JAVIER GUERRERO: Visión Nostálgica
Exposición fotográfica
de Javier Guerrero. (España, 1941-2017). 25 piezas en blanco y negro en formato de
24X30 cms. Galería de Estudios Generales, Universidad de Costa Rica. Del 19 al
30 de agosto de 1985, de lunes a viernes. (Clausurada)
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Fuente: La Nación. SINABI (2019), p.2B. Publicado el viernes 6 de Setiembre, 1985. Revisado por el autor el 14 de enero, 2019.
En las actuales tendencias
de la fotografía, cabe distinguir dos grandes corrientes: los fotógrafos para
quienes la imagen es un medio de expresar, mediante sus propias emociones, las
preocupaciones de nuestro tiempo y los que toman la fotografía como un medio
para realizar sus aspiraciones artísticas personales. El autor español, quien reside en el país
desde hace varios años, Javier Guerrero, pertenece a los segundos.
Su nueva muestra individual
alimentada por su reconocimiento del paisaje rural y urbano de España (Madrid y
Toledo, entre otras ciudades) se mueve sobre dos ejes: el nostálgico y el
orgánico.
Su visión se desarrolla con
soltura en la emoción del recuerdo, nostálgica, mientras que con el paisaje
natural, orgánico. Suele no aportar nada excepto postales turísticas como
revelan las fotos “Nieve en la sierra”,
“Flor silvestre” y “A un lado de la carretera”.
La naturaleza, vista
mediante su cámara, difiere de la naturaleza vista por el ojo humano sólo en su
visión nostálgica que denuncia, sin ser estrictamente documental, el
antagonismo de lo nuevo frente a lo viejo; con humor presentando a un par de
ancianos abúlicos bajo el rótulo de su foto ”Discoteca”; con dinámica popular en las gentes y edificios de
acento vernacular medieval de “La Plaza
del Chichón”; o la paz evocada por la apacible charla de tres ancianos bajo
la floresta en una foto de grano abierto llamada “Tertulia en el Pinar”.
Hablamos en estas imágenes
de la captura de un instante irrepetible, cercano a lo documental, pero salvado
del común por una búsqueda de lo poético en la representación óptica.
La cámara, no obstante,
influye en nuestra manera de ver y crea “la
nueva visión“ de que nos hablaba Moholy-Nagy, lo que implica la
participación del fotógrafo y el espectador en nuevas experiencias sobre el
espacio.
Este involucramiento es más
tangible en lo literario y arquitectónico de las fotos realizadas en Toledo y
la Sierra, principalmente, donde aunque unidas estrictamente a la naturaleza,
sólo tiene una objetividad ficticia.
ENCUADRE Y TONO
Con la experiencia
publicitaria, comercial y artística que posee resulta extraño, sin embargo, que
una tercera parte de sus fotos en la muestra fallen en el encuadre admitiendo
la contaminación de elementos ajenos a la composición, y otra significativa
porción de la muestra desentone por mala geometría.
De las primeras “El aperitivo” y “Tomando el sol al mediodía”, son las más descuidadas; la primera
tiene como eje a un anciano calvo que bebe con unas mujeres en un sitio al aire
libre, mientras detrás suyo un vecino de mesa, sin definirse, contamina su
contorno, siguiéndole en los puntos de fuga una masa de cabezas y cuerpos
mutilados, cosa que el desenfoque total hubiera salvado.
La segunda muestra un edificio a lo “Churriguera” con un fuerte sol que lo
opaca, mientras en la base de la foto aparecen un par de piernas y un mole
informe sin relación alguna con la composición.
Nuevamente el encuadre
destruye una buena foto en “La vieja
puerta” donde un antiguo llamador sobre vibrantes vetas de madera
envejecida desaprovecha la sombra que en diagonal la cubre, debido a un detalle
accesorio al lado derecho que no fue editado por el autor.
El anacronismo que resulta
legítimo en una buena foto como “La Vaca
y la Moto” cuyo eje y fondo es una montaña pétrea que “calienta” las sombras del vehículo y el animal, resulta gratuito en
“Farol de Cartagena” al mostrar un
viejo alumbrador que por sí solo valía una imagen, junto a un lateral muy
iluminado que pertenece al marco de una ventana moderna, sin mayor atractivo o
carácter formal.
La luz se “come” a Guerrero en dos fotos “Madrid Viejo” y “Madrid Nuevo” y por, coincidencia, en la misma parte superior
derecha, con el agravante, en la segunda, de que el ángulo contribuye mal a
concretar el anacronismo de la mole de hierro y cristal sobre la que apenas se
refleja parte de la ciudad vieja y lo que parece una montaña.
Sin titulo. Fotografía en Blanco y Negro. 1985
POTENCIAL SIN CONCRECIÓN
La concentración, disciplina
mental, sensibilidad y sentido de la geometría requeridos para dar sentido al
mundo de las primeras imágenes que comenté, está ausente en la mitad de la
exhibición, denunciando a un autor que no sumerge lo suficiente a través del
objetivo (de la cámara).
“El alcázar de Toledo” habla de una búsqueda explícita de geometría;
frente a este se halla el fotógrafo, y un poco a su izquierda un soldado que lo
señala, fuera de los puntos de fuga lógicos, rompiendo la simetría.
En cambio, en “Salida de misa de Toledo” logra lo
contrario; los feligreses salen por debajo del tímpano gótico hacia los puntos
de fuga con una armonía que enriquece el hieratismo del templo.
Entonces, se comprende,
estamos ante un fotógrafo que conoce las leyes de su oficio y tiene la
capacidad para testimoniar su entorno con cierta poética, y lo hace como
apuntamos, pero parcialmente, con la irregularidad que lo lleva a sacrificar
muchas composiciones para atender a un formato uniforme en posición vertical u
horizontal.
El acierto museográfico de
crear zonas de lectura visual homogéneas contribuye poco a salvar las
deficiencias de una búsqueda creativa que olvida, a veces, que tomar
fotografías significa reconocer – simultáneamente y dentro de una fracción de
segundo – tanto el hecho mismo como la rigurosa organización de formas
visualmente percibidas que le dan sentido.
A Guerrero no le falta
potencial, lo tiene y mucho, sino emular a Cartier-Bresson cuando recomienda “poner la cabeza, el ojo y el corazón sobre
un mismo eje” al fotografiar.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
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