EDUARDO CHILLIDA: Crudo vacío
Exhibición “Esculturas Gigantes” de Eduardo Chillida (España,1924-2002)
Nueve esculturas en hierro y alabastro. Jardines del Rijksmuseum, Ámsterdam,
Países Bajos. Del 22 de junio al 23 de setiembre, de 2018, de lunes a domingo.
Materia, forma y espacio son los recursos al alcance del nuevo escultor para comunicarse con una audiencia a veces filosóficamente existencial a lo Sartre y otras veces social a lo Heidegger.
Uno de los rompimientos más
dramáticos en la historia de la escultura fue marcado por las vanguardias
artísticas a principios del siglo XX, por la introducción de nociones
radicalmente diferentes sobre la construcción, uso del espacio o vacío y el
equilibrio entre el objeto y el espacio.
No hubo evolución,
sino revolución paradigmática. Cuando comparamos “La piedad” (1498-1499) de Miguel Ángel con su volumen lleno y “Cabeza y cola” (1965) de Alexander
Calder con su volumen vacío, es claro que no hablamos de continuidad sino de
disrupción. Lo compacto ha cedido a la construcción de espacios en la escultura
moderna.
En esencia el arte ha
correspondido a la revolución científica de la física cuántica que niega la
existencia del vacío o la inexistencia del vacío entre seres y entidades
orgánicas e inorgánicas, con una propuesta de equilibrio entre la llenura y el
vacío, el exterior y el interior.
El espacio público
arquitectónico se ha convertido en el campo de batalla para confrontar una
nueva sensibilidad estética a partir de un lenguaje compartido mediante el cual
los autores se diferencian más por sensibilidad que por estilo.
Materia, forma y espacio son los recursos al alcance del nuevo escultor para comunicarse con una audiencia a veces filosóficamente existencial a lo Sartre y otras veces social a lo Heidegger.
Esta ruptura fue
necesaria para coadyuvar en la afirmación de una propuesta universal a partir
de un reencuentro con la identidad cultural propia. Tal es el caso del movimiento escultórico
gestado en el país vasco español a partir de los cincuentas, principalmente,
por medio de creadores como Jorge Oteiza, Agustín Ibarrola, Nestor Basterretxea y Eduardo
Chillida.
Todos fueron, primero
que todo, investigadores de la cultura y los medios artísticos de expresión y
luego, nacionalistas vascos creando arte bajo un sistema autoritario: el régimen franquista. De hecho, se estima que la mayor contribución
del país vasco a la cultura en el siglo pasado fue mediante la escultura.
El más conocido de
todos sus creadores fuera de las fronteras de España, es Chillida, pero no por
su originalidad, ya que tomó prestado de muchos de sus maestros y colegas, sino
por su sensibilidad y tenacidad. Nueve de sus obras
mayores correspondientes a distintos períodos de su carrera se exponen por
primera vez en el jardín de esculturas del Rijksmuseum de Ámsterdam hasta
septiembre.
Eduardo Chillida
(1924-2002) fue portero de fútbol antes de encontrar su vocación como artista. Hizo carrera en el equipo Real Sociedad de San
Sebastián, Guipúzcoa, hasta que una lesión lo obligó a alejarse del
deporte. Fue entonces, que se acercó al
estudio de la arquitectura en la Universidad de Madrid, pero abandonó los
estudios en 1947, en favor del arte cuyo estudio y práctica profundizó en París
a partir de 1948. Regresó dos años
después a Gipuzkoa donde se casó y empezó su familia.
Luego se estableció
definitivamente cerca de Hernani donde abrió su taller con el apoyo de un
herrero local cuya fragua empleó para sus creaciones antes de contar con su
propia forja para la escultura en hierro.
PRÉSTAMOS Y SENSIBILIDAD
La obra expuesta en Ámsterdam
refleja su proceso plástico a lo largo de cinco décadas, especialmente tras su
reconocimiento público en la Bienal de Venecia, en 1958. El éxito le acompañó temprano en su carrera, especialmente, en el ámbito internacional al adoptar una
estrategia mercadológica, bastante conocida, consistente en colocar obras de
gran escala en espacios públicos de muchas ciudades y países.
Lo que llevó a otros
escultores a caer en la redundancia y a atrofiar su creatividad, no parece
haberse producido mella en Chillida. En su caso, cada obra en espacio público se
transformó en una oportunidad para que realizará esculturas elegantes y
poéticas.
El creador vasco no
está exento de influencias, y las referencias abundan en su obra más allá de lo
que él bautizó “homenajes” como en el caso de la obra de 1979 dedicada a
Alexander Calder, en exhibición dentro del museo, y otras dedicadas a artistas con los que se
relaciono en la plástica, la literatura y la política.
La obra de Chillida
debe mucho a la escultura en hierro ibérica y en particular al escultor catalán Julio
González (1876-1942) cuyas creaciones en ese medio inspiraron a Pablo Picasso y a numerosos
artistas. Como González, el escultor vasco usó el hierro no solo para construir
formas masivas y sólidas sino también obras vitales, ópticamente ingrávidas, y
de diseño lineal las cuales tenían tanto que ver con el volumen vacío como con
el componente material sólido.
SIMPLICIDAD
El hierro forjado,
como evidencia la muestra histórica en el Rijksmuseum, fue el medio dominante
en la carrera de Chillida mientras sus formas primarias fueron bloques,
romboides conectados, arcos robustos, y forma cúbicas abiertas.
Como dibujante y
escultor tanto en papel como en hierro, alabastro y hormigón, estos fueron los elementos
primordiales en su expresión sumados conceptualmente a un lenguaje simple, casi
minimalista, libre de toda confusión mental.
Es cierto que
Chillida conoció al filósofo alemán, Martin Heidegger (1889-1976), durante la Bienal de
Venecia de 1968 e incluso ilustró al año siguiente su obra “Arte y Espacio”, pero a pesar de su
interés por las ideas del pensador sobre el ser y el tiempo su obra plástica no
ganó, con la relación, visos existenciales, ni tuvo un giro hacia lo lingüístico.
Su obra no busca
respuestas espirituales o filosóficas. Antes bien, atiende problemas que
encontraba como incipiente arquitecto y escultor perseverante. Chillida
preguntaba, por ejemplo:”¿Qué es lo que
manda? ¿el hueco o lo que lo delimita, lo que envuelve ese hueco? El arco es
sólo límite, perfil; lo que cuenta es el volumen que surge dentro, el espacio,
lo vacío.”
Su uso de los planos,
descansos o recovecos, escalones y formas curvadas y adinteladas han sido en
parte inspirados por el arte decorativo vasco del siglo XVI pero también por
los espacios cerrados del juego tradicional de pelota vasca o frontón que
proliferan en toda la región y que surgió en el siglo XVIII. Esta última fuente
es en la que abrevó también el escultor vasco Jorge Oteiza con el que, a menudo, se le
compara.
Por otra parte, las
formas y masas engranadas de muchas de sus esculturas en piedra están en deuda
con la arquitectura inca del Cusco, de donde la tomaron los españoles durante
la conquista. Chillida aprovecha cada préstamo
para facilitar un diálogo lento y personal entre los componentes geométricos
que contienen sus espacios.
Es claro que hay
diferencia entre la escultura y la arquitectura ya que el espacio envuelve y
rodea a la obra, en la primera, mientras que la arquitectura encierra y acota
el lugar, en la segunda. Chillida, no obstante, fomentó la integración entre la
escultura que es volumen y masa y la arquitectura que es vacío, hueco.
CONTENCIÓN PARA ESPACIO PÚBLICO
Chillida siempre hizo
un dramático uso del entorno público, mezclando y contrastando sus creaciones
con el paisaje como evidencia la serie de “Peine en el viento No XV” (1976), su
más celebrado conjunto, consistente de dos esculturas sobre peñascos
confrontado las olas en la línea costera de San Sebastián, su ciudad nativa. Una escultura de la serie es
mostrada en los jardines del museo holandés.
La obra expuesta es
fiel reflejo de la claridad con que Chillida enfrentaba su quehacer como
escultor abstracto. Era consciente de
sus límites, tal vez por su deuda intelectual con otros creadores y, se sentía cómodo, en
el marco de su identidad cultural vasca, aunque continuó expandiéndolos más allá durante toda su carrera para sentir y conocer más.
Por ello, siempre permitió
que el público tocara sus obras y penetrara en ellas para escuchar
su "musicalidad". No obstante, sus esculturas en general son muy personales a
pesar del lenguaje prestado, y su poder depende del efecto íntimo que produce sobre
el cuerpo de su audiencia y entorno.
EL OBJETO ESCULTURAL ES LO QUE IMPORTA
Para el creador vasco
es el objeto escultural y el volumen dentro de este lo que sostiene el espacio,
lo orienta y lo crea. Es el objeto individual y la vida dentro de este, no el
entorno el que importa más. Esto no
contradice para nada el que buscará crear un espacio arquitectónico alrededor de sus
esculturas que les permitiera relacionarse tanto con la audiencia como con la naturaleza.
El mejor ejemplo de
esto fue su último proyecto público: un polémico y vasto cubo al cual se llega
a través de un túnel de 80 metros en la montaña de Tindaya en Fuerteventura,
Islas Canarias.
El mismo pretende perforar la montaña sagrada de Tindaya que alberga la mayor concentración de podomorfos (grabados aborígenes de pies descalzos) del mundo, y que es un espacio natural protegido - es tanto un bien de interés cultural como geológico-, para habilitar en el interior una gran sala cúbica de 50 metros de lado con un túnel de acceso a media ladera y dos chimeneas verticales de iluminación.
El pretencioso proyecto ha sido ampliamente cuestionado por ecologistas y arqueólogos que ven el proyecto como desubicado.
El mismo pretende perforar la montaña sagrada de Tindaya que alberga la mayor concentración de podomorfos (grabados aborígenes de pies descalzos) del mundo, y que es un espacio natural protegido - es tanto un bien de interés cultural como geológico-, para habilitar en el interior una gran sala cúbica de 50 metros de lado con un túnel de acceso a media ladera y dos chimeneas verticales de iluminación.
El pretencioso proyecto ha sido ampliamente cuestionado por ecologistas y arqueólogos que ven el proyecto como desubicado.
En criterio de
Chillida el origen del proyecto que, tal vez, nunca se complete se basa en que “los trabajadores de las canteras sacaron
las piedras de la montaña, sin darse cuenta de que estaban llenándola con
espacio”.
La forma rotunda,
completa e independiente en que fue concebida y realizada su obra en oposición a un sinnúmero
de circunstancias adversas ha convertido a este artista en un símbolo de la resurgencia de la
cultura vasca pero ha traído consigo, también, un efecto colateral inesperado al fenecido creador.
A pesar de ocupar un lugar indiscutible en la historia del arte de la segunda mitad del siglo XX, ha tenido poca o ninguna influencia en su propia generación, así como en las siguientes dentro y fuera del país vasco español.
A pesar de ocupar un lugar indiscutible en la historia del arte de la segunda mitad del siglo XX, ha tenido poca o ninguna influencia en su propia generación, así como en las siguientes dentro y fuera del país vasco español.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc, CPLC, AICA
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