FERNANDO CARBALLO: La transición a lo lúdico

Exposición del dibujante Fernando Carballo (Costa Rica, n. 1941). 14 obras en óleo, lápiz de color y grafito. Café del Teatro Nacional.  Del 1 de junio al 5 de Julio, 1985, de lunes a domingo

La conducta de un artista determina su obra. Si su criterio se” quiebra” por las razones que fueren, su obra será víctima irremediable de su rompimiento conceptual.

Eso parece haberle ocurrido al dibujante nacional, Fernando Carballo, quien ha dejado, por el momento, su veta contestaria mórbida por “lo mágico de un rostro, cuando al atardecer, lo baña un rayo de sol que lo ilumina; y esa imagen reflejada en una ventana o vidrio crea una estancia…ya completamente mágica”, cómo el mismo autor escribe en el catálogo de su muestra.

La pregunta nos toma por asalto: ¿Dónde quedan sus líneas, el lenguaje recio, las formas simples, los volúmenes compactos y su constante tesitura de compromiso sociopolítico a la manera de la escultora y grabadora alemana, Kathe Kollwitz, quien tanto influyó en él?

Su viraje recuerda al de otro de sus maestros, el mexicano José Luis Cuevas, quien en la década del 80 pasó de un arte pseudopopular a otro de tipo conceptual, más difícil de ver.

La primera percepción en el recorrido de su exhibición es el prisma degradado que como fondo – con el óleo o lápiz de color – figura en la mayor parte de su obra, con colores compuestos como celeste, verde y rosado.

Es una obra más dibujada que pintada, porque el óleo sólo es un soporte o fondo que destaca la anécdota representada, que va desde el mero ejercicio de bodegón, como en la titulada “Una manzana en la tarde”, hasta la obviedad sexual-mórbida de “Mujeres en el horizonte”, pasando por la poca sugestiva “Marielos de noche”. Todas envueltas en un juego más lúdico que hedonista.


"Gesto", 1985. Técnica mixta sobre cartón. Foto: Archivo CCACR

NI PINTURA, NI DIBUJO

Carballo no hace pintura, ni dibujo, en esta oportunidad, ni siquiera se podría aceptar conceptualmente que se trate de técnicas mixtas, pues ambas se empobrecen mutuamente, aunque formalmente sí se pueda definir.

Partamos de una premisa, Carballo, en sus inicios diseñador publicitarios destacado, pretende ser un dibujante.  Para ello, sin embargo, ha negado carácter a la línea, desaprovechando los vacíos internos y externos, reales y activos, que ésta produce infinitamente bajo la tensión de la mano creadora.

Se ha olvidado este autor cartaginés de que, copie o invente, el dibujo no es más que una tensión que se encubre bajo la apariencia de lo que representa, y no al revés, como hace.

La forma existe por su propia fuerza y por los vacíos que participan en el espacio designando valores e ideas. Entonces, ¿por qué la segunda percepción visible, en su obra reciente, es la anécdota, más que la línea? Porque, evidentemente, aunque esté en transición, sigue padeciendo el mismo vicio de ayer, para él la representación o el tema es lo más importante. 

No obstante, sepulta la realidad de que la línea es tema al mismo tiempo.  El problema va más lejos cuando Carballo no sólo desprecia el dibujo, sino que llena sus vacíos con pintura, que cubre todo lo que le es ajeno. 

Entendemos en sus nuevos trabajos “pictóricos” que su arte intenta hacer visible la ilusión de materia, y el colorido del mundo aparente.  Sin embargo, se queda a medio camino, entre ser y no ser, porque en el fondo sólo cambia de anécdota, su dibujo es el mismo, padece los mismos vicios y deformaciones sociopolíticas.

Un apunte podrá aclarar mejor esto.  En la misma exhibición, este profesional presenta lo que parece un dibujo pero que el autor llama “óleo diluido”, titulado “Un día en la vida”, (nombre de la novela de Manlio Argueta sobre la violencia en El Salvador).

La obra en cuestión es un resumen de su viejo ideario, es más bien un cartel, porque incluye hasta una frase (ignoro si la novela antes mencionada) que dice algo así como: “Paz, un día de estos moriremos por ti”.  Es una pieza con la misma fuerza o violencia gratuita de su antiguo trabajo, con el mismo sentimiento negativo con que percibía, hasta ahora, la creación de Carballo.


"Flor de esta tierra bendita", 1982. Oleo/tela. Foto: Archivo CCACR

VIOLENTO CONTRAPUNTO

“Un día en la vida” sirve de contrapunto a la realidad de un cambio, que testimonia la obra expuesta.  Una agresión política ha sido sustituida por otra sexual, ambas siempre en un juego mórbido.

Aquí los pubis casi virginales afloran en formas femeninas maduras, sin propósito claro, tal vez solo para solaz del autor y algunos “conocedores”, puesto que nada aportan.

Cuando evaluamos la muestra de Carballo Jiménez lo hacemos en el entendido de que se trata de un profesional que ha dedicado muchos años de su vida al arte, como revelan su trayectoria en el país y en el exterior, así como los premios nacionales recibidos.

Por ende, consideramos que la exigencia para un artista profesional, ya no para una promesa, es mucho mayor.

También sería injusto desestimarlo como creador por una muestra pobre y desabrida como la presente, donde incluso hay piezas que con un poco de objetividad el mismo autor hubiera excluido, puesto que ante todo es obra de transición.

La conducta y obra que presentará, como promete, en un año, permitirá discernir mejor si efectivamente abandonó su concepto anterior por agotamiento, o si se encamina al dibujo o la pintura “fantástica” como promete en el catálogo: “…instantes de una poderosa realidad mágica que he querido investigar”.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC

Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 5 de julio, 1985. Revisado por el autor el 6 de setiembre, 2018.

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