ALVARO BRACCI: Arte, Teología y Crítica

“Crucificatur” (Crucificado) de Alvaro Bracci (Italia, n. 1948), con poemas de Jorge Debravo. 2020. Editorial Masterlitho S.A., San José, Costa Rica. 1ra edición. 144 páginas.

Desde fines del siglo XIX, la emergencia de movimientos políticos y sociales, liderados intelectualmente por anarquistas y comunistas, principalmente, permearon decisivamente el arte y la cultura limitando las expresiones artísticas inspiradas en la espiritualidad e historia bíblica cristiana al ámbito de los excéntricos y los aficionados.  

En el continente americano se dieron dos fenómenos paradójicos con un resultado similar.  En el norte. de origen anglosajón, la cultura predominantemente protestante, psicológicamente inhabilitada por motivos de geografía, aisló a países como Estados Unidos de las grandes contribuciones artísticas del pasado cristiano europeo, en artes visuales y arquitectura, mientras en el sur el predominio católico al tratar de destruir los fundamentos e imaginería de las creencias indígenas locales terminó cediendo ante un sincretismo religioso que sigue desafiando la herencia colonial europeizante.

En ambos contextos, la pasión y el misterio que inspiraron el arte medieval y el renacimiento temprano en Europa fue diluido por la desconfianza religiosa en los excesos emocionales, y la síntesis intelectual del Renacimiento a menudo incomprendida excepto por sus excrecencias emocionales, como pasa con las obras más mediocres de Rafael.

Los libros de texto de historia del arte, teoría y crítica en el siglo pasado, así como la tónica del coleccionismo en los principales museos, testimonian que el mundo artístico institucionalizado considera que el cristianismo ha hecho contribuciones insignificantes durante el siglo XX. Pero, lo opuesto también es cierto, la Iglesia Cristiana tiene en poca estima el canon artístico moderno y posmoderno por su pobre contribución a la profundización del pensamiento cristiano.

No obstante, los mundos de la teoría y la crítica de arte contemporáneo y la teología cristiana desarrollaron distintas configuraciones culturales marcadamente desconectadas entre sí, hasta el punto de mutua incomprensibilidad.

Ya la crítica Rosalind Krauss fundadora de la revista October había declarado en 1979 "la absoluta ruptura” entre arte y religión. En su criterio mientras el arte del siglo XIX se desarrolló en un “creciente espacio desacralizado donde el arte se convirtió en un refugio de la emoción religiosa”, transformándose en una“forma secular de creencia...eso resulta algo inadmisible en el siglo XX, por cuanto ahora encontramos indescriptiblemente embarazoso mencionar arte y espíritu en la misma oración”.

Krauss y sus colegas en la influyente revista October identificaron, articularon y promovieron cuatro métodos críticos primarios para analizar e interpretar el arte moderno y contemporáneo: el psicoanálisis, la sociología del arte, el formalismo y el estructuralismo, este último con sus vertientes del posestructuralismo y deconstructivismo. 

La teología fue intencionalmente excluida llevando desde la academia, y las publicaciones artísticas a toda una generación a inhibirse conscientemente de reconocer y/o comentar las manifestaciones artísticas con contenido espiritual y/o religioso aún tratándose de artistas que profesaban públicamente sus creencias religiosas. 

Portada del libro "Crucificatur" de Alvaro Bracci. 2020. Foto: CCACR

FALLO CRÍTICO 

Ejemplo de este fallo en el discurso crítico se dio al interpretar la conocida instalación de 1999 realizada por Tim Hawkison y titulada “Pentecostés”. Casi ningún crítico o comentarista pudo lidiar con la carga teológica de la obra.

No fue la única víctima de la ceguera posmodernista. Entre los conocidos artistas que han realizado obras enlazadas específicamente con temas espirituales y/o religiosos figuran Francis Alÿs, Damien Hirst, Anish Kapoor, y  Bill Viola.  Sin embargo, la ausencia de una crítica teológicamente informada con respecto a los contenidos teológicos que informan estos artistas en sus obras resulta en una comprensión truncada de la misma.

En el contexto latinoamericano tenemos los ejemplos de Oswaldo Guayasamín, Fernando Botero, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Alfredo Ramos Martínez, Ana María Pacheco, Eduardo Kingman y Francisco Zúñiga.  Y en el ámbito costarricense Francisco Amighetti, Jorge Gallardo, Néstor Zeledón Guzmán, Rafa Fernández, Rafael Otón Solís y Alvaro Bracci, entre otros.

Como Krauss muchos de sus acólitos dirigieron su análisis a temas de género, feminismo, posestructuralismo y posminimalismo. El medio artístico y la ejecución técnica se volvieron irrelevantes. Krauss argumentaba que el valor de un trabajo tiene poco que ver con la elección del medio y la técnica y mucho más con el poder expresivo simbólico de la obra y la contextualización histórica. Para ella toda obra artística era simbólica, pero el trabajo de encontrar el significado no era suyo como crítica sino de la audiencia que se exponía a esta.

Sin embargo, en las primeras dos décadas del nuevo milenio, numerosos académicos y críticos han comenzado de nuevo a usar arte y espíritu en la misma oración, aunque todavía les resulte evidentemente embarazoso.

La gente de hecho ha vuelto a hablar sobre religión y espiritualidad en el discurso sobre arte contemporáneo. Por ello, me atrevo a afirmar que hay un retorno de la religión y la espiritualidad al discurso artístico.

Esta nueva jornada crítica no está exenta de desafíos como puntualiza el historiador de arte, James Elkins en su obra del 2004 “On the Strange Place of Religion in Contemporary Art” (Sobre el Extraño Lugar de la Religión en el Arte Contemporáneo).  En su criterio la ruptura no existe entre el arte mismo sino con respecto al mundo académico que escribe sobre arte y que es mayormente ateo y de pensamiento liberal.

Resumiendo, la posición de Elkins “El contenido religioso es incapaz de sobrevivir las operaciones interpretativas recelosas de la teoría y la crítica de vanguardia, la cual implacablemente lee detrás y debajo del contenido y la composición visual de un objeto artístico.”

1ra Estación: "Jesús es condenado a muerte", 2.000. Alvaro Bracci. Foto: CCACR

HOSTILIDAD EN LA NUEVA CATEDRAL     

Se dice a menudo que las galerías y museos de arte son las nuevas catedrales – lugares que la gente puede visitar para reabastecer el espíritu en una era secular. Pero por muchos siglos, las catedrales funcionaron como galerías de arte. 

Visite cualquier catedral en Europa Occidental, México o Sudamérica y usted descubrirá incontables ejemplos de obras de arte ejecutadas con intencionalidad conceptual, técnica artística depurada y sentido estético, desde los intrincados grabados en madera y metal hasta las esculturas en mármol y los elaborados y exquisitos altares pintados y bañados en oro o plata. 

En las galerías de arte moderno, sin embargo, la proporción de obras de arte tratando contenidos de origen cristiano es relativamente baja.  Cuando visito una galería o una feria de arte rara vez espero encontrar obras que aborden contenidos religiosos o espirituales. De hecho, cuando la mayoría de los artistas contemporáneos abordan estos contenidos lo hacen a menudo de una manera iconoclasta, irónica, irrespetuosa o subversiva.

Aunque Cristo y las escenas tomadas de la Biblia han sido descritas con más similitud que diferencia sobre el curso de dos milenios, muchos artistas actuales han adoptado un enfoque más liberal y ofensivo en su abordaje. Voy a darle cuatro ejemplos controversiales:

Primero, la fotografía realizada en 1987 por Andrés Serrano de un crucifijo sumergido en su propia orina.  La pieza producida por el autor de origen hondureño fue uno de los argumentos para cortar el presupuesto en 1989 al Fondo Nacional para las Artes en Estados Unidos, organización financiada por el gobierno, que había otorgado una beca a Serrano. En 1997, mientras se exhibía en Australia fue removida por espectadores de la pared, pateada y martillada. No tuvo mejor suerte en otros sitios de exhibición.

Segundo, el artista de origen chileno Sebastián Errázurizcreó en el 2012 sus “paletas o chupetes cristianos”.  Durante la semana del diseño en Nueva York, la Galería R’ Pure presentó la Exhibición “Ámalo o déjalo”, con la intención de revisitar “los objetos y símbolos que han forjado el paisaje americano a través de los ojos de sus creadores”.  Errazuriz creó para la ocasión cien paletas o chupetes hecho de vino de consagrar congelado, que funcionaron tanto como objeto artístico y postre espirituoso

Para agregar autenticidad, las paletas habían sido escondidas en una hielera y bendecidas inadvertidamente por un sacerdote durante la Eucaristía. Las paletas también revelaban un crucifijo cuando eran consumidas.  El trabajo que buscaba denunciar el fanatismo religioso fue fuertemente criticado por la liga católica, que tildó a Errázuriz de “intolerante, hipócrita y artista del timo”.  

Un tercer caso que no agota los ejemplos controversiales, es La última cena”, fotografía realizada por Elisabeth Ohlson Wallin, para la exhibición “Ecce homoen 1998. Ohlson Wallin incluyó en su composición a Cristo vestido con ropa de mujer y tacones altos, y a los apóstoles vistiendo como travestis y sadomasoquistas. La muestra incluía versiones alternativas de pasajes bíblicos. La muestra que hizo gira por Escandinavia y Europa del Este fue recibida con protestas callejeras y condenas de clérigos por ser blasfema.

El último ejemplo corresponde a la escultura satírica del italiano Maurizio Cattelan "La Nona Orarealizada en 1999 en la cual el Papa Juan pablo II aparece caído sobre una alfombra roja golpeado por un meteorito que ha caído de los cielos.  El título de la obra (la novena hora) hace alusión a las 15h, el momento en el que, para los cristianos, Jesús dijo: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Aunque no deberíamos poner todo el peso de la interpretación en las intenciones del artista, tampoco deberíamos descartarlas por entero. Sea que la obra como tendencia se ubique o no en la línea ideológica de ataque a las creencias espirituales de una comunidad de fe, mediante sus representaciones públicas, es claro que la crítica está obligada a interpretarla no solo como un producto sociológico e histórico sino teológicamente.

Baudelaire creía que para “justificar su existencia, la crítica debería ser parcial, apasionada y política - lo que quiere decir, escrita desde un punto de vista exclusivo, pero un punto de vista abierto a los horizontes más amplios”.

Eso, en mi criterio y experiencia crítica, articula la meta de la crítica orientada teológicamente: enfrentar la obra de arte desde sus particularidades idiosincráticas, sensibilidades y puntos de vista en favor de interpretaciones más amplias y profundas del trabajo.

He tenido la oportunidad de hacer justamente esto en las recientes críticas publicadas en Ars Kriterion E-Zine correspondientes, internacionalmente, a Mark Rothko, Delacroix, y la colección del Museo Nacional de Bolivia, y localmente a Néstor Zeledón Guzmán, Rolando Cubero y Alvaro Bracci, entre otros exponentes.

El artista en cuanto sujeto sensible y racional que se relaciona con su entorno no puede negar la influencia de la filosofía y la teología, en la medida que busca trascender su realidad mediante el acercamiento a una verdad. Puede que se mueva entre la búsqueda espiritual o la negación de ésta abrazando lo contingente, pero su obra siempre será metafísica o no será arte.

4ta Estación: "Encuentra a María, su madre", 2.000. Alvaro Bracci. Foto: CCACR

LA VÍA DOLOROSA DE BRACCI

Es en este contexto, que emerge el aporte del artista ítalo-costarricense, Alvaro Bracci de quien hemos escrito en dos ocasiones anteriores.  Su nueva obra que le ha tomado dos años de ejecución, y casi tres décadas de conceptualización, se centra en el formato de un libro gráfico y lírico inspirado en el vía crucis cristiano que ha titulado en latín “Crucificatur” (Crucificado) y que ha editado de su propio pecunio.

A diferencia de otros creadores, la obra de Bracci como hemos apuntado antes es una sola conceptualmente, si bien temática, técnica y espacialmente ha variado desde su primera exposición individual en 1978.  Cada uno de sus ciclos como dibujante y pintor están vinculados casi siempre a exposiciones individuales en lo particular y no a etapas de desarrollo conceptualmente diferenciadas.

Sus tres primeros “períodos” como artista, entre 1978 y 1984 (tres exposiciones individuales correspondientes) definieron su concepto plástico: una obra figurativa y geométrica con base en formas volumétricas y esféricas inspiradas tanto en las matronas italianas como en las indígenas latinoamericanas y dominada por una composición limpia y precisa (dibujada primero y más tarde con base en los pigmentos del óleo) enmarcada por una arquitectura con base en arcos y marcos. 

La obra y carrera artística de Bracci, debe señalarse, ha sido influida tanto por su personalidad como por su formación religiosa y profesional.  No obstante, por su disciplina académica y sensibilidad sus padres lo matricularon en un colegio de curas, el San Filippo Neri, en Roma, y más tarde ingresó al Seminario Pontificio Romano donde pasó tres años y desarrolló una antipatía por el sistema eclesiástico católico y colateralmente un interés profundo por el arte. Aunque luego, a su pesar, eligió una rama técnica en un politécnico romano, donde la metalmecánica y el diseño industrial se convirtieron en oportunidades antes que obstáculos para su desarrollo creativo hasta el día de hoy.

Originada en el siglo III D.C., las Estaciones de la Cruz son una práctica devocional cristiana donde los participantes se sumergen en la historia de los últimos sufrimientos de Jesús sobre la tierra acompañándolo metafóricamente desde su juicio a mano de las autoridades romanas hasta su entierro.  El camino que recorre Jesús es conocido como la “vía dolorosa” o Vía Crucis (El camino de la cruz).

La Pasión de Cristo (Estaciones de la Cruz) ha sido abordada en obras anteriores por Alvaro Bracci. En 1987 desarrolló un proyecto basado en los evangelios del nuevo testamento que cubrieron por varios años los muros de la Iglesia de San Ramón y que confirman su interés en revolucionar la percepción espiritual a través de su obra. 

Sin embargo, en el pasado, su imaginería se inspiraba en el texto bíblico como punto de partida para construir una alegoría conectada a la cotidianidad contemporánea. Mientras que ahora, hace en su libro una lectura diferente al crear un contexto alternativo al bíblico para su interpretación. Me refiero al contexto fabril y obrero, los medios de producción capitalistas, el transporte moderno, los personajes femeninos dolientes y la niñez desamparada.

La pretensión del artista no es celebrar a Cristo, o mostrar fervor, sino evidenciar la necesidad de la esperanza por medio de la fe que queda a los pobres, perseguidos y marginados de este nuevo mundo mediante el ejemplo de un Cristo que se sacrifica por la humanidad. Hablamos de una experiencia dolorosa pero empáticamente accesible para quienes sufren diariamente por el abuso, la injusticia y la inequidad y cuyas necesidades físicas, emocionales y espirituales están insatisfechas.

En una entrevista que le hice en octubre de 1984 para el libro “Cofradía”, declaró “Mi arte no es representativo, es constructivo. No se puede comparar con la naturaleza, está en la propia pintura, color, composición y textura”. 

Pero prima una narrativa personal en medio de la armazón gráfica que sostiene cada una de las quince escenas de su versión del vía crucis.  No me refiero meramente a la anécdota de los elementos fabriles que dibujaron su entorno tanto en su tierra natal como en su tierra adoptiva tales como ruedas, barras, poleas, cadenas como parte de sistemas mecánicos y engranajes productivos.  Si no al control que brindan a su expresión gráfica proveyendo equilibrio compositivo, en un lenguaje plástico que habla de un estilo personal.  No olvidemos, que Bracci más que un pintor, es un probado artista gráfico que suele pintar sobre su gráfica.

11ma Estación: "Es clavado en la cruz", 2.000. Alvaro Bracci. Foto:  CCACR

GRÁFICA PICTÓRICA

Es un dibujante consumado que construye sus escenas con base en su vocabulario de diseñador industrial y los componentes mecánicos de su profesión. Si observamos retrospectivamente la mayor parte de su obra está sostenida como un vitral por la trama gráfica que la aprisiona. 

Por ello, habla a menudo de su anhelo de libertad a través de su expresión plástica y que mejor metáfora de la libertad que un Cristo que cumple su misión y propósito sacrificándose para liberar y liberarse mediante la muerte en la cruz de la prisión de nuestros pecados. Por ello, ante la interrogante “¿Qué encuentra en su obra libertad o seguridad?” Responde sin ambages, “Busco libertad” No hay pretensión intelectual, ni articulación conceptual.

En cada una de las quince estaciones (capítulos) de su libro, los personajes caricaturizados son aprisionados en una trama fría, casi monocromática, que evoca como narrativa un destino manifiesto.

Como ha indicado el artista, “Para mí el gris es una mezcla espiritual, es la exigencia interior de un espíritu sensible a las más débiles modulaciones del mundo interior.” Los tres colores dominantes, de su apretada gama, en esta obra son el rojo, el negro y el blanco, que evocan respectivamente el sacrificio, la muerte y la paz.

Es notable como los colores, aunque limitados, expresan mejor las emociones de cada estación que los mismos textos del poeta Jorge Debravo desperdigados alusivamente en las esquinas de las páginas, en un desesperado llamado, casi literal, a la acción cotidiana. Uno podría disfrutar igual el libro-arte sin los pies de página o las citas complementarias.

No es el primer artista en ocuparse contemporáneamente del “vía crucis”, pero a diferencia de otras propuestas contemporáneas que la usan como excusa para denunciar, contingentemente, la situación de los trabajadores inmigrantes, las víctimas de la discriminación racial, los pobres y los mentalmente enfermos, entre otros temas políticos y sociales populares, cuando recorremos el camino al Gólgota con su hierático Jesús, gráfico y lírico, reconocemos más ampliamente los senderos dolorosos que muchas personas y sociedades han tenido que transitar a lo largo de una historia que parece repetirse con estertores cada vez más dramáticos. Pareciera que la humanidad tras cada repetición vuelve en no, en lugar de volver sensatamente en sí.

Esta es una obra de madurez para un artista gráfico que busca tácitamente reconciliarse con su fe perdida en un seminario pontificio italiano, décadas atrás, y que se esfuerza por dejar de seguir a hombres e ideologías de izquierda para enfocarse en la esperanza al final de su jornada personal y artística.

15ta Estación: "Resucita al tercer día", 2.000. Alvaro Bracci. Foto: CCACR

Creo sinceramente que “Crucificatur” es una obra gráfica, concebida y ejecutada con excelencia, que puede contribuir a un entendimiento más profundo de lo que el mismo Jesús hizo dos mil años atrás cuando anunció públicamente su ministerio leyendo en la sinagoga de Nazaret el siguiente pasaje del profeta Isaías:

"El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí,
    porque el Señor me ha ungido
    para llevar buenas noticias a los pobres.
Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado
    y a proclamar que los cautivos serán liberados
    y que los prisioneros serán puestos en libertad." 

                                               - Isaías 61:1 (NTV)

La pasión de Cristo no termina en la cruz. El episodio final no es su muerte, sino su resurrección. No obstante, la tumba vacía atestigua que está vivo y que es real, entonces, ahora y siempre. Ciertamente conforme Bracci nos hace recorrer, con nuestra alma en vilo, las páginas en su obra impresa, sobre la vía dolorosa, no convierte a Jesús en víctima, no explota su sacrificio para ganancias temporales. Todo lo contrario.

En su tratamiento inteligente pero respetuoso, el artista no puede ocultar por más terrenales que sean las lecturas que se hagan sobre su nueva obra porque Jesús hizo lo que hizo y logró con su extraordinario sacrificio, sin egoísmo, devolver la esperanza a un mundo cuya historia dividió para siempre en un antes y un después.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA

Comentarios

Alvaro Bracci dijo…
Juan Carlos, como siempre sos un maestro en interpretar y contextualizar históricamente todo material artístico que pasa por tu campo visual e intelectual. Me complace mucho tu análisis crítico sobre CRUCIFICATUR. Muchas gracias caro amigo, tendremos oportunidad de sentarnos con la debida distancia , mascarilla y una copa de vino para repasar juntos. Un abbraccio.
Ana Lorena Cantillo-Gamboa dijo…
Bravo. Excelente trabajo.
Carlos Roberto Lorenzana dijo…
Interesante análisis crítico de la obra impresa del maestro Alvaro Bracci! Muchas gracias por compartir estimado don Juan Carlos Flores Zuñiga bendiciones.
Carlos Barboza Vargas dijo…
Interesante estudio de la evolución De Dios en el arte. Giotto, Miguel Ángel, Rafael, no sus ayudantes,........ le dieron cuerpo a la imaginería religiosa que se ha repetido por los siglos hasta la llegada de Picasso, que pinto temas religiosos en su juventud, al igual que Matisse en su vejez. Enrique VIII, destruyo las imágenes religiosas mediterráneas, se sentía elegido por Dios, solamente conservo para Inglaterra a San Jorge, santo guerrero. Esta ideología pasó a USA y el arte religioso como bien dices no está en el subconsciente de los americanos y actualmente en vez de Santos tienen héroes del cómic que adoran, Superman, etc o a al ratón de orejas negras. Su contribución es el Pop, basura y carne como lo definió Warhol. Hoy estamos los pintores sin esa parte ideológica que nos hace más terrenales. Me interesó el estudio sobre Bracci , y su unión con mi amigo Jorge Debravo que no creía, pero se le puede adjudicar la frase: “Soy ateo gracias a Dios”. Buenas tardes del Lunes Juan Carlos y un abrazo a él italiano-costarricense Bracci.
Gracias Carlos por enriquecer el contexto en el cual cae este divorcio entre teología y arte. Coincido en que muchos ateos reconocen su nulo control sobre la verdad y la creación, pero se conmueven cuando entran a una catedral o a un museo a disfrutar de arte cuyo contenido se origina en la Biblia. Así fue como comenzó mi transición espiritual. Feliz semana.
Luis Fernando Quirós Valverde dijo…
Como creyente y promotor del arte contemporáneo, esta crítica me llega de distintas maneras. Primero que todo porque creo que lo sagrado está disperso en toda la creación y segundo porque es evidente que en el arte prevalece un uso desinformado de la espiritualidad y la divinidad.
Lilileth Clemens dijo…
Un documental profesional con una rica perspectiva crítica e histórica sobre dos genios españoles. Gracias Juan Carlos.
María Vargas Alvarado dijo…
Me encantó el enfoque y la amplitud de de la información e interpretación ofrecida en esta crítica audiovisual

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