el domingo 23 de setiembre, 1990.
Revisado
por el autor el 10 de abril, 2018.
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