SALÓN NACIONAL DE ARTES VISUALES 2022: Miedo a la Libertad
Colectiva de artistas nacionales y
residentes en Costa Rica seleccionada por el jurado nacional del Salón de Artes
Visuales 2021-22. 66 obras de 62 autores en pintura al óleo, acrílico,
acuarela y técnica mixta, escultura en madera, instalación, fotografía,
cerámica y video. Museo de Arte Costarricense, San José, Costa Rica. Del
5 de mayo al 7 de agosto, abierta de martes a domingo.
La libertad es consustancial a la
expresión artística. No se puede ni debe concebir el arte exento de libertad
creativa y de expresión. Es un axioma que, en la civilización occidental,
por lo menos, consideramos intocable para vivir y crear en una democracia
funcional capitalista.
Pero ¿Qué pasa cuando las reglas del juego
- las condiciones de participación-, son cambiadas de manera tal que, para
recibir patrocinio económico, o incentivos de origen público estatal, el
artista debe someterse previamente a una agenda ideológica de moda como la
teoría de la identidad de género, acciones supuestamente contra la
discriminación como espacios seguros o afirmativas o políticamente correctas en
favor de una minoría en particular?
En una fase de pospandemia, el auxilio
estatal se ha vuelto crítico para la supervivencia de muchos de los productores
de bienes culturales, en particular los artistas, pero si el requisito para
recibir ayuda en medio de la desesperanza implica mediatizar la obra
renunciando a la libertad de expresión en favor de enfoques sociológicos y
antropológicos contemporáneos desde el Estado, nunca debatidos públicamente, estamos
en presencia de una abusiva política autoritaria que amenaza de manera
flagrante la libertad.
Si algo ha dejado claro la pandemia que
vivimos globalmente por poco más de dos años es que cuando a los ciudadanos se
les pone a elegir entre la salud y la libertad, la mayoría sacrifica sus
derechos humanos y constitucionales esenciales en favor de la promesa sobrevivencia
sanitaria y económica.
Sobran los ejemplos en el contexto
reciente como las vacunaciones obligatorias con base en drogas experimentales,
el uso de mascarillas en espacios abiertos o cerrados, las restricciones
horarias de movimiento, las amenazas de despido del trabajo a quienes no
cumplieran con órdenes sanitarias u otros requisitos dictados por decreto
ejecutivo, la censura a voces disidentes, etc. A modo de justificación, se
argumentó en su momento que el interés público definido por autoridades de
gobierno y justicia justificaban violar el derecho a libertades básicas
garantizadas por la constitución política y al consabido derecho de todo
paciente a no recibir tratamiento.
Estemos o no de acuerdo con las medidas
que adoptaron nuestros gobiernos, la realidad es que la mayoría las aceptamos tácitamente
por temor a la muerte y en aras de una frágil promesa seguridad.
Vivimos con el pánico alimentado por una
prensa parcializada y mediatizada. Algunos se rebelaron y pagaron el
precio por su no conformidad, incluyendo expertos en salud y científicos establecidos
en varios países. Unos fueron sancionados, otros despedidos, y la mayoría
vilipendiados por los medios de prensa como ignorantes y aficionados a las
teorías de conspiración. Hoy sabemos que las vacunas protegen parcialmente, no
curan, y que aun vacunados y con “boosters” podemos contagiarnos una o
varias veces. Además, revistas científicas han confirmado que originan serios
problemas inmunológicos en el mediano plazo.
¿Qué tiene que ver todo esto con la
libertad artística y la libertad de expresión en la escena cultural? Mucho más de lo que se imagina. Hemos
aprendido a pactar nuestra libertad a cambio de beneficios temporales. En
el caso de la producción artística la opción es aceptar el estipendio a cambio
de silenciar el alma para transformar el arte en un espacio seguro que exprese
solamente lo “políticamente correcto”.
Claramente lo ha puntualizado el
psicoanalista alemán Erich Fromm (1900-1980) en su obra “El miedo a la
libertad”, publicado en 1941. “Cada
paso nuevo encierra el peligro de fracasar, y esta es una de las razones por
las que se teme a la libertad…El ser humano moderno vive bajo la ilusión de
saber lo que quiere, cuando en realidad, desea únicamente lo que se supone
socialmente que debe desear”.
Ante el miedo a la libertad, galopante en
el medio artístico nacional en estos tiempos, Fromm sugiere la desobediencia
como un acto de libertad que da comienzo a la razón. Y como crítico agregaría a
la creación artística.
El arte producto del balance entre la investigación,
la disciplina, la independencia y la creatividad ha sido y debe ser un acto de
desobediencia, de no conformidad, para ensanchar la mente, las emociones y la
espiritualidad del creador y los espectadores que lo experimentan.
Para Fromm, existen dos tipos de libertad:
la positiva y la negativa. La primera envuelve la creatividad del
individuo e implica una conexión con los otros que va más allá de los
lazos superficiales de las interacciones sociales. La segunda libertad es
destructiva porque entraña la lucha por la emancipación de las restricciones
que suponen las convenciones sociales implantadas por otras personas o por la
sociedad. Se requiere un balance entre ambas para vivir en verdadera libertad.
Cuando no somos verdaderamente libres nos
sometemos a un sistema autoritario que reemplace el orden anterior
con una apariencia exterior diferente, pero con la misma función para el
individuo: eliminar la incertidumbre prescribiendo qué pensar y cómo
actuar.
Los artistas han experimentado esa
dimensión con el comunismo, el fascismo y las dictaduras de izquierda y derecha,
y más recientemente con el globalismo y la cultura de cancelación o “woke”.
El problema de fondo es que una minoría
cultural quiere imponer a la mayoría serios límites a su libertad, censurando y
persiguiendo a priori todo lo que ofenda a unos cuantos, fomentando obras
contemporáneas vacías, anodinas, pero “políticamente correctas”.
En respuesta a este entorno crecientemente
hostil a la diversidad de ideas y pensamientos, el novelista y ensayista
estadounidense, Bret Easton Ellis, en su obra “White” (2019) afirma correctamente
que “Un arte que no ofende a nadie no es digno de su nombre.”
Pero seguimos sin aprender la lección. Nuestra memoria es flaca pero el temor a la libertad aún mayor. No obstante, es más fácil “ir a la segura” y conformar con las tendencias de moda, abandonando toda disidencia o no conformidad con el estatus-quo estatal.
EL NOMBRE DEL JUEGO
Las 66 obras correspondientes a 62 autores
que conforman la muestra del Salón Nacional de Artes Visuales 2021-2022
expuestas en el Museo de Arte Costarricense hasta agosto, están permeadas en su
mayoría por la ausencia de equilibrio entre la libertad creativa y la libertad
de expresión. Son el resultado de una política cultural de izquierda
que pretende regular “el espíritu libertario” del arte para acomodarlo a
las conveniencias de minorías.
En los dos períodos de gobierno
precedentes se establecieron las nuevas reglas del juego para el sector cultura
para reemplazar el orden anterior. Una de las metas ideológicas fue articular
una política cultural enfocada en la diversidad y la identidad de género
dirigida a colectivos en lugar de hacia las artes a partir de individualidades
y movimientos artísticos.
Para ser parte del nuevo orden, los
artistas que quieran participar en eventos organizados por entes estatales o
recibir patrocinio y reconocimiento deben obedecer.
La cabeza de playa fue la “Política
Nacional de Derechos Culturales 2014-2023” establecida mediante el Sistema
Nacional de Protección y Promoción de Derechos Culturales aprobado mediante el
decreto Nº 38120-C del 17/12/2013.
La normativa estableció en el artículo No
5 un primer eje estratégico sobre la PARTICIPACIÓN EFECTIVA Y DISFRUTE DE
LOS DERECHOS CULTURALES EN LA DIVERSIDAD con base en cinco temas: 1) Disfrute
de los Derechos Culturales; 2) Diversidad e Interculturalidad; 3) Equidad
Cultural; 4) Democracia y Participación Efectiva en la vida cultural; y 5)
Corresponsabilidades Culturales.
El objetivo estratégico de la iniciativa fue
“Fortalecer la participación efectiva de las personas, grupos y comunidades,
para avanzar en la construcción de una democracia cultural, que reconoce la
diversidad y promueve el disfrute de los derechos culturales”.
Luego, mediante el Decreto Ejecutivo No
38601-C la Administración Solís el 5/08/14 estableció el reglamento del fondo
becas-taller para el desarrollo de proyectos culturales enfocado en comunidades
y agrupaciones de la misma vena.
En su artículo 5, fija una política
pluralista y respetuosa de la diversidad que indica que “no apoyará
proyectos que fomenten el desorden público, el odio y/o la discriminación de
las personas por razones de etnia, raza, edad, religión, afiliación política,
ideología, preferencia deportiva, nacionalidad, género, orientación sexual o
identidad de género o cualquier otra condición social o personal”.
El decreto citado en el Artículo 11
restringe el financiamiento estatal para “a) Fomentar la diversidad
sociocultural y la pluralidad de identidades.”
En el segundo gobierno del PAC, mediante
el Decreto No 43132-C la administración Alvarado estableció el “Reglamento
para la Convocatoria, Celebración y Premiación del Salón Nacional de Artes Visuales”
que declara la inclusividad de todas las manifestaciones de artes visuales
tradicionales, modernas y contemporáneas, pero en su Artículo No 4 “respetuosa
de la diversidad, velará porque toda postulación que pretenda acceder a la
exposición y premiación, no tenga dentro de sus contenidos, objetivos o
discursos que fomente el odio y/o la discriminación de las personas por razones
de tenia, raza, edad, religión, afiliación política, preferencia deportiva,
nacionalidad, género, orientación sexual o identidad de género o cualquier otra
condición social o personal”.
Para coronar los cambios, en el 2022
se cambió el nombre de la Dirección de Cultura a “Dirección de Gestión
Sociocultural”, con la aprobación del Ministerio de Planificación Nacional
y Política Económica (MIDEPLAN) mediante el oficio No.
MIDEPLAN-DM-OF-0013-2022.
Este programa del Ministerio de Cultura y
Juventud (MCJ) cambia su giro de acción de apoyar a los artistas y las
manifestaciones artísticas hacia iniciativas para el ejercicio de los derechos
culturales de las personas de las comunidades, las personas jóvenes, gestoras y
organizaciones socioculturales con base en metodologías participativas en las
que la responsabilidad del proceso, la división de trabajo, la toma de
decisiones, la realización y evaluación del trabajo cultural, es asumida por
las contrapartes comunitarias, acompañadas por gestores de la dependencia.
El esfuerzo claramente apunta más a la cogestión y desarrollo comunitario que a una dinámica de desarrollo artístico por lo que los artistas dejan de ser protagonistas como en el colectivismo comunista.
CRÓNICA DE UN FALLO ANUNCIADO
El marco normativo resumido ha impactado
directamente la libertad creativa y de expresión en el medio cultural, al
abandonar el estímulo a las bellas artes y visuales a menos que se sumen “temáticamente
a las identidades cultural, de género y sexuales” como identifica el acta
final del jurado del Salón Nacional de Artes Visuales 2021-2022.
Como ya hemos indicado en ediciones
anteriores del Salón Nacional, cada jurado suele filtrar conforme a su
experiencia, conocimiento y preferencias subjetivas lo que quiere mostrar como
fruto de su esfuerzo examinador. No es cierto que exista la objetividad
en este ámbito.
De hecho, es natural que quienes tienen la
oportunidad de servir como jurados en un certamen como el presente, conforme
más conocen de conceptos, historia y prácticas artísticas más padezcan de “parálisis
paradigmática”. Es decir “su opinión experta constituye criterio profesional
válido”
Por ello, es que, para ejercer el criterio
saludable y profesional, conforme más conocemos, más necesitamos “desaprender”
intencionalmente para evitar los juicios y prejuicios que impiden y/o restringen
la libre experimentación del producto artístico sin metodologías críticas. Eso
es lo que distingue al historiador y/o curador del crítico de arte
esencialmente, como ya hemos explicado ampliamente en este espacio desde el
2018. (https://arskriterion.blogspot.com/2018/11/critica-de-arte-haciendo-una-diferencia.html)
Si hay algo que el pasado puede enseñarnos
es a no menospreciar las oportunidades de mejora continua en este tipo de
convocatorias artísticas. Si se quiere la participación tanto de artistas
veteranos como nóveles, la convocatoria debería cumplir realmente con la
promesa de “promover la pluralidad de visiones”, pero esto se incumple
tácitamente por la composición del jurado, la normativa legal en curso y la
organización de las bases del certamen.
¿Cuáles fueron los criterios de selección
del jurado?
En el acta que suscribieron, los jurados
repiten como en el acta del 2019 que en la selección no primaron “criterios
previamente acordados ni preconcebidos”, pero que, sin embargo, se
alinearon con las intenciones del marco normativo del Salón y la política
cultural estatal implementada “para promover y fortalecer, una vez más,
la producción de artes visuales en Costa Rica”.
Para ello, recurrieron a los textos
aportados por los artistas visuales como memoria para el acercamiento a sus
propuestas. Sin embargo, el jurado integrado por María José Chavarría
Zamora, Roberto Guerrero Miranda y Ana Muñoz Quirós estableció como
prioridad “valorar e integrar, en la muestra, obras alineadas tanto al
paradigma moderno como al contemporáneo”.
Cabe preguntarse ¿Cómo evitaron que pesará
el sesgo de sus criterios personales y los impuestos por la política cultural
centrada en las identidades culturales, de género y sexuales? ¿Cómo pueden
considerarse expertos si apoyan tácitamente una expresión artística alineada
ideológicamente, transformada en una manifestación segura e inocua para no
ofender a ninguna minoría?
Las inconsistencias del jurado del último
Salón Nacional son patentes principalmente en dos venas:
1. Participación limitada por criterios acordados y preconcebidos
Como se ha establecido en el marco
regulatorio en general, y el reglamento del Salón, en lo particular, obligan al
jurado del certamen a ejercer una censura a priori de los contenidos que resulten
disonantes o contrarios a los derechos culturales y la política de no
discriminación (Art. 4). Este acto constituye en sí mismo una violación
de la libertad artística y de expresión al filtrar las potenciales
participaciones con base en una agenda ideológica en lugar del supuesto “diálogo
entre distintos modos de concebir y realizar la práctica artística” de
que habla el acta final.
No hay consistencia, en su objetivo de “no
discriminación”, ya que el jurado termina sirviendo a la censura y a la
discriminación. Además, hay un rotundo desalineamiento con el inciso b) del
Artículo 11 del reglamento del salón que indica que entre las funciones del
jurado está seleccionar las mejores propuestas con base en la calidad
conceptual, formal y técnica.
2. Becas que obligan a la inclusión y la premiación sin rigurosidad
Un factor crítico en la credibilidad de
cualquier jurado es su independencia y ética profesional. Estos tres
profesionales fueron responsables totalmente de la selección de las obras
expuestas y premiadas como se informa en el boletín oficial del Museo de Arte
Costarricense (MAC) el 4 de mayo del presente año. Sin embargo, se otorgaron 35
“Becas de producción de obras de arte” a razón de medio millón de colones por
beneficiario para que “pudieran trabajar en sus propuestas presentadas
para el certamen”.
En otras palabras, cada uno de los 35
becarios tenía garantizada su selección simplemente por haber recibido los
fondos. Cuando escribí al MAC para aclarar este punto, me indicaron que la
totalidad de los becarios fue incluida en el salón por el jurado.
A raíz de lo expuesto surgen dos
interrogantes: Primero, ¿El jurado estaba obligado a seleccionarlos, aunque el
resultado fuera deficiente? y segundo, ¿El jurado permitió una ventaja
desproporcionada para los becarios en comparación con los que no recibieron
tales becas y debieron pasar el escrutinio previo? La respuesta lamentablemente
en ambos casos es SI. El inciso e) del artículo 11 del mismo reglamente
del certamen permitía al jurado “seleccionar propuestas presentadas como
obras en proceso” y esto determinaba si el MAC les daban becas o no.
Dos clases de participantes en un mismo
certamen supone favoritismo y por lo tanto una clara discriminación a los otros
27 finalistas no favorecidos. Por cierto, aunque pregunté nadie me pudo
indicar cuál fue el criterio para otorgar las becas de producción, sobre todo
por tratarse de “obras en proceso”.
Es claro que este nuevo salón está muy lejos de ser el crisol prometido en el que se mezclen las distintas contribuciones de los artistas visuales residentes localmente, y se estimule a las nuevas generaciones de productores de bienes artísticos.
PREMIOS A LA MEDIANÍA Y A LOS RECURSOS AGOTADOS
El comportamiento de un sistema complejo y
dinámico como el del sistema artístico contemporáneo representado parcialmente en
el presente salón nacional, puede ser completamente determinado conociendo sus
condiciones iniciales. En otras palabras, la ausencia de desviaciones con
respecto a la normativa dominante permite pronosticar un sistema dominado por
el facilismo, y la degradación de las fórmulas dictadas por la agenda
ideológica de moda y mercadológicamente por la nueva “economía naranja” adoptada
por los gobiernos anteriores.
Como prolijos inversores, los miembros del
jurado distinguieron con premios y menciones a seis miembros del selecto grupo
de becarios que fueron pre-seleccionados con base en la promesa de “obras en
proceso”. No solo las propuestas son ideadas para participar en
el salón, sino que las ideaciones seleccionadas constituyen la terna de la que
oximorónicamente se eligen los premiados para reducir, tal vez, la fatiga
mental de los jurados.
El colectivo Hapa integrado por Ana Matteucci
Wo Ching, Jennifer Karczynski Tant y Karen Olsen Yu recibió una mención por su
serie fotográfica de tres composiciones inspiradas en un útero, una triada
femenil que evoca una vasija griega y una casita que por la cruz parece evocar
un templo formada primitivamente a partir de vegetales.
Apegados al guión de la política cultural
en boga sobre multiculturalismo el jurado sostiene que se trata de una
reflexión sobre las relaciones de poder (órgano sexual femenino), identidades
culturales (mujeres en vaso tipo griego) y de género (la cruz y la construcción
vegana).
Si ocultáramos los apellidos de ascendencia china ¿que nos quedaría de la perspectiva multiculturalista que pregona la lectura del jurado? Igual que no se debe juzgar una obra por su título ni por el origen de sus autores, o sus preferencias personales, si no por su concepto, técnica y resolución formal esta serie fotográfica no agrega nada a la supuesta reflexión antropológica y sociológica tan en boga. No obstante, sus recursos limitados iconográficamente no aportan nada nuevo.
La siguiente mención correspondió a Renán
Calvo por su escultura en madera “Useköl” inspirada en el máximo
jefe religioso de las etnias Bribri y Cabécar de Talamanca, Limón. Como
otros antes que ellos, el jurado con ocurrencia justifica la obra no por sus
calidades formales y conceptuales sino por su aparente tributo a
representaciones precolombinas que son más resultado del texto de presentación
de la obra que de la representación misma.
La obra es una talla en madera de oficio decente, formalmente alambicada, que explora en cierto grado el zoomorfismo, pero que está bastante lejos de los logros afirmados por escultores precedentes en la talla en madera que se han inspirado también en motivos precolombinos como Domingo Ramos, Aquiles Jiménez y Herbert Zamora, entre otros.
La tercera mención, en orden, fue otorgada a José Rosales por su
instalación “Museo de historia artificial” donde retoma mediante jaulas
de aves la técnica del ensamble de figuras para ensayar con ingenio una crítica
a los museos de historia natural locales y foráneos. El jurado transcribe
la narrativa de Rosales y la convierte en su razonamiento sin mayor miramiento.
El conjunto por sí mismo abre ante el
espectador atento distintas significaciones diferentes a la del jurado y por
ello tiene su mérito, pero se vale para comunicar de un recurso estéticamente
agotado que hace de su propuesta general algo previsible.
Me tocó de niño cuando estudiaba en La
Salle visitar el museo que sirve a Rosales como uno de los puntos de partida en
su indagatoria. Lo artificial siempre ha sido y será parte de la vida
civilizada, pero su construcción a partir de esos cuerpos extraños como los
llama nunca impedirá al ser humano exponerse a las diferencias del mundo real
de origen. La narrativa adoptada por el jurado revela el artificio de su
superflua justificación.
Si por “la víspera se saca el día”
las menciones solo abonan el camino hacia una decepción mayor con los tres
premios principales otorgados.
En el caso de la categoría bidimensional en que se premió a Ivanna Yujimetz, quien ya había participado en el salón 19, el jurado se vuelca con fervor sobre lo que identifica como “minucioso trabajo pictórico de veladuras y texturas” que en su perspectiva integra “coherentemente la expresividad de la técnica”. Tal vez soy injusto, pero puede ser que el jurado esté más acostumbrado a las veladuras en la pintura al óleo, pero haya visto pocas pinturas al acrílico con veladuras. Luego, debe aclararse que la técnica no puede ser en sí misma expresiva, sino lo que hace con ella el autor para comunicar expresividad.
El acrílico es un medio de secado más
rápido que el óleo, y puede ser muy desafiante crear capas semitransparentes o
transparencia de color sobre el color ya aplicado. Pero es una técnica
cuyo dominio no justifica un premio de un millón de colones además del medio
millón de beca para hacer la obra. Quienes hayan visto el programa de la
“Tía Flory” sabrán lo patético que resulta en perspectiva,
especialmente cuando vestía como un hada.
Dicha memoria tal vez puede haber sido
traumática para alguien del presente, pero en nuestra época no teníamos que
pedir cita al psicólogo después de ver el programa. Por ello, resulta
pretencioso y artificial enlazar tal experiencia con un imaginario femenino o
afectivo. Tal vez esa sea una de las diferencias claves entre baby-boomers
y millenials, el exagerado peso que se asigna contemporáneamente a la
individualidad egocéntrica.
Las tres obras de Yujimetz son aceptables como estudios, pero están lejos de ser obras meritorias por concepto y oficio técnico.
El premio en la categoría tridimensional, no confundir con escultura en estos tiempos, le correspondió a Emmanuel Zúñiga por su instalación “La pecera”. Se trata ciertamente como detectó el jurado de un encierro donde un puede intentar sumergirse con ayuda del sonido en una experiencia inquietante. Si todo espacio lúgubre, minimalista y disfuncional provocara una experiencia patológica seguramente más psicólogos estudiarían la instalación de Zúñiga y provocarían estudios sobre el control provocado por la angustia.
Pero, realmente es una instalación extrañamente aburrida e incómoda de recorrer más por un tema de ubicación que de pavor. No hay nada escondido, no hay misterio que descubrir, solo la pretenciosa aspiración adolescente de sentirme existencialmente solo y vacío.
Finalmente, en la categoría “Otros medios”, se galardonó a Andrés Murillo, otro becario, por su intervención “Rojo sobre rojo”. No estamos realmente ante una pintura o nada que se le parezca. Es más bien un subproducto del “arte” visual callejero con base en una suerte de esténcil sobre una reproducción del clásico “Portón Rojo” de Quico Quirós. Si lo hubiera hecho sobre el original, Dios no lo permita ni el jurado, tal vez estaríamos ante una intervención provocadora y desobediente como diría Fromm.
Sin embargo, el trabajo está construido en un plano seguro, dejando que el ingenuo jurado compre la narrativa del autor y secunde su supuesta denuncia del capital económico extranjero. Pero el jurado no se queda ahí. Eso sería imprudente. Va un paso más allá para explicar que la intervención de Murillo es una denuncia también de “la aplicación ambigua de políticas estatales para defender el patrimonio cultural”.
EXCEPCIONES A LAS NUEVAS REGLAS
A pesar de la continuidad del “caos
determinista” identificado en el anterior salón nacional (leer la crítica de arte del Salón 19 en Ars Kriterion
E-Zine) la presente edición, en el contexto de
la pospandemia, dominada por “el miedo a la libertad” de autores y
autoridades culturales por igual, permite identificar al menos algunos autores
con potencial artístico.
En el contexto de la exhibición se
seleccionaron dos artistas, aún en proceso, y a quienes pondré atención más
adelante en una crítica sobre arte emergente. Uno de ellos, Felipe Keta, no fue
favorecido por el jurado y la directiva del MAC por lo que no recibió
patrocinio estatal. Lo cual en realidad es bueno, porque le permite seguir
investigando sin cortapisas políticas.
Keta, diseñador y pintor cartaginés, es un
autor cuya obra está progresando hacia un concepto menos “pop” y gráficamente
decorativo. Es un autor con oficio técnico cuya indagatoria lo lleva gradualmente
hacia una conceptualización dramática y hasta nostálgica de la memoria y la
cotidianeidad. Ojalá que su técnica no lo sumerja en un nicho comercial
por causa de su creciente popularidad.
En el salón se exhiben pinturas de su serie 1 y 2 de óleos sobre tela “Meditaciones sobre el vacío” que sustenta filosóficamente en una meditación taoísta, pero que más tiene que ver con una propuesta existencial que busca regresar a lo básico mediante su expresión plástica.
La segunda excepción, es Walter Rojas
Hidalgo, quien, si fue becado, pero que viene desarrollando de unos años para
acá, un concepto abstracto-geométrico consistente sin concesiones a un entorno
enfrascado en la narrativa posconceptual y didáctica.
Rojas expone dos pinturas sobre tela en
técnica mixta “Rompecabezas IV” y “Rompecabezas V” que además de
su exploración sobre las formas plásticas, suma la integración de medios como
la fotografía y la gráfica para producir una obra que debe mucho a Feininger y
al Bauhaus. Además, reconecta con una tradición rota por la emergencia de la
neofiguración en la década del setenta.
Como advertí cuando escribí sobre el salón
anterior, se requieren jurados competentes, no solo curadores – no se debe ser juez
y parte - y un espacio libre del control político para atraer a los creadores
que completan el mundo de las artes visuales costarricenses.
La obsesión con la creación de “espacios
seguros” mediante producciones “políticamente correctas” donde ninguna
minoría se sienta ofendida puede operar en ámbitos universitarios y gubernamentales,
pero es inconveniente en el artístico a menos que decidamos volver a
experimentar la depuración autoritaria de la derecha o de la izquierda.
Si hay algo que merece enfatizarse en
medio de la complacencia ideológica que gravita sobre la selección, premiación
y exhibición de este nuevo salón nacional, es la intención tanto del MAC como
del jurado de construir un discurso o narrativa (llámese lectura, fallo, o
curaduría) en un espacio de exhibición oficial, para justificar la inversión de
poco más de 23 millones de colones para “promover” signatarios de la
agenda ideológica de moda mediante el posicionamiento de una producción
sociocultural reunida con una curaduría aséptica e inocua que pretende
disimular la pérdida de norte en los salones nacionales.
Mientras no exista una confrontación estética tangible entre diversas narrativas representativas del contexto nacional, quehacer técnico y conceptual de artistas tanto veteranos como noveles el salón nacional seguirá siendo un terreno estéril para el desarrollo de las artes visuales con base en una participación melindrosa, un jurado con garras de papel y un entorno crecientemente temeroso de la libertad.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Comentarios
Es por todxs conocido que cuando sobra dinero del presupuesto anual, los museos estatales para no re-integrar esos ‘sobrantes’ (que si existiese tal cosa como una ‘administración competente’ no deberían de sobrar ni c0.05 partidos por la mitad), compran papel higiénico, papel extra para impresiones, tinta, tape, materiales para talleres infantiles y actividades de ‘mediación’ y si te sobran varios milloncitos que no podrías explicar con compras de mini aguas embotelladas por los cientos ‘por qué mejor no reinvertirlos en el Salón Nacional para darle un ‘estímulo’ ‘extra’ a los artistas participantes?
Tu análisis de la libertad deja por fuera el peso irrenunciable de la intervención estatal en la actividad de los artistas que como bien dices, debería ser retadora, contestataria, pero inicia desde una superestructura económica perneando en cada recoveco de un ‘Plan País’. Para comenzar… qué artista respetable se suma a querer participar en una actividad con un formato que data desde el Impresionismo francés y que nació de la pura rebeldía de tales artistas?
Pedir la legitimación de entidades estatales, gubernamentales, de burócratas (aterrizados en tal ejercicio muchas veces gracias a favores políticos amparados en la legislación que data de los 1800 donde se establecen los ‘cargos de confianza’) pertenecientes a una argolla-monopolio de saberes y agendas más parecida a una logia masónica que a una cúpula democráticamente representativa, es un chiste, al menos para mí, como artista, lo es. (Nunca he participado en un certamen estatal, ‘gracias a Dios’).
Un artista no pide permiso, no se somete a criterios de evaluación de burócratas por todas esas razones que mencionás en tu artículo muy bien, pero que se empeoran en Costa Rica, la nación del lavado de dólares y los carteles corruptos de casos como Cochinilla. Has revisado alguna vez la ilustre lista de contribuyentes y miembros de las mesas directivas de los Museos (emoji de angelito). No? Awn. Extraño que en un país donde se destapan casos de corrupción en Salud, Educación, Obras Públicas… nunca se haya tocado a tan prístino e impoluto ministerio (el lavado, el lavado, el lavado en cultura huele al divertido perfume de festivales coloridos y a certámenes artísticos divinos).
Cultura necesita una reestructuración, una purga. Necesita ser desmantelada para evitar que haya una sola clica-entidad sobre la cual recaiga todo el poder legitimador, marginador y discriminador de la actividad cultural.
El arbolito-genealógico de los curadores y directores de los museos estatales hace falta para mostrar, gráficamente. Acá falta educar al gremio en sobre cómo opera el flujo de favores en el medio artístico local. Hay que ser muy ingenuo y ser muy endogámico-localista en tu práctica artística, no haber tenido la posibilidad o el deseo de conocer otros contextos y su producción para estar tan perdidos sometiéndose a este circo que apenas esbozo acá: la maldición tica.
Quiénes son los catedráticos y directores de las escuelas de artes o sus especialidades con mayor influencia en las instituciones difusoras de pensamiento? Trabajan también en los museos estatales como curadores? Y después de ser curadores ahí, pasaron a ser directores de otros museos? Y en esos museos contrataron a sus ex alumnos y a sus ex compañeros y colegas? Teorética, por ejemplo, importa las agendas discursivas y los temas de investigación correspondientes a las agendas de las ONGs blanqueadoras de fondos internacionales en países del Tercer Mundo, lxs artistas que reciben esas becas de estudio-formación-tutoría-enlace con el medio internacional, nutridas con dinero sangriento de países desarrollados, son elegidos o recomendados por artistas asociados (‘aliados’), de la institución que trabajan en las universidades estatales y que ya detectaron ‘los nuevos talentos’ desde su etapa formativa. Los proto-artistas son absorbidos y brainwasheados acá, luego legitimados por instituciones que colaboran de la mano de Teorética y que fueron fundados para darle a tal proyecto la legitimidad anhelada, como el MADC de Virginia Pérez Rattón y luego estos artistas pasan a tener el Oscar de la Academia al ser ganadores (a veces en su último año de carrera universitaria o luego de ser parte de los semilleros de Teorética), con el premio del Salón Nacional del MAC, premio que se consolida con el respaldo de la Banca estatal y privada con los premios de los Museos del Banco Central: el sello de calidad necesario para entrar al micro circuito de coleccionismo local.
Dos años después de esta ‘carrera’ artística, lxs artistas han agotado fondos, espacios, agendas, curadores y certámenes y deben afrontar la dura realidad: que no existe una estructura auto sostenible para las prácticas culturales en este país y deberán volverse diseñadores, decoradores, maestros, etc etc etc . Un Salón Nacional que te premia con el único estímulo que tendrás en tu vida como generador de cultura y conocimiento? $2,000.00 es el ofertón más grande que el Estado ha podido ofrecer jamás! Es como la Purísima nicaragüense, para ponerlos en paralelo con una dinámica paliativa estatal similar: en navidad, la Primera Dama de la República, doña Chayo, regala una canasta básica a los pobres que se acerquen a Casa Presidencial. Una canasta básica para los artistas en tiempos de éxito post-pandémico tiene que ser el happening y EL evento en torno al cual deberíamos dialogar.
Bien bonita la cumbia que se baila en este país. Yes, SIR.
Mientras leía me parecía, estar siendo transportado en una «carretillo alexandrino» que abría la maraña gordiana de ese paisajismo unívoco, en donde se pierde, sacrificada, toda buena intención filosófica, y termina siendo presa del monstruo del reduccionismo, coronado con sus dos temibles astas: el cientificismo, y el subjetivismo relativista.
Lo hablo desde mi amor por la libertad, que resulta ser la pieza clave para entender la naturaleza humana.
Mis más profundas felicitaciones por todo su aporte, que no es en vano , ya que aún quedamos artistas que contemplamos la realidad con altura de miras .