TED VICTORIA: Tecnología y banalidad
Exposición de Ted Victoria (Estados Unidos, n 1944):”Cámara oscura”.
instalación y representación (performance) titulado “Tom y Lucy dejaron su
huella aquí”. Galería Sophia Wanamaker, Centro Cultural Costarricense
Norteamericano. Del 3 al 17 de junio, 1986, de lunes a viernes.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
El pintor y video artista estadounidense, Ted
Victoria, es un oportuno reflejo de los acelerados cambios que los medios
técnicos, a disposición del creador, han sufrido del decenio del 60 al
presente.
Debemos admitir que el arte, como concepto,
ha sufrido cambios que se reflejan en su aplicación restrictiva o libérrima,
así como en una definición suya cada vez más caprichosa. Ello ocurre porque
mientras la danza, la música, el teatro o el cine se miden con sus propios
parámetros, el arte, como concepto, tiende a identificarse únicamente con la
plástica, que ha sufrido los mayores cambios, y que dividimos en tradicional
(objetual: pintura, escultura, dibujo, etcétera) y contemporánea (sucedáneos
del objeto). Esta separación o contradicción cobra vigencia al juzgar el
trabajo “Cámara oscura” de Victoria.
Trátase de un espacio oscuro con capacidad
para que varias personas a la vez puedan vivir una experiencia visual,
originada en la ilusión creada por un equipo óptico que proyecta imágenes de
objetos bidimensionales y tridimensionales, a la manera de un pariente del
holograma.
El autor ha tejido una historia o discurso
visual llamado “Tom y Lucy dejaron su
huella aquí”, que compone a partir de elementos aparentemente desconectados
entre sí: una pelota de golf naranja dentro de un marco de césped artificial en
la base de la escena; un enorme bombillo
que se prende y apaga en la parte superior del recinto; luego, de izquierda a
derecha figuran un televisor, cuya imagen discurre unidireccionalmente, un
reloj y una foto familiar; al centro encontramos girando un tazón desechable
con un diseño de tipo griego y, finalmente, una imagen tridimensional animada
que muestra a una rubia que (nos) guiña el ojo constantemente.
Son elementos típicos de la sociedad de
consumo y la tecnología occidental, pero cada uno tiene su propia historia y
significados, según las diversas lecturas evocativas o reflexivas que haga cada
espectador.
No deja de ser lamentable que se explicite
con una lectura, en la entrada de la instalación, lo que se verá y sus posibles
significados obvios. Ello resta libertad e imaginación al público. No obstante,
es posible indicar una primera lectura de conjunto a partir del empleo e
invención de los objetos: el bombillo eléctrico inventado por Tomás Alva Edison
explica el “Tom” del título de la obra, así como la rubia que guiña su ojo, la
pelota de golf (Ball en inglés) y el televisor nos refieren a la estrella
televisa Lucille Ball, la “Lucy” del título.
Claro está que la lectura sugerida puede muy
bien ser otra, ya que estamos ante un comentario de un estadounidense sobre los
cambios que la tecnología hace en nuestro modo de vida, consumo y percepción.
Efecto banal
Por otra parte, Victoria ha procurado crear
una ilusión que por su verismo amplía las posibilidades técnicas que poseen
medios tradicionales como la pintura al óleo, donde recursos como la
perspectiva contribuyen a crear la ilusión de realidad en un plano
bidimensional.
Seguimos con este autor en una ilusión,
creemos ver objetos reales cuando se trata sólo de proyecciones por medios
ópticos como otrora lo hicieran con la cámara oscura, en el siglo XV, Leonardo
Da Vinci, y con lentes de aumento, en el
siglo XVII, Jan Vermeer.
Hay que advertir, sin embargo, varios
aspectos débiles en la obra que se confronta; a saber, su exaltación del medio
tecnológico sobre lo que finalmente se comunica o no se comunica. La
preocupación de Victoria, en esta su primera experiencia con cámara oscura,
dominar los intrincados detalles técnicos antes que definir un testimonio plástico,
lo que quería decir de su espacio y tiempo.
Esto se nota en su apelación al impacto de la
novedad tecnológica (técnico-visual) que ofrece y que puede seducir
sensorialmente al espectador. No provoca, sin embargo, una reflexión o emoción
interior duradera, y altera, no transforma la percepción individual por la
banalidad del juego propuesto en su obra.
Este efecto trivial, principalmente físico,
debilita su propuesta y obliga a recordar que la instalación o el vídeo no son
arte, como no lo es la pintura al óleo, pero que sí son medios que pueden ser
utilizados para crear un producto artístico.
Ante el aumento de los recursos puestos a
disposición del hombre por la tecnología y la ciencia, debe apuntarse que los
medios técnicos sólo se convierten en lenguajes propios y autónomos a partir de una actividad
artística experimental. Asimismo, únicamente se concreta un testimonio plástico
cuando se profundiza en el conocimiento, no sólo técnico, adquirido.
En el caso de Ted Victoria estamos ante un
autor que indaga, como pintor que es, en las alternativas visuales
contemporáneas con belleza, pero que a menudo olvida lo esencial; es decir, la
necesidad de que el espectador interiorice la experiencia visual (empatía) para
que enriquezca su vida y percepción del mundo y sus cosas.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La
Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el viernes 13 de junio, 1986. Revisado por el autor el 4 de abril, 2018.
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