JIMÉNEZ “DEREDIA”: Mito, Contexto y Medianía
Exhibición de Jorge
Jiménez Martínez “Deredia” (Heredia, Costa Rica, n. 1954): “La Fuerza y la
Universalidad de la Esfera”. 27 obras en
mármol, bronce y granito. Avenida Central, Museo del Banco Central, Museo de
Jade y Plaza de la Democracia, San José, Costa Rica. Del 20 de febrero al 14 de
julio del 2019, de lunes a domingo.
En su obra “Punto y línea sobre el plano”, Vassily Kandinsky estudió las formas y los colores en su relación con el círculo y escribió: “El círculo es la síntesis de las mayores oposiciones. Combina lo concéntrico y lo excéntrico en una forma simple y en equilibrio. De las tres formas primarias, es la que apunta más claramente a la cuarta dimensión”.
A lo que apuntaba Kandinsky era a los efectos psicológicos y espirituales de la correspondencia entre formas y colores, sintetizado en el circulo. Como lo vemos en sus pinturas “Muchos círculos” (1926) y “Círculos concéntricos” (1913).
En naciones asiáticas como India, China y Japón los círculos están presentes en diferentes tipos de pinturas. Las manifestaciones en India se evidencian en las Chakras y Yantras de las pinturas tántricas mientras en el arte chino el circulo a menudo representa la unión entre el cielo y la tierra.
El círculo es una de las formas básicas que ha fascinado el
intelecto humano desde siempre. Tanto matemáticos como filósofos lo consideran
la forma geométrica más perfecta mientras los teólogos lo abordan con atributos
sobrenaturales o divinos.
Para los artistas el círculo ha sido un motivo estético que evoca
tanto belleza como gozo pero que es capaz de producir distintos significados
según las convenciones semióticas. Tanto en medios de expresión artísticos
bidimensionales como tridimensionales el círculo ha sido indispensable para
representar el sol, la luna, los satélites y otros cuerpos estelares, así como
ruedas, relojes, domos, espirales, senderos, etc.
Es oportuno, sin embargo, apuntar que el círculo ha encontrado
fuera del arte, en la industria de la publicidad y los medios de comunicación
su nicho principal. Casi todos los
logotipos son insertados en formas circulares u ovales. Esto encuentra su explicación en el hecho de
que el círculo, a diferencia de otras formas, resiste que la visión se
distraiga y actúa como un campo focal hacia donde la atención del espectador es
atraída continuamente. A diferencia del cuadrado, el círculo no crea puntos de
fuga, todos los puntos en el son idénticos. Esta forma geométrica no permite
que nuestra imaginación se disperse o divida en distintas direcciones.
En su obra “Punto y línea sobre el plano”, Vassily Kandinsky estudió las formas y los colores en su relación con el círculo y escribió: “El círculo es la síntesis de las mayores oposiciones. Combina lo concéntrico y lo excéntrico en una forma simple y en equilibrio. De las tres formas primarias, es la que apunta más claramente a la cuarta dimensión”.
A lo que apuntaba Kandinsky era a los efectos psicológicos y espirituales de la correspondencia entre formas y colores, sintetizado en el circulo. Como lo vemos en sus pinturas “Muchos círculos” (1926) y “Círculos concéntricos” (1913).
En naciones asiáticas como India, China y Japón los círculos están presentes en diferentes tipos de pinturas. Las manifestaciones en India se evidencian en las Chakras y Yantras de las pinturas tántricas mientras en el arte chino el circulo a menudo representa la unión entre el cielo y la tierra.
En Mesoamérica, el círculo en su representación bidimensional y la
esfera en su expresión tridimensional se ha constituido en un símbolo e hito precolombino
cuyo propósito sigue en discusión a pesar de que para el caso particular
costarricense las esferas fueron descubiertas en 1939 cuando la compañía
frutera estadounidense United Fruit Company empezó a deforestar los
territorios en la Península de Osa. Hasta 1943 gracias a la arqueóloga Doris
Stone se hace la primera mención internacional de estas en una revista
científica.
A falta de una explicación científica convincente se sigue
asumiendo que las cercas de 500 esferas identificadas hasta ahora y que se
produjeron en un
periodo de mil años (entre el 300 A.C. y el 300 D.C) fueron
parte de jardines astronómicos destinados a la calendarización de los ciclos
agrícolas, o servían para establecer el rango social dentro de la tribu.
El estudio, rescate y protección de las esferas precolombinas especialmente
por parte del Museo Nacional de Costa Rica hizo posible que investigadores y
artistas como José Sancho, Domingo Ramos, Ibo Bonilla y más recientemente Jorge
Jiménez “Deredia” la aprovecharán tanto como tema, como concepto plástico.
La ubicuidad de la esfera precolombina como símbolo nacional, y
patrimonio de la humanidad (UNESCO, 2014) ha influido en la pintura, escultura,
poesía y arquitectura nacional y regional, aunque no conozcamos con exactitud
su significado y propósito original.
El escultor Jiménez “Deredia”, que exhibe su obra producida entre
el 2003 y el 2018 en espacios públicos de la capital costarricense, ha hecho de
la esfera un motivo recurrente en su obra desde 1985 cuando lo incorporó de
manera lúdica en su conjunto “Poema mítico”. Esta obra según el autor le
permitió entender “la figura humana, la
esencia de su alma” y marcó el inicio de su ruta hacia la obra que podemos
apreciar hoy en las vías josefinas.
El corolario de este proceso fueron sus exhibiciones paralelas “La ruta de la paz” y “El Génesis y el Símbolo” en el 2009 en Roma,
Italia.
"Génesis evolución", talla en mármol blanco. Foto: Juan C. Flores
EN BUSCA DEL MITO
Tanto en su proceso plástico como en la obra resultante, el
escultor ha construido un mito con base en su indagatoria empírica sobre la
esfera y sus conexiones atávicas. Desde
un punto de vista metafísico, es un autor sincrético que mezcla creencias del
Antiguo Egipto, en particular el símbolo de la “diosa-madre” representado por Isis, y el uso del círculo por
divinidades como Ra, con el círculo en la simbología de las religiones
indo-asiáticas y este con las observaciones del psicólogo Carl Jung quien
transitó del cristianismo al misticismo, hasta sumar las esferas producidas por
artesanos de la cultura Boruca, hace más de 2.000 años.
El discurso de este autor pasa de lo religioso a lo místico, de la
ciencia a la alquimia, para alcanzar una elaborada y nada bíblica conclusión “Para los cristianos, vivir en Cristo quiere
decir alcanzar la etapa más elevada de transformación interior, significa la
absorción de la propia sombra por la luz, significa renacer con Cristo”.
Esto es retórico y contradictorio porque el escultor declara sin
ambages en una entrevista publicada en el 2004 que “somos polvo estelar y desde el Bing Bang hasta la fecha hemos vivido un
interminable proceso de cambio, construyendo la forma que hoy tenemos”
¿Evolución darwiniana? ¿Transmutación alquímica? ¿Misticismo jungiano?
Jiménez sustenta su indagatoria personal y profesional en la
metafísica de sistemas de creencias opuestos entre si – politeístas versus
monoteístas, animistas versus teocéntricos, reencarnación versus mortalidad,
misticismo versus religión. ¿Es
relevante para quien observa su obra lo que realmente pasa por su mente? ¿Puede
su discurso cambiar las lecturas posibles de su obra?
Estoy convencido tras casi cuarenta años de ejercer la crítica de
arte que la obra artística debe hablar por si misma, aunque exista evidencia de
la “transferencia” emocional e intelectual del autor hacia su obra. No
necesitamos un guión que nos diga cómo percibir y experimentar la creatividad
humana.
"Encuentro", bronce. Foto: Juan Carlos Flores
ASEVERACIONES TEMERARIAS
Jiménez no es un pensador o filósofo “profundo” como
pretenden sus apologistas, lo prueba su inconsistente discurso metafísico, del
cual solo he citado una parte, pero cualquier inquieto observador podrá
encontrar más evidencias en la fuente de sus entrevistas, catálogos y poemas.
Tampoco, es el escultor más prominente de Latinoamérica, a menos
que decidamos borrar de la historia del arte la obra escultórica del
costarricense Francisco Zúñiga, del venezolano Jesús Rafael Soto, o el
colombiano Fernando Botero, solo para citar tres ampliamente reconocidos.
Como veremos más adelante la escultura de
Jiménez “Deredia” tiene un aceptable oficio, pero sin alma. Ahora, que, si la
medida de “prominencia” es el mercado o la atención de marchantes y galerías
por su obra, entonces debe admitirse su “éxito” mercadológico.
Por otra parte, preocupa seriamente en un entorno donde abundan
las personas informadas e inteligentes que se sobredimensione la obra de Jiménez
“Deredia” al punto que un expresidente escriba en uno de sus catálogos que “El gran artista que hoy celebramos es un
verdadero arquitecto de la identidad de mi pueblo” o que el alcalde del
municipio josefino afirme que esta exposición ofrece “un contenido antropológico muy importante. Es una forma de acercar a
los costarricenses a lo que han sido sus raíces, las raíces más profundas del
ser costarricense…”
Uno entiende que en nuestro país dichosamente hay libertad de
expresión y se puede elogiar o crítica con cierta laxitud. Pero lo que es impreciso, incorrecto y
temerario debe exponerse para que la cultura madure.
"Canto a a vida: primera pieza", talla en mármol blanco. Foto: Juan Carlos Flores
Tras un recorrido amplio y un registro detallado de las obras
expuestas por Jiménez, la observación pertinente de la interacción tanto
de locales como de turistas con las esculturas y la revisión de sus
declaraciones he concluido lo siguiente:
1. OBRA
DESCONTEXTUALIZADA
El concepto plástico justificatorio de la obra expuesta es
inconsistente. Si bien se cumple el objetivo del escultor de que los
transeúntes de cualquier clase social entren en contacto con su trabajo, se
tomen “selfies” y hasta intenten vandalizar su costosa obra a pesar de la
vigilancia de 100 atentos oficiales, no es cierto que se responda a la pregunta
de “por qué el arte es importante para un pueblo”.
Jiménez “Deredia” es un autor conocido, a fuerza de ser
posicionado por medios complacientes, pero la mayoría de las personas que
interactúan con su trabajo están imposibilitadas de hacer lecturas pertinentes
o provechosas con base en el catálogo, el “app”
descargable, el recorrido diseñado por la curaduría, o las publicaciones
periodísticas.
La pretendida pertinencia de las esferas precolombinas con sus “transmutaciones” pasa desapercibida para
la mayoría, porque esta no es una muestra antropológica orquestada por un
museógrafo afecto a la didáctica, ni tampoco existe trazabilidad histórica entre
la cultura que dio origen a las esferas y su uso temático por parte del autor
herediano.
Si nadie puede afirmar con certeza científica, sólo hipotéticamente,
el propósito que servían las esferas entonces no es posible afirmar que la
exhibición conecte o sensibilice sobre la simbología que el escultor ha venido
expresando en los últimos veinte años.
En todo caso es un símbolo nacional declarado verticalmente, pero
vaciado de significado cultural, excepto para los afectos a la “nueva era”.
2. OFICIO
ACEPTABLE, CONCEPTO DÉBIL
Contrariamente a algunas críticas que he escuchado de escultores
nacionales, Jiménez Deredia cuenta con un oficio aceptable. Su problema es más conceptual. Es pobre ideativamente y de intencionalidad
ambigua. Primero que todo, su obra no es
técnicamente innovadora, sencillamente se ha diplomado en una escuela académica
donde el oficio a menudo es suficiente y su práctica constante le ha permitido
realizar obras monumentales, decorativas y con frecuencia por encargo.
De hecho, lo empezamos a conocer por tales obras, como el “Monumento a Juan Pablo II” que se ha
incluido en el recorrido de la muestra. O la estatua de San Marcelino
Champagnat que fue colocada en la Basílica de San Pedro en el Vaticano y que ha
sido ampliamente difundida por los medios locales.
Por tradición se ha definido por una escuela europea muy diferente
a la establecida localmente, ni mejor, ni peor, pero si claramente diferente.
Costa Rica es uno de pocos países en Latinoamérica con una tradición
escultórica propia, diversa y respetada internacionalmente. A usted le pueden permitir un desliz en la
apreciación de una pintura, pero cuando se trata de un escultor usted debe
estar preparado, porque la mayoría de nuestros escultores no son neófitos.
La preferencia de Jiménez por el modelado y la fundición en
bronce, así como talla en mármol es academicista y corresponde a un canon que
ignora las vanguardias históricas. Su
diseño es bastante geométrico, dominando el círculo como se ha indicado ya, con
líneas rigurosas y puras. El escultor ha
explicado en varias oportunidades que no le gustan las aristas de otras formas
geométricas.
Tanto las figuras de conjuntos donde se comunica su concepto de “transmutación” – por ejemplo, del óvulo
al embrión creciendo en el vientre de una mujer – como en aquellas donde la
figura juega o reposa con la esfera, evocan la estatuaria funeraria por su
hieratismo y una rigidez que atrapa el movimiento de las figuras, individuales
o en conjuntos, creando una fría y distante simetría. A pesar de su pretensión, su expresión
escultórica carece de fluidez y la composición en general carece de ritmo.
Por eso, es que a menudo cuando se pasa cerca de una de sus
esculturas nada pasa. Si no fuera porque
la lectura guiada indica que la obra está allí a pesar de sus obvios bultos
monumentales o porque el espectador se ve obligado a verla para efectos de
registro visual podría pasar insensiblemente de lejos. Es una obra decorativa, de aceptable oficio,
pero sin alma.
Como el tema de la maternidad es un tema atávico en la escultura
costarricense no podemos dejar de hacer hincapié en como Jiménez la
aborda. La mujer representada sola o en
conjunto, en reposo o en gestación sobre una esfera, parece casi siempre ajena,
como agregada a la composición general.
De hecho, sorprende que su postura a menudo es disminuida como si
fuera pasiva y no activa. No hay drama
en sus rostros cubiertos por una especie de “tocas” a la usanza de las órdenes monásticas o las siervas de la
plebe en el feudalismo. Algo que por cierto usaban desde Carlomagno las viudas
y casadas.
En términos de expresión, los rostros carecen de drama, parecen
congelados en el tiempo sin nada que comunicar.
"Sueño", 2017. Bronce. Foto. Juan Carlos Flores
3. COSTO
EXCESIVO POR UNA MUESTRA TEMPORAL
Si bien compartimos el entusiasmo de las autoridades por invertir
en las artes visuales, preocupa que una muestra de estas dimensiones haya sido
liderada por un político sin mayor experticia en arte y con el supuesto de
generar un retorno por inversión en términos turísticos.
Dado que no se conocen las políticas
culturales de la Municipalidad de San José ni de las empresas que lo acompañan
en el presente emprendedurismo cabe preguntarse si se fraguó algún plan de
mercadeo para garantizar retorno por la inversión y si no al menos me gustaría
conocer los indicadores que se implementaron para recuperar la inversión hecha
sea por medios tangibles o intangibles.
“La fuerza y la universalidad
de la esfera” del escultor Jiménez “Deredia” ha requerido una erogación de
40 millones de colones en el traslado de la obra de Italia a Costa Rica. Esto incluye viaje redondo, porque tras cinco
meses el espectáculo termina y la obra regresa a Italia. La contratación de grúas y embalaje se estima
en USD $ 100.000 mas 60 millones de colones aportados por los patrocinadores
privados.
Cada uno de los patrocinadores privados aportó además USD $ 20.000 que fueron utilizados
para la logística del evento. Además, se
asignaron 100 policías y un sistema de cámaras de vigilancia. La exposición fue
declarada de interés cultural por lo que es lógico esperar que la inversión del
sector privado sea descontada cuando paguen impuestos este año. El costo final
se acerca a los 150 millones de colones.
En medio de una recesión económica como la que vivimos, con un
paquete fiscal en plena implementación y prospectos negativos, cabe preguntarse
si la obra de Jiménez “Deredia” ameritaba este gasto. O si no hubiera sido más sabio transformar el
gasto en inversión apoyando a los artistas y al sector cultural costarricense
cuyos espacios de exhibición ha disminuido en un 200% en los últimos diez años,
y cuya promoción dentro y fuera del país pasa de ridícula a inexistente,
mientras nuestro Museo de Arte Costarricense no exhibe con generosidad el
legado artístico nacional y el Ministerio de Cultura brilla por su falta de
iniciativa.
Es claro que no podemos culpar a Jiménez “Deredia” por su habilidad
para mercadear su obra, a pesar de su medianía, y posicionar su imagen, pero la negligencia de nuestras
autoridades culturales es un hecho ante el que nadie debe callar. A pedir
cuentas.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC,
ACC, AICA
Comentarios
GERARDO GONZALEZ
Isidro Con tiene mas desarrollo y madurez... no se si técnica... pero no fue posteado en el vaticano... esa es la diferencia...