CANTILLO, APUY Y SANTOS: Vanguardia de la Identidad

Ha pasado el período de las expectativas y el tributo basado en el esfuerzo. La obra plástica de tres veteranos y disciplinados artistas costarricenses presentes en el Centro de Arte Clásico de Escazú debe ser juzgada ahora principalmente a través de su confrontación visual pública y la conducta profesional de sus autores nutrida en la honestidad, la disciplina y la valentía.

Edwin Cantillo (Limón, 1939-2009), Otto Apuy (Guanacaste, 1949) y Carmen Santos (San José, 1920-2002) confirman en esta exhibición que es posible ser vanguardia de los conceptos mediante una obra profunda ideativamente, orientada por la indagación estética y no meramente por las tendencias de la moda y el mercado.

Estos tres pintores tienen en común el haber confrontado su obra internacional y localmente, trabajar silenciosamente en sus estudios y asumir una actitud honesta hacia su producción y entorno sociocultural.

El crítico de arte, Juan Carlos Flores Zúñiga, introduciendo a Carmen Santos, Edwin Cantillo y Otto Apuy en el Centro de Arte Clásico de Escazú propiedad de la galerista Myriam Roffo.

GEOMETRÍA MUSICAL

Edwin Cantillo es un pintor abstracto-geométrico, un indagador en el camino de las intenciones geométricas hermanadas  con las relaciones colóricas. Su trabajo deviene de la interiorización de la vida, es la búsqueda de Dios en el sentido del orden y la armonía implícita en la naturaleza.

Nacido en Limón, este pintor escogió las montañas de San Ramón de Tres Ríos para indagar en la geometría sin abandonar sus estudios por casi doce años. Su obra pictórica ha sido conocida merced a marchantes y coleccionistas que han visitado su espacio. 

El mismo grupo Cofradía que aglutinará durante su existencia artistas como Gerardo González, Otto Apuy, Rafa Hernández, Alvaro Bracci y Mariano Prado, tuvieron en Cantillo a su mayor polemista y catalizador. En su estudio se dió la génesis y ocaso de Cofradía.

La pintura de Cantillo busca la simplicidad lo que lo convierte en cómplice del artista-músico Messiaen quien evoca con su música las estructuras planetarias, como bien apuntara el extinto pintor construccionista, Alberto Berrocal.

Su obra más reciente en exhibición sintetiza diez años ininterrumpidos de concreción plástica que le han llevado a evolucionar por proceso de la figuración de acento tropical y contemplativo a una geometría analítica que sublima su entorno figurativo y en un balance de formas geométricas donde la horizontal indica armonía y la vertical orden. Su obra es razón y emoción en un perfecto balance de línea-forma y color.

                  "Cubos turquesa", 1990. Técnica mixta. EDWIN CANTILLO CASTRO

CONCRECIÓN EXPRESIONISTA

Otto Apuy es ante todo un eterno buscador-encontrador de motivos, técnicas y conceptos que rompen continuamente cualquier esquema ligado con el tan sobredimensionado “estilo personal”. 

No es, debe advertirse, una búsqueda gratuita de la moda, identidad o mercado, no podría serio en la medida en que, cada vez más, su obra se inscribe en una trayectoria propia a la que es fiel con un continuo enriquecimiento teórico-plástico, que testimonia en cada nueva confrontación.

Su trabajo más conocido es en el dibujo puro, sobrio (1969-1972) que representa los seres humanos imbuidos de comicidad o incógnita. Parecen seres que sufren y evocan horror. 

Apuy expuso por primera vez en 1973, pintura al óleo que, por no haber concretado adecuadamente, debió retomar casi una década después, mientras el dibujo en blanco y negro, aunque también en color, se apoderaba de su expresión tragicómica.

Pasa fugazmente, a comienzos de la década del ochenta, por un periodo conceptual que, como experiencia, reafirma una búsqueda teórica. El arte conceptual retoma, en el decenio del setenta ideas defendidas desde 1913, para crear un arte exclusivamente intelectual, un arte que pudiera imaginarse y percibirse sin necesidad de pasar por el “trámite” de la creación material y, si se debía producir un objeto, se haría con materiales corrientes y sin valor.

Apuy regresó al país en 1980, e inició tres años de intensa experimentación en la pintura al óleo con el grupo Cofradía, del que era integrante, aunque también fabricó artefactos para su “performances” conceptuales locales: “Trompico” (1980), “Figuración candente” (1981) y “Mesas” (1982).

En estas pinturas se advierte como el dibujo sigue ocupando un sitio de privilegio en la estructura del cuadro, si bien la composición se vuelve indispensable en la práctica de la pintura: empleo de elementos geométricos (mesas, sillas), que revelan una indagatoria plástica y elementos paisajísticos, que afirman una identidad obsesivamente y evocan el recuerdo de la infancia o la viceversa en el entorno nativo.

Con algunos de esos elementos aún presentes regresa al país, a fines de 1985, con gran parte de la obra que expone en 1986. Esta se hallaba nutrida de tendencias actuales como el neoexpresionismo y, en menor medida, la neofiguración con visos posrenacentistas en algunas composiciones. Pinta también en nuestro país pero continúa la obra ya iniciada durante su residencia en Barcelona.

Este período se extiende hasta su muestra actual en la cual el “monstruo”, motivo dominante en la mayor parte de su obra, ha sido modulado en su dolor a una especie de juego amistoso. Se trata de monstruos “reeducados” por una relación no conflictiva entre autor y elementos plásticos, Apuy se ha hecho ciertamente amigo del monstruo de sus fantasías gráficas y así lo testimonia.

Otto Apuy denota en su obra de madurez acentos neoexpresionistas y neoplásticos: del primero toma, entre otros valores, sus colores no puros y la composición libre, del otro, la preeminencia del objeto en el espacio pictórico; un rostro cuidadosamente realizado en el centro del cuadro.  Hay un conflicto, tal vez deliberado, en esta pintura que contrasta el espacio de la mancha expresionista con una solución espacial, que puede evocar el sueño.

No hay más sorpresas, ni accidentes, hay un autor cuidadoso detrás de la espátula y el pincel, pero también un conflicto entre dos formas de hacer y ver: neoexpresionismo y neoplasticismo sumado con influencia en un quehacer personal sufrido.

"Conexiones", 1988. Técnica mixta. OTTO APUY SIRIAS

LO MATÉRICO EN SANTOS

Carmen Santos Fernández, conocida como artista mexicana durante los decenios del sesenta y setenta, se ha reinsertado en la escena plástica costarricense por derecho propio.

Pese a su amplia carrera, iniciada en la década del cincuenta, tras haber sido discípula del realista social estadounidense Reginald Marsh, de los muralistas mexicanos Diego Rivera e Ignacio Aguirre y del escultor Alberto de la Vega, en nuestro país es aún poco conocida. 

Después de practicar una pintura de corte figurativo y acento expresionista, evolucionó hacia la no figuración. Se constituyó así en la primera autora costarricense que confrontó obra abstracta en el exterior (México y Estados Unidos) antes de 1958.

De un intenso colorido evoluciona a una monocromía, principalmente a partir de 1959, cuando indaga en el blanco y el negro y las enormes y difíciles posibilidades de la gama de los grises, afines a su peculiar sentido de la sobriedad.

No obstante, la obra cotejada ahora, acorde con su proceso de más de treinta años en la práctica pictórica no figurativa, se caracteriza por la propuesta de una tercera dimensión mediante la textura, insinuada con las sombras de sus óleos, y su más significativa apelación a lo táctil con sus pinturas al óleo, nutridas de elementos materiales como los polvos de mármol y la fibra de vidrio.

Corresponde la muestra actual a su trabajo del último bienio, acuciada por la necesidad de recuperar su oficio debilitado por otras tareas y concretar sus aspiraciones estéticas. 

La reducción drástica de su quehacer en la pintura, durante más de una década, se debió a su investigación en el vidrio y la forja del hierro, que revelan su influencia en la conformación de las obras exhibidas, especialmente por la incorporación de texturas evocadoras de la tercera dimensión de la escultura en hierro y el vidrio, así como los bronces, y “oros” atomizados en sus tintas reminiscentes de lo orgánico biológico.

"Sin título", 1990. Técnica mixta. CARMEN SANTOS FERNÁNDEZ

En su apelación a las cualidades táctiles y sobrias de los materiales utilizados en sus soportes de tela y cartulina, hay una evidente búsqueda de efectos plásticos escultóricos. Sin embargo, en algunos, el efecto sensorial reproducido en la retina del espectador sustituye al concepto plástico total explorado.

Esto podría atribuirse, no obstante a su consistente proceso artístico, a que su obra carece de una teoría o concepto pictórico propio que, sin limitarla en su indagatoria, no la convierta en mero efectismo, en gratuita búsqueda de impactos efímeros en detrimento de un valor conceptual duradero.

Su fuerza parece dimanar de una actitud valiente, sumada a un conocimiento artístico empírico, asimilado más por praxis que por teoría, más por hacer que por pensar.

Cantillo, Apuy y Santos se confrontan ahora dentro de un espíritu de vanguardia que los hermana con integridad y permite que se les juzgue únicamente por lo que son.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2017), sección: D. Publicado el domingo 23 de setiembre, 1990.
Revisado por el autor el 10 de abril, 2018.

Comentarios

Wilberth Cantillo Castro dijo…
MARAVILLOSA FOTO,EXCELENTE COMENTARIO,GRACIAS
Alfonso Peña dijo…
CANTILLO, APUY Y SANTOS!! RECOMENDAMOS ESTE ENSAYO CRÍTICO DE Juan Carlos Flores Zuñiga!! EXCELENTE TRABAJO DE INVESTIGACIÓN. COMPARTAN, COMENTEN, DIVULGUEN!!
Carlos Barboza Vargas dijo…
Sin duda alguna estos artistas en Costa Rica han hecho una buena difusión del Neo plásticismo, unido al informalismo, que inició Manuel De la Cruz, dándole un carácter personal. Buena documentación Juan Carlos.
Ana Lorena Cantillo-Gamboa dijo…
Que hermosa publicación! Muchisimas gracias!!!

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