FELO GARCÍA: Culto a lo irracional
Exposición
de Rafael “Felo” García (Costa Rica, n. 1928) “Composición”. 26 obras: siete en
técnica mixta sobre madera y/o tela, nueve óleos sobre tela y/o madera, una
tinta sobre papel, dos monotipias, cuatro obras en metal sobre madera y tres
tallas directas sobre madera. Museo Nacional de Arte Costarricense. Del 31 de
octubre del 2019 al 28 de febrero de 2020, de martes a domingo.
La experiencia artística local en el ámbito de la abstracción –
lírica, y geométrica – viene al caso a raíz de la muestra retrospectiva de
Rafael “Felo” García titulada “Composición”, en exhibición en el
Museo de Arte Costarricense, que resume con obras realizadas entre 1957 y el
2002 la trayectoria de uno de los cinco pioneros costarricenses en esta
tendencia de innovación plástica.
Pero,
a diferencia de las anteriores, "Felo" García contó a su
favor con un cambio de paradigma político y económico que fomentó condiciones
únicas para el desarrollo de una propuesta artística no tradicional.
La generación de artistas de los sesentas, sin embargo, careció de
un compromiso conceptual orgánico con las vanguardias. Es decir que adoptaron
las formas y técnicas de las tendencias, pero no la sustancia conceptual que
explicaba su desarrollo. No obstante, las abandonaron una vez que
pudieron establecerse en distintas posiciones académicas, estatales y
privadas.
García fomentó mediante obras como “Estructura urbana” de
1957, en técnica mixta sobre madera, la libertad formal y conceptual del
expresionismo abstracto y el arte matérico, asimilado de escenarios plásticos
europeos y norteamericanos. Pero, este aporte que se afirma en obras como “Nocturno
Urbano” de 1960, también técnica mixta sobre madera empieza a agotarse
conforme su atención se dispersa entre la promoción cultural, la práctica de la
arquitectura y otros emprendimientos.
No obstante, puntualizó en una entrevista tras recibir el premio
Magón del 2008, que el deporte requiere disciplina, pero el arte no, porque
es emoción y sin emoción no le es posible pintar.
Esta veta figurativa continúa siendo explorada por García
ininterrumpidamente como evidencian sus pinturas al óleo del 1993 “Después
de la lluvia” y “Geometría urbana” del 2002.
El
proceso italiano del grabado conocido como monotipia data del siglo XVII:
permite obtener, por medio de la impresión calcográfica sobre un metal, cristal,
etc., una pieza única de grabado, aunque también, se puede conseguir a partir
de un grabado que se manipula pictóricamente.
La diferencia es que Feininger encontró su esencia en el estilo de
su invención a principios del siglo XX, García sólo adopta su manera.
Hay dos conceptos que a menudo se mezclan en el discurso sobre las
artes visuales pero que difieren significativamente entre
sí: innovación y creatividad. Como ha puntualizado el investigador
estadounidense William E. Coyne, “La creatividad es pensar en ideas
nuevas y apropiadas, mientras que la innovación es la aplicación con éxito de
las ideas dentro de una organización. En otras palabras, la creatividad es el
concepto y la innovación es el proceso. “
La creatividad, no obstante, es acerca de las ideas. Se trata de
nuevas formas de ver las cosas. La innovación, en cambio, es acerca de hacer
las cosas. Se trata de la aplicación práctica artística, cultural o comercial.
Por lo tanto, una idea sólo es verdaderamente innovadora si se introduce en un
entorno y sobrevive. La prueba del tiempo en el mercado o entorno cultural es
crucial para probar la validez e impacto de una innovación. En otras palabras,
la recurrente lealtad de quien la recibe como espectador a lo largo del tiempo.
En el contexto cultural costarricense, la innovación ha estado a
menudo disociada de la creatividad. Somos capaces de introducir
ideas de origen foráneo, relativamente nuevas, mediante obras artísticas que
reflejan su desarrollo en el extranjero, pero nuestro compromiso local con el
proceso de adopción de la innovación suele ser inconsistente.
Sala de exposición "Antología" de Felo García en el MAC. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga
CINCO
PIONEROS DEL CONTEXTO
Los cinco principales pioneros de la abstracción en
las artes visuales costarricenses son, históricamente: Manuel de la Cruz
González quien durante su estancia en Maracaibo Venezuela, donde realizó en
1952 una muestra individual que incluía
sus primeras pinturas de orientación abstracta a partir; Margarita Bertheau quien en
1953 presentó en la Alianza Francesa, de la capital josefina, sus acuarelas de
inspiración cubista; Lola Fernández quien presentó sus primeros óleos
abstractos en París en 1957 y al año siguiente en Costa Rica; Carmen
Santos Fernández, con sus óleos abstractos que exhibió en el Museo de Arte
Moderno de la capital federal mexicana a mediados de 1958; y luego Felo García
con su exhibición individual en el Museo Nacional de Costa Rica, también en
1958.
Con excepción de Bertheau y Santos, la tendencia dominante en los
artistas que incursionaron en la no figuración, a partir de los cincuentas, fue
inicialmente la llamada abstracción lírica con la que innovó
el teórico y artista ruso Vassily Kandinsky (1866-1944) a partir de 1910. La
misma consiste en la expresión de la emoción pictórica del artista, individual
e inmediata. Sus seguidores rechazaron representar la realidad de forma
objetiva. Aunque la acuarela fue la técnica de expresión preferida, también
utilizaron el óleo y las técnicas mixtas, pero con clara predominancia del
color sobre la forma.
El mismo Kandinsky innovó nuevamente, a partir de los veintes,
creando una nueva tendencia con la abstracción geométrica que se basaba en el
uso de formas geométricas simples combinadas en composiciones subjetivas sobre
espacios irreales. Según Kandinsky, fue una reacción al excesivo subjetivismo
de los artistas plásticos precedentes y un intento de distanciarse de lo
puramente emocional.
El discurso crítico de estos artistas se complementó con una exaltación
exacerbada de las dos dimensiones frente al esfuerzo de la mayoría de los
movimientos anteriores que trataban de representar una realidad tridimensional.
En el contexto local, Carmen Santos y Felo García, principalmente,
y Manuel de La Cruz González en menor grado, transicionaron hacia lo matérico-constructivista
como revelan sus respectivas obras en técnicas mixtas, en la primera, y de
corte constructivista en los dos últimos.
Recordemos que todos los autores citados experimentaron estas
innovaciones, de segunda mano, entre los cuarentas y los cincuentas, en los
contextos foráneos donde desarrollaron su más importante curva de aprendizaje
como artistas visuales, a saber, Italia, Francia y Colombia (Lola Fernández),
Cuba y Colombia (Margarita Bertheau), Cuba, y Venezuela (Manuel de la Cruz
González), Estados Unidos y México (Carmen Santos), Inglaterra, Cuba y Colombia
(Felo García).
Desde la perspectiva contemporánea, sus respectivos aportes, en lo
que concierne a la innovación fueron incrementales, no disruptivos como
pretenden algunos “entendidos” locales. Fueron incrementales
porque lo que pretendieron con sus esfuerzos creativos, con la posible
excepción de Carmen Santos, fue enfocar sus procesos y producciones creativas a
fines contingentes como causar una disrupción social y cultural en el entorno
que acusaban de “nulo” (Fernández), o “miserable” (García) y que
pretendían “sacudir” (González y García) con sus propuestas
especialmente a partir de 1958.
Ese año coincidieron tres muestras individuales no figurativas
decisivas, todas en el Museo Nacional de Costa Rica, presentadas
respectivamente, por Lola Fernández (abril), Felo García (noviembre) y Manuel
de la Cruz González (diciembre).
Aunque los discursos de algunos de los artistas citados en la
prensa de la época no fueron inicialmente negativos, la recepción de la audiencia
local estuvo lejos de ser cálida. Las olas creadas con su innovación
incremental, sin embargo, fueron capitalizadas por un artista emergente, Juan
Luis Rodríguez Sibaja, que empezaba a experimentar con la no
figuración. Él fue quien por primera vez los reunió junto con otros artistas locales para
la primera muestra colectiva de arte
moderno en espacio público, que tuvo lugar en el Parque Central de San José, en
1960.
Ese evento fue el preámbulo para el establecimiento del grupo 8
del que tanto se ha hablado y escrito, hasta el punto de usarlo como una línea
divisoria imaginaria entre el antes y después en el arte costarricense.
Si vamos a ser justos, la innovación en las artes visuales locales
siempre ha pretendido ser disruptiva, pero ha terminado siendo meramente
incremental. Cada década ha contado con un crucial agente para el cambio y la
innovación. Quico Quirós fue el agente
cultural decisivo, en la década del treinta, al coligar artistas dispersos y
darles un norte filosófico mediante la llamada “nueva sensibilidad” que
en realidad consistió en mirar hacia lo propio para comunicar cierta sustancia
idiosincrática.
Max Jiménez fue el agente disruptivo principal en la década
siguiente con su enfoque antimodernista hacia el volumen, la deformación de las
figuras en el plano bidimensional y su acento temático afrocaribeño. En los
cincuentas la influencia decisiva fue la de Manuel de la Cruz González,
mientras el relevo generacional en los sesentas fue “Felo” García.
Todos pretendieron “sacudir” el entorno laxativo local basados en las experiencias que
adoptaron, sin mayor discusión, en sus vivencias en el exterior, compartiendo
obras e ideas que tal vez era innovadoras para la Costa Rica a las que les
correspondió regresar, pero que ya eran historia en sus fuentes de
origen.
Lo anterior no impidió, en la mayoría de los casos, que se
convirtieran en promotores del cambio impulsando una agenda en detrimento de
sus respectivos procesos artísticos, que llevó, en lo particular, a crear
un legado obras pobres e irregulares ideativamente y conceptualmente
inconsistentes.
Por otra parte, en términos de estatus social y económico, estaban
desconectados de la realidad que vivía la mayoría de los costarricenses para
quienes las oportunidades de estudio y desarrollo académico y profesional que
disfrutaron en el exterior como artistas eran sencillamente inalcanzables.
Desde una perspectiva sociológica, era una minoría privilegiada
intentando dictar a la mayoría, desde los márgenes del arte, como debían pensar
y crear a partir de sus esfuerzos estéticos “innovadores”.
"Estructura urbana", 1957. Mixta sobre madera. Foto: Juan C. Flores Zúñiga
PARADOJA
Y MERCADO
Tras la guerra civil de 1948 y la constituyente aprobada en 1949,
la sociedad costarricense empezó a cambiar rápidamente, impulsada por factores
políticos y económicos más que artísticos caracterizados por la adopción de un
modelo capitalista desarrollista promovido en los cincuentas por Estados Unidos
y sus aliados y la intervención gradual del Estado en el arte y la
cultura.
No obstante, en poco más de una década pasamos de ser una sociedad
mayormente agrícola a otra progresivamente urbana con pretensiones de
metrópoli.
Paralelamente el incipiente mercado artístico con pocos espacios
de exhibición creció exponencialmente mediante una política cultural desde el
Estado impulsada a partir de 1963 con la creación de la Dirección General de
Artes y Letras (DGAL) que ocupó, a la sazón, “Felo” García quien
favoreció el alineamiento entre la nueva oferta artística y un mercado con
mayor poder adquisitivo e interés en el arte como valor agregado.
Su primera tarea fue abrir espacios de exhibición artística
patrocinados por el Estado, crear incentivos económicos anuales a la producción
artística y fomentar el intercambio internacional y la formación continua
mediante becas y otras facilidades. Uno de los frutos evidentes de su
contribución fue que para fines de los setentas Costa Rica contaba con más de
22 espacios de exhibición, la mayoría privados.
Paralelamente, la influencia de curadores y promotores del
modernismo abstracto como el cubano José Gómez Sicre, quien al frente del Museo
de la OEA promovió artistas seminales costarricense como Lola Fernández, Manuel
de la Cruz González, César Valverde, y el propio Felo García, entre otros,
impulsó en el medio local y regional una tácita oposición a las manifestaciones
artísticas de la primera mitad del siglo XX, que pretendían preservar la esencia
local en las artes visuales.
La nueva generación de artistas que emergen, muchos de ellos con
formación artística en el exterior, busca, a diferencia de la anterior, ser
aceptada y vender, niega el pasado por desconocimiento o desinterés, adopta y
repite, con poca disciplina, las fórmulas plásticas posmodernas, aunque
perjudiquen con el tiempo el desarrollo de una obra propia y significativa en
la escena artística local, creando la verdadera línea divisoria entre el antes
y el después en el arte local.
También, contribuyeron los cambios geopolíticos y
culturales dentro y fuera la región que volvieron progresivamente obsoletos sus
manifiestos y aportes estéticos, afirmando el abandono de la abstracción por
parte casi todos los artistas de los cincuentas y sesentas, incluyendo a
pioneros como García.
"Nocturno urbano", 1960. Mixta sobre madera. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga.
MIRADA
RETROSPECTIVA
La exhibición actual en el Museo de Arte Costarricense permite
explorar la trayectoria de Felo García entre 1957 y el 2002 de manera sucinta y
aproximar críticamente un juicio sobre el mérito de su contribución como
artista al medio local, más allá de su establecido papel como agente de cambio
en el arte y la cultura nacionales.
Más allá de las limitaciones propias del montaje de la muestra
realizado en la pequeña sala asignada a nuevas adquisiciones, que hacen lucir
la muestra mal iluminada, apretujada y expuesta – al menos tres las obras
quedaron fuera de la sala en un área anexa usada como comedor – lo que no deja
de sorprender es la ausencia de un catálogo razonado como se ha hecho con la
mayoría de las muestras precedentes en el MAC. Una versión breve y tardía fue introducido hasta enero de este año para el público general.
La actitud desprolija de los responsables del MAC recuerda
paradójicamente al propio “Felo” García cuando puntualizó en un
documental del 2009, producido por la UNED, que su primera muestra individual
en el Museo Nacional en 1958 fue recibida con el desparpajo de burlas de
quienes no dieron importancia al evento, llegaron dos horas después de la
inauguración porque prefirieron ir al cine y luego asomarse a ver que ofrecía
Felo. El artista recuerda que la gente llegaba miraba sus acuarelas
y dibujos con sorpresa, pero se reían abiertamente de sus pinturas al óleo no
figurativas.
Debo ser franco, con cuarenta años de escribir crítica de arte,
sigo sin encontrar una explicación a la reacción del público reportada por
García ante su obra. Comprendo que entonces como ahora, muchos espectadores se
pregunten, a veces indignados, si este o aquel objeto con el que son
confrontados es arte o no. Los neodadaístas de fines de los
cincuentas, al menos enriquecían la discusión respondiendo “ciertamente no”. Eso hacía que
su aporte fuera realmente disruptivo.
Pero, no en el caso costarricense. Creativos como
García, realmente, se tomaban en serio la idea de que su innovación iba de la
mano con la creatividad artística y que podían romper con lo que se consideraba
arte hasta entonces, creando un antes y un después.
De hecho, como revela el recorrido cronológico de la
muestra, García modera su aporte hasta convertirse en “historia viviente”,
por medio de su repetición progresiva de técnicas y maneras: pintura de acción
como las obras con base en técnica mixta sobre tela “Galaxia” de 1963,
“Génesis” de 1965, y en óleos sobre tela como “Irazú”
de 1967, en las obras de estilo tachista como “Guerrero
rojo” mixta sobre tela de 1962, arte pop , y materismo, de las
cuales la presente exhibición incluye los paisajes metálicos sobre madera
producidos en 1968 principalmente y cuya fuente de inspiración es
claramente neodadaísta.
"Galaxia", 1963. Mixta sobre tela. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga
DEL
NEODADÁ AL TUGURIO
En las obras de finales de los sesenta retoma las técnicas
originales del dada empastando sobre madera desechos de láminas de zinc,
volantes de automóvil, fragmentos de parachoques, luces direccionales,
engranajes, cadenas de bicicleta y hasta cortes de piezas metálicas oxidadas. No
se trata de una composición orgánica, ya que García retoma la técnica, pero no
la actitud anti-
artística del dadaísmo original.
Como neodadaísta ya no está interesado en entretenerse con lo que
produce, como tal vez lo fue cuando iniciaba a fines de los cincuentas o “sacudir”
al público al exhibir objetos que lo disturben. Recordemos a modo de contraste
algunas obras de dadá original como el orinal que Marcel Duchamp bautizó “Fuente”
o la herramienta de carpintería para serruchar sobre la que se asienta un
drenaje de plomería llamada “Dios” desarrollada por la Baronesa Elsa von
Freytag-Loringhoven y Morton Schamberg.
El nihilismo del dadá era una protesta
anti-artística en respuesta a la guerra y una realidad desesperada. Mientras el
neodadaísmo de fines de los sesentas es producido en estudios confortables
con la seguridad de una audiencia joven ávida de novedad. La irreverencia hacia
lo convencional sigue patente en las producciones de fines del setenta, pero
bajo una máscara de irreverencia calculada.
García asume una postura ventajosa donde puede hacer lo que guste,
sin mayor consecuencia o riesgo económico. De hecho, pasa de no
vender un solo cuadro en su primera exposición en 1958 – el único comprador
desistió de comprar el único cuadro reservado - al éxito comercial con los
tugurios a partir de 1973 y de allí a la comodidad de sumergirse en la misma
temática urbana sin producir nada nuevo hasta el cambio de milenio.
García nunca ha creído en explicar su concepto a lo largo de su
carrera, ya que asume que la obra debe hablar por si misma para ser
arte. El intelectualismo de la abstracción nunca encontró en él un
teórico, solo un agitador atento y dispuesto.
Su obra es claramente asincrónica como veremos más adelante,
exenta de intelectualismo y justificada solamente en el culto a la
irracionalidad de la emoción que lo ha impulsado desde empezó su carrera como
deportista a los quince años y que fue lo que le abrió puertas para estudiar
arquitectura y producir arte.
"Metálico con ruedas Mini", 1968. Collage de metal sobre madera. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga
ASINCRONISMO
En términos de proceso artístico García no progresa linealmente,
sino que nos asalta con producciones asincrónicas y retro. Volverá al
expresionismo abstracto de énfasis lírico en 1998 con una serie de óleos sobre
madera y tela inspirados en temas de la naturaleza marina. La
muestra incluye, por ejemplo, “Inmersión”, “Algas” y “Tsunami”,
entre otras.
Tras su incursión en el neodadaísmo con base en sus propuestas a
partir de desechos metálicos, da paso con su exposición individual de óleos en
1973 a la preeminencia del espacio arquitectónico ambientado en escenas urbanas
de tugurios que dominará la mitad de su carrera posterior.
Un ejemplo de ello es su obra mixta sobre madera de 1976, “La
Colmena”.
En sus propias palabras (2016) a pesar de que la arquitectura debe
servir un propósito funcional, y hasta utilitario, es un arte que se expresa como
“escultura habitable” y es justamente lo que ve en los tugurios que
pueblan los límites urbanos. No hay seres humanos en sus
composiciones al óleo del período, ya que se trata de espacios
arquitectónico-habitables.
No estamos ante una denuncia de las asimetrías sociales y
económicas, o en todo caso de un nuevo intento de disrupción. La
recepción de estas obras entre la audiencia local es amplia y exitosa
comercialmente por lo que muchas de sus obras pasan a colecciones estatales y
privadas. Hay algo de justicia poética en esta fase de la carrera de
García para con los maestros de la escuela nacionalista, uno de los cuales
Quico Quirós le estimulo y guío inicialmente en la pintura como él mismo ha
confesado.
Sin apartarse de esta temática presenta sus monotipias en color,
en 1985, que se inspiran mayormente en los “motifs” de los óleos y
técnicas mixtas sobre tugurios y paisajes urbanos iniciados en 1973.
"El largo día: del amanecer al anochecer", 1999. Monotipia color. Foto: Juan C. Flores Zúñiga
ASEPSIA E INFLUENCIA
Con una “asepsia” arquitectónica, testimonia en las
monotipias expuestas, como en sus óleos y técnicas mixtas figurativas, el
entorno nacional a partir de casuchas de barrios marginales, según dos estilos:
uno, a partir de veladuras y una construcción geométrica con pequeños cuadrados
que parecen ventanas, lo que lo emparenta con Feininger, y, dos, el traslado de
temas y formas a una técnica plástica diferente, a partir de representaciones
similares en óleo.
El primer estilo, aunque no propio, es más interesante, porque
Felo construye en planos superpuestos como veladuras, elementos constructivos
sutilmente reconocibles y, en el otro estilo obvio, con sábanas, cables de
tendido eléctrico, techumbres y muros que en conjunto transmiten la imagen de
la arquitectura urbana propia de los anillos de miseria.
El artista elige sus temas con miras, principalmente, a poner de
manifiesto ciertos problemas de forma, que no son nuevos y que han sido
resueltos antes con mayor pureza formal.
La influencia de Lyonel Feininger, pintor estadounidense que murió
en 1956, es determinante. Como él, Felo García emplea una estructura
geométrica, un lenguaje de fondo naturalista, y el cromatismo a veces
suavísimo. No obstante, construye sus cuadros con triángulos
superpuestos que parecen transparentes que sugieren una sucesión de capas, como
algunos telones de teatro.
Como en Feininger, todas esas formas parecen ensamblarse, unas
dentro de otras, para comunicar la idea de la profundidad y permitir al artista
simplificar los contornos de los objetos sin que el cuadro parezca plano.
"Geometría urbana", 2002. Óleo/tela. Foto: Juan Carlos Flores Zúñiga
Al autor costarricense le gusta seleccionar temas como tugurios y
de arquitectura urbana que se prestan para poner en juego sus triángulos y
diagonales. Esta exploración en diversos medios continúa hasta fines del milenio
cuando intenta definitivamente concretar sus descubrimientos de las décadas anteriores
en el medio escultórico mediante tallas en madera.
La
exhibición incluye tres de estas tallas, todas realizadas en el año 2000, e
inspiradas en las barriadas populares urbanas que recreó primero en sus obras
de los setentas.
Estoy
persuadido de que no se necesita ser arquitecto para proyectar un tugurio, pero
si se necesita ser artista para interpretarlo visualmente, ora en el óleo, ora
en la monotipia, ora en la talla en madera o en cualquier otra técnica
artística más allá de si la obra se conceptualiza como figurativa o abstracta.
Al fin y
al cabo, la exposición “Composición” de "Felo" García es una oportunidad
para explorar de primera mano la trayectoria, proceso artístico y legado, a
partir de obras poco o nada conocidas, de uno de los innovadores de la segunda
mitad del siglo XX cuya labor como gestor cultural sobrepasó con creces su obra
y contribuyó decisivamente a cambiar los paradigmas locales para siempre.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC, AICA
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