JAVIER GUERRERO: Visión Nostálgica

Exposición fotográfica de Javier Guerrero. (España, 1941-2017). 25 piezas en blanco y negro en formato de 24X30 cms. Galería de Estudios Generales, Universidad de Costa Rica. Del 19 al 30 de agosto de 1985, de lunes a viernes. (Clausurada)

En las actuales tendencias de la fotografía, cabe distinguir dos grandes corrientes: los fotógrafos para quienes la imagen es un medio de expresar, mediante sus propias emociones, las preocupaciones de nuestro tiempo y los que toman la fotografía como un medio para realizar sus aspiraciones artísticas personales.  El autor español, quien reside en el país desde hace varios años, Javier Guerrero, pertenece a los segundos.

Su nueva muestra individual alimentada por su reconocimiento del paisaje rural y urbano de España (Madrid y Toledo, entre otras ciudades) se mueve sobre dos ejes: el nostálgico y el orgánico.

Su visión se desarrolla con soltura en la emoción del recuerdo, nostálgica, mientras que con el paisaje natural, orgánico. Suele no aportar nada excepto postales turísticas como revelan las fotos “Nieve en la sierra”, “Flor silvestre” y “A un lado de la carretera”.

La naturaleza, vista mediante su cámara, difiere de la naturaleza vista por el ojo humano sólo en su visión nostálgica que denuncia, sin ser estrictamente documental, el antagonismo de lo nuevo frente a lo viejo; con humor presentando a un par de ancianos abúlicos bajo el rótulo de su foto ”Discoteca”; con dinámica popular en las gentes y edificios de acento vernacular medieval de “La Plaza del Chichón”; o la paz evocada por la apacible charla de tres ancianos bajo la floresta en una foto de grano abierto llamada “Tertulia en el Pinar”.

Hablamos en estas imágenes de la captura de un instante irrepetible, cercano a lo documental, pero salvado del común por una búsqueda de lo poético en la representación óptica. 

La cámara, no obstante, influye en nuestra manera de ver y crea “la nueva visión“ de que nos hablaba Moholy-Nagy, lo que implica la participación del fotógrafo y el espectador en nuevas experiencias sobre el espacio.

Este involucramiento es más tangible en lo literario y arquitectónico de las fotos realizadas en Toledo y la Sierra, principalmente, donde aunque unidas estrictamente a la naturaleza, sólo tiene una objetividad ficticia.

ENCUADRE Y TONO

Con la experiencia publicitaria, comercial y artística que posee resulta extraño, sin embargo, que una tercera parte de sus fotos en la muestra fallen en el encuadre admitiendo la contaminación de elementos ajenos a la composición, y otra significativa porción de la muestra desentone por mala geometría.

De las primeras “El aperitivo” y “Tomando el sol al mediodía”, son las más descuidadas; la primera tiene como eje a un anciano calvo que bebe con unas mujeres en un sitio al aire libre, mientras detrás suyo un vecino de mesa, sin definirse, contamina su contorno, siguiéndole en los puntos de fuga una masa de cabezas y cuerpos mutilados, cosa que el desenfoque total hubiera salvado.  

La segunda muestra un edificio a lo “Churriguera” con un fuerte sol que lo opaca, mientras en la base de la foto aparecen un par de piernas y un mole informe sin relación alguna con la composición.

Nuevamente el encuadre destruye una buena foto en “La vieja puerta” donde un antiguo llamador sobre vibrantes vetas de madera envejecida desaprovecha la sombra que en diagonal la cubre, debido a un detalle accesorio al lado derecho que no fue editado por el autor.

El anacronismo que resulta legítimo en una buena foto como “La Vaca y la Moto” cuyo eje y fondo es una montaña pétrea que “calienta” las sombras del vehículo y el animal, resulta gratuito en “Farol de Cartagena” al mostrar un viejo alumbrador que por sí solo valía una imagen, junto a un lateral muy iluminado que pertenece al marco de una ventana moderna, sin mayor atractivo o carácter formal.

La luz se “come” a Guerrero en dos fotos “Madrid Viejo” y “Madrid Nuevo” y por, coincidencia, en la misma parte superior derecha, con el agravante, en la segunda, de que el ángulo contribuye mal a concretar el anacronismo de la mole de hierro y cristal sobre la que apenas se refleja parte de la ciudad vieja y lo que parece una montaña.


Sin titulo. Fotografía en Blanco y Negro. 1985

POTENCIAL SIN CONCRECIÓN

La concentración, disciplina mental, sensibilidad y sentido de la geometría requeridos para dar sentido al mundo de las primeras imágenes que comenté, está ausente en la mitad de la exhibición, denunciando a un autor que no sumerge lo suficiente a través del objetivo (de la cámara).

El alcázar de Toledo” habla de una búsqueda explícita de geometría; frente a este se halla el fotógrafo, y un poco a su izquierda un soldado que lo señala, fuera de los puntos de fuga lógicos, rompiendo la simetría.

En cambio, en “Salida de misa de Toledo” logra lo contrario; los feligreses salen por debajo del tímpano gótico hacia los puntos de fuga con una armonía que enriquece el hieratismo del templo.

Entonces, se comprende, estamos ante un fotógrafo que conoce las leyes de su oficio y tiene la capacidad para testimoniar su entorno con cierta poética, y lo hace como apuntamos, pero parcialmente, con la irregularidad que lo lleva a sacrificar muchas composiciones para atender a un formato uniforme en posición vertical u horizontal.

El acierto museográfico de crear zonas de lectura visual homogéneas contribuye poco a salvar las deficiencias de una búsqueda creativa que olvida, a veces, que tomar fotografías significa reconocer – simultáneamente y dentro de una fracción de segundo – tanto el hecho mismo como la rigurosa organización de formas visualmente percibidas que le dan sentido. 

A Guerrero no le falta potencial, lo tiene y mucho, sino emular a Cartier-Bresson cuando recomienda “poner la cabeza, el ojo y el corazón sobre un mismo eje” al fotografiar.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 6 de Setiembre, 1985. Revisado por el autor el 14 de enero, 2019.

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