FERNANDO CARBALLO: La transición a lo lúdico
Exposición del dibujante Fernando Carballo (Costa Rica, n. 1941). 14
obras en óleo, lápiz de color y grafito. Café del Teatro Nacional. Del 1 de junio al 5 de Julio, 1985, de lunes a
domingo
VIOLENTO CONTRAPUNTO
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 5 de julio, 1985. Revisado por el autor el 6 de setiembre, 2018.
La conducta
de un artista determina su obra. Si su criterio se” quiebra” por las razones
que fueren, su obra será víctima irremediable de su rompimiento conceptual.
Eso parece haberle
ocurrido al dibujante nacional, Fernando Carballo, quien ha dejado, por el
momento, su veta contestaria mórbida por “lo mágico de un rostro, cuando al
atardecer, lo baña un rayo de sol que lo ilumina; y esa imagen reflejada en una
ventana o vidrio crea una estancia…ya completamente mágica”, cómo el mismo
autor escribe en el catálogo de su muestra.
La pregunta
nos toma por asalto: ¿Dónde quedan sus líneas, el lenguaje recio, las formas
simples, los volúmenes compactos y su constante tesitura de compromiso
sociopolítico a la manera de la escultora y grabadora alemana, Kathe Kollwitz,
quien tanto influyó en él?
Su viraje
recuerda al de otro de sus maestros, el mexicano José Luis Cuevas, quien en la
década del 80 pasó de un arte pseudopopular a otro de tipo conceptual, más difícil
de ver.
La primera
percepción en el recorrido de su exhibición es el prisma degradado que como
fondo – con el óleo o lápiz de color – figura en la mayor parte de su obra, con
colores compuestos como celeste, verde y rosado.
Es una obra
más dibujada que pintada, porque el óleo sólo es un soporte o fondo que destaca
la anécdota representada, que va desde el mero ejercicio de bodegón, como en la
titulada “Una manzana en la tarde”, hasta
la obviedad sexual-mórbida de “Mujeres en
el horizonte”, pasando por la poca sugestiva “Marielos de noche”. Todas envueltas en un juego más lúdico que
hedonista.
"Gesto", 1985. Técnica mixta sobre cartón. Foto: Archivo CCACR
NI PINTURA, NI DIBUJO
Carballo no
hace pintura, ni dibujo, en esta oportunidad, ni siquiera se podría aceptar
conceptualmente que se trate de técnicas mixtas, pues ambas se empobrecen
mutuamente, aunque formalmente sí se pueda definir.
Partamos de
una premisa, Carballo, en sus inicios diseñador publicitarios destacado,
pretende ser un dibujante. Para ello,
sin embargo, ha negado carácter a la línea, desaprovechando los vacíos internos
y externos, reales y activos, que ésta produce infinitamente bajo la tensión de
la mano creadora.
Se ha
olvidado este autor cartaginés de que, copie o invente, el dibujo no es más que
una tensión que se encubre bajo la apariencia de lo que representa, y no al
revés, como hace.
La forma
existe por su propia fuerza y por los vacíos que participan en el espacio
designando valores e ideas. Entonces, ¿por qué la segunda percepción visible,
en su obra reciente, es la anécdota, más que la línea? Porque, evidentemente,
aunque esté en transición, sigue padeciendo el mismo vicio de ayer, para él la representación
o el tema es lo más importante.
No
obstante, sepulta la realidad de que la línea es tema al mismo tiempo. El problema va más lejos cuando Carballo no
sólo desprecia el dibujo, sino que llena sus vacíos con pintura, que cubre todo
lo que le es ajeno.
Entendemos
en sus nuevos trabajos “pictóricos” que su arte intenta hacer visible la
ilusión de materia, y el colorido del mundo aparente. Sin embargo, se queda a medio camino, entre
ser y no ser, porque en el fondo sólo cambia de anécdota, su dibujo es el
mismo, padece los mismos vicios y deformaciones sociopolíticas.
Un apunte
podrá aclarar mejor esto. En la misma
exhibición, este profesional presenta lo que parece un dibujo pero que el autor
llama “óleo diluido”, titulado “Un
día en la vida”, (nombre de la novela de Manlio Argueta sobre la violencia en
El Salvador).
La obra en
cuestión es un resumen de su viejo ideario, es más bien un cartel, porque
incluye hasta una frase (ignoro si la novela antes mencionada) que dice algo
así como: “Paz, un día de estos moriremos
por ti”. Es una pieza con la misma
fuerza o violencia gratuita de su antiguo trabajo, con el mismo sentimiento
negativo con que percibía, hasta ahora, la creación de Carballo.
"Flor de esta tierra bendita", 1982. Oleo/tela. Foto: Archivo CCACR
VIOLENTO CONTRAPUNTO
“Un día en la vida” sirve de
contrapunto a la realidad de un cambio, que testimonia la obra expuesta. Una agresión política ha sido sustituida por
otra sexual, ambas siempre en un juego mórbido.
Aquí los
pubis casi virginales afloran en formas femeninas maduras, sin propósito claro,
tal vez solo para solaz del autor y algunos “conocedores”, puesto que nada
aportan.
Cuando
evaluamos la muestra de Carballo Jiménez lo hacemos en el entendido de que se
trata de un profesional que ha dedicado muchos años de su vida al arte, como
revelan su trayectoria en el país y en el exterior, así como los premios
nacionales recibidos.
Por ende,
consideramos que la exigencia para un artista profesional, ya no para una
promesa, es mucho mayor.
También
sería injusto desestimarlo como creador por una muestra pobre y desabrida
como la presente, donde incluso hay piezas que con un poco de objetividad el
mismo autor hubiera excluido, puesto que ante todo es obra de transición.
La conducta
y obra que presentará, como promete, en un año, permitirá discernir mejor si
efectivamente abandonó su concepto anterior por agotamiento, o si se encamina
al dibujo o la pintura “fantástica” como promete en el catálogo: “…instantes de una poderosa realidad mágica
que he querido investigar”.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC
Fuente: La Nación. SINABI (2018), p.2B. Publicado el viernes 5 de julio, 1985. Revisado por el autor el 6 de setiembre, 2018.
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