CARMEN SANTOS: La senda de la abstracción

A primera vista su creación atrae: pinturas monocromas no figurativas donde, bajo la textura explotada con habilidad, yace una energía como fuego contenido, pocas veces vista.  No hay trampas visuales con las que gratuitamente parece intentar confundirnos, a veces, algunos pintores de oficio consumado; no hay anécdota o tema: hay profundidad de concepción y un manejo de la forma muy profesional.

Carmen Santos Fernández, mujer de baja estatura, larga cabellera negra, ojos claros, sonrisa constante y gran vitalidad, pasa revista a su obra y su vida en la antigua casona que habita en Escazú, en una de esas noches que prefiere para pintar y que le recuerdan otras de fines de la década de los 40, en Nueva York.

Era jefe de enfermeras de cirugía del Hospital Líbano, en el Bronx, cuando alguien le habló de una exposición retrospectiva de Vincent Van Gogh en el Museo Metropolitano de Arte.

El estímulo visual fue tan grande que apenas regresó a su departamento buscó algo que hacer con una caja de pinturas, de una de sus hijas, y una cartulina que daba cuerpo a una camisa nueva.

Me puse a hacer una figura que resultó imaginativa, sin cabeza, ya que no cabía en el espacio”.

Nutrida por esa experiencia se inscribió en las clases de dibujo de la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York, bajo la tutela de Reginald Marsh.

Marsh (1898-1954), pintor de la masa caótica producto de la depresión de la década de los treintas, fue un pilar del realismo social en la pintura estadounidense.  Pintó los alcahuetes, la vida competitiva en la calle, encontrando placer en las afirmaciones de vanidad y desesperado individualismo en el ambiente de los barrios bajos de Nueva York.

Marsh, que testimoniaba el entorno social con mucha expresión, se encontró en 1949 ante los dibujos de Carmen y exclamó: “¡Este es el mayor avance!”.  A la siguiente semana, la artista se encontró sin su sitio en la clase de dibujo. Marsh se le acercó y le dijo: “Venga, tengo una tela para que empiece a pintar”.

Las figuras le seguían saliendo sin cabeza, y pronto su estilo se definió en un expresionismo que le hace confesar “nunca fui afecta al academicismo.  Los ojos de mis figuras no tenían pupilas.  Ponía el pincel en el espacio destinado a la cavidad y cerraba los ojos dejando que la emoción me inundará para entonces pasar el pincel.  Entonces volvía a abrir los ojos y veía lo que había hecho”.

Después de clases pintaba en su habitación hasta las 3 a.m., para luego ir a trabajar a las siete, al nosocomio.

“No se de donde sacaba fuerzas. Dejé todo, hasta el matrimonio, para que nada ni nadie me impidiera pintar”.

Carmen Santos pintando en su estudio de Escazú. Foto: CCACR

MÉXICO Y DIEGO RIVERA

Al Cabo de cincos años, Santos deja la Liga.  Viaja a México en 1956 y conoce al muralista Diego Rivera (1886-1957), con quien hace amistad.  “Esto es muy bueno Carmen,” le dijo Rivera, al observar fotos de sus trabajos.

Durante los siguientes meses, intercambiaban cartas en las que Rivera expresa un gran afecto por la pintora costarricense y la invita a pintar con él, en varios murales que proyecta para el Zócalo de la capital mexicana.

“Abandoné todo, renuncié a mi empleo, vendí mi apartamento y me reuní con él.  Fue una hermosa relación y aprendí mucho, pero Diego estaba ya débil por el cáncer que se le había declarado durante su estadía en la Unión Soviética.  Yo lo acompañaba a sus sesiones de cobalto y pinte con él en algunos de sus últimos trabajos”.

Ocho meses después, Rivera muere.  Entonces, Carmen se inscribe en la Escuela de arte Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, donde tiene de maestro de pintura al muralista Ignacio Aguirre.  También estudia escultura con Alberto de la Vega, quien fomenta en ella el modelado en barro con acento expresionista.

“Cuando los otros alumnos vieron que yo no hacía pupilas, ni uñas en los pies y las manos de los desnudos, me aseguraron que el maestro de la Vega se enojaria conmigo.  Sucedió todo lo contrario”.

Renuente a cualquier práctica académica, más por naturaleza que por conducta, no pintaba los desnudos “in situ”, sino que tomaba apuntes en grandes hojas de papel “manila” y luego, en su estudio, buscaba una síntesis, que representaba en la tela.

“Trabajé muchísimo durante las décadas de los cincuentas y sesentas; exponía, individualmente, una vez al año.  En ese proceso no me percaté de cómo mi trabajo evolucionaba de una figuración expresionista a una no figuración también expresionista.”

“En 1958 iba a exponer con cuatro pintores en el Primer Salón Anual de Pintura y Grabado, en las galerías de arte ubicadas Chapultepec por el Instituto Nacional de Bellas Artes, y preparé una obra con base en unas botellas y un papel viejo, mientras escuchaba a Vivaldi; luego hice otro trabajo y, todavía frescos, los envié a la muestra porque tenía que viajar a Nicaragua al día siguiente.

Cuál no sería mi sorpresa, cuando de regreso a México, en el avión, leo en el periódico que Carmen Santos expone abstracto.  Ya antes habían dicho, falsamente que hacía cubismo, así que presumí un error. Pero me esperaba una nueva sorpresa cuando entré a la exposición y, buscando mi obra, distinguí un cuadro, no sabía que era el mío, donde las botellas y el papel se habían transformado en no figuración, en expresionismo abstracto.”

“Sin título”, 1985.  Óleo y técnica mixta sobre tela. Foto: CCACR

PIONERA DE LA ABSTRACCIÓN

Al año siguiente, mientras preparaba una muestra individual no figurativa, Santos se enfrente a una de sus mayores crisis.  “No podía pintar, no podía pintar.  Ponía telas en tres caballetes distintos y no me salía nada.  Tal fue la desesperación que casi me tiro del balcón de mi casa, que estaba en un cuarto piso.  Deseaba matarme, porque lo único que me importaba no lo podía hacer.  Hoy, me doy cuenta en retrospectiva que la crisis era parte del cambio operado en mi concepto y práctica pictórica.”

Su obra, en los meses y años siguientes, se afirma formal y conceptualmente.  La omisión de títulos en sus cuadros se vuelven parte de su estilo.  Me interesa dejar que el espectador interprete a su manera, según la sugerencia de la obra.  El dibujo describe y precisa, el color evoca e insinúa”, declara por entonces a una crítica de arte mexicana.

Su combinación de colores cede lentamente a una monocromía. Principalmente a partir de 1959; descubre que el blanco, el negro y los grises son muy difíciles de emplear y afines a su sentido de la sobriedad.

“Cuando hay muchos elementos en un cuadro, los valores de un elemento al otro se debilitan. Al principio obraba diferente; ponía todos los pigmentos juntos y los revolvía.  Pero con el tiempo he ido purificando y controlando lo que es mi pintura”.

Su obra pictórica mantiene una búsqueda de la síntesis; algo así como los impactos de pocos colores, que muestran las fotos de la atmósfera terrestre, tomadas desde el espacio exterior.

“No siento temor al vacío, como En el Barroco y el Rococó; no siento la necesidad de iluminar la tela con una amplia gama de colores”, afirma.

La preocupación por el color, sin embargo, la lleva a trabajar en el vitral para una iglesia mexicana junto a dos amigos y colegas suyos: Andrés Molinares y Víctor Martínez. Pero, le molestan los colores disponibles para el trabajo; están ausentes los intermedios, por ejemplo, entre rojo y verde. Y, tras realizar tres vitrales, abandona el proyecto con el fin de investigar, por su propia cuenta, colores alternativos para composiciones con vidrios de colores.

Cinco años dedicada a este estudio, mientras sigue pintando, hasta que domina el problema, descubriendo las alternativas colóricas deseadas. Todo esto coincide con su regreso a Costa Rica.

Consolida aquí el trabajo en vitral, iniciado en México, con el establecimiento de su propio taller, donde aprende, de un herrero, la técnica de la forja de hierro y se dedica, por espacio de 12 años, a crear estructuras de vitral para el diseño interior, iglesias, casas de habitación, y algunos establecimientos comerciales.

“Aunque he tenido necesidad de dinero toda mi vida, y he pasado hambre en México y Estados Unidos, nunca pacté con el entorno.  Cuando transité de la figuración a la no figuración, no faltaron galerías y amigos que me pidieron que abandonara mi concepto para regresar al otro, que sí se vendía. Pero para mí, la pintura es como la naturaleza, tan profunda como ella. Nunca pinto con la idea de vender, nunca. Si vendía algo, antes y después, era por suerte”.

“Sin título”, 1959.  Óleo y técnica mixta sobre tela. Foto: CCACR

ESTOY AQUÍ

Desde 1967, cuando regresa a Costa Rica, trabaja ininterrumpidamente el vidrio, otro ámbito artístico, sin renunciar nunca a pintar; tanto es así, que en 1974 expone, a raíz del traspaso de poderes.

No es sino hasta 1979 que su dedicación vuelve por entero a ser para la pintura; en ese paso el vitral enriquece plásticamente, y su pintura se exhibe individualmente en México y Los Ángeles.

“Purificarme más y más en lo que plasmo, es lo que me importa. Me preocupa trascender y que mi obra perdure; como también el reconocimiento de mi quehacer me importa, pero no vivo para la aceptación pública de Costa Rica o de cualquier otra parte”.

Tal parece que la soledad es, para Carmen Santos más importante que la confrontación por medio de exposiciones.  “La soledad es para mí, elocuencia. En la soledad me encuentro yo, vivo un mundo que gravita. Es una sensación maravillosa, por eso me gusta pintar de noche”.

"Sin título", 1985. Óleo y técnica mixta. Foto: Juan C. Flores

Ello explicaría, en parte, su preferencia por los colores negro, blanco y gris. “El blanco y el negro evocan, para mí, solidez, definición, carácter.  No puedo evitar ser del siglo Aries.  El negro para muchas personas evoca muerte. No quisiera morirme pronto. En mi soledad despliego mis habilidades y percepciones y quiero más de ella.  No, no le temo a la muerte: la naturaleza me ha dado muchos dones para desarrollar.  Si uno ve la vida encuentra crisis, hambre, dolor, pero también compensación, amor, hijos, arte. Cuando viví en Nueva York, pasé hambre, pero nunca sufrí, porque mi sacrificio me permitía criar bien a mis hijas.  Por eso digo que nunca sufrí.  Si algún día, especulo, me encontrara con Dios y me preguntara quién querría ser, yo le contestaría, sin titubear: con todas mis altas y mis bajas, Carmen Santos otra vez”.

La máxima aspiración de esta pintora costarricense, pionera de la abstracción, cuyo concepto ha madurado con su quehacer, es llegar a conocerse. Un viejo aforismo suyo, pegado en una de las paredes de su casona dice: “Cómo me duele el desafío en la búsqueda de mi ser”.

Con un encanto que no perece con los años y una obra que crece hacia la síntesis monocroma, que busca y que comunica su esencia vital, Carmen Santos Fernández ha vuelto a participar en algunas colectivas nacionales, con un aporte que merece estudio y respeto.

Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA

Fuente: La Nación. Suplemento Áncora. SINABI (2019), Sección D. Domingo 1 de diciembre, 1985.  Revisado por el autor el 29/1/19

Comentarios

Alejandra Campos dijo…
Quise mucho a Carmen, fue una amiga maravillosa.
Arelis Salas dijo…
Wao que lindo. Excelente artista
Guillermo Munguia dijo…
Gracias Juan Carlos, recuerdo muy bien a Carmen Santos. La filmamos para un doc en el Centro de Cine, lo que no preciso ahora si fue para "Quico Quirós" o "Amighetti". Una persona y artista genial!
Un abrazo,
Hola Guillermo. Que gusto saber de ti. Excelente noticia la del documental de Carmen. ¿tienes copia digital? ¿como se consigue? Yo elabore para television en 1991 un corto documental sobre ella. Lo puede ver en https://vimeo.com/230377262 Bendiciones amigo.
Esteban Goicoechea dijo…
Muchas gracias Juan Carlos por ese corto audiovisual sobre Carmen. Yo soy su bisnieto y fue un enorme placer y regalo haber podido verla en vivo y a todo color.
¡Eternamente agradecido! Si pudiera pasarme el documento descargable sería un honor.
Mi número es 88979071

Esteban Goicoechea
Saludos cordiales,
Juan Carlos Flores Zuniga dijo…
Hola Esteban. Me dio mucho gusto hablar contigo. Estamos a la orden. Te invito a leer dos publicaciones mas en este medio sobre Carmen Santos. Bendiciones

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