ARTE JOVEN COSTARRICENSE: Tiempo para Concretar
Colectiva
de pintura “Arte Joven Costarricense”, de la Corporación Lachner y Sáenz. 32
obras de 21 autores en pintura al óleo, acrílico, acuarela, dibujo, grabado,
litografía y técnica mixta. Sala de exposiciones temporales de la Corporación Lachner
y Sáenz (L&S), en Barrio México. Abierta hasta el 31 de marzo, 1987.
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 27 de marzo, 1987. Revisado por el autor el 18 de mayo, 2018.
La corporación LyS, por sexto año consecutivo,
expone buena parte de sus más recientes adquisiciones para la colección que
sustenta y que integran más de 400 obras. Con el pretexto de impulsar y
promover los nuevos valores de la plástica costarricense, la entidad adquiere
trabajos mediante un comité de selección, a menudo de aprendices y a precios
moderados. Sin duda con la esperanza de que el acervo creado constituya una
pauta y un retorno a la inversión (ROI) futuro.
Pero, como la colectiva revela, hay diferencias muy
tangibles entre la adquisición otrora en París de la obra de juventud de Pablo
Picasso, por ejemplo, y la que aquí producen Luis Chacón, Leonel González,
Fabio Herrera, Susana Jones, Juan Kelly, Héctor Marín, y José Luis López, entre
otros.
Más discutible aún, en el contexto, es la frase “Arte Joven Costarricense”, pues no queda explícito si se refiere a la edad cronológica, mental, artística o seudo artística de los concurrentes.
Más discutible aún, en el contexto, es la frase “Arte Joven Costarricense”, pues no queda explícito si se refiere a la edad cronológica, mental, artística o seudo artística de los concurrentes.
Así encontramos, cronológicamente, a pintores de
edad madura como Carlos Poveda, “Rafa” Fernández y Grace Blanco, entre otros,
en una muestra supuestamente de “jóvenes”.
Si vamos al terreno del espíritu o la edad mental, debe advertirse que la mayor parte de las propuestas se enmarcan en una figuración tradicional, donde una que otra vez aflora cierto dominio del oficio de la pintura o del grabado, sin mayores audacias o aportes.
Si vamos al terreno del espíritu o la edad mental, debe advertirse que la mayor parte de las propuestas se enmarcan en una figuración tradicional, donde una que otra vez aflora cierto dominio del oficio de la pintura o del grabado, sin mayores audacias o aportes.
Por otra parte, la exhibición patentiza un problema
que he advertido desde 1985, a saber, que el mercado del arte local, del cual
L&S es un pilar fundamental, se basa en factores y criterios cuantitativos y no
cualitativos.
Más claro, no interesa a los promotores del arte
nativo o a los “petit comité” que sugieren la compra de las obras, la calidad
de la propuesta plástica. Antes bien, suelen hacer literatura ligera de la
oferta visual.
La falta de criterio les obliga a justificar los
fallos y adquisiciones con base en el gusto, el capricho o el esnobismo. Quizá
por ello, la “joven plástica” de la
corporación privada es rica en superficialidad, lugares comunes (casas
campesinas) o anecdotismo vulgar, y carente de un respaldo conceptual propio o
prestado. Lo cual deriva de confundir la “democratización
de la cultura” con la cantidad de participantes. O sea, si muchos
participan, mejores somos.
Para organizadores o promotores debe ser difícil
aceptar que los jóvenes, cronológica y mentalmente hablando, no suelen ser
innovadores. Se requiere de un largo proceso de gestación (conocimiento,
disciplina, honestidad y valentía) para concretar una propuesta, y esto suele
ocurrir un poco después de la juventud.
Libertad o
caverna
No es cierto que comprarle a los jóvenes significa
crear un acervo consistente. Más bien podemos engañarlos haciéndoles creer que
son artistas. Y algo peor, que lo que hacen es arte.
El hecho de ser joven, reitero, no implica necesariamente
apertura hacia las nuevas ideas, independencia de criterio y aporte como
trabajador y pensador. Soy partidario de la tesis de que existen viejos de
mente joven y abierta, como jóvenes de mente fósil y cerrada.
A modo de ilustración, descuellan del conjunto las
obras de autores de edad madura como Grace Blanco y Carlos Poveda. Entre ambos,
sin embargo, se advierte una diferencia esencial entre el conocimiento y la
disciplina del segundo sobre la primera.
No obstante, aunque decorativo y aferrado más a los valores del material que del concepto, a menudo esotérico, Poveda cristaliza, con sus grabados intaglio, un trabajo respetable técnica y teóricamente. Blanco, menos prolífica y más voluble, desaprovecha sus recursos para perpetuar un testimonio personal que no interesa al arte, y que aún no trasciende, pese a su facilidad o tal vez por eso mismo.
No obstante, aunque decorativo y aferrado más a los valores del material que del concepto, a menudo esotérico, Poveda cristaliza, con sus grabados intaglio, un trabajo respetable técnica y teóricamente. Blanco, menos prolífica y más voluble, desaprovecha sus recursos para perpetuar un testimonio personal que no interesa al arte, y que aún no trasciende, pese a su facilidad o tal vez por eso mismo.
Para su concreción en el hecho artístico el autor
debe tener carácter e identidad, cualidades que se fortalecen con el
conocimiento y un sostenido quehacer, a menos que tengamos genios, lo que dudo.
Los jóvenes siempre constituyen expectativas, pero
dadas las características de nuestro entorno, para que ellas se cumplan deben
darse ciertas condiciones, no sólo de exigencias estéticas, sino de valores
éticos.
Plasmar el hecho creativo, propiamente, impone aparte de la natural voluntad de crear, la convicción del valor de la propia obra y la necesaria independencia para eludir los pactos con quienes sustentan criterios cavernarios y evitan de ordinario la confrontación para quedarse, posteriormente, nada más con la soledad y el olvido, incluso de los que, en alguna hora, fueron sus patronos.
Plasmar el hecho creativo, propiamente, impone aparte de la natural voluntad de crear, la convicción del valor de la propia obra y la necesaria independencia para eludir los pactos con quienes sustentan criterios cavernarios y evitan de ordinario la confrontación para quedarse, posteriormente, nada más con la soledad y el olvido, incluso de los que, en alguna hora, fueron sus patronos.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 27 de marzo, 1987. Revisado por el autor el 18 de mayo, 2018.
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