LOUISE BOURGEOIS: Arte y Terapia
Exhibición de esculturas “Louise Bourgeois en los Jardines
del Rijksmuseum” (Francia, 1911-2010) Doce esculturas en bronce, aluminio, acero
inoxidable y mármol. Jardines del Rijksmuseum, Ámsterdam, Países Bajos. Del 25
de mayo al 3 de noviembre, de 2019, de lunes a domingo.
Un aspecto recurrente en la producción artística moderna y posmoderna ha
sido la búsqueda de la intersección de la vida con el arte. Los movimientos de vanguardia propusieron en
las décadas del veinte y el treinta del siglo pasado, que las experiencias
personales del artista se conectarán con las posibilidades formales y
conceptuales del hecho creativo, aunque hasta la posguerra tal conexión fue
limitada y a menudo, pobre formal y conceptualmente.
Al fin y al cabo, independientemente del estado de salud mental del
artista, que en mi criterio tiende por el estrés propio de su oficio a
volverse disfuncional y, en casos extremos, a desarrollar algunos trastornos psicológicos,
la terapia y el arte no son equivalentes.
Sin embargo, desde la emergencia del conceptualismo y el posmodernismo, en la segunda mitad del siglo XX, un número creciente de curadores, críticos e historiadores de arte han venido redefiniendo
el propósito del arte como fruto de la terapia psicológica.
En esta corriente, viene a la memoria la muestra curada en el 2014 por Alain de Botton y
John Armstrong para el Rijksmuseum titulada “Terapia artística” en la que para empoderar a su audiencia usaban la frase: ¡no pregunte que puede hacer
usted por el arte, pregunte lo que el arte puede hacer por usted!
No niego el mérito de la terapia psicológica al facilitar procesos que han ayudado a muchas personas a superar traumas y pérdidas, entre otras condiciones, y mejorar su funcionalidad en la
vida personal y profesional. Pero a diferencia de los curadores
ya citados la pregunta central no debería ser lo que el arte puede hacer por
usted, sino lo que usted por sí mismo puede hacer mediante el arte.
Desde la perspectiva de la biología evolutiva, la
terapia mediante expresiones o medios artísticos ha sido una práctica común a
lo largo de la historia. Las llamadas artes expresivas — representaciones visuales,
música y ritmo, danza y movimiento, drama y ritual – emergieron porque se relacionaban
con comportamientos que mejoraban la salud.
En otras palabras, esas prácticas contribuían a que
las personas se sintieran mejor en tiempos de crisis, trauma y/o pérdida. Aún antes de que las artes fueran usadas para
hacer “arte por el arte”, con su sentido no utilitario, los seres
humanos disfrutaron de la satisfacción del ritmo, la novedad, el orden, el patrón,
color, juego y movimiento corporal como medios para la autorregulación
emocional.
En síntesis, los seres humanos desde siempre se han
expresado a través de medios artísticos porque la experiencia sensorial los ayuda
no solo a expresar y crear significados sino también a reparar y renovar su alma (del griego psique). Pero una cosa es usar medios artísticos como terapia y otra completamente diferente es crear arte.
Lo que cambió radicalmente esta relación terapéutica, simbiótica de arte y la terapia, fue la emergencia de un arte independiente de
los atavismos y cánones religiosos e institucionales, no utilitario en esencia
y libre en su expresión creativa: formal y conceptual.
El artista por definición puede testimoniar su
percepción de la realidad, lo que incluye su mundo interno, pero trascendiéndolo,
sanando, no aferrándose a su trastorno para justificar su contenido final.
En el ámbito de la crítica de arte, no estamos
interesados en el uso del arte como terapia, sino en lo que la persona puede
aportar con integridad para enriquecer el entorno social y cultural mediante su
sensibilidad e inteligencia artísticas. No nos interesa
la anécdota personal o para los efectos el trauma o la pérdida sino como el
artista trasciende una u otra en su propuesta plástica pública.
Claro, que esto suena contracultural en algunos círculos
contemporáneos, donde todo lo que una persona produzca por medios artísticos debe
considerarse arte, aunque realmente se trate de una mera práctica terapéutica.
"Uno de los dos", 2004. Escultura en acero inoxidable. Foto: Rijksmuseum
LÍMITES Y TRANSGRESIONES
Seis exposiciones casi simultáneas en Australia,
Italia, Estados Unidos y los Países Bajos, sobre la misma marca y artista,
Louise Bourgeois, ofrecen una oportunidad única para examinar con amplitud los
límites y transgresiones entre el arte y la terapia en el arte contemporáneo
fomentados por esta prolífica franco-estadounidense.
Bourgeois una de cuyas esculturas más emblemáticas “Janus
Fleuri” (1968) bronce que muestra dos cabezas de pene, cuelga pendulante
sobre el sofá cubierto con una alfombra oriental que usará el padre del psicoanálisis
Sigmund Freud (1856-1939) en su consultorio londinense, pasó treinta años de su vida en sesiones
semanales de psicoanálisis.
Una selección de sus escritos referidos a sus sesiones
de terapia, que tenían lugar cuatro veces por semana, junto con abultadas y
siniestras esculturas de fibras e instalaciones se exhiben, también, en el Museo
Freud de Londres permitiendo atisbar en sus distintos estados psicológicos a lo
largo de su vida y carrera.
El psiquiatra, Henry Lowenfeld – perteneciente a la
segunda generación de psicoanalistas y discípulo del controversial Wilhelm Reich-,
que la atendió en Nueva York desde 1952, consideraba en sus notas, también exhibidas,
que la inhabilidad de la artista para aceptar su agresión era un problema
central en sus sesiones. Bourgeois, no obstante, reconoció en uno de sus escritos que “la agresión es usada por la culpa y se vuelve contra mi misma en
lugar de ser sublimada a través de canales útiles”.
Para algunos historiadores de arte las libre
asociaciones y garabatos de sus notas no solo sugieren pistas sobre las
relaciones personales y conflictos que permearon su trabajo, sino que también
permiten identificar conexiones directas con su proceso creativo.
Bourgeois no nos permite olvidar en su obra el
trauma de su infancia. Fue la favorita
de su encantador padre quien mantuvo por diez años una aventura con su adorada
tutora. “Fue una doble traición”, declara en una oportunidad la
artista. De cara a los continuos daños
emocionales de su pasado, que incluyen arranques de ira, depresión, insomnio y
ansiedad, su trabajo se convirtió en un medio para el autoexamen y la supervivencia.
Por eso regresa una y otra vez a sus heridas
originales. En sus escritos y cartas reveladas
pocos años después de su muerte se encontraron listas en que había un recuento melancólico
de sus fracasos. Por ejemplo, en 1958, a los 47 años, escribe: “He fracasado
como esposa/ como mujer/ como madre/, como anfitriona/ como artista/ como mujer
de negocios”, y sigue el inventario. También hizo una lista suicida sobre “siete
maneras sencillas de terminar con todo”.
Otra de sus listas versa sobre sus temores: “Temo al
silencio/ temo a la oscuridad/ temo a caerme/ temo al insomnio/ temo al vacío“ y,
no menos importante, sus sentimientos sobre el análisis o terapia psicológica: “El
análisis es un trabajo/ es una trampa/ es un privilegio/ es un lujo/ es un debe/…es
una broma/me hace sentir incapaz/ me convierte en una policía/ es un mal sueño…
Sus inventarios emocionales con toda su enmarañada lógica
fueron el medio empleado por Bourgeois para pensar, para procesar. El crítico de arte Peter Frank (EUA, n. 1950) fue quién la
animó a escribir esas libres asociaciones, no su psiquiatra.
En respuesta a la sugerencia de Frank, escribió “No
es como medicina, ni por obligación. Escribo porque siempre he sentido que, si
la gente me conociera realmente, no podría dejar de gustarles. Escribo y hago
escultura para ser amada (por quien soy).”
La artista consideraba el arte con su “forma de psicoanálisis”
paralela, porque le ofrecía un acceso único y privilegiado al inconsciente, así
como una forma de escape psicológico.
Por eso escribió en un papel rosa su conocido lema “El arte es una garantía
de sanidad”.
No obstante, su obra se caracteriza por su intencionalidad
reparadora, una especie de cura mental. Por eso su obra es esencialmente autobiográfica
y se sumerge repetitivamente en la narrativa de su infancia.
De hecho, sus aseveraciones cuasi aforísticas están
permeadas por su historia personal, de la que sólo tenemos su versión, por lo
que tanto en lo que escribe como en lo que plasma en medios artísticos como el
dibujo, el grabado y la escultura son radicalmente subjetivos ya sea que el
abordaje lo haga a través del surrealismo, el expresionismo abstracto o el
postminimalismo.
"Janus flouri", 1968. Escultura en bronce. Foto: CCACR
HISTORIA PERSONAL Y SIMBOLISMO
Las doce esculturas exhibidas al aire libre en los
jardines del Rijksmuseum de Amsterdam hasta el 3 de noviembre del presente año, nos
permiten enfocarnos en su proceso de formación y de madurez de Bourgeois que se
extiende desde fines de los cuarentas hasta el 2003.
Curada por el exdirector del Centro Pompidou de
París, Alfred Pacquement, las obras expuestas se distancian enormemente de
muestras retrospectivas precedentes como la realizada en el Guggenheim Bilbao, hace
tres años, sobre la vena más oscura de la vida y creación de Bourgeois llamada “Celdas”
(1990-1993).
Lo que podemos apreciar en Ámsterdam son esculturas
simbólicas y enigmáticas dentro de un espacio arquitectónico o ambiental que
revela a Bourgeois como una versión femenina de Sísifo empujando su bagaje psicológico
cuesta arriba con la conciencia de que una vez en la cima deberá volver a
empezar. No es la primera en intentarlo,
ya que es una vena en el arte en la que casi nadie ha tenido éxito.
En el fondo, cada obra expuesta representa un
eslabón en su búsqueda y afirmación de un manifiesto a favor de cierto tipo de
poder que anhela y que es inseparable del poder que busca como artista.
O como lo expresó Susan K. Deri en su obra “Simbolización
y creatividad” (Intl Universities Pr Inc, 1984): “el poder de dar vida,
y el poder de continuar siendo nuestra madre después que crecemos – madre de
nuestras emociones, funcionando como último recurso, prometiéndonos comprensión
sin palabras”.
Bourgeois tuvo un afecto conflictivo hacia su
madre, su padre y su institutriz que no pudo superar saludablemente. Lo que encontró en el arte fue un medio para
hacer patente ese conflicto de manera recurrente. Esto la hacía definirse como
una “histérica” y hacer esculturas como “Arco de Histeria” (1993) que
hace referencia a la “centrífuga de la histeria” en la cual a menudo decía encontrarse consumida.
A principio mediante una dialéctica inconsciente de
daño y reparación, como lo revelan sus instalaciones, en particular, “la destrucción
de mi padre” (1974), pero luego mediante un anhelo sublimado del poder generativo
y regenerativo simbolizado no solo por la madre sino también por el falo, incorporando
en numerosas obras bidimensionales y tridimensionales.
No olvidemos que la mama de Bourgeois fue una restauradora
de tapices textiles a quien comparó con una araña tejiendo una frágil telaraña.
Su serie de esculturas “Maman” iniciada en
1996 muestra a una masiva arácnida guardando uno o varios huevos según la
escala.
Aunque Freud llamó al anhelo inconsciente femenino de poder generativo
y regenerativo “envidia del falo”, la realidad es que el simbolismo de
las arañas, tres de las cuales se exponen en el Rijksmuseum, no consiste en que
la artista quiere convertirse en hombre, ni siquiera como fantasía, sino que
quiere el reconocimiento de su propia porción natural de poder, la cual el
hombre en un acto político de expropiación y en un acto literal y material reclamó para sí mismo por siglos.
Por eso, se ha observado que el objetivo puntual de
la escultura de Bourgeois es la integración del hombre y la mujer, a menudo de
manera violenta, pero continua en cada objeto.
Las creaciones de Bourgeois se mueven con libertad
entre el surrealismo y el minimalismo, entre lo figurativo y lo abstracto. Pero
debe reconocerse que sus objetos difieren de los surrealistas que, en general,
no fueron muy exitosos “objetivando” sus fantasías para visibilizarlas
en el espacio tridimensional.
Muchos de los artistas surrealistas favorecían el
uso de lo ordinario, de los "objetos descartados" para connotar el inconsciente. André
Breton en su ensayo sobre Marcel Duchamp (1934) argumenta en favor de encontrar
objetos para reprocesarlos mentalmente – conscientemente fantaseando acerca de
ellos.
A los surrealistas desde sus comienzos les
disgustaba trabajar físicamente con insumos materiales crudos para convertirlos
en arte. Bourgeois, por el contrario, fue básicamente una trabajadora manual mas
que una artista literaria e intelectual.
Como ha indicado ya Donald Cuspit, uno de sus apologistas,
“ella se dejaba absorber en la materialidad del objeto. Ella daba modelaba o
daba forma “masturbando” el material para encontrar lo fálico en este”.
La presente exhibición nos muestra los comienzos de
la carrera de Bourgois mediante obras de los cuarentas y cincuentas que
resultan a primera vista simples “construcciones” a menudo, de forma totémica
que repite hasta la saciedad mediante series o con un enfoque minimalista.
Estas obras constructivistas van volviéndose más orgánicas
o fluidamente fálicas para seguir la perspectiva de Cuspit.
"El ciego guiando al ciego", 1947-1949. Escultura en bronce. Foto: Rijksmuseum
SENSUALIDAD Y VIOLENCIA
La artista favorece progresivamente la sensualidad
en la forma del material descartando el uso surrealista de los objetos
encontrados. En su lugar carga sus obras como hemos apuntado de su bagaje psicosomático
o fantasías de intimidad incondicional con el otro como su obra que cuelga cual
capullos de los árboles en el jardín del Rijksmuseum.
El deseo manifiesto no es estrictamente sexual,
sino mas bien un deseo de fusión metamórfica.
En su carrera como revela el recorrido de las
esculturas en los jardines del Rijks, la intencionalidad de cada obra está
permeado por su ego y la búsqueda de significado erógeno. De hecho, por eso no
hace separación entre lo primitivo y lo civilizado.
Evidencia de ello son obras suyas como "Dormir II" (1967), escultura en mármol, la serie de Janus que inicia en en el mismo año en bronce y otros
materiales, y los estudios naturales de 1986 entre los que figuran los ojos funcionales
con cuencas vacías que incorpora en sus proyectos escultórico arquitectónico-públicos
y que se muestran en el interior del museo.
La representación de la mujer en esta artista no sigue
la caricaturización típica que el surrealismo hace del cuerpo femenino. Por ejemplo en “La mujer navaja” una imagen
que trabajó varias veces desde 1969 es patente que la mujer está embarazada y
trata de lucir amenazadora porque se siente amenazada.
Bourgeois usa a su favor dos ventajas: primero, su
conocimiento amplio de conceptos psicoanalíticos, lo cuales informan su trabajo
y son usados para ayudar a comprender su trabajo. No obstante, se asegura de que lo visual vaya
acompañado de lo literario. Segundo, su esposo, el historiador de arte Robert
Goldwater quien fue director del museo de arte primitivo de Nueva York, la
introdujo al objetos primitivos y fetiches que ella integró a su obra como un medio adicional y
mágico de exorcizar su trauma.
"Araña", 1996. Escultura en bronce. Foto: Rijksmuseum
ACENTO POSMODERNO
El acento puesto en el contenido por parte de la
artista franco-americana ha permitido el empate de los objetos exhibidos en Ámsterdam
con cierta conducta posmoderna, la que postula que el objeto de arte
corresponde a ideas, condiciones y experiencias que este no contiene, pero a
las cuales hace referencia por medio de la analogía, la metáfora, el símbolo o
la alegoría. No en vano el posmodernismo
refleja el universo no artístico.
Bourgeois, no obstante, consciente de sus
posibilidades de manifestación temporal y de las oportunidades que el arte
brinda para emitir opiniones, aparentemente desinteresadas, no pierde el tiempo
en la estética. Se ocupa más de
enarbolar, por medio de sus objetos- un testimonio psicológico sospechoso, gratuitamente
ambivalente entre lo sensual y lo hostil.
La complicada relación de Bourgeois con su madre,
no con su padre, es lo que se ha hecho mas claro en su última etapa creativa al
convertirse en el contenido sustancial de esta.
Es como si hubiera llenado el vacío de poder en la combinación generativa
madre y artista, que citamos antes, reemplazando al padre que amaba/odiaba con
la imagen de tejedora/protectora de su madre. Hilando mas delgado, su verdadera
historia no es sobre su relación con un padre, sino con una madre.
A pesar de que exhibió individualmente desde fines
de los cuarentas, la fama tocó a su puerta en los noventas, convirtiéndose en
una figura de culto a la manera de Frida Kahlo o Georgia O´Keeffe en su última década
de vida.
Esta popularidad construida a través de su terapia
hecha arte, no le impidió finalmente exhibir su desencanto con el psicoanálisis
que tanto aprovecho en su carrera, escribió en 1990 en su ensayo “Los juguetes
de Freud”, “la verdad es que Freud no hizo nada por los artistas, o por
el problema del artista, el tormento del artista” y luego agregó “ser
artista involucra algún sufrimiento. Esta es la razón por la que los artistas
se repiten a sí mismos – porque no tienen acceso a una cura”.
Freud ya se había adelantado a este ataque cuando escribió
en 1926 en su ensayo sobre Dostoyevski y el parricidio, “Ante el problema
del artista creativo, el psicoanálisis debe deponer sus armas”.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
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