JULIO VISQUERRA: Glocalismo Fantástico
Exhibición
retrospectiva 1965-2018 de Julio Visquerra (Honduras, n.1945) Veinticinco pinturas al óleo sobre
tela, masonite, lona y madera, y acrílico sobre masonite. Galería Nacional de
Arte, Tegucigalpa, Honduras. Del 3 de Mayo al 12 de Octubre, de 2019, de lunes a
domingo.
Si algo nos han enseñado los paradigmas en la ciencia y
en el arte, es que el conocimiento y la creatividad no evolucionan, sino que
tienen lugar mediante rompimientos profundos en la manera de ver la realidad y
comunicarla a las nuevas generaciones.
Es verdad, que podemos convivir con ciertos anacronismos
en el ámbito de las aplicaciones tecnológicas y culturales: por ejemplo, aunque
la mayoría descarga y escucha su música en línea, un segmento significativo de
consumidores sigue comprando y escuchando música en acetatos o vinilos. Otro tanto ocurre, con quienes siguen
escuchando géneros musicales tradicionales y clásicos en música sinfónica,
ópera, tango, jazz y folclore (menos del seis por ciento del mercado musical)
mientras la mayoría consume música contemporánea y popular.
Las artes visuales no son ajenas al anacronismo en medio
de revoluciones paradigmáticas. Hay
museos, galerías y espacios virtuales prácticamente para todo gusto y tipo de
coleccionismo artístico, y entre los artistas contemporáneos un número
significativo sigue estudiando y copiando a los “grandes maestros” alrededor
del mundo mientras desarrollan su propio lenguaje y concepto.
Insistir en la evolución del arte es un ejercicio
estéril, ya que la técnica y el tratamiento son meramente medios para la
expresión final de un concepto que para diferenciarse debe ser el resultado de
un rompimiento - de una revolución-, no una prolongación manierista y redundante
del pasado.
Cuando conocí la obra del pintor hondureño, Julio
Visquerra, en 1989, durante una exposición en la capital costarricense, me
asaltaron todo tipo de dudas sobre su proceso creativo y estilo pictórico. Reticente ante los comentarios favorables que
le precedían, decidí poner a un lado mis prejuicios y experimentar su obra como
cualquier espectador. Así que me enfrenté a la obra de Visquerra, desde
entonces, con la mirada despojada de las etiquetas que le iban endosando tanto
aduladores como críticos.
Visquerra es un artista orgulloso de su herencia y
contexto cultural, pero a la vez crítico de los aspectos sociales y políticos
de los que no ha podido sustraerse como creador e individuo. En Honduras los artistas, por lo general, han
transitado del expresionismo abstracto y la figuración al arte geométrico y la
nueva figuración tratando de aportar cada uno su propia voz al conjunto
pictórico nacional.
GLOCALISMO
En solo tres décadas la intencionalidad estética de sus
artistas más comprometidos ha ido venciendo a lo contingente, a lo catártico y
a lo literario. Hay una revolución en
curso en Honduras donde el tema de la cuidadosa “cocina” europea que ha
influido a muchos de sus abanderados, ha sido trascendida por la búsqueda de lo
universal con base en una identidad y concepto latinoamericano: el glocalismo, es decir artistas ideativamente
locales con una visión global o universal.
Visquerra es uno de los máximos representantes en nuestra
región de esta tendencia que no puede sustraerse a la inequívoca sentencia de
Vassily Kandinsky, “Toda obra de arte es
hija de su tiempo, muchas veces es madre de nuestros sentimientos. De la misma
forma, cada período de la cultura produce un arte propio que no puede
repetirse”.
La retrospectiva de su obra en la Galería Nacional de
Tegucigalpa, Honduras, permite evaluar con suficiente distancia su trayectoria
de 53 años en Europa y Latinoamérica.
Desde su decisión como autodidacta de vivir de su arte en
el apartado departamento de Olancho donde nació, en medio de serias
limitaciones, hasta su ingreso a la Escuela de Bellas Artes de la capital
hondureña, su pintura se caracterizó por el eclecticismo: primero expresionista
como revelan sus retratos de modelos de 1965, y luego de tendencia cubista por
la influencia de sus maestros en Bellas Artes.
Este periodo formativo sirvió para alimentar su búsqueda
de una expresión propia la cual empezó a tomar cuerpo durante su residencia de
23 años en Europa, particularmente en España y Austria, con puntuales retornos
a su tierra.
REALISMO FANTASTICO
Permaneció en esta exploración hasta 1976 cuando la
influencia de los paradigmas de la pintura renacentista, la barroca y el
surrealismo que permeaban su obra fueron revolucionados por su relación directa
con la llamada Escuela Vienesa del Realismo Fantástico, fundada en 1948 por un
grupo de pintores austriacos liderados por Albert Paris von Gütersloh, padre
espiritual del grupo.
Influenciados por los descubrimientos acerca del
psicoanálisis, artistas como Ernst Fuchs, Wolfgang Hutter, Arik Brauer, Rudolf
Hausner y Anton Lehmden se dedicaron a explorar el inconsciente de manera
consciente, representando mundos subjetivos controlados por un espíritu
racional.
Las temáticas surgían de las tradiciones religiosas y
místicas de Occidente y, plásticamente, se contraponían al arte abstracto que
dominaba la escena artística de mediados del s. XX.
A diferencia de los surrealistas, los vieneses no
recurrían al absurdo, la paranoia o la alucinación. Las propuestas inconformistas de
esta escuela escandalizaron la Viena de posguerra y el contexto artístico internacional
representado por el arte abstracto.
Visquerra expuso por varios años durante su residencia en
Viena como invitado del grupo original, siendo el único latinoamericano
distinguido con esa deferencia. Aunque
su obra es muy personal en relación a este género coincidía en la representación
de temas relacionados con la cultura y las tradiciones místicas y míticas de su
país de origen.
Es difícil clasificar a determinados artistas como
“fantásticos”, ya que cabe la posibilidad de que solo lo sea una pequeña
muestra de su obra, como sería el caso de Goya o El Bosco, aunque sí hay otros
artistas como Giuseppe Arcimboldo o Paul Delvaux que se pueden definir casi completamente
como fantásticos.
Muchos aun confunden esta etapa de Visquerra con el
surrealismo onírico desarrollado por Dalí, cuando de hecho su enfoque es
crítico de la realidad. La figuración
fantasmagórica, los seres metamórficos, y los ambientes de pesadilla, han sido
excusas para señalar el consumismo, la superficialidad de las apariencias y los
antivalores que se fomentan desde posiciones de poder e influencia.
DRAMA Y COLOR
A lo largo de su retrospectiva encontramos cinco
elementos compositivos subyacentes y prevalentes: primero, los paisajes marinos
de los fondos que evocan telones teatrales en una escenografía cuidadosamente
orquestada; segundo, las mujeres y los hombres,
representados bajo un canon de belleza renacentista, pero vaciados de expresión
emocional; tercero, las frutas y la vegetación
pintadas con gran detalle con la pretensión, según el artista, de ocultar los defectos humanos; y cuarto, los ornamentos
como brocados, perlas y armaduras que brindan una falsa apariencia de poder e
influencia a sus personajes.
Cada componente es usado por Visquerra para construir en
cada pintura una “escenografía” de corte dramático, con ciertos matices
satíricos. Los personajes ostentosos pero espiritual y emocionalmente vacíos,
son contextualizados con el paisaje marino, la vegetación tropical, y las
frutas y flores típicas de la región centroamericana. Todo con una meticulosa
“cocina” pictórica enraizada en la escuela renacentista.
De hecho, sus críticos coinciden en reconocer la
influencia en su obra del maestro del siglo de oro español, Francisco de
Zurbarán (1598-1664) a través de su virtuosismo al tratar los paños blancos que
envuelven o rodean a sus figuras y su
tratamiento de las figuras, pero despojado del misticismo del maestro
español. A veces, el dramatismo se
incrementa al cubrir los ojos de sus personajes para ocultar “esa mirada penetrante que nos desnuda”.
¿Pero cuál es la intención final del artista? La
intencionalidad es clara: exhibir lo superfluo.
En un mundo deformado por las asimetrías sociales, políticas y culturales
el artista busca en el plano pictórico vencer la enajenación resultante
mediante el reposicionamiento del ser en ese mismo contexto mediante una
dinámica creadora y crítica.
El color ha sido no obstante el recurso más radicalmente
cambiante en el proceso creativo de Visquerra desde que encontró su lenguaje y
concepto propios a mediados de los setentas.
La retrospectiva registra la revolución, no la evolución del color en
Visquerra.
De los tonos pálidos y languidecientes de su etapa
pictórica en Málaga, España, donde los personajes parecen perdidos en una vida
sórdida, a los tonos oscuros y fríos en colones azules, verdes y negros de su
etapa en Viena, Austria, al claroscuro de su etapa en Copán, Honduras,
estudiando el arte y la cultura maya, y de allí a sus intensos y llamativos
rojos, naranjas, amarillos y verdes de su última etapa marcada por el retorno y
reencuentro definitivo con su país.
Como sabemos cuándo un paradigma cambia, todo vuelve a
cero. Aun cuando encontremos evidencias
anacrónicas de las lecciones del pasado en la obra pictórica de Visquerra cada
una de sus etapas – por lo general en ciclos de diez años – es un rompimiento
con el pasado, incluso con los beneficios económicos de seguir pintando lo que
los coleccionistas y el mercado prefieren.
Cuando cambia el paradigma, todo vuelve a cero. Visquerra
no se siente atado al pasado que conoce y respeta, y del cual por cierto no se
arrepiente. Pero reconoce la necesidad de trascender sus logros pasados, para
poder ser desafiado por un futuro
incierto pero inevitable que abraza con entusiasmo juvenil.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, ACC
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