"PAISAJES DIVERSOS": Arte e Imaginario en la Arcadia Tropical

Exhibición “Paisajes diversos: Costa Rica 1890-1950”. 72 obras pintadas al óleo, con excepción de un pastel, sobre tela, madera, masonite y/o cartón de ocho artistas. Museo de Arte Costarricense, San José, Costa Rica.  Del 12 de diciembre del 2024 al 30 de abril, 2025, abierta de martes a domingo.

En tiempos de conflicto, desorden y confusión, la pintura puede proporcionar, con sus imágenes y formas, un mundo que refleja algo aún más necesario que en tiempos de calma y paz. No obstante, cuando nos sumergimos en la muestra que exhibe actualmente el Museo de Arte Costarricense (MAC) con base en diversos paisajes realizados entre 1890 y 1950, por artistas nacionales y extranjeros, podemos sustraernos por unas horas de la banalidad de un presente dominado por actores temporales y fatuos que se creen relevantes en su propia opinión. “Viene a colación lo que sabiamente escribió Salomón en el libro de Eclesiastés: “Vanidad de vanidades…todo es vanidad. ¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol? Una generación va y otra generación viene, más la tierra permanece para siempre.1

Paisajes diversos” como su título sugiere es una propuesta curatorial abierta a muchas lecturas y potenciales falacias informales. Por un lado, supone una representación inclusiva por el período de tiempo que cubre con base en distintas perspectivas estéticas sobre la historia del paisaje costarricense, escuelas artísticas, técnicas y por supuesto autores.  Por otro lado, podría facilitar una mirada retrospectiva a la producción pictórica realizada por artistas nacionales y extranjeros en el período de estudio sobre la gestación de una identidad patria o su apropiación cultural por un grupo de poder determinado. Pero, realmente no cumple a satisfacción con ninguna de esas promesas.

Como ha escrito mi colega crítico, Alvaro Zamora Castro, podemos estar ante “un llamado imaginario" que toca “la historia de nuestra tierra, pero también las posibilidades hermenéuticas (arte de interpretar textos) para dar razón de ser al arte, a sus denotaciones y connotaciones…a una idea casi arcaica, según la cual el paisajismo pictórico busca lo imposible: reproducir, punto por punto, lo que hay afuera”.2

La exhibición curada por la historiadora Eugenia Zavaleta Ochoa, navega al menos entre dos aguas: la hipótesis de su investigación historiográfica y el mérito estético de las obras de los artistas seleccionados para esta exhibición.

Fundada en una investigación que realizó para el Centro de Investigación e Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA) de la Universidad de Costa Rica, la muestra no es estrictamente monográfica, aunque el paisajismo es el hilo conductor específico de las 72 obras que han sido reunidas sobredimensionando las obras de tres de los ocho autores representados con la colaboración de coleccionistas privados y algunas instituciones estatales.

Para efectos de claridad, no estamos ante una muestra realmente diversa en cantidad y calidad, ya que está dominada por 27 obras de Ezequiel Jiménez, 25 de Emilio Span, once de Tomás Povedano, tres de Enrique Echandi y tres de Alex Bierig.  Las restantes tres corresponden a pintores de la escuela nacionalista de fines del veinte del siglo pasado, Teodorico Quirós, Fausto Pacheco y Manuel de la Cruz González (estas últimas de la colección del MAC) que parecen haber sido colocadas para que sirvan de contrapunto entre escuelas diferentes paisajistas diferentes, ya que no acarrean peso con respecto a los cinco autores principales.

No hay una sola mujer representada en la muestra, ni evidencia de técnicas como la acuarela y el dibujo que han sido considerados medios habituales en la historia del paisajismo brillan por su ausencia, así como tampoco se toman en cuenta a otros autores que incursionaron en el género como Francisco Amighetti, Francisco Zúñiga, y Luisa González durante el período estudiado.

Entrada a sala principal de exhibición "Paisajes diversos: 1890-1950" en el MAC. Foto: AKEZ

MEDIOS Y DESARROLLO ARTÍSTICO

De la investigadora recordamos el libro “La Patria en el paisaje costarricense” (2019, EUCR) por su descripción bucólica de los componentes rurales y semirrurales de las representaciones pictóricas históricas rodeadas por una naturaleza “correctamente dispuesta…plasmada con exaltada exuberancia; árboles, vegetación y montañas protagonizan vivacidad, plenitud e imponencia bajo un límpido cielo. Una cálida luz y refrescantes sombras bañan este mundo arcádico”.3

Pero, en esta exhibición se aleja del tema de la identidad en el paisajismo local para enfatizar la infraestructura – un área de estudio reciente entre especialistas - que entiende como una parte esencial de la historia, que a menudo se pasa por alto, y que el arte puede ayudarnos a comprender.

Varios historiadores del arte han utilizado el arte para estudiar la infraestructura de diversas maneras, entre ellas representándola, analizando su papel en la sociedad y examinando su impacto en el medio ambiente. En el presente caso, se aborda el desarrollo de la infraestructura del transporte como factor coadyuvante en el desarrollo del paisajismo por facilitar el acceso a sitios remotos de la geografía costarricense

La tesis de la curadora es que el desarrollo de la infraestructura desde fines del siglo XIX en el país creó “oportunidades culturales, como impulsar una manifestación artística, es decir, la temática del paisaje4

En otras palabras, la comodidad y rapidez de los sistemas y medios impulsados por los gobiernos liberales, de fines del siglo XIX y principios del XX, permitieron a artistas como Echandi, Jiménez, Span, Povedano y Bierig representar paisajes en ubicaciones distantes de la capital costarricense. 

Sin embargo, excepto por un planisferio en el piso de la sala principal del museo, que identifica ubicaciones geográficas relacionadas con obras producidas y presentes en la muestra, no hay una evidencia que confirme la hipótesis de la autora. Habrá que esperar a la publicación completa de su estudio para comprobar si estamos ante una falacia informal.

Lo que, si es meritorio en una muestra con las limitantes citadas, es el consistente giro de la dirección del MAC a cargo de Esteban Calvo hacia su función histórica y legal como museo de referencia para la historia del arte costarricense.  No olvidemos que en la Ley de creación del Museo de Arte Costarricense (MAC) establecida en 1977 y reformada en 1996 se establece en su artículo No 2, que “El Museo de Arte Costarricense procurará reunir y exhibir las obras más importantes de las artes plásticas costarricenses, en forma metódica, sistemática y constante, por medio de su colección permanente y de exhibiciones temporales, organizadas tanto en su sede como en otras salas de exposición, dentro y fuera del territorio nacional….5

Planisferio que muestra conecciones entre puntos geográficos remotos y obras expuestas. Foto: AKEZ

DE LO PASTORAL A LO ROMÁNTICO

La mayoría de los artistas se han interesado y cautivado por el paisaje en algún momento de sus carreras, aunque por siglos se recurriera a este como un tema secundario, como fondo en la superficie de la pintura inspirado tanto en la literatura antigua como en la contemporánea.

No eran simplemente imágenes del campo, sino que brindaban a los espectadores múltiples niveles de significado, que iban desde la nostalgia por el pasado hasta la exhibición del poder de un mecenas sobre su territorio. Hay un aspecto de atemporalidad en la literatura y las imágenes pastorales que aún resuena hoy en día en el artificio de crear una distracción de la realidad del mundo,” según el crítico literario estadounidense Charles Segal (1936-2002).6

Pero, es hasta mediados del siglo XVIII, cuando los artistas con intencionalidad estética adoptaron el paisaje como tema principal explotando sus valores artísticos como género.

Pintores románticos británicos como Joseph Turner y John Constable afirmaron el paisaje como tema recurrente en sus obras para influir en el público y otros artistas haciendo de este el centro de su expresión plástica mientras que el resto de los elementos, incluidos los humanos, fueron solo una parte de ese enorme emprendimiento visual que tuvo un amplio fundamento filosófico y espiritual.

Edmund Burke, junto con los teóricos estéticos del “pintoresquismo” (William Gilpin, Uvedale Price y Richard Payne Knight), sentó las bases filosóficas de la pintura de paisajes de los siglos XVIII y XIX. En sus escritos, por primera vez en la historia del arte, se asociaron diferentes tipos de composiciones o disposiciones de formas sobre la superficie de la tela y diferentes tipos de formas en la naturaleza con estados emocionales y filosofías específicas.

Lo “sublime” de Burke, una de sus ideas más influyentes, consistió en parte en como una pintura se extendía más allá de los límites del lienzo, brindando al espectador la sensación de un espacio imponente, desproporcionado, que, tras un susto momentáneo, se percibiera como una ilusión pictórica, permitiéndole identificarse con su inmensa escala, en lugar de sobrecogerse ante ella.

En esta descripción se vislumbra el germen de soluciones pictóricas radicales y de la postura emocional romántica que las justificaba. Los paisajistas de esta vena son metódicos en su observación del paisaje que estudian mediante un trabajo preparatorio consistente de numerosos bocetos.  Lo que vemos plasmado finalmente en la superficie es resultado de ese profundo ejercicio gráfico reflexivo.

"Atardecer", 1913. Oleo/madera. Enrique ECHANDI. Colección privada. Foto: AKEZ

ECHANDI Y SPAN

En el contexto de la exhibición es lo que comunican Enrique Echandi y Emil Span, que coincidieron formativamente en la Escuela de Bellas Artes del Instituto Real de Estudios de Múnich a fines del siglo XIX. Echandi buscaba ganar las competencias necesarias para establecer una Escuela de Bellas Artes en el país, pero las circunstancias políticas llevaron a que se le concediera tal responsabilidad en 1896 al académico español, Tomás Povedano.

Las tres obras de Echandi en exhibición demuestran su competencia en el dibujo y la composición pictórica dentro de los cánones de la escuela romántica.  Aunque su sustento diario provenía de dar clases a particulares y pintar retratos por encargo, sus paisajes boscosos y sombríos, atardeceres de luz volcánica y marinas desoladas brillan en el MAC por su expresión subjetiva y romántica, con base en colores mayormente fríos que dan una sensación de amplitud y de lejanía mientras sus pinceladas gruesas evocan gestualidad. Su objetivo claramente no es el verismo, sino la reinterpretación idealista de lo que percibe al aire libre como artista.

Por otro lado, Span que es el segundo artista más representado en la muestra con 25 óleos, revela cierta dualidad con respecto a sus conocidos retratos, orquídeas y cuadros alegóricos, ya que en estos paisajes expresa una mayor libertad en el uso del color, mediante un dibujo preciso sobre la tela que luego pinta casi siempre bajo una luz cálida. En la mayor parte de los paisajes se desapega del rigor académico neoclásico.

Esto es consistente con la aparición en el siglo XIX en España, Inglaterra, Francia y Alemania de un grupo de paisajistas que creían en el boceto, trabajaban directamente del natural, componían enfatizando la enorme escala del paisaje y tenían un interés particular en el campesino de su entorno, visto en toda su irregularidad y complejidad, fue una clara consecuencia del pensamiento y la práctica del siglo XVIII.

Las obras de Span, además, tienen un valor histórico por constituir registros visuales de paisajes de los quedan pocos vestigios en la actualidad como ocurre en “Los Bajos de Amón” (1914), “Finca en Carrillo, Guanacaste”, “Turrialba” (Cerca de 1912) y “Estero de Puntarenas”, (S/F) En sus pinturas se reconoce un diestro dibujo de trazos precisos que buscan la armonía entre las proporciones y la luz.

Basado en una perspectiva lineal, Span es formalmente un académico que se rinde parcialmente ante la luz tropical y los motivos naturales del entorno como descubrimos en su óleo “Escena campesina”, (S/F), de la colección del MAC, donde aparece la figura humana a la manera de las escenas pastorales tradicionales.  

"Bajos de Amón, río y penitenciaria", S/F. Oleo/tela. Emil SPAN. Colección privada. Foto: AKEZ

"EN PLEIN AIR” CON JIMÉNEZ

A diferencia de Echandi y Span, Tomás Povedano presente en la muestra con once óleos, fue un acérrimo opositor de las vanguardias que emergieron a finales del siglo XIX y principios del XX que denominó “estudios de patología artística contemporánea…, engendros de la demencia, que no se concibe como hayan podido ser aceptados por un momento sin severa repulsa en pueblos que presumen ira la cabeza de la civilización”.7

Sin embargo, no tuvo ningún problema en unirse a la práctica de pintar al aire libre (Plein Air) en giras por el paisaje nativo que Ezequiel Jiménez-Rojas encabezaba seguido por Emil Span. En esto debemos ser contundentes, Jiménez es por derecho propio el pionero del paisajismo costarricense.

Desde 1885, Ezequiel Jiménez Rojas acostumbraba a ir al campo a pintar paisajes por lo que se ganó el apodo de “El Pleinarista”. Es una de las razones por las que Teodorico Quirós y los miembros de la generación nacionalista se acercaran a él como autoridad en el género en busca de mentoría a partir de 1927.

A Jiménez Rojas, que inició su carrera como autodidacta, se le atribuye la primera representación pictórica de una casa de adobes en 1885 aunque en el catálogo del MAC se data este óleo cerca de 1897 mientras otros repositorios indican “sin fecha”. La obra que forma parte de la colección del Banco Central de Costa Rica se puede apreciar en la muestra por primera vez sen mucho tiempo.

"Casa de adobes", Cerca de 1897. Oleo/papel. Ezequiel JIMÉNEZ. Colección BCCR. Foto: AKEZ

Su hermano mellizo quien era diplomático en Europa le enviaba pigmentos para su labor artística autodidacta al tiempo que sobrevivía como empleado del ferrocarril.  Aunque tuvo al menos un mentor extranjero en su aprendizaje y pasó algunos años en la escuela de Povedano, su acercamiento al paisaje no es académico lo que no impidió que el primer pintor profesional costarricense, Enrique Echandi, celebrará sus logros y realizará con él una exposición individual a comienzos de siglo.

Olvidado tras la guerra civil de 1948 que lo llevó a exiliarse en Nicaragua, debemos al historiador Luis Ferrero que lo reposicionará en la historia del arte nacional con sendas exposiciones retrospectivas en el Museo de Arte Costarricense en 1979 y el Museo Histórico Juan Santamaría en 1987. 

En esta muestra se presentan 27 de sus óleos sobre distintos soportes como tela, cartón, madera y papel. La factura de su obra es la más libre de las exhibidas, denotando un óptimo uso de la tonalidad, la luz, el color, la composición y la variación del color con la distancia con base en el énfasis del dibujo de formas individuales trasladado al contexto pictórico.

Cuando representa la figura humana o escenas con sujetos, plantea un acercamiento costumbrista como ocurre en “Hombre con carga de leña” (S/F), “La verdulera de Chacarita” (cerca de 1925), o “La venta de comida en Paseo Cortés” (S/F) reflejando maneras y costumbres de la sociedad de inicios de siglo en ubicaciones concretas, a veces reflejando el folclore costarricense. 

Otros autores en la muestra como Povedano ofrecen el mismo acercamiento costumbrista en pinturas sobre patios de café, trapiches y casas campesinas.  En este último caso no se limitan a la casa de adobes, sino que incluyen otros tipos de viviendas de madera y paja, respetando las características de los distintos sitios donde conciben sus obras.

Cuando no hay figura humana presente, Jiménez confirma su talento como pintor en plein air, transformándose en una suerte de naturalista extremo, ajeno a la conceptualización o a la ilustración que sabe separar en su quehacer de su carrera como caricaturistas en medios de prensa.

Pero, en su caso es importante comprender también que la pintura al aire libre valora fundamentalmente la primera reacción del artista al enfatizar la importancia de la percepción directa, proporcionando el escenario donde puede desarrollarse el drama de la simplificación panteísta.

No obstante, su pintura es perceptiva, temporal y conceptual.  Desde su “Paisaje de Moravia” (S/F) hasta sus conocidas “Montaña de Aserrí” (Cerca de 1928) y “Roca de Carballo” (1930) pasando por su notable “Valle de los conejos”, (1925) que evidencia su dominio de la composición con base en el dibujo y la interpretación perceptiva de las formas y color matutino en la costa.

"Valle de los conejos", 1925. Oleo/tela. Ezequiel JIMÉNEZ. Colección privada. Foto: AKEZ

PANTEÍSMO PICTÓRICO

Bien ha señalado el pintor figurativo estadounidense, Gabriel Laderman (1929-2011) en una amplia investigación sobre el futuro del paisaje en la posmodernidad que “La culminación de la pintura de paisaje en el siglo XIX incluyó un inmenso aumento en la valoración de la pincelada del artista, su personalidad y su reacción idiosincrásica al acto de pintar, a la naturaleza y a su entorno social”.8

Las corrientes pictóricas de las que se nutrieron artistas como Jiménez, Echandi, Span e incluso Povedano y Bierig – de este último me he ocupado con anterioridad en Ars Kriterion E-Zine 9 - se desarrollaron bajo las que fueron vanguardias en la segunda mitad del siglo XIX, a saber: naturalismo, realismo, pintura al aire libre e incluso realismo social, pero recordemos que en todas ellas la experiencia del propio artista y los símbolos de su presencia se convirtieron en un factor decisivo en la realización de la obra.

La descripción escrita más clara de esta implicación se encuentra en el ensayo sobre “Paralelismo”, escrito por el artista paisajista suizo Ferdinand Hodler (1853-1919) en el que describe el papel del artista como expresión de la comunión panteísta con la naturaleza, un intento de expresar la naturaleza en su totalidad tal como se experimenta a través de los medios pictóricos más simples.10

En ese sentido, es público y notorio que las convicciones espirituales de Echandi, Povedano y Bierig, para citar solo tres de los artistas teósofos y masones reunidos, confirman un arte en comunión panteísta con la naturaleza de los paisajistas del período estudiado por la curaduría.

Así, el árbol único, la vertical única, debe expresar la totalidad del bosque y, en consecuencia, la horizontal única debe expresar la amplia extensión del terreno. Este espíritu, el del artista que abstrae la forma esencial a través de su experiencia asociativa y la percepción directa de la naturaleza, fue fundamental para la pintura paisajista representada actualmente en el MAC.

"Paisaje de Escazú", 1947. Oleo/tela. Alexander BIERIG. Colección MAC. Foto: AKEZ

DELEITE VIRTUOSO EN ARCADIA

La relación con el paisajismo, tanto el producido a fines del siglo XIX como a comienzos de la década del treinta con la llamada “nueva sensibilidad”, ha sido ambigua.  De hecho, cuando se aprecia o escribe sobre este género en el ámbito académico o fuera de él, se argumenta que en su mayoría se trata de composiciones que ignoran el trasfondo social, político y económico y visualizan a Costa Rica como una “arcadia tropical”, es decir evocadora de un paisaje mítico e idílico que se representa como un lugar de naturaleza virgen, donde las personas nativas se reúnen y descansan junto a los manantiales, como expresa puntualmente el óleo (sin fecha) de un desnudo realizado por Emil Span que figura en la muestra ya citada.

Por ello, el geógrafo y artista, Denis Cosgrove afirma que “el paisaje es… un concepto ideológico” y, como género de pintura, permite a sus mecenas retratarse “a sí mismos y a su mundo a través de su relación imaginada con la naturaleza.”11

En esta misma vena, la historiadora Tracy Ehrlich (2005) sostiene que “El acto mismo de observar y visualizar el paisaje de una villa era parte de la agenda del mecenas para crear una visión idealizada de la vida rural y mostrar su propio poder sobre el mundo”. 12

El debate crítico sobre nuestra “arcadia tropical”; una Costa Rica pacífica, justa y sencilla dominada por carretas, casas de adobe, gente de tez blanca, cálido sol, frondosos árboles, bellas playas y campesinos apacibles se origina principalmente en distintos medios de prensa de la década del treinta del siglo pasado por el choque de dos cosmovisiones filosóficas opuestas: el idealismo y el materialismo.

El pensador Joaquín García Monge toma bandera por la primera con su énfasis en la afirmación de una identidad cultural amerindia, mientras desde la academia se afirma una imagen idealizada del país y su gente permeada por la influencia europea. Este conjunto de ideas y significados compartidos o imaginario dan sentido al mundo y a la vida de la sociedad costarricense. Pero, aunque esta construcción mental influye en cómo las personas piensan y se relacionan con el mundo no las define por completo como veremos seguidamente.

La generación de pintores liderada por Teodorico Quirós que sucedió al grupo en la muestra plantea también la revalorización del paisaje, pero tiende al exceso comercial con motivos estereotipados.

Francisco Amighetti que era parte del movimiento articulado por Quirós reconoció en 1936 los excesos cometidos por este fomentados por intereses turísticos y comerciales: “Lástima que a veces lo pintoresco haga dulzona la monótona parte de sus obras que parecen encargo de la Junta Nacional de Turismo. Quiko Quirós ha establecido una tiranía en la forma de ver el paisaje de la que solo contados pintores han podido escapar”.13

Pero la delgada línea que divide el estereotipo banal resultante de los excesos de la interpretación nacionalista o identitaria en la pintura local no permite afirmar que la primera generación de artistas de tendencia romántica, que nos ocupa, realizase sus obras con la intención primaria de vender, o respondiendo a una demanda de un incipiente mercado.  El retrato por encargo era lo que realmente redituaba económicamente en un medio donde las familias adineradas preferían comprar litografías para iluminar las salas de sus residencias que pinturas de autoría nacional.

"Bouganvilea", S/F. Oleo/tela. Tomás POVEDANO. Colección MAC. Foto: AKEZ

Al examinar la vida, proceso creativo y producción de los cinco artistas destacados en “Paisajes diversos” se evidencia una clara oposición a la dirección del progreso que estaba tomando la civilización de su tiempo al elegir como foco de sus representaciones la “arcádica” Costa Rica. De hecho, teósofos y masones como Povedano, Echandi y Bierig se manifestaban enérgicamente contra el materialismo de una época dominada por la ciencia y la industrialización.

En un ensayo de 1892, el crítico de arte Albert Aurier denunció justamente la futilidad del razonamiento científico frente a los misterios más profundos de la vida: “El siglo XIX, después de haber proclamado durante ochenta años, en su entusiasmo infantil, la omnipotencia de la observación y de la deducción científica, después de haber afirmado que ningún misterio podría sobrevivir a sus lentes y escalpelos, parece finalmente darse cuenta de la vanidad de sus esfuerzos, de la puerilidad de sus alardes”.14

Pero, si la intencionalidad artística de Jiménez, Span, Echandi, Povedano y Bierig era una respuesta tácita a un entorno global materialista, caótico y belicoso, sus paisajes ofrecen una oportunidad única para encontrar paz en medio de la tormenta, aunque solo sea temporalmente como el paso inexorable del tiempo ha demostrado.

"¿Por qué un hombre virtuoso se deleita con los paisajes? preguntaba en el siglo XI, el paisajista chino Sung, Kuo Hsi, al inicio de su ensayo "Comentarios sobre paisajes". Y respondía con las siguientes razones:

“...para que en un retiro rústico pueda nutrir su naturaleza; para que en medio del juego despreocupado de arroyos y rocas pueda deleitarse; para que pueda encontrarse constantemente en el campo con pescadores, leñadores y ermitaños y escuchar el llanto de los monos. El estruendo del mundo polvoriento y el encierro de las viviendas humanas son lo que la naturaleza humana aborrece habitualmente; mientras que, por el contrario, la bruma, la niebla y los espíritus fantasmales de las montañas son lo que la naturaleza humana busca y, sin embargo, rara vez encuentra.15

Luego enfatizaba el dramático impacto de la vida urbana para el artista: “Sin acceso a los paisajes, el amante del bosque y el arroyo, amigo de la niebla y la bruma, solo los disfruta en sueños. ¡Qué delicia, entonces, tener un paisaje pintado por una mano experta! Sin salir de la habitación, de inmediato, se encuentra entre arroyos y barrancos; los graznidos de los pájaros y los monos son apenas audibles para sus sentidos; la luz en las colinas y el reflejo del agua, brillante, deslumbran sus ojos. ¿Acaso una escena así no satisface su mente y cautiva su corazón? Por eso el mundo valora el verdadero significado de pintar montañas. Si no se reconoce esto, y se abordan los paisajes de forma brusca y descuidada, ¿no es como arruinar una vista magnífica y contaminar el viento puro?”16

Notas:

1.      La Biblia de las Américas, (2005). Eclesiastés 1:2-4. Lockman Foundation, California, E.U.A.

2.      Zamora Castro, Alvaro, (28 de febrero, 2025) Paisajes cual ventanas (disquisiciones a partir de un acierto del MAC). Revista Coris, Cartago, Costa Rica. https://www.circulodecartago.org/uncategorized/paisajes-cuales-ventanas/

3.      Zavaleta Ochoa, Eugenia, (2019). La patria en el paisaje costarricense. Editorial UCR, San José, Costa Rica. P. 14.

4.      Zavaleta Ochoa, Eugenia, (2024). Paisajes Diversos: Costa Rica 1890-1950 [Pintura]. Museo de Arte Costarricense, San José, Costa Rica. P. 10. 

5.    Flores Zúñiga, Juan Carlos (25 de marzo, 2022). COLECCIONISMO ESTATAL: Narrativa de la disfunción. Ars Kriterion E-Zine. https://arskriterion.blogspot.com/2022/03/coleccionismo-estatal-narrativa-de-la.html

6.       Charles Segal, Poetry and Myth in Ancient Pastoral: Essays on Theocritus and Virgil (Princeton: Princeton University Press, 1981), pp. 3-4

7.      Las exposiciones del “Diario de Costa Rica” (1928-1937). S/F. Publicado por Tico Club. https://www.ticoclub.com/arte.htm

8.      Laderman, Gabriel (1968) “The future of landscape painting”. Art Forum November 1968 VOL. 7, NO. 3, New Yor, E.U.A.

9.      Flores Zúñiga, Juan Carlos (25 de octubre, 1985). Alex Bierig: aporte fundacional. Ars Kriterion E-Zine. https://arskriterion.blogspot.com/1985/10/alex-bierig-aporte-fundacional.html

10.  Hodler, Ferdinand. (2018) “Paralellism”. Scheidegger & Spiess. Zurich, Suiza

11.  Fuente: Denis Cosgrove, Social Formation and Symbolic Landscape (Madison: University of Wisconsin Press, 1998), P. 15

12.  Tracy Ehrlich, “Pastoral Landscape and Social Politics in Baroque Rome,” in Baroque Garden Cultures: Emulation, Sublimation, Subver-  sion, ed. Michel Conan (Washington: Dumbarton Oaks, 2005) p. 158

13.  Amighetti, Francisco. “Francisco Amighetti habla de la exposición de Artes Plásticas”. La Hora, 20 de octubre, 1936. P.3

14.  Albert Aurier, “Les peintres symbolistes”, en Textes critiques, 1889-1892 (París: École nationale supérieur des Beaux-Arts, 1995), pp. 29-30 (traducción de los autores)

15.  Kuo, Hsi. (1935). An essay on landscape painting. Butler and Tanner Limited, London, England. P. 30. https://archive.org/details/in.ernet.dli.2015.279513 

16.  Ibid, P. 31.

Comentarios

Fundacion LiderInnova dijo…
Muy buen artículo sobre el paisajismo costarricense.
Coaching en Transiciones dijo…
Muy interesante perspectiva sobre la relación entre filosofía y romanticismo en estos paisajistas.
Ars Kriterion E-Zine dijo…
La noción de estas interrelaciones requiere más examen, sin embargo. Nada mas desperté la curiosidad sobre un aspecto que influye su lectura del entorno.
Alvaro Zamora Castro dijo…
Este es un texto memorable. Una lección y un excelente ejemplo de lo que le hace falta a la historia del arte costarricense… te felicito, te agradezco Is referencia a “ mi leve provocación “😄
Juan Carlos Flores Zúñiga dijo…
Gracias estimado Alvaro. Aprecio mucho tus sinceras palabras de encomio. Seguimos adelante
Carlos Barboza Vargas dijo…
Interesante exposición del paisajistas ticos o residentes en el país. Estos pintores de finales del XIX apenas se veía algún cuadro de ellos en mis años de estudiante, más veiamos paisajes de los pintores de los años 30. Sin duda el paisaje como género individual empieza con los vedutistas venecianos y el uso de la cámara oscura. Los de Barbizon lo modernizan con Corot al frente y los ingleses Turner, Constable y en Italia los Macchiaioli……, y la gran explosión de plein air de los impresionistas en París. Los posimpresionistas y los istmos modernos son parisinos. Los pintores de la periferia seguían tratando el paisaje con algunos cambios, pero sin hacer caso a los nuevos movimientos, como es el caso de Sorolla o Beruete…., Picasso dice que son pintores de pelo y pluma, uno de ellos su padre. Así es que estos pintores de Costa Rica continúan con la tradición europea del paisaje como país periférico a París. Hasta que llegan los abstractos todo cambia en San José. Espero ver el vídeo y buen trabajo Juan Carlos. Hoy día de la Anunciación, abrazo. 🤗👏👏👏🍷🍷
Juan Carlos Flores Zúñiga dijo…
Gracias Carlos. Esta muestra permite indudablemente reposicionar el paisaje de la escuela romántica y académica europea de fines del siglo XIX que tuvo una influencia palpable en los cinco artistas destacados en la muestra del MAC. Que bien se hace al exponerlos ante las nuevas generaciones de paisajistas que los desconocían. Un fuerte abrazo. Espero que el video este listo en dos semanas.
Carlos Barboza Vargas dijo…
Si es importante que las nuevas generaciones conozcan en profundidad a estos artistas. Aunque don Enrique Echandi estudio en Europa, se fue con todo su saber académico, pero hay dos artistas que se nota en su obra el Paris revolucionario del siglo XX que son Manuel Cano que pinto con Torres García y está en las enciclopedias catalanas y Max Jimenez que vivió y asimiló todo el movimiento picassiano, ambos lo llevaron a Costa Rica y ni caso. Un abrazo 🤗👏👏✨✨
Juan Carlos Flores Zúñiga dijo…
Escribí sobre el fallido legado de ambos en dos criticas que están en Ars Kriterion E-Zine. Los enlaces son los siguientes por si interesa que conversemos mas al respecto: https://arskriterion.blogspot.com/1986/02/max-jimenez-obra-trunca.html y https://arskriterion.blogspot.com/1986/06/maestro-sin-huella.html
AICA Costa Rica dijo…
Un planteamiento crítico muy necesario en tiempo de profunda confusión sobre el paisajismo en la historia del arte costarricense
Alfonso Chase Brenes dijo…
Un análisis fundamental sobre el aporte de la primera escuela de paisajistas costarricenses de los que se habla y conoce aun muy poco en ésta vena. Gracias Juan Carlos por este aporte crítico en la dirección correcta

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