CARMEN SANTOS: Proceso abstracto
Exposición individual de la
pintora Carmen Santos Fernández (1920-2002): Obra sobre cartulina y
cuatro técnicas mixtas. Espacio Jorge Debravo. Del 21 de enero al 22 de febrero, de 1987, de lunes a sábado.
Corresponde la muestra a su trabajo del último trienio, realizado en su residencia de Escazú, asociada por la necesidad de recuperar su oficio debilitado por otras tareas y concretar sus aspiraciones estéticas.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
Como singular éxito debe calificarse el
retorno a la escena plástica costarricense de la pintora Carmen Santos
Fernández, quien fue más conocida como artista mexicana durante el decenio del
70.
Pese a su amplia carrera, iniciada en la
década del 50, tras haber sido discípula del realista social estadounidense Reginald
Marsh, de los muralistas mexicanos Diego Rivera e Ignacio Aguirre y del
escultor Alberto de la Vega, en nuestro país sigue siendo poco conocida. Después de
practicar una pintura de corte figurativo y acento expresionistas, evolucionó
hacia la no figuración. Se constituyó así en la primera autora costarricense en exhibir obra abstracta en el
exterior (México y Estados Unidos) antes de 1958.
De un intenso colorido evoluciona a una
monocromía, principalmente a partir de 1959, cuando indaga en el blanco y el
negro y las enormes y difíciles posibilidades de la gama de los grises, a fines
a su peculiar sentido de la sobriedad.
No obstante la obra cotejada ahora, acorde con
su proceso de más de 30 años en la práctica pictórica no figurativa, se
caracteriza por la propuesta de una tercera dimensión mediante la textura,
insinuada con las sombras de sus óleos, y más significativa apelación a lo
táctil con sus pinturas al óleo, nutridas de elementos materiales como los
polvos de mármol y la fibra de vidrio.
"Sin título", 1986. Óleo, y técnica mixta con marmol. Foto: Juan C. Flores
Corresponde la muestra a su trabajo del último trienio, realizado en su residencia de Escazú, asociada por la necesidad de recuperar su oficio debilitado por otras tareas y concretar sus aspiraciones estéticas.
La reducción drástica de su quehacer en la
pintura, durante más de una década, se debió a su investigación en el vidrio y
la forja del hierro, que revelan su influencia en la conformación de las piezas
exhibidas, especialmente por la incorporación de texturas evocadoras de la
tercera dimensión de la escultura en hierro y vidrio, así como los bronces y
“oros” automatizados en sus tinas reminiscentes de lo orgánico biológico.
SENSORIALISMO
En su apelación a las cualidades táctiles y
sobrias de los materiales utilizados en sus soportes de tela y cartulina, hay
una evidente búsqueda de efectos plásticos y escultóricos. Sin embargo, en
algunos, el efecto sensorial reproducido en la retina del espectador sustituye
al concepto total o explorado.
Esto podría atribuirse, no obstante su
consistente proceso artístico, a que su obra carece de una teoría o concepto
pictórico propio que, sin limitarla en su indagatoria, no la convierta en mero
efectismo, en gratuita búsqueda de impactos efímeros en detrimento de un valor
conceptual duradero.
Esta meditación no constituye una negación del
valor intrínseco de esa obra. Ella descubre con justicia, un talento natural y
tesón suficientes para enfrentar su destino último. Este testimonio visual nos
participa de un sentido de aventura, de abismo, poco frecuente en los artistas,
y más aún en las artistas. Su fuerza parece dimanar de una actitud valiente,
sumada a un conocimiento artístico empírico, asimilado más por praxis que por
teoría, más por hacer qué no pensar.
Ello hará recordar, a más de un espectador, la
vieja afirmación de que hay artistas que nacen y otros que se hacen. Se puede
considerar a Carmen Santos dentro del primer enunciado. Pero ha perdido, en su quehacer, la posibilidad de concretar un aporte universal al arte, para consolidar
sólo una superioridad sobre su entorno nativo. Superioridad que en su limpia
conducta artística, desconoce. También la ignoran en parte los organizadores de
la exhibición, quienes debieron presentarla en la GANAC, cuyas condiciones
museológicas son mejores que las de la precaria Debravo.
En igual sentido, me parece una falta de
respeto para una mujer de su trayectoria y obra, el modestisimo catálogo que se
le confeccionó y que tan poco ayuda al conocimiento de su contribución
histórica al arte mexicano y costarricense.
Pocos autores, como Carmen Santos, tienen la
región centroamericana el conocimiento sensorial de los materiales artísticos o
extra-artísticos, como lo revela el rico empleo que hace de ellos,
especialmente en telas de gran formato.
Quiero patentizar un agradecimiento personal a
esta artista por trabajar sin desmayo, noche tras noche, con la emoción juvenil
de un aprendiz y la fortaleza espiritual de una creadora auténtica, pese a sus
limitaciones. Carmen Santos es un ejemplo para los pintores de esta tierra.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
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