LA IRREGULARIDAD DE LO COLECTIVO

V Exposición de la “Nueva Pintura de Costa Rica”. Obra de 17 artistas en acuarela, óleo, acrílico, temple y técnica mixta. Museo Nacional.  Del 5 al 30 de junio, 1985, abierto de martes a domingo. Auspicia la Tabacalera Costarricense S.A.

Con un acierto de promoción y comercio del arte local, pero lo opuesto en beneficios para el desarrollo plástico, la Tabacalera llegó, este mes, a su quinta exposición de la llamada “nueva pintura”, con una heterogénea colección de jóvenes y viejos creadores.

La responsabilidad por la calidad de la selección en la presente muestra cabe a la curaduría y los organizadores, antes que a la afirma que la apadrinó.

El trabajo fue simple: seleccionaron obra nacional o creada en el país, en número suficiente para montar una colectiva y luego seleccionar cinco finalistas que “gusten” para promoverlos en el extranjero.

Es obvio que escoger autores y obras de valía no es tarea fácil, pero, en el presente caso, se impuso un “criterio” de selección según: 1) el virtuosismo o “cocina” y, 2) una débil contemporaneidad.

El primer parámetro corresponde a una costumbre decimonónica, natural en quienes admiran lo pasado y olvidan que “el virtuosismo es una habilidad sin ninguna clase de contenido espiritual” como escribió el crítico italiano, Lionello Venturi.

El segundo es más gratuito porque les bastó (a los jueces) escoger obra de fecha reciente para darla por representativa de lo contemporáneo.

La muestra, por ende, está llena de altibajos, como las anteriores, aunque ahora figuran dos artistas que “prometen” por pasar del mero virtuosismo a un concepto o intencionalidad plástica clara y propia.  Tal es el caso de Stella Moreno y Hugo Sánchez y, en menor grado, de Rolando Cubero y Jorge Tamayo.

Obvio comentar en este espacio la obra de los restantes trece expositores por comprender, ésta, desde el mero ejercicio de la línea y el color, hasta el abuso de influencias y maneras (Magritte, por ejemplo), pasando por el empleo de la práctica pictórica como medicina a problemas emocionales personales.


EQUIVOCO

Es un equívoco emplear el término “nueva pintura de Costa Rica” para ésta y las precedentes colectivas, por cuatro razones: a) una cuarta parte de los expositores son extranjeros; b) no existe pintura nueva o vieja a no ser por el anodino detalle de la fecha en que fue terminada; c) el título de la muestra evidencia una supuesta “brecha generacional”, cuando en realidad conviven en la actual veteranos y noveles creadores y; d) se da por representativo del arte del país un grupo menor de artistas excluyendo, sin explicación aparente,  autores de gran valía, jóvenes y viejos, cronológicamente hablando, que trabajan hoy por hoy y cuentan con mayor mérito para representar a Costa Rica contemporáneamente.

En cuanto a los cuatro autores “rescatables”, Stella Moreno de nacionalidad colombiana, encabeza la lista con sus tres óleos de la serie “aves de rapiña”. 

Con excepción de uno, emerge de sus telas un personaje femenino (tal vez la autora) quien establece parámetros entre lo trágico y lo sexual, con un halcón, que coinciden en su profunda e interesada forma de mirar (ave y mujer), hacia un espectador atento.

Sus óleos se sostienen por impecables líneas simples y esquemáticas al que se une el uso de la mancha para modelar partes anatómicas, sobre blanco.  Sus pinceladas recuerdan los firmes trazos de su maestro Fernando Carballo, pero su solución, aunque modesta, es propia.

Por su parte, el herediano Hugo Sánchez Molina revela en sus acuarelas “Bodegón”, “Luminosidad mística” y “En busca de fe” escasa o ausente rigidez, como sí hallamos en exceso en otros de sus colegas de valía, en temas comunes como los interiores vacíos de antiguas casonas.

De su obra emana tranquilidad, no hay conflicto ni tristeza, a lo sumo nostalgia que acentúa su lenguaje lírico. Aunque realista su obra carece de acento social y preciosismo, lo que la hace más sugerente.


CUBERO Y TAMAYO

En otro plano, se encuentran dos excelentes técnicos: Rolando Cubero y Jorge Tamayo, en los que no se precisa una conducta coherente como artista y un concepto plástico propio, pese a lo cual se percibe una búsqueda.

En el cuadro titulado “La espera”, del autodidacta josefino Cubero, se confirmar un gran dominio de la figura humana, el escorzo y la perspectiva, en una atmósfera geométrica rígida que contagia la expresión de las mujeres que aguardan, envueltas en sus propios pensamientos, con la mirada perdida.  Pero, la obra que podría resultar elocuente resulta insípida, ya que no logramos romper con nuestra mirada el hielo maquinal de las relaciones rígidas planteadas.

En el ecuatoriano Tamayo preocupa más su conducta que el oficio consumado que expone, porque igual realiza un paisaje de Puntarenas, que un acrílico constructivista, muralista o un óleo abstracción geométrica.

Para él no parecen existir límites técnicos o conceptuales. No obstante, preocupa su fácil y despreocupada transición, a veces en cuestión de días, de un estilo a otro, descubriendo así la ausencia de un concepto plástico propio.

Un apunte final, que espero ampliar después, es lo relativo a la irrupción en la plástica costarricense de un contingente de “nuevos autores” de gran virtuosismo, que confunden por igual al experto, al coleccionista, al curador y al público dando por logrado lo que complace sólo el gusto de moda.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC

Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 14 de junio, 1985. Revisado por el autor el 7 de setiembre, 2018.

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