ARTE JOVEN COSTARRICENSE: Tiempo para Concretar

Colectiva de pintura “Arte Joven Costarricense”, de la Corporación Lachner y Sáenz. 32 obras de 21 autores en pintura al óleo, acrílico, acuarela, dibujo, grabado, litografía y técnica mixta. Sala de exposiciones temporales de la Corporación Lachner y Sáenz (L&S), en Barrio México. Abierta hasta el 31 de marzo, 1987.

La corporación LyS, por sexto año consecutivo, expone buena parte de sus más recientes adquisiciones para la colección que sustenta y que integran más de 400 obras. Con el pretexto de impulsar y promover los nuevos valores de la plástica costarricense, la entidad adquiere trabajos mediante un comité de selección, a menudo de aprendices y a precios moderados. Sin duda con la esperanza de que el acervo creado constituya una pauta y un retorno a la inversión (ROI) futuro.

Pero, como la colectiva revela, hay diferencias muy tangibles entre la adquisición otrora en París de la obra de juventud de Pablo Picasso, por ejemplo, y la que aquí producen Luis Chacón, Leonel González, Fabio Herrera, Susana Jones, Juan Kelly, Héctor Marín, y José Luis López, entre otros. 

Más discutible aún, en el contexto, es la frase  Arte Joven Costarricense”, pues no queda explícito si se refiere a la edad cronológica, mental, artística o seudo artística de los concurrentes.

Así encontramos, cronológicamente, a pintores de edad madura como Carlos Poveda, “Rafa” Fernández y Grace Blanco, entre otros, en una muestra supuestamente de “jóvenes”. 

Si vamos al terreno del espíritu o la edad mental, debe advertirse que la mayor parte de las propuestas se enmarcan en una figuración tradicional, donde una que otra vez aflora cierto dominio del oficio de la pintura o del grabado, sin mayores audacias o aportes.

Por otra parte, la exhibición patentiza un problema que he advertido desde 1985, a saber, que el mercado del arte local, del cual L&S es un pilar fundamental, se basa en factores y criterios cuantitativos y no cualitativos.

Más claro, no interesa a los promotores del arte nativo o a los “petit comité” que sugieren la compra de las obras, la calidad de la propuesta plástica. Antes bien, suelen hacer literatura ligera de la oferta visual.

La falta de criterio les obliga a justificar los fallos y adquisiciones con base en el gusto, el capricho o el esnobismo. Quizá por ello, la “joven plástica” de la corporación privada es rica en superficialidad, lugares comunes (casas campesinas) o anecdotismo vulgar, y carente de un respaldo conceptual propio o prestado. Lo cual deriva de confundir la “democratización de la cultura” con la cantidad de participantes. O sea, si muchos participan, mejores somos.

Para organizadores o promotores debe ser difícil aceptar que los jóvenes, cronológica y mentalmente hablando, no suelen ser innovadores. Se requiere de un largo proceso de gestación (conocimiento, disciplina, honestidad y valentía) para concretar una propuesta, y esto suele ocurrir un poco después de la juventud.

"Sin título".Grace Blanco. Lápiz y pintura.  Foto: Archivo CCACR

Libertad o caverna

No es cierto que comprarle a los jóvenes significa crear un acervo consistente. Más bien podemos engañarlos haciéndoles creer que son artistas. Y algo peor, que lo que hacen es arte.

El hecho de ser joven, reitero, no implica necesariamente apertura hacia las nuevas ideas, independencia de criterio y aporte como trabajador y pensador. Soy partidario de la tesis de que existen viejos de mente joven y abierta, como jóvenes de mente fósil y cerrada.

A modo de ilustración, descuellan del conjunto las obras de autores de edad madura como Grace Blanco y Carlos Poveda. Entre ambos, sin embargo, se advierte una diferencia esencial entre el conocimiento y la disciplina del segundo sobre la primera. 

No obstante, aunque decorativo y aferrado más a los valores del material que del concepto, a menudo esotérico, Poveda cristaliza, con sus grabados intaglio, un trabajo respetable técnica y teóricamente. Blanco, menos prolífica y más voluble, desaprovecha sus recursos para perpetuar un testimonio personal que no interesa al arte, y que aún no trasciende, pese a su facilidad o tal vez por eso mismo.

Para su concreción en el hecho artístico el autor debe tener carácter e identidad, cualidades que se fortalecen con el conocimiento y un sostenido quehacer, a menos que tengamos genios, lo que dudo.

Los jóvenes siempre constituyen expectativas, pero dadas las características de nuestro entorno, para que ellas se cumplan deben darse ciertas condiciones, no sólo de exigencias estéticas, sino de valores éticos. 

Plasmar el hecho creativo, propiamente, impone aparte de la natural voluntad de crear, la convicción del valor de la propia obra y la necesaria independencia para eludir los pactos con quienes sustentan criterios cavernarios y evitan de ordinario la confrontación para quedarse, posteriormente, nada más con la soledad y el olvido, incluso de los que, en alguna hora, fueron sus patronos.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2017), p.2B. Publicado el 27 de marzo, 1987. Revisado por el autor el 18 de mayo, 2018.

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