La Crítica de Arte y el DESBORDE
El presente texto fue escrito para el webinario “La crítica de arte en tiempos de crisis”, organizado por el Círculo de Críticos de Arte de Costa Rica, y me motiva clarificar de mejor manera el pensamiento externado.
El elevado nivel adversidad actual tiene que ver con las contingencias que nos embargaron durante el año 2020, debido a la pandemia del coronavirus producida por la bacteria Covid19, y que a estas alturas del 2021 no cede de afectar en el mundo, aunque la población esté vacunándose, brotan nuevas variantes, vaticina una década de aun mayores incertidumbres.
Utilicé en dicha exposición de criterios la figura “el desborde de las aguas del río del arte”, frecuente en mis comentarios y percepciones de la realidad en que vivimos al focalizar el arte contemporáneo.
NOCIÓN DE CRISIS
Diría que, quizás
en más de treinta años de escribir comentarios y reflexiones
acerca del arte que en particular me interesara, publicados en libros, revistas,
o blogs, no he palpado un tiempo llano y en especial bondadoso; todo ha sido cuesta arriba, y, lo
seleccionado para observar, analizar y comentar también
lo es. Me interesa un arte que me reta en la investigación
e interpretación y búsqueda de valor,
no solo en lo estético, económico y social, sino en lo desconocido para hacerlo
conocido.
Importa
sacar a flote los contenidos que portan los objetos o sujetos de la obra de
arte, a veces están a flor de piel, en otras
bajo esa capa espesa de signos con que se cobijan algunos lenguajes actuales
(las aguas turbias del río del arte o de la crecentada).
Importa distinguir dónde media
una motivación para que
regenere el aprendizaje, y dónde
subsisten también
caracteres poco arraigados o que provienen de referentes insustanciales, o
porque el artista hace eco de su levedad, por no decir flojera.
Por otro -tema no menos importante-, es fundamental hacer buen uso de la redes e internet, diferencia respecto a escribir en aquel pasado incluso no muy lejano donde solo habían revistas especializadas, libros o periódicos, pues hoy se nos ponen a disposición herramientas como blogs, videos, revistas, redes sociales, podcasts, webinarios, todo un arsenal de la virtualidad para ser explorado y explotado en esta normalidad, para el buen desempeño del pensamiento divergente compartido.
Algo que
nos deja la actual pandemia del coronavirus, son las largas cuarentenas, ahí definitivamente aprendimos a usar
estas herramientas, pues otra no nos quedaba, intentando salir de la zona de
confort de cada uno. Aprendimos a enfilarnos en el frente de batalla, a repasar
profundamente el arte que corre en redes, videos, muestras virtuales, revistas
en línea, y sacarle provecho en tanto el
adversario se esconde, trasviste o camufla, a veces es lo que no hemos visto en
la realidad, pero enerva la conciencia e impele a reflexionar sobre esas
estrategias visuales, creativas, y regenerar el pensamiento.
Esta táctica será siempre
un desafío y me recuerda un decir del historiador
brasileño Federico de Morais a quien
entrevisté en la década de los noventa, al afirmar que en
términos de documentación, nada sustituye a la obra de arte. Pero hoy
día las transformaciones exigen cambios de actitud y métodos hasta abordar un sujeto de estudio
desconocido, no visto, pero sí bien documentado. La documentación ofrece a la investigación
en arte transparencia, articulaciones comprobables, evaluables, que se pueden
superponer para apreciar sus diferencias y diversos grados de profundidad.
CLAVES ACTUALES
El punto fuerte o palabra poderosa es (in)formación, o
(trans)formación, estar en perenne estado de cambio, de aprender y hasta
(des)aprender, para conocer a cabalidad los recursos para la mediación que nos
brinda la tecnología, y la cultura: un amplio espejo que rota sobre sí mismo y en el cual nos miramos todos.
Si existen esos recursos y son
manejables, hay que aprovecharlos: si hay caminos es para que hallan
caminantes, aunque siempre sean diferentes, que tenga desvíos que explorar, accidentes que prevenir los
cuales son similares a la existencia, como las vicisitudes y contingencias de
la vida y sobre todo, en tiempos de adversidad. Lo incierto hay que saberlo
anticipar y sortear los obstáculos sustentados
en la experiencia, la ciencia y los rigores que son redes de evaluación o protocolos para el trabajo de investigación. En mi caso personal, por lo general abordo
los caminos escabrosos, donde se maneja una buena dosis de incertidumbre, más que otros rectos o llanos, pues el mal camino
requiere mayor fuerza, ímpetu y
son escenario oportunos de observar. Habrá
abundantes preguntas y respuestas, como lo es el arte de este tiempo, el cual
nos empodera a sacar a flote un buen discurso crítico.
EL RÍO DEL ARTE
Respecto a esos procedimientos para acercarse al arte de hoy, me encanta esta figura para explicar mis propios procesos que por lo general son primarios, sencillos, amigables, empíricos si se quiere, pero me son efectivos para nutrir y motivas los argumentos. Cuando visito un museo, o una exposición en una galería o espacio cultural, explico que en ese momento no me pida nadie que explique lo observado y pensado, pues mi experiencia y percepción momentánea es como ver un río de aguas turbulentas, embarrialadas, como las que vimos en noticieros acerca del Caribe, y en particular la zona de Turrialba, ocurridas en los días en que realizamos este webinario.
Sin embargo, y de regreso a casa
(explico que vivo a hora y media de la capital), mientras viajo en autobús voy apreciando el paisaje de las
montañas, árboles y firmamento azul, y en la
medida que pasan los minutos esas aguas que desafían van aclarando, cede lo turbio y al llegar a
casa a escribir mis percepciones, puedo ver sus fondos de ricas texturas,
piedras, arenas, colores que antes no apreciaba, pareció las relaciones intrínsecas e un paisaje de diversidad de figuras
que posibilitan construir mi texto.
Pero en el webinario del 24 de julio
2021, utilice otra figura al referirme a una fotografía
encontrada en FB en esa fecha, algo distinta pues lo que veía era un
puente de piedra que esta en la carretera de Turrialba a la altura de Paraíso, mi
ciudad de residencia. Las lluvias torrenciales desbordaron una quebrada
insignificante que corre bajo el lugar, y se apreciaba una amplia poza, pero la
calzada de la carretera desapareció.
Compartí en mi muro aquella imagen, y algunos amigos que jamás estuvieron ahí, opinaban acerca de la belleza de la fotografía del puente antíquisimo y las aguas del río. Pero la verdad era otra, aquello era un túnel de la vía aludida, que por encima pasaba el antiguo ferrocarril al Caribe construido a finales del siglo XIX , pero debajo de aquellas aguas estaba la carretera.
El argumento me sirve para explicar que en arte las apariencias engañan, y las verdades a veces son a medias, que necesitamos de mayor información para explicar la realidad. Importa consumirse en esos torrentes del no saber para llegar al fondo y tocar la dureza de la calzada, nadando en las aguas del conocimiento.
Por supuesto que en los post me dieron mayor información, como que fue construido por un arquitecto italiano basado en la bóveda de cañón con arco de medio punto romano, y que nunca sería destruído; otro internauta adujo que aquél ya esta debilitado pudiendo ceder debido al intenso tráfico sobre todo de contenedor que pegan en la parte superior desprendido varias piedras. En ese momento evoqué el diálogo entre el Gran Khan y Marco Polo, acerca de la piedra angular y el puente, pero desisto de traerla a colación para evitar que esta lectura se extienda.
Precisamente ocurre al escribir crítica de
arte en tiempos de adversidad, importa nadar en esas aguas, palpar la fortaleza
del fondo, utilizando métodos de
acercamiento que hemos aprendido de la teoría del
arte, de la filosofía, de la sociología, hasta
saber explicarse las consecuencias de los meteoros atmosféricos.
Importa decir también que todo este bagaje y experiencia
de nadador lo he aprendido del proceso de curaduría de
una muestra, donde hemos tenido incluso que nadar contracorriente y sacar de
ese lodo un discurso estético operable, mostrable, y saber escribir sus
bondades para que el lector lo comprenda y perciba la riqueza de los fondos del
arte.
En los noventas del siglo pasado -y
con esto cierro -, entrevisté
al crítico internacional
Gerardo Mosquera en La Habana, indagando acerca de los saberes necesarios para
el oficio de escribir sobre estos argumentos: Saber de Historia del Arte para reconocer
los distintos momentos y personajes, ponderar la filosofía para cuestionarse lo que se sabe y valorar
la diversidad de lenguajes y discursos actuales, pero además considerar la literatura, en tanto la crítica se escribe y se sirve de la metáforas, el símil, los tropos para llegar al fondo de
esas aguas y decirlo con claridad para que todos comprendan la naturaleza de
tales cuestionamientos.
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